Artículo de investigación científica y tecnológica
Familia y escuela: perspectivas desde la salud mental en la adolescencia
Family and school: perspectives from mental health in adolescence
Recibido: 15 de mayo de 2023 / Aceptado: 28 de noviembre de 2023 / Publicado: 5 de junio de 2024
Mary Jane Jessie Archbold, Santiago López Ardila, Valeria Torres Herrera y Alexander Rodríguez Bustamante
Forma de citar este artículo en APA:
Jessie Archbold, M., J., López Ardila, S., Torres Herrera, V., & Rodríguez Bustamante, A. (2024). Familia y escuela: perspectivas desde la salud mental en la adolescencia. Poiésis, (46), 33-56. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.4719
Resumen
La experiencia de ser adolescente implica cambio y transformación, una cierta mayoría de edad acompañada de la familia, y socialización escolar como factores de encuentro con los pares. Sobre el inicio y objetivo, el texto pretende dilucidar-comprender la triada educomunicativa que se teje entre la familia/escuela/adolescencia, con un componente de salud mental. En su metodología presenta un enfoque cualitativo, modalidad estado del arte, bajo la estrategia documental. Dentro de los hallazgos más importantes subsiste la relacional filioparental y el encuentro con la escuela (constructo-configuración y refuerzo), pues el involucramiento de la escuela y la salud mental en el adolescente afincan el mundo socializante. Se concluye que la discusión sobre el cuidado de la salud mental en la adolescencia, desde la primera infancia, acontece como una constelación de sucesos que emergen en la familia, se contraen en la escuela y se desarrollan en la vivencia cotidiana de cada ser a lo largo de la vida.
Palabras clave:
Familia; Escuela; Adolescencia; Pautas de crianza; Ciclo vital; Relación familia y escuela.
Abstract
The experience of being a teenager implies change and transformation, a certain majority of age accompanied by the family and school socialization as factors of encounter with peers. On the beginning and objective, the text tries to elucidate-understand the educommunicative triad that is woven between the family/school/adolescence, with a component of mental health. In its methodology it presents a qualitative approach, state of the art modality, under the documentary strategy. Among the most important findings remains the child-parent relationship and the encounter with the school (construct-configuration and reinforcement); the involvement of the school and mental health in the adolescent settle the socializing world. It is concluded that the discussion about mental health care in adolescence, from early childhood, occurs as a constellation of events that emerge in the family, contract at school and develop in the daily experience of each being throughout throughout life.
Keywords:
Family, School, Adolescence, Parenting patterns, Life cycle, Family and school relationship.
Introducción
Una reflexión inicial que marca la ruta en un estadio primario hacia la investigación en el nivel de pregrado
La participación de la familia es importante en la medida en que dentro de las dinámicas internas se posibilita el diálogo como formador de identidades de manera respetuosa. Estos espacios toman una coloración educativa e interactiva frente a lo que se ha vivido y conocido al respecto, es decir, cada integrante pone sobre la mesa el significado y sentido que le dan a la sexualidad y afectividad, y mediante este se generan, con la alteridad siempre presente, unos aprendizajes a la luz de la historia, la cultura y las permanencias sociales.
(Rodríguez-Bustamante et al., 2021a, p. 34)
La familia y la escuela son dos instituciones con roles fundamentales en el desarrollo, ya que ambas hacen parte de la formación del sujeto. La familia está permeada por conocimientos de un orden más instintivo respecto a los hijos, y la escuela es más técnica por tener consigo el apoyo de la pedagogía. Ambas son guía de la formación identitaria de la persona y deben tener estrategias que favorezcan la salud mental en los primeros momentos del desarrollo. Al ahondar en la familia y la escuela, además del individuo mismo, para Domínguez (2011), en el entorno familiar está la primigenia esencia del ser humano que comienza a tomar forma, por cuanto es donde aparecen sus primeras interacciones afectivas y sus iniciales contactos con el otro que le enseña y dotan de sentido su vida. Por esto mismo, el papel que toma esta primera institución en la persona es fundamental para su desarrollo, la introyección (como lo definen Laplanche y Pontalis, 1996/2004) de la norma del mundo y su primer aprendizaje respecto a las conductas en grupo. Desde la familia, pues, comienza la estructuración del sujeto con la influencia de aquellos que marcan significantes en el vivir de sus primeras etapas evolutivas.
A pesar de que la familia es el grupo primario esencial del infante para la formación psíquica, otro entorno que también juega un papel fundamental son las escuelas, que, para Sirotnik (1994), son “en cierto sentido, fábricas en las que las materias primas [los niños] se forman y se moldean para dar un producto” (p. 21). En otras palabras, gracias a la interacción con diversos pares u otras figuras de autoridad, además de las normas que introyecta, el individuo empieza a transformarse hasta llegar a ser el producto de algunas pautas formativas estipuladas para el desarrollo intelectual y personal.
El paso por la escuela es un punto de crisis fundamental para el desarrollo sexual. Esta crisis es generada por la divergencia entre la formación familiar y la estipulada por la escuela (Ceballos & Saiz, 2021), que fragmenta el desarrollo identitario. Sin embargo, con el tiempo y la adaptación del sujeto se comienza a entretejer la existencia de puntos de unión entre estos dos grandes grupos para lograr superar la crisis mencionada y continuar con el proceso de formación basado en los rasgos más significativos de ambos entornos (Pedraza et al., 2017).
Es importante mencionar la imposibilidad de obtener de la escuela una construcción completa de la identidad, mucho menos adaptada a las demandas del mundo, si no hay de antemano un ambiente familiar que haya dado pautas al infante. Un imaginario del que la escuela puede llegar a adolecer es el del desarrollo de diferentes habilidades y competencias en la persona; sobre carga que se impone a la escuela, ya que esta no puede cumplir este cometido debido a su estructura y objetivo.
