Artículo de reflexión
Salud mental, condiciones psicosociales y resistencias de la juventud de Medellín durante la pandemia y la cuarentena del COVID-19
Mental health, psychosocial conditions and youth resistance of Medellín during the COVID-19 pandemic and quarantine
Recibido: 7 de junio de 2022 / Aceptado: 10 de agosto de 2022 / Publicado: 1 de febrero de 2023
Manuel López García, Solangie Manco Quintero
Forma de citar este artículo en APA:
López García, M., & Manco Quintero, S. (2023). Salud mental, condiciones psicosociales y resistencias de la juventud de Medellín durante la pandemia y la cuarentena del COVID-19. Poiésis, (44). DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.4402
Resumen
El artículo presenta los hallazgos de una investigación que tuvo como objetivo analizar las condiciones psicosociales y maneras de resistencia que la juventud de la ciudad de Medellín-Colombia tuvo frente a la pandemia por el COVID-19, durante el año 2020. Desde el enfoque de la investigación cualitativa se implementó un grupo focal como estrategia de recolección de información. Esta última fue analizada y decantada en grupos de sentido que dieran respuesta a las preguntas realizadas por los investigadores. El desempleo, la deserción escolar y el estrés psicosocial aparecen como situaciones que afrontan con actitudes pasivas, de resistencia o evitación. Diferentes formas de resistencia activa y creativa emergen como alternativas espontáneamente construidas por esta población.
Palabras clave:
Deserción escolar; Estrés; Juventud; Pandemia; Psicología social; Resistencia; Salud mental.
Abstract
The article presents the findings of an investigation that aimed to analyze the psychosocial conditions and forms of resistance that the youth of the city of Medellín Colombia had in the face of the Covid-19 pandemic during the year 2020. From the qualitative research approach, a focus group was implemented as an information gathering strategy. The information collected was analyzed and decanted into groups of meaning that would answer the questions asked. Unemployment, school dropout and psychosocial stress appear as situations that are faced with passive attitudes, resistance or avoidance. Different forms of active and creative resistance emerge as alternatives spontaneously built by this population.
Keywords:
Mental health; Pandemic; Resistance; School desertion; Social psychology; Stress; Youth.
Introducción
Entre enero y marzo de 2020, la población mundial fue sorprendida por la dispersión paulatina e inexorable de una nueva versión de un virus denominado SARS- CoV-2, que en su desarrollo como pandemia implicó toda una confrontación al mundo tal cual era conocido en su momento. En pocos meses, el aumento inevitable de muertes por todo el mundo conminó a los gobiernos a tomar medidas de atención y contención de la enfermedad generada por el virus; los países cerraron fronteras, detuvieron sus procesos económicos y sus dinámicas cotidianas de vida, para evitar el colapso de los sistemas de salud, una mayor mortalidad y generar un tiempo de espera suficiente para el desarrollo de una vacuna pertinente.
La respuesta del gobierno colombiano fue similar a la de otros países, concentrada en medidas restrictivas, apoyadas en la información que los sistemas de salud local y la OMS poseían sobre el tratamiento de pandemias. Pronto, la cuarentena emergió como estrategia de contingencia y posteriormente se optó por restricciones escalonadas y segmentadas de movilidad y acceso a espacios públicos y privados (toques de queda, ley seca, pico y cédula, alternancia, cuarentena por sectores, etc.).
En la ciudad de Medellín la situación fue similar a la descrita, pero con algunos agravantes, pues esta ciudad está atravesada por las dinámicas del narcotráfico y el microtráfico; es también receptora de población migrante tanto interna como foránea, además de contar con altos niveles de inequidad social; Medellín es uno de los centros del desarrollo económico y político del país, también se ha producido una distribución territorial y poblacional polarizada, de un lado pequeñas zonas habitacionales de las mejores condiciones de vida y de otro, extensas zonas de profundo empobrecimiento y vidas precarizadas.
Medellín es también una de las ciudades con una población juvenil significativa, pues de acuerdo con el anuario estadístico de Medellín, para el año 2020 habría un total de 543.769 jóvenes entre los 15 y los 29 años (Alcaldía de Medellín, 2015, p. 3), es decir, alrededor del 34 % de la población de la ciudad. Las medidas de protección no solo visibilizaron, sino que también exacerbaron las precariedades y dificultades históricas que este sector social acarrea, consecuencia del contexto antes descrito: bajas tasas de empleo y/o precariedad laboral, mortalidad violenta (accidentes de tránsito, suicidio y homicidio), embarazo no planeado o no deseado, deserción escolar y baja calidad educativa, escasos espacios de esparcimiento y participación sociocultural, vinculación a grupos armados ilegales, etc. Todo esto redunda, de alguna manera, en el detrimento de la salud mental de las y los jóvenes, aunque los datos que de esto se poseen son precarios, dada la misma invisibilización social de esta población.
