Editorial
A veces uno es
Andrés Alfredo Castrillón C.
Forma de citar este artículo en APA:
Castrillón, A. A. (203). A veces uno es [Editorial]. Poiésis, (44). DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.4676
A veces uno se cansa de ser lo que es y ya no quiere serlo más, pero no se puede dejar de ser sin más. Lo que se es sigue siendo mientras uno esté, sigue estando mientras uno es. Por mucho que uno no quiera ser lo que es lo sigue siendo hasta que deje de serlo por la gracia de un disparo, por la compasión de un infarto, por la justa muerte libre. Si el que es, es un idiota, idiota seguirá siendo hasta que muera o, en su defecto, hasta que gire su ser y con ello su existencia, su vida. Dejar de ser para llegar a ser es la única opción de cambio. De idiota a perspicaz, por decir algo. ¿Cuándo se decide el cambio? ¿Cuándo se efectúa la variación? ¿Cuándo se da el viraje? ¿Cuándo es la mutación? ¿Cuándo es el cambio? El cambio no es radical, siempre queda algo de lo anterior. El ser se divide y pierde intensidad una de sus partes, pero nunca la totalidad. Sin embargo, siempre no se es igual ni se ha sido idéntico, aunque uno crea que sí, que hay algo que es desde antes, en el durante y, tal vez, en el después.
Uno generalmente tiene la idea de que ha sido el mismo toda la vida, de que solo ha cambiado su físico conservándose a sí mismo como algo que es memoria de lo que fue y es y será. ¿Será que sí? Los variados fenómenos en los que uno se ve inmerso producen en uno el efecto de la botella de plástico vacía que mueve el viento a su arbitrio, o el puntapié de alguno, o alguna, o el movimiento de aceleración de un autobús en el que algún otro dejó tirada la botella que rueda de lado a lado y choca con los zapatos de los unos o contra las barandas de las sillas. Las culturas, los hábitos, las mañas, los lazos sociales, el pobre, el miserable, el que algo tiene, el rico; los políticos, los religiosos, los profesores, la escuela, la sociedad, la idiosincrasia, el clima, la geografía, los modos de habla, las corporaciones, los jóvenes y los viejos, los obreros y el patrón, el dueño y los empleados, usted y yo, todos y todas, complicamos la vida a uno, y así uno no es uno mismo toda su vida.
Cuando uno se cansa, su cansancio no tiene que ser necesariamente renuncia y suicidio. Puede ser volcamiento del sí, revolución de lo mismo, vaciamiento de lo insignificante que es uno, contando a partir de ocho mil millones, junto a los cuales cada uno es cero, un cero a la izquierda. En el uno se difumina todo, uno es esto, uno es aquello, y este esto y este aquello es indistinto del uno, así el uno no se individualiza ni se diferencia de otro uno, cuando uno es uno es al mismo tiempo cualquiera. Mas también lo es cuando es el abstracto «yo». Uno impersonal, «yo» pronombre personal en primera persona singular que sirve para uno o una, que sirve para muchos, para todos. En español uno puede aprender a decir «yo».
Decidir ser lo que se es o llegar a ser lo que se es, exige no quedarse perdido en el uno, la exigencia más difícil y arriesgada de muchas. Superar el cansancio, evitar la pesadez del uno, ser uno sin quedarse en el uno, dejar de serlo, a veces se piensa en ello y se quiere, ¿pero, se efectúa el pensamiento? ¿Se realiza? Hay que intentarlo, de lo contrario se queda en el miedo del uno.
Notas de autor
Andrés Alfredo Castrillón C.
Magíster en Literatura de la Universidad de Antioquia, docente Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del grupo de investigación Filosofía y Teología Crítica. Medellín-Colombia. Contacto: andres.castrillonca@amigo.edu.co, ORCID: http://orcid.org/0000-0002-5136-9997.