García y Guerrero (2016) señalan que la familia, desde las primeras etapas de la vida, tiende a incentivar la identidad personal, además de su integridad, siendo esta, y no la escuela, la que da el primer paso para la formación del adolescente que estará medianamente preparado para una vida más demandante y con preguntas más introspectivas sobre su ser. Es por esta razón por la que, si bien el núcleo familiar y escolar influyen significativamente en el desarrollo de la personalidad desde edades tempranas, esta investigación está enfocada en una población de adolescentes, ya que en esta etapa el sujeto puede tener mayor claridad respecto a sus maneras de relacionarse consigo mismo y con el entorno; esto sin negar que se puede estar enfrentando a una crisis transicional del ciclo vital (Erikson, 1982). Otra razón por la que la población elegida es la adolescente, se debe a que en ella es posible ver reflejadas algunas características de la educación recibida que han afectado, ya sea de manera positiva o negativa, la construcción de su sexualidad; en una población de menor edad, tal vez este impacto no se podría evidenciar de una forma explícita, debido a que todavía están inmersos en el proceso de crianza, por lo que es más probable hablar de proyecciones y no de realidades (Martínez Cerdá, 2021; Oliva Delgado et al., 2007).
En los adolescentes, debido a su proceso evolutivo, el concepto de sexualidad se vuelve un tópico cargado de incertidumbres sobre el devenir de su identidad (Martell Martínez et al., 2018), pero también es un aspecto fundamental en esa exploración el recorrer la historia de vida del sujeto y la importancia de sus grupos primarios. Para realizar el presente artículo fue necesario enmárcalo en el enfoque cualitativo, el cual facilita la comprensión del fenómeno elegido teniendo presente su naturaleza dinámica, histórica y la relación que tiene con el contexto social que lo permea. También, fue de gran utilidad el enfoque histórico-hermenéutico por cuanto permite conocer y explicar el objeto de estudio sin omitir que la realidad de un fenómeno puede tener diferentes interpretaciones subjetivas.
Para acceder al objeto de estudio se emplea el rastreo bibliográfico que permite establecer una relación con el fenómeno; para ello, se recopilaron diferentes documentos con el fin de abordar de manera integral el fenómeno. Esta herramienta, junto con el estado del arte, permitió la construcción de este artículo, puesto que esta modalidad no consiste solo en recopilar información, sino que también tiene como objetivo percibir los vacíos teóricos en el conocimiento y la construcción de este.
De esta manera, queda claro lo importante que fue la recolección de la información para esta investigación, ya que, por medio de las indagaciones, fue posible ampliar la perspectiva y conocimientos acerca de la familia y la escuela en el desarrollo de la sexualidad de la persona. Con esta información se facilitó la construcción de los resultados y conclusiones del artículo. Es importante recalcar que para la elaboración de un rastreo documental eficaz se deben tomar diferentes decisiones que ayudan a limitar y enfocar el fenómeno de estudio: por ejemplo, se debe elegir el fenómeno a abordar, que en este artículo es “Familia y escuela: perspectivas desde la salud mental en la adolescencia”; se definen las categorías de análisis, en este caso, adolescencia, familia, escuela, salud mental y sexualidad; y el marco de referencia de las fechas de publicación de los artículos, para este artículo los últimos 10 años.
El presente artículo es el fruto de un arduo proceso que empezó en agosto del 2022 y terminó a finales del primer semestre del 2023. Durante este intervalo, como fue mencionado anteriormente, se realizó un enriquecedor rastreo documental que posibilitó alcanzar la finalidad de este artículo: ampliar la perspectiva que se tiene sobre la relación que existe entre los dos grandes grupos que ayudan al sujeto a construir la forma de vincularse con el mundo que lo rodea; por otro lado, el artículo permite evidenciar los avances y los temas más abordados sobre la familia y la escuela en los últimos 10 años. A lo largo de este documento se expondrán múltiples argumentos que darán cuenta de la importancia de la cooperación que existe entre estas esferas y cómo influye en el desarrollo de la sexualidad del individuo.
Estadio metodológico. La comprensión sobre un trabajo en equipo en clave de investigación formativa
Para ampliar la comprensión de la institución familia en la sociedad, es necesario, en un primer momento, abordar el concepto de familia; sin embargo, las conceptualizaciones son diversas, debatibles, y hasta contradictorias, lo que contribuye a que el tema de familia se torne escurridizo, y corre el riesgo de ser invisibilizado o reducido a situaciones problemáticas de la sociedad.
(Rodríguez Bustamante et al., 2021b, p. 320)
Se optó por un enfoque cualitativo para abordar las temáticas presentadas en este artículo de recopilación, reconociendo que la realidad social del fenómeno es histórica, relacional y dinámica, con matices específicos, pero siempre inserta en estructuras más amplias y complejas. Asimismo, se valora la necesidad de considerar los valores, intereses, procesos y la subjetividad e intersubjetividad que pueden surgir durante la investigación para generar conocimiento. Esto se logra mediante técnicas apropiadas para analizar e interpretar los aspectos relacionados con el tema en estudio en relación con el modo de examinar el fenómeno. Es importante destacar que la investigación cualitativa, sin un marco teórico suficiente, carece de los recursos necesarios para ser rigurosa; por lo tanto, es fundamental agregar un paradigma que guíe la forma en que se recolecta la información. En este caso, se ha determinado utilizar el enfoque histórico-hermenéutico considerado adecuado para investigaciones basadas en estos fundamentos.
El enfoque histórico-hermenéutico se caracteriza por ser un método que busca comprender e interpretar fenómenos reconociendo la multiplicidad de perspectivas que pueden existir sobre una misma realidad. Este enfoque se fundamenta en la idea de que la realidad no es única y que un mismo símbolo puede tener diversas interpretaciones y significados. Busca entender los fenómenos desde sus raíces, permitiendo una comprensión más profunda y objetiva a través de investigaciones inductivas que incorporan la subjetividad imparcial (Ortiz Ocaña, 2015).
