Ensayo
De la intervención psicosocial a la implicación psicosocial1
From psychosocial intervention to psychosocial involvement
Recibido: 11 de noviembre de 2022 / Aceptado: 18 de marzo de 2023 / Publicado: 1 de septiembre de 2023
Edison Francisco Viveros Chavarría, Lizeth Carolina Muñoz Ramírez, Darlin Natalia Duque Gómez, y Manuela Giraldo Higuita
Forma de citar este artículo en APA:
Viveros Chavarria, E. F., Muñoz Ramírez, L. C., Duque Gómez, D. N. & Giraldo Higuita, M. (2023). De la intervención psicosocial a la implicación psicosocial. Poiésis, (45). https://doi.org/10.21501/16920945.4571
Resumen
La tesis de este escrito es que el tránsito de la intervención psicosocial a la implicación psicosocial consiste en distanciarse de la forma neutra de la primera a la relación bidireccional, recíproca y comprometida de la segunda. El cuerpo argumentativo se basa en el abordaje de dos preguntas: ¿qué se entiende por neutralidad en la intervención psicosocial? y ¿es posible transitar de la intervención psicosocial a la implicación-acompañamiento psicosocial? Se concluyó que la neutralidad es una forma de oposición al desarrollo de la implicación psicosocial, dado que quiere decir distancia y no compromiso entre las partes del proceso de intervención psicosocial. Por eso, tratamos de asumir la idea de un tránsito comprometido que hace que todas las partes interactuantes se transformen por medio de acciones mutuas que redunden en beneficio de todos.
Palabras clave:
Comunidad; Escenarios sociales; Implicación psicosocial; Intervención psicosocial; Neutralidad; Transformación social.
Abstract
The thesis of this paper is that the transition from psychosocial intervention to psychosocial involvement consists in distancing from the neutral form of the first to the bidirectional, reciprocal and committed relationship of the second. The argumentative body is based on the approach to two questions: What is meant by neutrality in psychosocial intervention? and, is it possible to move from psychosocial intervention to psychosocial involvement-accompaniment? It was concluded that neutrality is a form of opposition to the development of psychosocial involvement, since neutrality means distance and non-commitment between the parties in the psychosocial intervention process. For this reason, we try to assume the idea of a committed transit that makes all the interacting parties transform through mutual actions that benefit everyone.
Keywords:
Community; Social scenarios; Psychosocial involvement; Psychosocial intervention; Neutrality; Social transformation.
Introducción
La intervención psicosocial ha sido comprendida como un conjunto de acciones deliberadas por un equipo de profesionales dirigidas a comunidades que presentan experiencias de vulnerabilidad o exclusión social. La implicación psicosocial, siguiendo a Barrero Cuellar (2020), hace girar ese proceso de la intervención psicosocial hacia la implicación psicosocial, principalmente en el sentido de la reciprocidad entre los profesionales y los sujetos de las comunidades. De este modo, la tesis que deseamos argumentar es que el tránsito de la intervención psicosocial a la implicación psicosocial consiste en distanciarse de forma neutra de la primera a la relación bidireccional, recíproca y comprometida de la segunda.
En los diferentes escenarios sociales en los que interactúan instituciones como la familia, la escuela o la comunidad emergen problemáticas diversas que afectan de forma sistémica a sus integrantes. Diversos conflictos derivados de tensiones entre intereses opuestos, violencias basadas en diferencias de género, abusos a niños, niñas y adolescentes o violencia intrafamiliar, entre otros, son razones para pensar alternativas de transformación social desde las propias voluntades, experiencias y reflexiones de las personas que interactúan en estos escenarios y se exponen ante estas problemáticas.
En este sentido, deliberar propuestas de intervención psicosocial ha sido una tarea de larga tradición en Iberoamérica, como lo han planteado Blanco y Varela (2007) con su tesis de la intervención psicosocial como proceso. Lo anterior se expone con la intención de ayudar a mitigar el sufrimiento de las personas y sus grupos familiares o aminorar los efectos de conflictos comunitarios, ya sean causados por violencias sociales o políticas, entre otros. Sin embargo, el énfasis neutro de algunos procesos de intervención psicosocial invisibiliza las potencialidades que puede ofrecer la implicación sentipensante de los profesionales psicosociales en los procesos educativos, comunitarios o familiares. En otras palabras, hacer una transición de una posición neutra a una de implicación quiere hacer un giro en la mirada e integrar los aspectos favorables de la neutralidad y simultáneamente involucrar más aspectos psicosociales multilaterales en tales procesos.
