Artículo de reflexión no derivado de investigación
La autorreflexión en la práctica del profesional en desarrollo familiar1
Self-reflection in the practice of the professional in family development
Recibido: 2 de enero de 2022 / Aceptado: 31 de mayo de 2022 / Publicado: 1 de julio de 2022
Jhon Prey Hernández Melchor
Forma de citar este artículo en APA:
Hernández Melchor, J. P. (2022). La autorreflexión en la práctica del profesional en desarrollo familiar. Poiésis, (43),
67-74. https://doi.org/10.21501/16920945.4519
Resumen
La reflexividad constituye un amplio campo de estudio en relación con sus formas de implementación. En esta, la autorreflexividad cobra relevancia para el ejercicio del desarrollo familiar; dado que los profesionales, fundamentados en un enfoque sistémico, se consideran a sí mismos como parte de los sistemas que acompañan. En este caso, para los abordajes familiares, el profesional y sus prácticas también son sujeto de reflexión. Plantear la relevancia que cobra el tema, permitirá nuevas comprensiones que trasciendan la experiencia cotidiana y valoren la autoreflexividad como una competencia de transformación personal y consolidación profesional. Este texto presenta una reflexión orientada al reconocimiento de esta como recurso, postura profesional y proceso de crecimiento. Una provocación que permita al lector sumergirse en el quehacer del profesional de desarrollo familiar y su praxis como agente de transformación.
Palabras clave:
Autorreferencia; Autorreflexividad; Crecimiento; Desarrollo familiar; Enfoque sistémico; Reflexividad.
Abstract
Reflexivity constitutes a wide field of study in relation to its ways of implementation. In this, self-reflexivity becomes relevant for the exercise of Family Development, due to professionals, based on a systemic approach, consider themselves to be part of the accompanying systems, in this case for the approached family, the professional and their practices are also the reflection subject. Increasing the relevance of the subject will allow new understandings that transcend everyday experience, and value self-reflection as a competence for personal transformation and professional consolidation. This text presents a reflection oriented to the recognition of this as a resource, professional position and growth process. A provocation that allows the reader to immerse themselves in the work of the family development professional and its praxis as an agent of transformation.
Keywords:
Family development; Growth; Reflexivity; Self-reference; Self-reflexivity; Systemic approach.
La práctica reflexiva es una cualidad necesaria para el profesional de desarrollo familiar. Según Viveros Chavarría et al. (2018), el desarrollo familiar es una disciplina con bases epistemológicas y su objeto de conocimiento no son las familias, sino las interacciones entre ellas. Dicen Viveros Chavarría et al. (2018), que “las familias son el sujeto de conocimiento, así como los profesionales en Desarrollo Familiar, porque estudian desde perspectivas narrativas y comprensivas los problemas que afectan la vida cotidiana de las primeras” (p. 9). Para comprender se necesita reflexionar, por lo cual este texto se enfoca en plantear la importancia que revisten los procesos autorreflexivos para el profesional en desarrollo familiar, como potenciadores del conocimiento de sí y del quehacer.
Con relación al primero −el conocimiento de sí mismo−, es necesario reconocer el enfoque sobre el cual se cimenta la profesión del desarrollo familiar, esto es, su base epistemológica. Allí se identifican el pensamiento crítico y el enfoque sistémico; este segundo como una ruta para el abordaje familiar, en la cual la circularidad y la reflexividad cobran relevancia (Suárez Restrepo & Restrepo Ramírez, 2005).
Abordar los sistemas familiares desde una perspectiva sistémica implica dejar de lado las visiones totalitarias, excluyentes, fragmentarias y dicotómicas, para acceder a esta nueva aventura del saber. Implica, además, una responsabilidad relacional entre el agente de acompañamiento con familias y los sistemas familiares que intervienen; en donde el observador, en su estilo característico de operar, que lo define, configura sus observaciones, comprensiones y conceptualizaciones, y en ellas plasma parte de su historia, sus conceptualizaciones y epistemología (Páez-Cala, 2019).