El Estudio Nacional de Salud Mental (2015), resumido en el boletín n.º 8 de la Secretaría de Salud de Medellín (2015) arrojó un panorama general de la salud mental juvenil (adolescente) en Colombia, en el cual se destaca que este sector poblacional lidera la lista de problemas mentales en el país y un porcentaje importante (88,1 %) considera que algunos eventos traumáticos generaron síntomas como ansiedad, pensamientos intrusivos, o evitación del tema.
Para el caso específico de Medellín, el Primer estudio poblacional de salud mental 2011-2012 llevado a cabo por la Alcaldía de Medellín, en colaboración con la Universidad CES (2012), presentó datos significativos y preocupantes en torno a la salud mental de la población juvenil de la ciudad, entre los 13 y los 29 años de edad, donde se destacan índices significativos de trastornos mentales, especialmente de ansiedad, estado de ánimo, uso de sustancias y comportamientos suicidas.
De acuerdo con algunas investigaciones realizadas durante el 2020 en torno a la pandemia del Covid-19, que sirven como antecedente, se ha hecho evidente el impacto negativo que esta ha tenido en la salud mental de la población mundial y en ciertos grupos poblacionales más vulnerables; el temor a contraer la enfermedad, los innumerables protocolos de seguridad, los colapsos en los hospitales, han generado en las personas altos niveles de estrés y ansiedad. De igual manera, la cuarentena establecida por el gobierno colombiano aumentó las probabilidades de que las personas desarrollaran o profundizaran trastornos depresivos y ansiosos; además de que, el distanciamiento social y el cierre de establecimientos, redujeron las posibilidades de recibir atención psicosocial y psicoterapéutica oportuna (Hurcaya-Victoria, 2020).
Igualmente, Frutos Cortés y Tello Briceño (2020) reconocen que la educación va más allá de la adquisición de conocimientos, es un proceso fundamental de socialización donde se crean vínculos significativos. Por esta razón, afirman que los jóvenes manifiestan sentirse emocionalmente afectados por el cierre de instituciones educativas. Según los mismos autores, los espacios educativos y sociales cumplen un papel importante en la búsqueda de la identidad, la pertenencia a grupos, el proceso de referenciación de ideales sociales, el desarrollo de pensamiento crítico y el establecimiento de vínculos más profundos, los cuales se vieron abruptamente cortados con la llegada de la pandemia y la cuarentena. Así, plantean que “el prolongado distanciamiento físico impuesto puede tener efectos de desolación; igualmente, el aislamiento del plantel académico o cualquier otro espacio recreativo, genera sentimientos de angustia, frustración y melancolía”. (Frutos Cortés & Tello Briceño, 2020, p. 139).
Durante el año 2020 gran parte de la juventud salió a las calles asumiendo su papel histórico, impulsada por la convicción social y política de la necesidad de manifestar su descontento ante el abandono estatal y el intento de gravar a la sociedad con más impuestos en medio de una situación sanitaria apremiante y buscar las transformaciones necesarias, asumiendo o restando importancia al riesgo que esto podría implicar en su salud.
Lo anterior no quiere decir, que todas las muertes juveniles por COVID-19 se hayan causado por la participación en marchas, lo cual es un dato difícil de comprobar, dadas las condiciones de bajo seguimiento epidemiológico a esta población. Sin embargo, en junio del año 2020 el grupo etario que más contagios sumaba en Colombia era el de 20 a 39 años, representando el 45 % del total de contagiados al momento (Portafolio, 2020). La participación de la juventud en las manifestaciones del denominado estallido social, ha sido leída por el mundo adulto y la institucionalidad nuevamente desde la estigmatización a este sector, como un acto de irresponsabilidad e insensatez, incluso, una excusa para saltar las restricciones, pero también habría que decir, que algunas manifestaciones juveniles excedieron el lugar de la crítica, la denuncia y la movilización llegando a la generación de violencia e intentos de desestabilización social; para lo cual el Estado tampoco estuvo a la altura, implementando prácticas de contención que se acogieran a los marcos del derecho civil, la constitución y los DDHH, revictimizando de esta manera nuevamente al sector juvenil.
La importancia de este estudio radica en la necesidad de construir saberes en torno a la condición psicosocial de los jóvenes de Medellín, a partir de la pandemia de la COVID-19, las alternativas que esta población había creado para afrontar la situación y sus maneras de resistir, como una estrategia para visibilizar y difundir estas condiciones y llamar la atención sobre las mismas. Adentrarse en estos saberes permite, además de visibilizar las condiciones de salud mental de los jóvenes en medio de la pandemia, hacer un análisis crítico a la manera en que la sociedad, desde las instituciones públicas y privadas (o sus diferentes instituciones) y las ciencias sociales, en particular la psicología, están respondiendo a las problemáticas psicosociales y de salud mental de la población juvenil, que emergen a partir de esta situación.