En este artículo se empleó un método de recolección de información basado en la revisión documental. Este enfoque implica la búsqueda y análisis del conocimiento acumulado sobre un tema central, tanto de manera reflexiva como prospectiva. Los procesos utilizados incluyeron el rastreo, la selección y la ubicación meticulosa de material documental diverso que abarcaba desde documentos institucionales hasta archivos personales y datos de centros de documentación (Giraldo Montoya & González Mazuelo, 2013). La interpretación de estos documentos resultó crucial para el desarrollo del estudio, dado que la información recopilada era heterogénea y ofrecía diferentes perspectivas sobre la realidad investigada.
El proceso se encontró, entonces, entre la información conocida y la interpretación —precedida por la comprensión y adaptación al fenómeno— de los significantes que emergieron para describir el fenómeno de principio a fin (Badilla Cavaría, 2006; Giraldo Montoya & González Mazuelo, 2013). Con respecto a la modalidad utilizada en el proyecto: el estado del arte, expuesto en Restrepo Parra et al. (2014), es adecuada como técnica para esta investigación ya que “el estado del arte como modalidad investigativa presenta mayor complejidad, porque responde a un análisis hermenéutico, cuya referencia va más allá de un proceso metodológico hasta derivar en una construcción teórica” (p. 230).
Desde lo anteriormente dicho, el estado del arte fue utilizado para ampliar la perspectiva de la problemática abordada, de manera que su modalidad permitiera la lectura e interpretación de diversos puntos de vista. Esto mismo no lo limitó a una herramienta de recuperación de información, sino que posibilitó percibir los vacíos intelectuales, la redundancia de información, y extraer conclusiones que pudieran resaltarse por la novedad en su discurso. Además, esta metodología posibilitó la construcción de una red de conocimiento en la que se integraron diversas perspectivas de distintos autores, lo que permitió adoptar una visión holística pero crítica del fenómeno en cuestión. Asimismo, se destacaron elementos como la identificación de categorías, subcategorías y los autores más relevantes en el ámbito temático, lo cual optimizó el proceso de investigación al centrarse en los aspectos más pertinentes para el proyecto.
Es importante destacar la relevancia de contar con un sistema efectivo para descartar documentos durante la recopilación de información. Este mismo sistema también se aplicó al material extraído, considerando su futura utilización en el análisis e interpretación. Este proceso se llevó a cabo de manera rigurosa, con un enfoque crítico al momento de seleccionar los documentos, lo que facilitó la organización de la información tanto en la fase del proyecto como en la presentación de los resultados obtenidos. Por consiguiente, el estado del arte se percibe como un estudio significativo, ya que, gracias a la exhaustiva tarea de recopilación, selección e interpretación de diversas fuentes de conocimiento en un área específica, proporciona una perspectiva compleja y enriquecedora. Esto permite a los lectores y a los investigadores desarrollar una postura crítica respecto al fenómeno bajo estudio, lo que se puede considerar como “investigar sobre la investigación” (Molina Montoya, 2005, p. 47).
Para llevar a cabo este proyecto, se emplearon diversas técnicas organizativas que pueden dividirse en tres grupos principales:
•Técnicas de registro: se utilizaron para la creación de fichas textuales, lo que permitió una selección precisa de la información más relevante de artículos, libros, videos o conferencias.
•Técnicas de organización: se implementó una matriz en Excel para ordenar la información según categorías previamente definidas por el equipo de trabajo, así como por año de publicación.
•Técnicas de análisis e interpretación: las fichas textuales también sirvieron como herramientas clave en el proceso de análisis, ya que su estructura facilitó una interpretación adecuada de los textos.
Además de estas técnicas, el equipo diseñó estrategias adicionales que agilizaron el proceso. Por ejemplo, se creó un grupo de WhatsApp conformado por los tres miembros del equipo donde se compartió información, se resolvieron preguntas y se planificaron estrategias para monitorear el progreso del proyecto. También se establecieron cronogramas para las reuniones virtuales semanales destinadas a compartir avances y resolver dudas. Además, se colaboró en la elaboración de la matriz metodológica y se revisaron conjuntamente las fichas para brindarse apoyo mutuo y garantizar que el proyecto avanzara según las metas establecidas.
Además de estas reuniones, el grupo participó en numerosas sesiones de asesoramiento con el profesor encargado de guiar el trabajo de grado, donde se llevaron a cabo correcciones y se resolvieron dudas con diligencia y dedicación. Además, se asistió a dos capacitaciones muy útiles: una centrada en técnicas efectivas para realizar búsquedas en las bases de datos proporcionadas por la Universidad, y la otra en el manual de estilo, citación y referenciación APA. Vale la pena destacar la importancia previamente mencionada de la definición de categorías y subcategorías para el rastreo documental, las cuales están intrínsecamente relacionadas con el objeto de estudio. Estas categorías y subcategorías sirvieron como guía fundamental para la elaboración de ecuaciones de búsqueda específicas que se emplearon en diversas bases de datos. En la tabla adjunta se detalla la relación entre estas categorías y las ecuaciones de búsqueda, junto con el número de artículos utilizados en cada una. Además, se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva de artículos destinados a ampliar la perspectiva sobre estas categorías y subcategorías, tal como se muestra en la Tabla 1.
Tabla 1
Identificación de temas categorías/subcategorías
Categoría |
Subcategoría |
N.º de artículos |
Familia |
Convivencia familiarPautas y prácticas de crianza |
10 |
Escuela |
SociedadCulturaEducación |
17 |
Sexualidad |
Configuraciones identitariasVínculos |
11 |
Salud mental |
Bienestar mentalDesarrollo personalTrastorno mental |
6 |
Adolescencia |
Adolescenciainicial y tardíaCiclo vitalFactores psicosociales |
11 |
Es importante aclarar que tras el rastreo documental se tamizaron cerca de 73 artículos; como se puede observar en la Tabla 1, el presente artículo cuenta con 58 referencias, esto debido a la selección de datos símiles durante el proceso de la escritura.
