Editorial
Los reyes del mundo: danzando en contravía
Edison Francisco Viveros Chavarría
Forma de citar este artículo en APA:
Viveros Chavarría, E. F. (2023). Los reyes del mundo: danzando en contravía [Editorial]. Poiésis, (45). https://doi.org/10.21501/16920945.4801
El impacto como espectador de la película “Los reyes del mundo” deja en mí una expectativa. No un optimismo, porque como dice Nietzsche, “nada de lo humano viene a extrañarme”. Pero sí una expectación: el conflicto armado en Colombia no ha dejado de irradiar consecuencias y en ese sentido la expectativa viene a mí en forma de pregunta: ¿cuáles son en concreto las prácticas y discursos con los que son invisibilizadas las generaciones hijas de las víctimas del conflicto armado en Colombia? Esta película nos muestra escenas confrontadoras y que la mayoría de las personas quieren no mirar de frente. Zonas del centro de Medellín donde los niños, niñas y adolescentes transitan sin la menor garantía de una vida digna que les ofrezca oportunidades bien elaboradas, bien pensadas y que sean tan consistentes como para amparar el deseo decidido de uno de ellos por querer vivir una vida diferente a la inmersión en el goce de las adicciones, los mundos de la delincuencia o el atroz deambular en las calles.
Creo que la película tiene un mensaje poderoso que confronta la hipocresía de un sector de la sociedad que cree que todo lo que tiene que ver con el conflicto armado colombiano está superado. ¿Cuántas generaciones deben pasar para que un conflicto armado pueda ser superado? o ¿cuántas generaciones de indiferentes deben pasar para que no quede rastro de las víctimas? Los cuatro héroes trágicos de esta película danzaban en contravía del olvido, la falta de garantías jurídicas y la única propuesta clara para ellos: lanzarse al vacío para encontrarse con la muerte. La única propuesta para estos danzarines era la desaparición, igual que para sus generaciones antecesoras. La propuesta de esta sociedad para las personas en condiciones de precariedad y vulnerabilidad es la aniquilación, el estigma y la desaparición. Pero es algo que no ocurre solo con los representados por estos cuatro héroes, en general, es la propuesta de esta sociedad: matar, excluir, estigmatizar y armar pequeños grupos de privilegios. Es una mentalidad, una manera de construir nuevas formas del alma humana, de la subjetividad: debemos pertenecer a pequeños grupos de privilegios y aceptar el íntimo placer de estigmatizar, excluir, sancionar y odiar.
Al final de la película tres de los cuatro héroes hablan con los fantasmas de los ancianos frente a la casa destruida, quemada y destrozada. Esta escena muestra que el diálogo con la memoria sigue siendo una inteligente forma de crear escenarios de reconciliación, respeto y acogida. Respetar la memoria de los que han sufrido los excesos de la violencia es una tarea social, es decir, recordar para comprender. Por eso, creo que las producciones audiovisuales de verdadera calidad, como esta película, tienen esa valiosa tarea de ponernos ante los ojos una realidad que no quiere ser vista, sino evadida o, en el mejor de los casos, puesta a la mayor distancia posible.
Los reyes del mundo son los reyes del devenir y la danza; fluyeron mientras vivieron como cuatro espectros que nadie quería ver; solo aquellas prostitutas viejas supieron ver en ellos una vida valiosa, pero a la vez sabían que la vida es precisamente ese fluir, ese tránsito y ese movimiento. Los negadores de la vida prefieren la quietud y la violencia. Los danzarines de la vida prefieren el devenir y danzar en contravía. Finalizo con unas palabras del mejor filósofo de todos los tiempos: Nietzsche (2004):
Las fiestas de Dioniso no sólo establecen un pacto entre hombres, también reconcilian al ser humano con la naturaleza. De manera espontánea ofrece la tierra a sus dones, pacíficamente se acercan los animales más salvajes: panteras y tigres arrastran el carro, adornado con flores, de Dioniso. Todas las delimitaciones de casta que la necesidad y la arbitrariedad han necesitado entre los seres humanos desaparecen: el esclavo es hombre libre, el noble y el de humilde cuna se unen para formar los mismos coros báquicos. En muchedumbres cada vez mayores va rodando de un lugar a otro el evangelio de la “armonía de los mundos”: cantando y bailando se manifiesta el ser humano como miembro de una comunidad superior, más ideal: ha desaprendido a andar y a hablar. Más aún: se siente en otra cosa. Al igual que los animales hablan y la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural. Se siente dios: todo lo que vivía sólo en su imaginación, ahora eso él lo percibe en sí mismo. (p. 246)
Referencias
Nietzsche, F. (2004). El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo (A. Sánchez Pascual, Trad.). Alianza Editorial.
Notas de autor
Edison Francisco Viveros Chavarría
Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Universidad de Manizales-CINDE. profesor de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín, Colombia. Contacto: edison.viverosch@amigo.edu.co, ORCiD: https://orcid.org/0000-0003-0610-4110