El ejercicio investigativo estuvo fundamentado en los enfoques teóricos de la psicología crítica y en las nociones de lo psicosocial, la salud mental y la juventud. Inicialmente, la psicología social crítica, es tanto un enfoque como una actitud, en particular la psicología social, que pretende, como manifiestan Montero y Fernández-Christlieb (2003) “hacer crítica de la psicología social estandarizada e institucionalizada; asimismo y por lo mismo, pretende hacer crítica de la psicología social en sí misma, y ultimadamente, pretende, y lo consigue muy bien, ser crítica de sí misma” (p. 211). Se trata entonces, de un enfoque epistemológico y político producto del cuestionamiento al positivismo científico imperante en la psicología, incluida la psicología social misma y en general, al status de verdad perenne concedido a todo lo ya dicho en psicología.
La psicología social crítica se ha propuesto algunas tareas, sin pretender con ello convertirse en una corriente dominante o institucionalizada en la práctica psicológica. Debe, en primer lugar, estudiar, denunciar y revisar la incoherencia de los modelos teóricos, los métodos hegemónicos y su status de verdad (científica) que opera al servicio del poder; en segundo lugar, estudiar la relación entre ideología y ciencia psicológica, en tanto es la vida cotidiana la que provee las condiciones para una psicología académica. Finalmente, estudiar y develar las tramas de poder (político, religioso, cultural, económico) que operan en la sociedad y en torno a la ciencia (psicológica) y su aplicación en lo social, instrumentalizándola (Parker, 2009).
En relación con el concepto de lo psicosocial, desde el paradigma sociocrítico y el pensamiento complejo, Fernández-Christlieb (2009), llama la atención sobre el reduccionismo implícito en la concepción de este como el encuentro entre lo individual y lo social; plantea que “lo primero que puede notarse es que las dos instancias, lo individual y lo social, lo mental y lo material, lo psíquico y lo físico, se ponen como dos asuntos completamente separados” (Fernández-Christlieb, 2009, p. 42).
Esta mirada lleva a plantear posturas en las que no existe tal separación entre lo individual y lo colectivo, sino que dicho encuentro entre lo individual y lo colectivo configura una nueva realidad, una situación relacional, es decir, un hecho psicosocial, una unidad situacional, una configuración de la realidad (personas y cosas) en un espacio y tiempo determinado y que es por tanto, producida por los seres que en ella se encuentran como por el ambiente que les rodea; como plantea Díaz Gómez (2005): una manera de nombrar la realidad a partir de un tiempo y un espacio determinado; una parte de la complejidad del mundo que nos inventamos para podernos mover en él.
Ahora bien, la noción de salud mental es polivalente, dado su carácter de articulación entre las ciencias biomédicas y las ciencias sociales. Desde las primeras concepciones más positivistas del término, provenientes de la psiquiatría y que se asocian con la presencia o ausencia de un trastorno mental, hasta las comprensiones más interdisciplinares que han asumido el carácter socio histórico del concepto, que debe ajustarse no solo a los cambios socioculturales sino a las múltiples dimensiones de la existencia humana. Son diversos los autores y organizaciones que han intentado proporcionar una definición de salud mental, que abarque todas las situaciones y los comportamientos por los que una persona pueda considerarse mentalmente sana; es común la clásica definición establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que expone que la salud mental es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades»” (Organización Mundial de la Salud, 2018).
Continuando con este recorrido, se pueden plantear también aquellas posturas sobre la salud mental, que la conciben como el sufrimiento psíquico resultante de estilos de vida, prácticas inadecuadas o contextos disfuncionales, como son las diferentes formas de violencia y los consumos de sustancias psicoactivas, entre otros; desde perspectivas interdisciplinares, se proponen concepciones que involucran tanto los niveles intrapsíquicos personales, como los relacionales o vinculares y los sociales, en los que se concibe la salud mental como un estado dinámico que incluye tanto las deficiencias cognitivas, la percepción de sí mismo, los modos de relacionamiento con los otros significativos y la capacidad de afrontar las vicisitudes de la vida.