Resultados y discusión
Los identificadores nacionales e internacionales fueron fundamentales para la escritura del presente texto, y las bases de datos en español y otros idiomas permitieron la ubicación conceptual, teniendo en cuenta rango de años, países, revistas y autores. Lo anterior fundamentó la discusión de manera significativa en tres momentos, como se evidencia en la Tabla 2.
Tabla 2
Categorías y apartados
Apartados |
Reseñas |
Familia y salud mental |
Campodónico, 2022Díaz Téllez et al., 2022 |
Resignificación de la escuela |
Dias Navarro Barreto & de Souza Chaloba, 2022Menéndez-Alvarez-Hevia et al., 2022 |
Salud mental y adolescencia |
Vallejo-Slocker et al., 2022Hart et al., 2022 |
Familia y salud mental
En relación con las categorías de familia y salud mental, la familia será tomada como institución, ya que es una clave que prima dentro de la supervivencia humana, debido a que es el primer entorno socializador en el que el infante interactúa con el medio. Por tanto, permite la estructuración de los vínculos primarios de cada individuo de manera significativa, influyendo así en el desarrollo conductual y psicológico de cada ser humano con la posibilidad de, en un futuro, obtener una respuesta, ya sea positiva o negativa, en cuanto al crecimiento cognitivo de cada individuo. De hecho, Jacometo Durante y Rossato Yanagu (2017) afirman que:
La familia constituye la unidad dinámica de las relaciones de naturaleza afectiva, social y cognitiva que están inmersas en las condiciones materiales, históricas y culturales de un grupo social determinado. Ella es la matriz del aprendizaje humano, con significados y prácticas culturales propias que generan modelos de relaciones interpersonales y de construcción individual y colectiva. Los acontecimientos y experiencias familiares proporcionan la formación de repertorio conductual, de acciones y resoluciones de problemas con significados universales y particulares. (p. 57)
De acuerdo con lo anteriormente mencionado, se evidencia que su efecto es tan impactante que de ello depende el bienestar universal de cada miembro. Dentro de las familias es donde el individuo se va formando, con base en las dinámicas y representaciones simbólicas que está consumiendo de manera inconsciente, y es allí fuertemente influido por las diferentes esferas a las que se encuentra vinculado, posibilitando el crecimiento del carácter que se requiere para enfrentar el mundo.
De hecho, Bronfenbrenner (1987) menciona que los niños van creando su propia percepción de las cosas en vista de los reflejos que tienen sobre las actividades externas, lo cual moldea su ambiente ecológico, y con ello se obtienen elementos que van formando su capacidad para relacionarse con el entorno, que se modifica con base en sus necesidades. Dicho así, la familia condiciona al ser humano hasta el punto de predominar en su salud mental, volviéndose un factor tanto protector como de riesgo, debido a su enorme poder y dominio, tanto que “Proporciona seguridad, confianza y cariño, dado que es el entorno social más próximo, influye en el desarrollo de cada individuo favoreciendo, de esta forma, su inclusión social” (Barbeito Torrente, 2016, p. 9).
La familia continúa siendo un grupo de encuentro y aprendizajes significativos, y su fuerza y fortaleza cimenta el vínculo entre cada uno de los sistemas y subsistemas de la grupalidad familiar. Los movimientos simétricos y asimétricos, en clave de la salud mental, son el vaso comunicante que impactará en el desarrollo cotidiano para cada uno de los integrantes (Lupón Bas et al., 2012). Por tal motivo, cabe recalcar que las enfermedades mentales se han ampliado debido a que las familias se encuentran atravesadas por influencias externas, como factores sociales, que muchas veces dificultan una adecuada educación y posibilitan a la persona adoptar aprendizajes incorrectos; por ende, se observa como consecuencia personas que desarrollan una afección en su estado mental. Es decir: “La salud mental sería aquella condición en la que los diferentes elementos que componen la organización o estructura de la familia interactúan de modo adecuado (entre sí y con el entorno social) para llevar a cabo correctamente sus funciones” (Castro Molina et al., 2012, p. 14).
Dicho de otra manera, los factores externos como la cultura, las creencias, los gustos, las opiniones, entre otros bajo los cuales se encuentra la sociedad, están afectando el entorno familiar del cual es derivado el aprendizaje que emerge de su contexto, disminuyéndole herramientas a la persona para que, al momento de comenzar a interactuar con el medio social, tenga las suficientes bases para protegerse psicológicamente y mantener un equilibrio emocional, evitando así los diversos trastornos.
Así pues, Barcelata Eguiarte y Álvarez Antillón (2005) infieren que muchas veces las distorsiones mentales en los niños son generadas o aumentadas debido al modelo familiar en medio del cual se encuentran. Dicho de otro modo, dentro de este marco se comprende que la salud mental es vulnerable ante las discrepancias ocasionadas en el ambiente familiar, ya que generalmente las enfermedades mentales se consideran de carga multifactorial, o causas múltiples, pero con la misma consecuencia.