Esto quiere decir que tanto los participantes de un proceso de acompañamiento psicosocial como los profesionales de los equipos psicosociales podrían establecer un pacto de compromisos diferentes donde la neutralidad y la verticalidad pasen a un segundo plano y se generen vínculos con mayor penetración de prácticas solidarias y cooperativas. Este escrito trata de reflexionar este tránsito con el ánimo de contribuir con una reflexión al campo de las implicaciones y acompañamientos psicosociales.
Cuerpo argumentativo
¿Qué se entiende por neutralidad en la intervención psicosocial?
La intervención psicosocial tradicionalmente ha sido estudiada desde dos enfoques según Alvis Rizzo (2009): uno, la intervención con raíces en la psicología social psicológica que enfatiza en el lugar preponderante de los sujetos en los procesos de intervención. Dos, la intervención con bases en la psicología social sociológica, en la cual el centro de atención son las relaciones sociales. Sin embargo, estas dos formas de abordaje psicosocial conservan una relación de distancia entre los integrantes del equipo psicosocial y las poblaciones que son acompañadas por estos. Esta distancia es una de las formas de materialización de la neutralidad en el sentido de no vincularse y sostener una perspectiva objetivista y eficientista del acompañamiento psicosocial.
La construcción de indicadores constituye otra exigencia contemporánea para mostrar datos estadísticos desde los cuales se enuncian los éxitos de las intervenciones psicosociales. Pero mantienen tal distancia con las problemáticas reales de las familias, que estas son atendidas frecuentemente sin entender de qué se trata el proceso psicosocial que se les ofrece. En otras palabras, la intervención psicosocial es elaborada desde la distancia y luego es implementada sin tener en cuenta a las poblaciones mismas. La neutralidad se expone en los momentos en que no son tenidos en cuenta los saberes contextuados que tienen las poblaciones.
De acuerdo con esto, la neutralidad actúa como sedante, evade los problemas que afectan a las poblaciones y se aleja de cualquier compromiso ético-político que busque una transformación social. El hecho de distanciar las valoraciones sobre situaciones sociales adversas vividas por las familias se constituye en otro modo de negar la necesidad de cambiar el estado de cosas desde donde emergen las relaciones de violencia y desigualdad social.
Siguiendo a Barrero Cuellar (2020), podría decirse que la neutralidad es percibida desde seis aspectos: uno, la promoción de la adaptación pasiva de las comunidades a sus problemas. Dos, esconder las emociones que surgen al vivenciar experiencias de exclusión haciendo que estas sean entendidas como algo normal o natural. Tres, calmar toda expresión de conflictividad para que las cosas sigan siendo como siempre han sido. Cuatro, consolidar una actitud imparcial, alejada de toda indignación social. Quinto, estimular la confianza en lo normal y la ideología que le sostiene. Sexto, mostrar a los integrantes de los equipos psicosociales como meros tramitadores de procedimientos sin ningún abordaje deliberativo que interrogue por las situaciones problemáticas que afectan a las comunidades.
En este sentido, la neutralidad está dirigida también a los profesionales psicosociales que no pueden implementar suficientes mecanismos para acompañar procesos donde la precariedad y la vulnerabilidad son parte de la vida diaria de las familias. Por ejemplo, ¿se concibe la posibilidad de ofrecer mecanismos asistenciales a las familias como alimentación, empleo y vivienda para poder desde ese lugar construir con ellas lugares de mayor dignidad?
Por otro lado, la neutralidad está más cerca de la fragmentación comunitaria que de la construcción de lazos sociales que beneficien a las personas. Fragmentar aquí quiere decir ser indiferente frente a los problemas sociales, lo que afecta directamente la cohesión social y comunitaria.
La autorreflexión también hace parte del proceso de oposición a la neutralidad. Esto porque si y solo si un ser humano está en permanentemente discernimiento sobre las formas en que construye sus vínculos sociales, entonces lo anterior le permitirá alejarse de una posición desde la cual vea a los otros como adversarios y mejor por el contrario podrá construir formas de respeto y de responsabilidad por los otros. En esta dirección dice Barrero Cuellar (2020): “Si se logra una buena implicación psicopolítica con esos grupos, se avanza más allá de la dinamización de acciones y se pasa a la creación de nuevos grupos de apoyo donde no existían” (p. 233).
Finalmente, la neutralidad hace infértil el lazo social porque no hay compromiso ni implicación con la vida de los demás. Neutralizar significa enfriar e impedir la implicación psicosocial. Ahora, un acompañamiento psicosocial tiene en su base la implicación sentipensante de todos los participantes, por lo que no hay palabra o discurso más relevante que otro, sino que por medio del diálogo y la circulación de la palabra aparecen los saberes de cada uno. Es decir, el efecto será la construcción de saberes colectivos que son más consistentes, vinculantes y contextualizados, en los cuales la neutralidad pierde relevancia y protagonismo.