Como lo plantea Paéz (2019), este enfoque integrador advierte la importancia de las interconexiones, y con ellas el profesional con sus comprensiones. Allí cobra fuerza la autorreflexividad como una experiencia sistémica que implica la autoobservación del agente dinamizador de las interacciones del sistema familiar. Si el profesional no se reconoce a sí mismo y sus recursos, difícilmente podrá alcanzar las transformaciones esperadas, no solo en las familias, sino también en su vivencia personal.
Partiendo de lo anterior, en el recorrido por los estudios que abordan el tema emergen como conceptos importantes e interconectados, la autoreferencia y la reflexividad.
Frente a la primera, según Erikcson (como se cita en Páez Cala et al., 2017), se entiende como la observación de sí mismo y es fundamental porque se involucra el saber, el hacer, el querer; frente a la segunda, se encuentra que los autores tienen diferentes formas de nombrarla, por ejemplo, Cryan y Quiroga (2015) hablan de la Función Reflexiva (FR) como un proceso de comprensión personal a través del autoanálisis en relación con un otro y con el entorno, donde surgen pensamientos, emociones, actitudes y acciones como expresiones que revelan el estado mental de la persona. Para Fonagy et al. (2002), “la Función Reflexiva o mentalización se define como la capacidad de comprender e interpretar las conductas propias y de los otros como expresiones de estados mentales: sentimientos, fantasías, deseos, motivaciones, pensamientos y creencias” (p. 3).
Otros autores como Paolinelli et al. (2019), cuando hablan de la FR o Mentalización comentan que todo proceso de cambio ha de tener en cuenta que la interrelación entre proceso terapéutico y reflexividad es fundamental, de aquí se desprende la importancia de esta para producir cambios. Podría claramente decirse que todo proceso de cambio —en la persona, familia, sociedad– tiene en cuenta de manera significativa la interrelación entre profesional y reflexividad. También proponen el tema del “autorreconocimiento” y fortalecimiento personal, que implica, además, la parte afectiva. Sin este proceso se hace difícil definir el papel del profesional en desarrollo familiar en cualquier sistema en el cual desee intervenir.
La premisa que desea plantearse en el presente artículo inicia con la claridad que los autores realizan frente a la forma en que la FR es cambiante, dinámica e influenciable por el contexto, y por aspectos que manejan cierta emocionalidad como los procesos de acompañamiento. Esta alusión a lo afectivo no ha de pasar de largo en los procesos de reflexividad. El profesional se encuentra, como persona, atravesado por razonamientos, además de sentimientos, emociones y afectos que influyen en la manera como fortalece la capacidad reflexiva, potencializando sus competencias en el campo profesional y personal.
Al indagar sobre la autorreflexividad desde el enfoque sistémico, Marín Cano et al. (2019) dice que este propicia que el profesional
Reflexione sobre sus experiencias y reconozca sus recursos personales, con el fin de identificar y promover posibles alternativas personales, interaccionales y sistémicas en general, que permitan soluciones innovadoras al momento de co-participar en el encuentro, en pro de propiciar cambios. (pp. 3-4)
Estos autores refieren que hay una serie de estrategias personales y teórico-prácticas que facilitan a los profesionales con formación sistémica, potenciar y promover su proceso autorreflexivo. Estrategias como el genograma, la metáfora, el árbol de problemas, juegos de roles, la escultura, la colcha de retazos, los rituales, autobiografías, la paradoja, entre otras actividades, definidas por Chacon et al. (2002) como técnicas interactivas.
En consecuencia, al hablar de la práctica autorreflexiva se puede aludir a la responsabilidad que tiene el profesional en familia de reconocerse a sí mismo, sus potencialidades, recursos y debilidades, como parte de la manera de situarse en el sistema familiar para acompañarlo. Pero ¿cómo puede el profesional sumergirse en la autorreflexión? Podría encaminarse en tres direcciones:
- La primera, reconociendo la capacidad reflexiva como recurso que debe ser potenciado para que el otro autorreflexione, se reconozca, visualice y empodere de su proceso personal. Empleando estrategias y técnicas para potenciarla en sus intervenciones.