Por eso, desde la clínica psicológica muchas veces se evidencian casos psicopatológicos, entendidos como “aquellos aspectos de la ciencia psicológica relevantes para el diagnóstico y tratamiento de los problemas de salud mental” (Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos, 2003, p. 9); de lo anteriormente dicho, cuando se hace mención de psicopatología, es en referencia a las personas con algún trastorno mental, cuyo desarrollo, probablemente, es consecuencia de una infancia rodeada de elementos negativos perjudiciales, que el sujeto fue interiorizando inconscientemente, y lo cual produjo una distorsión cognitiva. Esto se evidencia, de acuerdo con Mebarak et al. (2009), en cuanto:
Se considera a un individuo normal si muestra la suficiente capacidad para relacionarse con su entorno de una manera constructiva, flexible, productiva y adaptativa, y si sus percepciones de sí mismo y del entorno son promotoras de equilibrio cognitivo-afectivo, de relaciones interpersonales duraderas, abiertas, sanas y estables, y de patrones de comportamiento funcionales. (p. 90)
Esto no hace referencia a que un sujeto con enfermedad mental es anormal; solo que, científicamente, el individuo manifiesta una conducta distinta a la que otras personas poseen debido a que su mente evoca la información de manera distinta. Por consiguiente, de acuerdo con los datos obtenidos por medio de la investigación que se realizó, cabe destacar que las principales categorías, como familia y salud mental, son la base de todo desarrollo humano, ya que predisponen la formación y evolución de la adolescencia, debido a que, de la familia, el sujeto recolecta los elementos necesarios para su estructuración y como resultado de este se obtiene la marca significante que introyecta el individuo a medida que se va forjando su carácter, ejecutando conductas como resultados de su salud mental.
Resignificación de la escuela
El motor que está detrás de los cambios educativos
y las mejoras escolares se encuentra en las propias escuelas
(Sirotnik, 1994, p. 7)
En sus inicios, la escuela fue creada con el fin de enseñar a una población específica una serie de procesos repetitivos para que, posteriormente, realizarán labores particulares en una empresa, algo que ahora se denomina capacitaciones (Cejas Martínez & Acosta, 2012). Conforme han pasado los años, la humanidad ha ido evolucionando en diferentes aspectos como tecnología, moda, ciencia, hasta en normas sociales y formas de relacionarse o vincularse; y también la escuela ha tenido su momento de evolución, pues en la actualidad esta no es una institución que solo pretende enseñar al individuo a hacer un procedimiento, para posteriormente ser un empleado (Sirotnik, 1994). La escuela, aunque en algunos casos sigue manteniendo su estructura inicial, ha integrado asignaturas y habilidades académicas en su repertorio de enseñanza con el objetivo de ofrecer unas bases al individuo para que posteriormente este desarrolle identidades autónomas y críticas, y así pueda elegir una profesión u oficio (Franco-Marín et al., 2022).
Además, tal como lo expresa García-Yepes (2018): “El objetivo de la educación para la ciudadanía debe ser fomentar una incidencia activa del educando en su contexto social al lograr una articulación con las instituciones y las necesidades del entorno” (p. 38). Además de estos cambios, la academia se ha dado cuenta de la importancia de construir alianzas con los grupos primarios del individuo para, así, obtener mejores resultados en el proceso de enseñanza. Incluso, esta no solo forma en torno a esferas netamente académicas, también pretende educar en habilidades que incentiven la construcción y el desarrollo científico, ético y saludable de la sociedad, esto a través de una educación más integral, pues:
Una escuela que conciba su práctica educativa como acontecimiento ético que, superando los marcos conceptuales que pretenden dejarla bajo el dominio de la mera planificación tecnológica, en donde lo único que cuenta son los logros y los resultados educativos medibles a corto plazo, que se espera que los alumnos alcancen después de un período de tiempo, centre también su reflexión en el ser humano que educa, su historia, sus relaciones vitales, su aquí, su ahora y sus circunstancias, es decir, una escuela que desde su quehacer pedagógico lea la necesidades humanas requeridas para vivir la equidad, la inclusión y el reconocimiento de la diferencia, condiciones necesarias para la configuración de una sociedad democrática. (Echavarría Grajales, 2003, p. 7)
Así pues, es importante comprender que la escuela no solo debe enfocarse en transmitir conocimientos que van dirigidos a algunos tipos de inteligencia, como la lógico-matemática y la lingüística; esta debe ir más allá de la epistemología, debe formar en valores, habilidades para la vida e inteligencia emocional, ya que es con estas competencias que el individuo se relacionará en el mundo (Mantilla, 1999).
En la sociedad colombiana es común encontrar una sobredemanda hacia las instituciones educativas, por la cual se les exige la formación en diferentes áreas sin el acompañamiento del grupo familiar. Como se mencionó en la introducción del presente artículo, no es adecuado hacer esta demanda, pues el individuo tiene un conjunto de habilidades o condiciones iniciales en las que se encuentra el componente genético; pero también existen las inversiones directas, constituidas por múltiples estructuras como la familia, la escuela y el contexto, que a modo de esas esferas trabajan en simultáneo aportando enseñanzas diferentes al individuo (Domínguez Martínez, 2010).