Finalmente, en cuanto a la noción de juventud, vista desde el enfoque psicosocial, se refiere a cómo la personalidad del joven se construye a partir de la interacción con su entorno y de las relaciones interpersonales que tiene con el mundo, involucrando todos los aspectos de la vida cotidiana y su relación directa sobre la psiquis del individuo. Sin embargo, la noción de juventud debe comprenderse no solo desde los estadios de desarrollo, sino también desde enfoques sociológicos, antropológicos e históricos. Entonces, la juventud se puede entender de diversas maneras relacionadas entre sí, como plantea López (2011):
La Juventud puede definirse ya sea como construcción histórica, espacio simbólico, categoría etaria (sociodemográfica) etapa de maduración y como subcultura, a lo cual agregaríamos nosotros que es una producción sociocultural y sobre todo, una condición subjetiva con características particulares según el contexto. La juventud es entonces una condición social producida contextualmente, lo que significa un proceso de transformación constante en el tiempo y en el espacio de los sujetos que llegan a esta, y en la que solo se puede establecer su duración, características e impactos en contextos psicológicos, sociales, culturales, políticos, económicos e históricos específicos; es a partir de estos determinantes que se configura como categoría social y como concepto. La condición de juventud puede ser “habitada” por un grupo poblacional más o menos delimitado por la edad y otras variables, que adquiere o presenta expresiones diversas de subjetividad en tanto integrantes de esta condición. (p. 65)
Método
El estudio se enmarca en el enfoque de la investigación cualitativa que valida “la posibilidad de construir generalizaciones, que permitan entender los aspectos comunes a muchas personas y grupos humanos en el proceso de producción y apropiación de la realidad social y cultural en la que desarrollan su existencia.” (Sandoval, 1996, p. 32) y se propone como una metodología afín a este enfoque, en tanto se entiende como “un espacio de opinión para captar el sentir, pensar y vivir de los individuos, provocando auto explicaciones para obtener datos cualitativos” (Hamui-Sutton & Varela-Ruiz, 2013, p. 56). Puede, además, considerarse como un tipo de entrevista grupal; por lo que, la construcción del conocimiento o la información se genera de forma colectiva y allí se explora la pluralidad de experiencias, actitudes e ideas de los participantes (Hamui-Sutton & Varela-Ruiz, 2013).
El Grupo focal fue realizado en un encuentro virtual, vía plataforma zoom en la cual fueron convocados 8 integrantes del grupo de estudio Juventud y Comunidad, 4 hombres y 4 mujeres jóvenes entre los 20 y los 24 años de edad, de clase media, provenientes de diferentes sectores de la ciudad, estudiantes de diferentes semestres de psicología de la Universidad Católica Luís Amigó sede Medellín y pertenecientes a procesos de liderazgo y participación social juvenil.
Para la realización del grupo focal se planearon 4 preguntas que orientaron la conversación: ¿Qué es para nosotros los y las jóvenes resistir?; ¿Cómo se ha visto afectada la población juvenil de Medellín con la pandemia? ¿De qué manera la juventud ha resistido la situación en los diferentes ámbitos y niveles; es decir, ¿qué estrategias identifican? Y finalmente, ¿Cuál creen que debe ser el papel de la psicología para con los jóvenes en esta situación? Este guion de preguntas se diseñó de acuerdo con unos objetivos específicos, los cuales coinciden en su mayoría con categorías previas (o analíticas). El desarrollo del grupo focal se llevó a cabo en reunión con micrófono abierto y compartiendo en pantalla un cuadro con las preguntas y una columna para recoger las ideas de todos, las cuales iban siendo consignadas por una relatora. Además de la relatoría, se hizo grabación del encuentro. Posteriormente, la información consignada en el cuadro-relatoría y en la videograbación fue analizada y decantada en grupos de sentido que dieran respuesta a las preguntas realizadas y que se configuraron como hallazgos.
Hallazgos
Concepciones de resistencia
Inicialmente se interrogó al grupo sobre las formas de resistencia de los jóvenes de Medellín, ante la situación apremiante de la pandemia y sus efectos en todas las dimensiones de la vida. Las respuestas obtenidas a la pregunta ¿qué es resistir?, dan cuenta de una comprensión dinámica, activa, crítica, alejada de la idea de la resistencia como acciones de oposición.
En primera instancia, los participantes consideran que resistir no es solo aguantar, adaptarse u oponerse; resistir es también cuestionar, crear, proponer, otorgando a este término un carácter dinámico y con carga política:
Asocio resistir con aguantar, es lo primero que pienso en relación a lo inmediato, a la definición. Sin embargo, acorde a mis formas de pensar, actuar y relacionarme, resistir implica alzar la voz frente a lo que no me parece bien, resistir implica ir muchas veces contra corriente...y sé que para otras poblaciones implica no solo alzar la voz, sino arriesgar su vida, por defender sus derechos. (Participante n.º 4)
En esa dirección proponen también que resistir implica posturas creativas o de cuestionamiento de lo establecido: “resistencia implica creación, de algo diferente, propio...no es oponerse y ya, sino que se deconstruye o construye algo a partir de eso” (Participante n.º 7).
En segunda instancia, resistir va más allá de la pasividad negligente e implica acciones y logros concretos en el contexto; nociones como transformación, lucha, empoderamiento, acompañan esta comprensión.
Para mí, la resistencia es liberar la fuerza ideológica y política que tenemos para lograr transformaciones psicosociales, políticas, estructurales... Es una lucha por la defensa de nuestra subjetividad y formas de pensar que van encaminados al bienestar, tanto nuestro como de una sociedad o comunidad. Es empoderamiento. (Participante n.º 3)
Finalmente, se podría decir que existen entonces dos formas de resistencia: una pasiva/acrítica y otra activa/crítica. En la resistencia activa se busca denunciar, cuestionar, reivindicar; implica creación:
La resistencia crítica es el intento por subvertir lo que se nos presenta como absoluto en nuestra realidad: se muestra una realidad ya dada, cerrada, sin posibilidad de abrirse a otros rumbos... se subvierte desde el cuestionamiento de las dinámicas sociales, culturales, políticas y económicas ya establecidas. (Participante n.º 3)
De esta comprensión se desprende que resistir no es solo oponerse o adoptar posturas de resistencia acrítica/pasiva, la cual asocian con conceptos como resiliencia y otras discursividades que denominan “de lugares comunes, propuestos desde la institucionalidad” (Participante n.º 2).