- La segunda, validando la autorreflexión como una postura profesional que permite orientar a los otros hacia procesos de transformación, y que al tiempo también orienta al mismo profesional porque se interroga así mismo en su ejercicio con preguntas como: ¿quién soy yo para el grupo familiar?, ¿el acompañamiento a la familia está produciendo cambios?, ¿debo remitir o me siento en capacidad de asumir esa problemática familiar? Así, el profesional se reconoce como un recurso en favor del sistema familiar donde introduce información y del cual espera salir cuando el acompañamiento produzca los resultados esperados.
- Y la tercera, considerando la autorreflexividad como parte del proceso de crecimiento personal de quien ejerce la profesión del desarrollo familiar. Este punto, orientado a la idea de que quien afronta la vida con capacidad reflexiva y trabaja en su propia transformación, podrá ser un recurso más útil para orientar a otros en esta misma tarea.
En consecuencia, una persona que potencia su autoreflexividad obtiene una mayor capacidad en la toma de decisiones, profundiza en su cosmovisión y amplía la perspectiva de las cosas a través de la autocrítica, desplegando mayor capacidad para discernir y favorecer el acompañamiento. Esto debido a que
la reflexión como elemento activo: rememora la acción, construye sentidos a los procesos, a los problemas y a las restricciones que se manifiestan en la acción, reconstruye el significado de la situación, proporciona la base para un plan revisado y genera significados. (Marín Cano et al., 2019, p. 156)
Este es un proceso recursivo que va permanentemente del ser al hacer. Para el profesional en familia el enfoque sistémico permite un análisis amplio de sí mismo, del otro y de las situaciones a partir de una integración en la cual se cuestionan sus vivencias y desempeño cotidiano; cuestionamiento que conduce al logro, a la posibilidad de transformarse. Es a partir de las nociones de la teoría general de sistemas que se contempla la integración y totalidad de las cosas; es por esto que la reflexividad parte de esa constitución inter sistémica del ser humano que mencionan Herrera et al. (2020), al afirmar que esta es una práctica profesional y un proceso sistémico que constituye una experiencia relacional donde la persona interactúa consigo mismo, con las familias y sus dinámicas (el entorno, la afectividad). Esto debido a que el enfoque le permite moverse por diferentes esferas internas y externas, y fortalecer procesos de cambio.
Para complementar las reflexiones hasta aquí realizadas acerca de la importancia de la autorreferencia para el profesional en desarrollo familiar, se retoman también algunos elementos sobre dicha discusión en las ciencias sociales; en las cuales la reflexividad está atravesada por una premisa fundamental que va de la mano de la formación profesional, esta es, la referencia constante a que la experiencia va de la mano de la reflexión. En la investigación social y en el trabajo de campo, autores como Tello (2017), interpelan el tema de la reflexividad como una situación social y una experiencia, abordando el concepto desde la etnografía, basada en la búsqueda investigativa y en una epistemología antropológica. En coherencia con esta idea, autores como Sabariego Puig et al. (2018) manifiestan que el pensamiento reflexivo conlleva una relación pensante y de reflexión de la experiencia; esta es un punto de partida para que la práctica social y el acompañamiento familiar constituyan un proceso de crecimiento. Lo anterior reafirma la idea de que el profesional en desarrollo familiar no solo espera contribuir a la transformación de las familias a las cuales acompaña, sino también transformarse a sí mismo, reconociéndose parte activa del engranaje social que se mueve hacia un mundo más humano, interconectado y coherente.
Desde esta mirada, la práctica reflexiva como escenario amplio de los procesos autorreflexivos, se considera un entrenamiento continuo que involucra imaginación, creatividad, y re-creación permanente (Zeichner, 1993, como se cita en Marín Cano et al., 2019). Esto es lo que se espera que desarrolle el profesional en familia cuando se apropia de su quehacer profesional y de todas las herramientas que el enfoque sistémico le presenta a la hora de acompañar familias.