Si bien la mayoría del tiempo trabaja simultáneamente, es importante aclarar que, al inicio de la vida, la estructura que tiene mayor poder es la familia de origen (Cuervo Martínez, 2010), dado que en ella el individuo empieza a interiorizar conocimientos y habilidades. Posterior a esto, su grupo se expande hacia los familiares, amigos de la familia y a su cultura; por último, aparece la academia, alrededor de los 4 o 5 años (Berniell et al., 2016). Por tanto, se concibe que:
El punto de encuentro entre los profesores/as y los padres y madres es evidente que son los hijos/as. Es por ello que se necesita entender la escuela en su conjunto, en su totalidad: como formador de personas sociables, cultas, activas y participativas en la sociedad. (Domínguez Martínez, 2010, p. 2)
Es por esta razón por la que no debe recaer sobre la escuela todo el peso de la formación del individuo; por mucho que esta se autoevalúe y autor-estructure, para lograr una educación integral es necesario una corresponsabilidad en las tres estructuras mencionadas. Por otro lado, “todo lo que ocurre en una etapa de la vida afectará la formación de habilidades en etapas subsecuentes ( ) las habilidades con las que cuenta un individuo en un momento del tiempo son el resultado de los aportes pasados” (Berniell et al., 2016, p. 37). Es decir, a partir de la base establecida por la familia y el contexto cultural, la escuela empieza un proceso en que fortalece lo ya aprendido y busca que el individuo adquiera nuevos conocimientos que, posteriormente, le servirán a lo largo de su vida, ya sea durante la etapa de educación superior, en la vida laboral, o en la manera de relacionarse con los demás. A lo largo de este apartado se ha reflexionado sobre temas como la evolución del sistema educativo, en cuanto estructura y contenido, además de la importancia del vínculo en la tríada familia-escuela-cultura. La idea de estipular una educación integral surge de la necesidad de que el individuo estuviera mejor preparado para desempeñarse en diferentes esferas de su vida, por esta razón, para Bonhomme Manríquez (2021):
El sujeto debe saber controlar y gestionar sus emociones, la escuela debe hacerse cargo de las dimensiones afectivas que le atañen, y además debe procurar el desarrollo y bienestar emocional y socioafectivo de los estudiantes y los partícipes en su interior. (p. 90)
A partir de lo mencionado, se pueden entender los cambios recientes en los sistemas educativos y de salud. Mediante la implementación de talleres psicoeducativos sobre hábitos de vida saludable y asignaturas relacionadas con proyectos de vida, manejo de emociones y resolución de problemas, se está comenzando a abordar la necesidad previamente señalada (Abarca Martínez & Galicia Vásquez, 2011). Este enfoque es crucial, ya que las necesidades sociales no atendidas tienden a generar problemas sociales más complejos de resolver; y es fundamental llevar a cabo estas intervenciones, dado que es común encontrar una fuerte afectación de la salud mental en entornos académicos. Como señala León del Barco (2009), “El efecto más notable del acoso escolar es la aparición de trastornos emocionales como estrés, ansiedad y depresión, además de dificultades para integrarse en el grupo de pares debido al aislamiento y la exclusión social” (p. 6).
Ahora, debido al estrés que pueden ocasionar las demandas académicas, empiezan a aparecer en los estudiantes diferentes malestares como los ya mencionados por León del Barco (2009); incluso, en algunas ocasiones, aparecen síntomas somáticos debido a la falta de herramientas para afrontar el estrés, la ansiedad u otras problemáticas. Es por ello por lo que “Concebir a la escuela como un centro de salud contribuye con tales propósitos. Es necesario, entonces, generar intervenciones contextualizadas que den cuenta de cuáles son los factores que influyen en la salud y los logros de aprendizaje” (Bravo-Sanzana et al., 2015, p. 1); es decir, percibir a la escuela como una estructura que cumple un factor protector para la salud, no solo para el estudiante, sino también para las familias de este.
Incluso, como en la institución educativa el individuo pasa gran parte de su vida, “este hecho la convierte en un lugar privilegiado para la realización de programas de promoción de la salud que propicien la construcción de autonomía en los jóvenes” (Kornblit, 2017, p. 209). En Colombia, un estudiante pasa en promedio, alrededor de 6 horas al día en la escuela (Ministerio de Educación [MEN], 2022), por ello es pertinente implementar el fortalecimiento de la salud mental en esta institución.
Vale la pena aclarar que esto no significa que la familia no participa en este proceso, porque a través del vínculo profesores-padres de familia, así como de las escuelas de padres, es posible ofrecer herramientas para que puedan ayudar a sus hijos y a sí mismos (Miracco et al., 2012). Por tanto, “se debe dotar a las instituciones educativas de comprensiones y herramientas que apunten al desarrollo de las capacidades y procesos para convivir y educar en la ciudadanía, en orden a re-valorar la vida democrática” (Tapia Gutiérrez et al., 2019, p. 153).
Salud mental y adolescencia
La adolescencia es una etapa caracterizada por complejos cambios y transformaciones. Representa una transición desde la infancia hacia la adultez marcada por el duelo por la pérdida de la identidad como “infante” y la búsqueda de una nueva identificación. Durante este período, se experimentan transformaciones, tanto a nivel físico como psicosocial, donde el individuo reflexiona sobre su identidad y sistema de valores, especialmente en relación con la sexualidad. Según Martell Martínez et al. (2018), la influencia de sus pares y figuras de autoridad juega un papel crucial en la formación de su percepción sobre la sexualidad, una perspectiva respaldada también por García-Vega et al. (2012).
Para Erickson (como se cita en Bordignon, 2005), la adolescencia es una sola etapa donde está el inicio a una participación en la cultura y los roles sociales, comienza la maduración puberal e inicia la formación de la personalidad sexual. Gómez Suárez et al. (2019) agregan a la adolescencia algunas especificaciones en su proceso evolutivo: adolescencia precoz (entre los 10 y 14 años) y adolescencia tardía (entre los 15 y 19 años); aunque esta no es una estricta fórmula, es una aproximación que se ve afectada por lo sociocultural. Así, la adolescencia, como etapa transicional, ha sido vista desde una perspectiva adulto-centrista, ya que se nombra como un momento idealizado (Betancur Betancur et al., 2019) que dificulta la empatía con el sufrimiento que se adolece durante el proceso puberal.
Sin embargo, el desarrollo de la sexualidad en los adolescentes implica una participación holística de todos sus procesos. Durante esta etapa se entrelazan aspectos biológicos, construcción de la autoimagen y dinámicas de interacción con los demás. Mientras transcurren estos procesos biológicos y psicosociales (Hernández Morales & Jaramillo Guijarro, 2003; Martell Martínez et al., 2018), el individuo va internalizando y reflexionando sobre su percepción individual y sus valores en relación con la sexualidad. Esta exploración no sigue una línea recta; más bien, representa una posición que atraviesa todo su proceso evolutivo con dimensiones múltiples y transversales (García-Vega et al., 2012; Tesouro Cid et al., 2015).