Es diferente la resiliencia y el aguante; esta última es pasiva, mientras que la resistencia es activa. En la resistencia se asume una postura activa ante las situaciones complejas, no se trata solo de queja o adaptación, es una búsqueda de reivindicación de derechos. (Participante n.º 3)
Afectaciones a la salud mental y las condiciones psicosociales
En las reflexiones de los participantes en torno a la pregunta ¿Cómo se ha visto afectada la población juvenil de Medellín con la pandemia?, se pudo identificar cuatro grandes problemáticas que afectaron a la población juvenil relacionadas con el acceso a recursos, la salud física y mental, las condiciones educativas y el vínculo social.
En primer lugar, las problemáticas de desempleo, acceso a recursos económicos y mal empleo encabezan la lista, dadas las necesidades que surgieron durante la pandemia y la cuarentena, ya que los padres, cuidadores o benefactores de los jóvenes, perdieron el empleo o las fuentes de ingreso familiar se vieron disminuidas, o los mismos jóvenes perdieron su empleo, o sus emprendimientos o negocios personales debieron cerrar: “los jóvenes nos hemos visto afectados a nivel económico, ya que, o dependemos de nuestros padres y en ocasiones no podemos ayudar, o tenemos trabajos informales donde el distanciamiento social ha obstaculizado la consecución de dinero” (Participante n.º 2).
Desde otra perspectiva, la condición juvenil se convierte en un factor negativo en relación con el acceso al empleo o el mantenimiento del vínculo laboral, dada la poca experiencia o el privilegio hacia los adultos:
Las oportunidades laborales para nosotros también han disminuido significativamente debido a la contingencia, ya que se han arrebatado trabajos y también se han reducido las posibilidades de conseguir nuevos, se han pausado los procesos y las organizaciones optan por adultos mejor preparados y con mayor experiencia. (Participante n.º 6)
En segundo lugar, las problemáticas corporales (dolor de cabeza, de ojos, trastornos del sueño, mala alimentación, profundización y agudización de condiciones previas) y psicoemocionales (sedentarismo o desánimo, cansancio mental, miedo, ansiedad, incertidumbre, irritabilidad, impotencia, apatía, descuido de la higiene corporal, etc.) posiblemente como consecuencia psicosomática de la incertidumbre, el encerramiento, el estrés, el hacinamiento o la reducción de espacios vitales en los entornos de vida de los jóvenes:
Pienso que la población juvenil de Medellín se ha visto afectada de diferentes formas durante la pandemia, no solo por la dificultad para encontrarse con sus pares, sino también para quienes de alguna forma responden económicamente por sus hogares, muchos de ellos sin trabajos estables, y para quienes nos vimos forzados a estudiar desde la virtualidad, quienes nos sentimos fisiológicamente, psicológicamente y emocionalmente agotados. (Participante n.º 6)
En tercer lugar, y en particular para la juventud escolarizada, tanto en bachillerato como en educación superior, las condiciones inadecuadas para la educación virtual, como carga académica excesiva, desconexión o mala conexión, falta de datos o de equipos adecuados para recibir clases, búsqueda de información, dificultad para hallar momentos de descanso, o para el entretenimiento y, finalmente, una posible deshumanización del proceso educativo expresada en desinterés de los profesores por la situación de los estudiantes y de estos hacia sus compañeros; la necesidad de ocultar las circunstancias de estudio (habitación, entorno familiar, etc., y el desconocimiento de los procedimientos y herramientas virtuales como plataformas, apps y demás, que desembocaron en deserción, pérdida del interés por el estudio o la adopción generalizada de una postura de simulación del aprendizaje (cámara apagada, micrófonos silenciados, estar conectados pero no escuchar o participar en la clase, limitarse solo a realizar las tareas) con la consecuente disminución del rendimiento académico, el nivel de aprovechamiento de los contenidos de los cursos y una baja en el nivel de aprendizaje: “nos hemos visto afectados emocionalmente por las cargas académicas que se presentan con el estudio virtual y los conflictos familiares que se pudieran exacerbar con la pandemia y cuarentena” (Participante n.º 3).