A continuación, se expondrán algunas ideas referidas al tránsito de la intervención psicosocial a la implicación-acompañamiento psicosocial.
¿Es posible transitar de la intervención psicosocial a la implicación-acompañamiento psicosocial?
La verdad, la justicia, la reparación y la
no repetición son cuatro formas
concretas de dignificación. También se dignifica
con la confianza y el reconocimiento efectivo
de la sabiduría de la gente
(Barrero Cuellar, 2020, p. 226)
El tránsito de la noción de intervención psicosocial a la noción de implicación-acompañamiento psicosocial se basa en las relaciones de confianza entre las personas que hacen parte de un proceso de emancipación social. Un cambio social que surja desde las raíces mismas de los vínculos entre personas necesita de un pacto de confianza, de apoyo mutuo y de cooperación. En este sentido, el profesional psicosocial no tiene la última palabra ni trata de ejercer ningún dominio sobre las personas. Por el contrario, la propuesta de implicación-acompañamiento quiere decir que ambas partes tienen saberes para ofrecer unos a otros, ambos pueden cuidar de cada uno. Esta idea está en sintonía con Borda (2015) y su enfoque de generación de acciones basadas en una comprensión sentipensante. Es decir, se trata de pensar las formas de actuar colectivamente para resolver problemas y a la vez poner en lugar protagónico los sentimientos, los cuales, junto a la razón, propician mejores actuaciones para solucionar problemas. Borda (2015) insiste en que todo actuar debe pasar por la “cabeza” y el “corazón” y pensamos que esa actitud sentipensante es clave para hacer el tránsito de la intervención psicosocial a la implicación psicosocial.
Para romper con la neutralidad intrínseca en la intervención, se propone una interacción entre los profesionales psicosociales y las comunidades de tal modo que no se fragmenten los vínculos sino, por el contrario, se generen lazos sociales que no se sostengan en distinciones de rol. Por ejemplo, el rol profesional frente al rol de la familia, para que ambas partes busquen el uso de mecanismos para mejorar las condiciones de vida de sus comunidades. Pero esto no puede dejarse a la deriva, pues es necesario pensar y ejecutar metodologías de orientación participativa que faciliten la elaboración de formas de solución a problemas concretos.
En este sentido, coincidimos con Barrero Cuellar (2020) cuando enuncia la noción de “Razón estratégico-política” para dar a entender que todo concepto ha de estar acompañado de una forma de llevarlo a cabo, de una metodología adecuada a cada contexto y situación social. Dice Dussel, citado por Barrero Cuellar (2020), que
la razón estratégico-política se hace cargo de la complejidad de las circunstancias dentro de la cual se inscribe toda acción o institución, en cuanto a ser efectuadas, realizadas. La “realización” de una máxima o juicio imperativo práctico deberá siempre contar con la capacidad de la razón estratégica que, en el proceso de la temporalidad, debe decidir las condiciones técnicas para efectuar una acción o institución, y, al mismo tiempo, anticipar el futuro de la acción o la institución en tanto realizadas, desde el momento del proyectar en el presente ese objeto práctico todavía no dado. El arquitecto debe, con los recursos que cuenta, decidir los materiales que usará para construir su obra, e incluir en el proyecto todas las variables que se presentarán a posteriori, siendo una verdadera anticipación de la obra posible, en cuanto a su posibilidad real y a sus efectos. Sería mal arquitecto si olvidara alguna variable que pudiera poner en peligro a la obra una vez construida. (p. 234)
De estas palabras puede inferirse que la metodología de acompañamiento psicosocial se opone a la forma tradicional de trabajo con las comunidades en la que los profesionales llevaban un supuesto saber que era impuesto a las personas. Por el contrario, implicarse quiere decir reconocer el saber de los demás y dejarse transformar por tales conocimientos. Razón estratégico política quiere decir, entonces, razonar desde los conocimientos construidos por las personas e interpretar los modos en que perciben sus propios mundos de la vida para crear metodologías de inspiración participativa.
Finalmente, el tránsito de la noción de intervención psicosocial a la noción de implicación-acompañamiento psicosocial quiere decir que hay un giro en la posición de los equipos psicosociales. Estos van desde la verticalidad de las propuestas tradicionales hacia una renovación de la interpretación de las formas de relación entre profesionales y comunidades. Tales relaciones facilitan la creación del vínculo social recíproco, colaborativo y participativo.