Por otro lado, la gradual separación del adolescente de su familia genera conflictos debido a la ambivalencia entre buscar la aprobación de los padres y desvincularse de su constante orientación (Águila-Calero et al., 2017). Dado que la adolescencia no es un proceso repentino sino un cambio progresivo que coincide con la pubertad, los padres pueden no darse cuenta del inicio de esta nueva etapa en el ciclo de vida de sus hijos. Por lo tanto, pueden seguir tratándolos de manera infantilizada y limitar las conversaciones sobre temas pertinentes a esta etapa de desarrollo (Águila-Calero et al., 2017), lo que abre la puerta a la participación de otras figuras adultas como acompañantes relevantes.
Retomando lo anterior, la sexualidad del adolescente implica las relaciones cuya interacción ―promovida por la sociedad― permite que la persona haga social su identidad individual, lo que significa que, como grupo de referencia, corrobora ciertos aspectos sexuales particulares del sujeto, que va evocando, como dar la posibilidad de rechazar dichos aspectos a nivel de censura exterior al adolescente o represión inconsciente (Ladner, 2021). Dicho nivel de censura se observa en los mensajes que se ofrecen desde la familia a los infantes y adolescentes sobre los aspectos biológicos de la sexualidad (Orcasita Pineda et al., 2018; Roldán Restrepo et al., 2020), que buscan un retraso del inicio de la vida sexual activa y se basan en un capricho moral que impide el descubrimiento de la identidad propia, en cuanto ese capricho logra suprimir el contenido al ser un mensaje proteccionista.
De hecho, en entornos educativos muy sesgados, las niñas son las más afectadas, ya que se les inculca una sensación de culpa ante cualquier intento de explorar su sexualidad y se las hace responsables de un cuerpo sobre el cual no han recibido una educación adecuada. Sin embargo, los niños también sufren las consecuencias de esta educación parcial, ya que se ven sometidos a una moralidad llena de temores, especialmente el de ser percibidos como una amenaza para las mujeres, lo que conlleva una carga de culpa implícita en los mensajes de “protección” (Roldán Restrepo et al., 2020).
Otro aspecto que incide en la capacidad de los padres para brindar un acompañamiento adecuado durante esta etapa es la situación socioeconómica. Los factores de riesgo socioeconómico pueden generar tensiones en el ámbito familiar que repercuten en el desarrollo de los niños y adolescentes al exponerlos a conflictos y, a su vez, dejarlos desatendidos emocionalmente (Contreras Taibo et al., 2018). Esta situación puede aumentar el riesgo de problemas de salud mental tales como los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013).
Lillo Espinosa (2004) resume lo anteriormente mencionado con lo siguiente: “No solo tenemos a un adolescente aterrorizado por descubrir un cuerpo sexual, sino a un adolescente atemorizado por no lograr su anhelo de desarrollarse" (p. 65). La adolescencia es una etapa de desorden psíquico y la forma en la que acompaña la familia puede aumentar los niveles de ansiedad o guiar a una maduración progresiva del sujeto. Durante este momento del ciclo vital se pueden encontrar problemáticas que, de no ser tratadas a tiempo, desembocan en peligrosos modos de desenvolvimiento de la identidad: pandillerismo, deserción escolar, conductas de riesgo destructivas o autodestructivas, adicciones y dependencias, infección de transmisión sexual (ITS) (Organización Panamericana de Salud, s.f.), por la exploración del acto sexual sin cuidado, embarazos adolescentes y trastornos mentales con afectación a la calidad de vida (Gómez Suárez et al., 2019).
Estos son algunos de los problemas a los que un adolescente puede verse expuesto durante esta etapa, lo cual demanda, entonces, un acompañamiento integral para el buen paso del sujeto hasta una adultez adaptada. Por esto mismo, es importante para los padres mantener una constante comunicación, más abierta al diálogo que al juicio o imposición, ya que estimula la confianza y posibilidad de negociar entre la libertad que busca el adolescente y la protección que ofrece la familia, siendo mediada por el intercambio de ideas en beneficio del desarrollo personal del sujeto (Águila-Calero et al., 2017).
Por ende, y siguiendo a Arvelo Arregui (2003), el factor de la comunicación con la familia, especialmente si es de manera abierta y asertiva, incide en la real protección del adolescente de los riesgos en los que pueda verse involucrado en su desarrollo identitario; además de ese factor de protección ante los peligros, ayuda a que la seguridad y confianza "junto con la independencia, latente en todo su proceso de maduración" aumenten (Lavielle-Sotomayor et al., 2014), de manera que tenga una participación en la sociedad más consciente y segura, junto a una formación más auténtica.
Finalmente, esta investigación y algunas otras convergen en la importancia del acompañamiento y atención de los padres hacia las decisiones de sus hijos por su bienestar; eso sin ignorar la demanda de autonomía que yace latente en el deseo del adolescente. Incluso, una represión en la autonomía puede desencadenar actos de rebeldía y las figuras parentales se tienden a desplazar por la de los partenaires (Betancur Betancur et al., 2019).
Conclusiones
La salud mental transversaliza significativamente el ámbito familiar, de ahí su importancia como fruto o consecuencia de la identidad, ya que los rasgos de la personalidad se van configurando a lo largo del crecimiento debido al ambiente en el que se encuentra el sujeto, lo cual se ve reflejado en su bienestar emocional. Por tanto, la calidad de vida que puedan tener el infante y el adolescente depende del tipo de desarrollo que le sea ofrecido en pro de favorecer su calidad de vida. También, a lo largo del artículo se evidencia la importancia de la triada familia-escuela-cultura en el desarrollo psicosocial del adolescente haciendo énfasis en las habilidades de relacionamiento. Todo lo anterior, al conocer y comprender las dinámicas del desarrollo adolescente y puberal, dan luces en el quehacer como cuidadores para fomentar estilos de crianza que apunten a la maduración consciente y latente de vida y plenitud en el sujeto, envuelto en preguntas y temores.