Finalmente, los participantes expresan como otra de las grandes afectaciones de la pandemia a la juventud, las dificultades para encontrarse, juntarse con sus pares en sus espacios de entretenimiento y socialización cotidianos; lugares públicos como calles, esquinas, parques, o lugares privados como centros comerciales, clubes, discotecas y centros de entretenimiento. Encontrarse con sus amores o llevar a cabo sus prácticas deportivas y culturales, ya sea en los espacios asignados para ello o en las dinámicas de apropiación urbana comunes en la población juvenil, o, para el caso de aquellos vinculados a grupos, colectivos, movimientos, continuar los procesos sociales de los cuales hacen parte, con la subsecuente disminución del tejido organizativo social comunitario:
El tema emocional se pudo ver aún más afectado por el tema del distanciamiento social, debido a que la comunicación e interacción con los pares tanto de manera recreativa como educativa, se ha reducido de manera importante, quienes, en ocasiones, pueden ser un apoyo significativo en momentos difíciles y una forma más de escapar de una realidad familiar problemática o que genere malestar. (Participante n.º 4)
Formas de resistencia juvenil
Las respuestas a la pregunta ¿De qué manera la juventud ha resistido la situación en los diferentes ámbitos (personal, familiar, social, educativo, laboral) y niveles (afectivo, psicológico, económico, social)? por parte de los y las participantes se pueden sintetizar en tres formas de resistencia. Vale decir, inicialmente, que, a pesar de haber establecido una manera de comprender la noción de resistencia en la primera pregunta, en este momento los y las participantes hacen mención a otras nociones como afrontamiento y adaptación, sin dejar de reconocer las dos posturas de resistencia evidenciadas en la primera pregunta, encontrándose en esto una actitud coherente de los participantes entre su pensar y su actuar. De igual manera cabe aclarar que no se hizo una solicitud de responder por cada ámbito o nivel de forma específica, facilitando así la expresión abierta de los participantes.
En primer lugar, los participantes plantean formas y estrategias de resistencia que conciben como adaptación, supervivencia, sin posturas críticas o reflexiones sobre la situación; desde los lugares comunes propuestos por la institucionalidad y el mercado, como hacer retos de las redes sociales, hacer compras virtuales, invertir (pasar) el tiempo en solitario o con la familia en diferentes actividades, juegos virtuales, tutoriales de todo tipo, ver seriados de las plataformas de streaming y tv, jugar con las mascotas o hacer ejercicio físico en casa, entre otros. Estas estrategias también incluyen la búsqueda o generación de trabajo desde los discursos de resiliencia, reinventismo y emprendimiento, que surgen como una manera de responder a la demanda social de hacer algo y sumarse a los lineamientos sociales de adaptación y mantenimiento del sistema capital: “resistencias críticas y resistencias acríticamente/pasivamente... muchos han resistido desde la adaptación, supervivencia, sin posturas críticas, mientras que hay quienes lo hacen desde el cuestionamiento” (Participante n.º 7).
En un segundo momento, y con mucho mayor énfasis, los participantes manifiestan que muchos jóvenes han resistido desde posturas que buscan subvertir los discursos de realidad institucionales y sociales, que niegan u ocultan los vacíos estructurales, las deficiencias del orden social y las inequidades que la pandemia evidenció o exacerbó, cuestionando, actuando, apoyando a otros desde la creatividad económica y social o desde las opciones artísticas:
Resistencia desde las posiciones críticas respecto a la institucionalidad, las formas de gobierno, injusticias, vulnerabilidad de derechos ciudadanos, apoyo a causas sociales y otras, reflexión, la adaptación subjetiva de la situación, consecución de la economía de manera independiente, lucha por los derechos, práctica de nuevas formas de vincularnos con el mundo, creatividad, arte, música, preparación académica por placer, interacción virtual con amigos, nuevas formas de estar. (Participante n.º 4)
En la dimensión económica, la autogestión y el auto sostenimiento a través de trabajos informales y semiformales, como los domiciliarios, aparecen como una estrategia de resistencia juvenil ante la escasez de empleo o contratación: “resistencia económica desde la creatividad, opciones artísticas, se estimuló la autogestión, auto sostenimiento económico, domicilios” (Participante n.º 4).
También, manteniendo vivos los movimientos y las luchas sociales con encuentros, charlas o parches virtuales, acciones concretas de apoyo individual y social, en los que se continuaba denunciando, evidenciando una fuerte postura crítica y de compromiso social de un sector de la juventud en la ciudad:
Maneras de encontrarse desde la virtualidad para resistir, parchando con charlas, dinámicas... formas de adaptarse, resistir a los desencuentros, más al principio, pero van volviendo los encuentros presenciales. Nosotros como grupo hemos resistido, cada uno desde su casa, hablando, reflexionando, encontrándonos de otras formas. (Participante n.º 7)
En los colectivos juveniles a los que soy cercana, sé que han intentado mantener el junte a partir de las redes sociales y los encuentros virtuales, al principio era una buena herramienta, pero con el tiempo los espacios presenciales hicieron mucha falta. (Participante n.º 4)
En tercera instancia, los participantes hacen alusión a otras formas de resistencia, menos notorias y tal vez sutiles, pero importantes desde el punto de vista psicológico clínico, en tanto pueden configurar síntomas de posibles psicopatologías o desajustes en la salud mental juvenil, como lo son la negación de la situación, el aislamiento, la desconexión, así como la exacerbación de trastornos psicológicos preexistentes como depresión, ideaciones suicidas, etc.; estas formas de negación o evitación se pueden evidenciar en comportamientos como callejear, (deambular por los alrededores de la casa o por la ciudad), aislarse en el celular, rechazar las medidas de bioseguridad o excesiva confianza en el no contagio: “muchos encuentros presenciales adaptándose al COVID-19, y otros naturalizan, entonces vuelven a encuentros presenciales como antes. Se parchan a jugar en el celular, a veces con cuidados bioseguros, otras veces no tanto” (Participante n.º 2). “Callejear mucho, jugar en el celular, encerrarse en el celular, otras formas de huir de las instituciones” (Participante n.º 7).