Conclusiones
El reto, será entonces, desarrollar formas
de implicación psicosocial para la recuperación
de la capacidad crítica para aceptar y trabajar
de forma diversa y solidaria
(Barrero Cuellar, 2020, p. 235)
La tesis que tratamos de sustentar en este escrito fue la siguiente: el tránsito de la intervención psicosocial a la implicación psicosocial consiste en distanciarse de la forma neutra de la primera a la relación bidireccional, recíproca y comprometida de la segunda. Procuramos exponer los argumentos en dos breves apartados, así: “¿qué se entiende por neutralidad en la intervención psicosocial?” y con el interrogante “¿es posible transitar de la intervención psicosocial a la implicación-acompañamiento psicosocial? De esto podemos concluir que la neutralidad es una forma de oposición al desarrollo de la implicación psicosocial, dado que la neutralidad quiere decir distancia y no compromiso entre las partes del proceso de intervención psicosocial. Por eso, tratamos de asumir la pregunta como un tránsito comprometido que hace que todas las partes interactuantes se transformen por medio de acciones mutuas que redunden en beneficio de todos. Las palabras de Barrero Cuellar (2020) ilustran que la búsqueda de la implicación psicosocial es la construcción de una capacidad crítica para crear formas de convivencia que nos involucren a todos en el proceso de forma cercana, familiar y a la vez respetuosa de las diferencias.
Blanco y Varela (2007) evidencian que existe una amplia experiencia sobre intervención psicosocial y nos muestran variados métodos de trabajo con personas para crear mecanismos de activación de acciones colectivas. Sin embargo, se sabe que esto no es suficiente y es necesario un nuevo concepto, un nuevo sentido sobre el acompañamiento a familias y comunidades que convoque desde intereses y proyectos propios de las comunidades, y no a partir propuestas elaboradas desde los escritorios de los profesionales psicosociales.
Otro aspecto importante es que lo psicosocial puede ser entendido como una intersección entre los ámbitos psíquico y social, para de este modo crear un nuevo ámbito que emerge de los dos anteriores trascendiéndolos: lo psicosocial. Esta idea puede verse en Fernández (2009), quien sostiene que lo psicosocial es algo interdependiente entre los aspectos personales y sociales. En otras palabras, lo psicosocial aquí tiene más fluidez si se piensa y se actúa desde la noción de implicación entre las partes del proceso de orientación psicosocial. Una característica de este tercer ámbito es su postura interdisciplinaria, pues no se parte del conocimiento de una sola disciplina, sino que se tienen en cuenta todos los saberes, tanto de la comunidad y las familias como de los profesionales que se ven involucrados.
En este sentido, puede concluirse que la implicación psicosocial quiere decir respeto por todas las personas y a la vez reconocimiento de cada habilidad aportada por los participantes. La acción psicosocial quiere decir que juntos los participantes están comprometidos en construir alternativas para mejorar la calidad de vida de las personas. Así, deliberación y acción son dos componentes de los procesos de implicación psicosocial.
Conflicto de intereses
Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.
Referencias
Alvis Rizzo, A. (2009). Aproximación teórica a la intervención psicosocosial. Poiésis, (17), 1-6. https://revistas.ucatolicaluisamigo.edu.co/index.php/poiesis/article/view/189/178
Barrero Cuellar, E. (2020). Clínica psicopolítica aportes para la construcción de una psicología de la subversión en tiempo del horror neoliberal. Edición Cátedra Libre.
Blanco, A. y Varela, S. (2007). Los fundamentos de la intervención psicosocial. En A. Blanco y J. Rodríguez Marín (Coords.), Intervención psicosocial (pp. 3-44). Pearson Prentice Hall. http://biblioteca.univalle.edu.ni/files/original/4cd5f06c868876d9423787e65f95adfa44997694.pdf
Borda, F. (2015). Una sociología sentipensante para América Latina. Siglo XXI.
Fernández, P. (2009). Lo psicosocial. El alma pública. Revista Desdisciplinada de Psicología Social, 2(4), 43-50. https://0201.nccdn.net/1_2/000/000/10e/15e/4-AP-completa.pdf
Notas de autores
Edison Francisco Viveros Chavarría
Magíster en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Manizales–CINDE, docente de la Universidad Católica Luis Amigó, Medellín, Colombia. Contacto: edison.viverosch@amigo.edu.co, ORCiD: https://orcid.org/0000-0003-0610-4110
Lizeth Carolina Muñoz Ramírez
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó; integrante del semillero de investigación “Estudios de Familia”, Medellín-Colombia. Contacto: lizeth.munozra@amigo.edu.co
Darlin Natalia Duque Gómez
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó; integrante del semillero de investigación “Estudios de Familia”, Medellín-Colombia. Contacto: darlin.duquego@amigo.edu.co
Manuela Giraldo Higuita
Estudiante del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó; integrante del semillero de investigación “Estudios de Familia”, Medellín-Colombia. Contacto: manuela.giraldohi@amigo.edu.co