Se destaca la trascendental influencia tanto de la familia como de la escuela en el bienestar psicológico de los adolescentes. Se evidenció cómo las dinámicas familiares, incluyendo la calidad de las relaciones, los modelos parentales, los estilos de comunicación y el nivel de cohesión familiar, interactúan de manera profunda con las experiencias escolares tales como el ambiente educativo, las relaciones con los compañeros, el apoyo de los docentes y el desempeño académico, para moldear la salud mental de los jóvenes. Este análisis integral subraya la necesidad imperativa de abordar de manera holística y comprensiva tanto los factores familiares como los escolares en el fomento de la salud mental adolescente, de las familias y del ambiente escolar.
La investigación identificó y analizó detalladamente una amplia gama de factores protectores y de riesgo presentes en los entornos familiar y escolar. Se observó que elementos como la cohesión familiar, el apoyo social en el ámbito escolar, las relaciones positivas con los docentes y la participación en actividades extracurriculares actúan como catalizadores para el bienestar emocional y psicológico de los adolescentes. Del mismo modo, se identifican factores de riesgo como el conflicto familiar, el acoso escolar, la presión académica excesiva y la falta de apoyo emocional, que pueden desencadenar o exacerbar problemas de salud mental en esta etapa de la vida. Este análisis profundo de los factores protectores y de riesgo proporciona una base sólida para el desarrollo de intervenciones preventivas y terapéuticas dirigidas a fortalecer los aspectos positivos y mitigar los negativos en ambos entornos.
Se resalta la necesidad crítica de adoptar enfoques integrados e interdisciplinarios para abordar eficazmente la salud mental adolescente. Dado que la familia y la escuela son dos esferas interdependientes que influyen profundamente en el desarrollo y bienestar de los jóvenes, se hace evidente la importancia de una colaboración estrecha entre profesionales de la psicología, la educación, el trabajo social y otros campos afines. Esta colaboración multidisciplinaria puede traducirse en la implementación de programas y políticas que fomenten una comunicación fluida y una colaboración efectiva entre padres, educadores, profesionales de la salud mental y la comunidad en general. Asimismo, puede implicar la integración de servicios de salud mental en el entorno escolar para garantizar un acceso más fácil y oportuno a la atención y el apoyo adecuados para los adolescentes.
Al invertir en el bienestar emocional de los adolescentes no solo se mejora su calidad de vida presente, sino que también se establece una base sólida para su salud mental a lo largo de la vida adulta. Hoy, más que nunca, el trabajo en función de la salud mental en la adolescencia es fundamental debido al creciente reconocimiento de los desafíos y presiones únicos que enfrentan los jóvenes en la sociedad contemporánea. Con el avance de la tecnología y la omnipresencia de las redes sociales, los adolescentes están expuestos a un entorno digital complejo que puede influir significativamente en su bienestar psicológico. Además, los cambios rápidos en la sociedad, como la pandemia por Covid-19, han exacerbado los factores de estrés y ansiedad en este grupo demográfico. Por lo tanto, es crucial abordar activamente las necesidades de salud mental de los adolescentes mediante intervenciones preventivas y de apoyo que promuevan la resiliencia, el autocuidado y el acceso a recursos de salud mental. El equipo de investigadores que ha realizado el presente texto se compromete a difundir lo expresado en estas líneas, seguros de estar aportando a una mejor calidad de vida y a brindar algunas pistas para la intervención social.
Agradecimientos
Los articulistas ofrecen sus agradecimientos a la Universidad Católica Luis Amigó y a la Facultad por su acompañamiento y acogida durante la realización del presente texto. A nuestros grupos familiares y a las agencias de práctica por permear con sus narrativas lo que hoy hemos culminado como estudiantes de Psicología. Al profesor Alexander Rodríguez-Bustamante (señales, presencia, palabras, llamados de atención y toda la energía para sacar adelante el presente artículo).
Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.
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Notas de autores
Mary Jane Jessie Archbold
Estudiante del programa de Psicología en la Universidad Católica Luis Amigó (Medellín-Colombia). Contacto: mary.jessiear@amigo.edu.co Orcid: https://orcid.org/0000-0002-1994-3872
Santiago López Ardila
Estudiante del programa de Psicología en la Universidad Católica Luis Amigó (Medellín-Colombia). Contacto: Santiago.lopezar@amigo.edu.co Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5797-9641
Valeria Torres Herrera
Estudiante del programa de Psicología en la Universidad Católica Luis Amigó (Medellín-Colombia). Contacto: valeria.torreshe@amigo.edu.co Orcid: https://orcid.org/0000-0001-8975-1537
Alexander Rodríguez Bustamante
Candidato a Doctor en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín, Colombia), magíster en Educación y Desarrollo Humano, docente investigador de la Universidad Católica Luis Amigó (Medellín, Colombia), responsable de los Programas de Gestión del Conocimiento del Departamento de Gestión Humana. Pertenece al grupo de investigación “Farmacodependencia y otras adicciones” y al Semillero de Investigación [ÍN] Ínter/Nos-Escuela de Posgrados de la misma Universidad. Profesor de Posgrados de la University of Technology and Education (Pembroke Pines, FL, United States, Florida).
Contacto: alexander.rodriguezbu@amigo.edu.co, Orcid: https://orcid.org/0000-0001-6478-1414 Perfil en Google Scholar: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=F2CwSh0AAAAJ&view_op=list_works&sortby=pubdate
1 Cabe resaltar que, sin la utilización de logaritmo alguno, estos artículos fueron recopilados de diferentes bases de datos, algunas de ellas son: Ebsco Host, Scopus, Digitalia Hispánica y Alpha Cloud; así mismo, se recurrió a revistas como: Universidad Autónoma de Madrid, Revista Virtual Universidad Católica del Norte, Poiésis, Revista Científica de Comunicación y Educación (Comunicar), Alteridad (Universidad Salesiana), Revista de Psiquiatría Infanto-juvenil, Revista Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de Murcia y SciELO.