Finalmente, más allá de estas tres posibles agrupaciones de las formas de resistencia juvenil, los participantes reconocen que la juventud puede moverse entre estas posturas, de acuerdo con sus necesidades y posibilidades: “un sujeto puede pasar por todas las formas de resistencia. Movimiento del grupo entre las dos formas de resistencias, porque cada uno ha movilizado diferentes factores personales, sociales, emocionales y psicológicos, entre lo crítico y pasivo” (Participante n.º 7).
Personalmente me he resistido buscando formas de interactuar conmigo desde la escritura, el arte, el bordado, el ejercicio...y también hallando otras formas de mantener los lazos con quienes me hacían compañía desde la presencialidad, eso incluye mi familia y amigos cercanos. (Participante n.º 4)
El papel de la psicología frente a la juventud
Ante la pregunta ¿cuál debe ser el papel de la psicología para con los jóvenes en esta situación? propuesta por los mismos participantes del grupo focal, dada su condición de estudiantes jóvenes de psicología, se obtuvieron respuestas que se pueden sintetizar en cuatro grupos. En primer lugar, las respuestas aluden a la necesidad que tienen las ciencias sociales, en particular la psicología, de conocer la juventud: la psicología debe estudiar, acercarse a la juventud como grupo social, implicando con ello la apertura y crecimiento de sus marcos de referencia teóricos e investigativos más allá del concepto de adolescencia, y acercándose a miradas más interdisciplinares, descentrándose del enfoque intrapsíquico:
Otras formas de resistirnos ha sido cuestionar las formas que tiene la psicología de percibir las formas que tienen los jóvenes de ser y estar bajo esta contingencia. Hay muchos papeles de la psicología, hay muchas psicologías... clínica y zonas de escucha y eso, desde la social crítica-comunitaria nosotros escuchamos y acompañamos desde el amor, la escucha y construcción conjunta. (Participante n.º 5)
En segundo lugar, se hace un llamado a despatologizar la juventud; moverse del lugar de superioridad científica, del lugar de saber/poder institucional que se mueve sobre el eje normalidad/anormalidad, desde el preventivismo y la intervención vertical, directiva, psicoeducativa y a menudo incluso culpabilizante y prejuiciosa: “La escucha activa de las necesidades de los jóvenes en esta situación y en la ‘normalidad’, respetar nuestra subjetividad y diversidad, es necesaria la despatologización, des-señalamiento, evitar los prejuicios y potencializar esta diversidad y nuevas formas de pensar” (Participante n.º 3).
En tercer lugar, escuchar realmente a las juventudes. Esto implica generar espacios no simulados ni controlados para su expresión y diálogo:
¿Realmente existe un papel? ¿Una juventud? La pregunta va dirigida a qué psicología, si hablamos de una social, de una positivista… realmente se podría poner un apellido a esa pregunta como tal, siendo el caso, ese dicho papel es tener en cuenta, no dejarlos “en la oscuridad”, no rechazarlos, escucharlos, entenderlos, generar espacios de diálogo de manera en que todos estén incluidos, no donde alguien te venda la idea de ser escuchados. (Participante n.º 5)
En cuarto lugar, diseñar “con” ellos, no “para” ellos y ellas, estrategias de salud mental, posibilitar su participación en espacios de investigación, construcción de saberes y toma de decisiones, fomentar grupos y procesos de construcción conjunta de saberes y estrategias de intervención y promoción de la salud mental juvenil, incluso desde perspectivas interdisciplinares, dando lugar a los mundos de vida y a la capacidad crítica y creativa de esta población.