Con la autorreferencia emergen racionalidades, es decir, la creación de ideas como proceso racional que avanza hacia el cuestionamiento, pensar y repensar para generar reflexiones. De esta manera, la imaginación permite construir procesos alternativos, amplía las posibilidades y conduce a la búsqueda de respuestas; por tanto, imaginación y razón van de la mano. De acuerdo con esto, podría pensarse que el ejercicio de la imaginación, así como la reflexión y auto-observación como procesos racionales, forman parte de la capacidad autorreflexiva necesaria en el profesional de desarrollo familiar; lo cual da pie a interrogantes como estos: ¿hasta qué punto puede llegar a ser reflexividad el autoobservarse y pensarse a sí mismo en el quehacer profesional?, ¿toda práctica de reflexión o quizá de imaginación constituye un proceso de reflexividad?
Frente a esto, los autores Herrera et al. (2020) resaltan que “la reflexión y la reflexividad constituyen un eje del método para el profesional” (p.12). La reflexión emerge innatamente en la persona; de modo que cuando trasciende la simple idea y se profundiza, se razona, se analiza, se vuelve una práctica del “ir más allá” y cuestionar el quehacer para generar conocimiento desde una conciencia crítica, es allí donde surge entonces la autorreflexividad. De esta manera, la reflexividad es entonces una competencia profesional que se construye para darle sentido a los discursos y a las prácticas familiares.
Por último, y retomando a la autora Tello (2017) quien cita a autores como Bourdieu, Passeron y Chamboredon (2008), la reflexividad es un proceso variado. Una simple pregunta metodológicamente correcta puede provocar el hábito de la reflexión frente a lo que se considera algo “vano”, “pasajero” o “común” para otros. Cuando la reflexión trasciende la disposición reflexiva, la continua racionalización de ideas, sucesos y situaciones, y se convierte en un proceso continuo y hasta trabajoso de análisis, se habla entonces de una práctica de reflexividad epistémica (Bourdieu & Wacquant, 2005, como se cita en Tello, 2017).
Mientras que la disposición reflexiva es más una actitud de apertura que surge de la sensación expectante, generando la capacidad de dejarse permear, además de que es una experiencia subjetiva que permite la observación, el aprendizaje, el asombro y abre camino al diálogo académico; la reflexividad epistémica es un aprendizaje que se da a través de un ejercicio, un entrenamiento constante de la práctica consciente que se hace al contrastar y poner a conversar la experiencia y la interpretación (Clifford, 2001, como se cita en Tello, 2017), desarrollando una sensibilidad que atraviesa la inconciencia colectiva e intelectual.
La apertura del profesional de desarrollo familiar a la vivencia, al ser social, descubre un sinfín de posibilidades en la construcción de conocimiento, debido a que las familias viven constantemente procesos de transformación. El profesional necesita estar acorde a las situaciones del momento, pensarse a sí mismo y reconocer sus potencialidades. Las posibilidades de construcción de nuevo conocimiento están a la mano de quien se sumerge en la experiencia investigativa; a la vez, el acompañamiento familiar implica una postura investigativa constante, dado que el saber se guía por la postura curiosa de quien sabe que en las familias hay preguntas sin responder y una gran necesidad de diálogos que intenten responder a esas preguntas.
Conclusión
La reflexividad es un tema que adquiere importancia en las ciencias sociales a partir de los diferentes abordajes conceptuales que ofrece cada disciplina. En este texto, se ha tratado el tema desde un enfoque sistémico como base primordial para la praxis del profesional en desarrollo familiar; reconociendo que la autorreflexividad compromete la integración del ser en sí mismo, los conocimientos académicos y el entorno de la persona que se pone en juego a través del diálogo intencionado y las posturas críticas. La autorreflexividad constantemente aplicada en el ejercicio práctico desarrolla en el profesional la capacidad de replantearse en su oficio y generar un auténtico quehacer, es decir, un sello propio, que, de acuerdo con Tello (2017), implica el perfeccionamiento de sí mismo en tanto se es el principal instrumento.
Conflicto de intereses
El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.
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Notas de autor
Jhon Prey Hernández Melchor
Estudiante de décimo semestre de Desarrollo Familiar, vinculado al proyecto de investigación para realizar el trabajo de grado en modalidad investigación, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Col. Contacto: jhon.hernandezme@amigo.edu.co