Ser parte de la enseñanza, no ponerse en el lugar del poder o saber, construir y aprender con nosotros, construir, compartir e interactuar como pares y como seres que también podemos aportar de muchas maneras a la sociedad para beneficio mutuo. El papel de la psicología no debería ser de frenar, parar, controlar... es acompañar los lugares que asumen las juventudes, escuchar porqué están ahí, y disminuir el riesgo desde el apoyo. (Participante n.º 5)
Discusión
Los hallazgos obtenidos en las preguntas relacionadas con las formas de resistencia juvenil se podrían mirar a la luz de la teoría de los modos de subjetivación juvenil propuesta por López (2011) para quien, “la experiencia subjetiva juvenil, es decir, las formas de ser y estar juveniles en el contexto contemporáneo, parecen tener unos modos de expresión que giran en torno a la adscripción/integración; la resistencia/crítica y la reclusión/evitación” (p. 17). Así, los comportamientos descritos como de adaptación, supervivencia o de resistencia pasiva, podrían asociarse al modo adscripción/integración, tal como plantea López (2011):
La juventud acepta vivir en las tensiones de la contemporaneidad, acepta el modelo capitalista como adecuado y conveniente. Sus fines vitales son el goce, el consumo, el control y el mantenimiento del orden. Busca siempre hacer parte de este y promueve todas las acciones que sean necesarias para impedir su destrucción. Su visión del mundo es esperanzadora y deja a la ciencia y la política la solución de los problemas fundamentales. Su aporte consiste en cumplir el orden. (p. 18)
Igualmente, los comportamientos asociados a posturas críticas, proactivas, de denuncia o de aporte a la solución de problemáticas, pueden ser vistos desde el modo resistencia/crítica; en este, de acuerdo con López:
La juventud tiene cierto nivel de comprensión de las tensiones del modelo. Su vida gira en torno a la realización de acciones para evitar un mayor efecto negativo de estas en su existencia y en la de otros. No persigue por tanto hacer parte del sistema e incluso en la medida en que adquiere una mayor claridad propugna por su destrucción o su transformación. (López, 2011, p. 18)
Por último, los comportamientos relacionados con la negación o la naturalización de la situación, el aislamiento, la desconexión y la evitación de la realidad podrían asociarse al modo reclusión/evitación, planteado por López (2011); en este:
los y las jóvenes reconocen en menor grado el funcionamiento del sistema; parecen indiferentes, pero en realidad se sienten impotentes para modificarlo e inseguros para diferenciar si es o no conveniente. El resultado es una sensación de estar atrapado en un modo de vida que se manifiesta en temor frente a los riesgos que se generan y soledad, por la tendencia al aislamiento producto de ciertas prácticas individuales. (p. 18)
Estos modos no son, como el mismo autor plantea, excluyentes y estáticos y no deben entenderse como tipos de personalidad, sino como formas de expresión de la subjetividad que posibilita a la juventud transitar en alternativas de comportamiento adaptativo, de resistencia o de defensa ante los cambios de la realidad.
Igualmente, se puede encontrar relación entre algunos de los hallazgos obtenidos, con las psicopatologías generadas o exacerbadas a partir de la pandemia, en la población juvenil. Si bien se evidencia que los jóvenes han encontrado maneras de resistir y afrontar la situación de aislamiento, ya sea tomando medidas de bioseguridad o negando la situación y saliendo sin control alguno, es evidente también que se han visto afectados por las implicaciones sociales y educativas que la pandemia trajo consigo. El miedo, la incertidumbre, las problemáticas económicas, el desempleo, entre otros, generaron en la población juvenil síntomas y trastornos de ansiedad, depresión, ideaciones suicidas o comportamientos violentos, y en quienes ya padecían algunos de estos, pudieron exacerbarse.
De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (2020), para julio de 2020, en 23 ciudades del país, el 40,3 por ciento de las personas entre 10 a 24 años reportaron haber sentido preocupación y nerviosismo con la nueva realidad; además “los jóvenes tienen una mayor incidencia en el síntoma de irritabilidad (17,4 %) con respecto a los demás grupos de edad” (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2020, p. 57). Sin mencionar la insuficiente atención de esta situación por parte de las entidades competentes, o como se destaca en los hallazgos, la necesidad de que la psicología y la institucionalidad se planteen otros modos de construir con los jóvenes, escucharlos, adentrarse en su particularidad, y no limitarse a la patologización de estos, lo cual promueve y perpetúa en los medios de comunicación esta mirada.
Finalmente, se presentan formas románticas o idealizadas de la resistencia, cuando se proponen actividades lúdicas, artísticas, culturales, deportivas, zonas de escucha o de expresión emocional, etc. como solución a los trastornos o síntomas psicológicos generados por la pandemia, y no se dimensiona la afectación de estos sobre algunos jóvenes, lo que ha conllevado a que no se busque la ayuda y atención necesaria y suficiente para reconocer y tratar estos malestares y por consiguiente, a que se agudicen los síntomas y provocar situaciones más graves. Como reitera Hurcaya-Victoria (2020) sobre los efectos de la pandemia en las personas con trastornos psicológicos y/o psiquiátricos: “la ignorancia del impacto diferencial de la pandemia en estos pacientes no solo obstaculiza cualquier objetivo de prevenir una mayor propagación de la enfermedad, sino que también aumenta las desigualdades de salud ya existentes” (p. 330).
Conclusiones
La juventud adopta formas de resistencia, una pasiva/acrítica, otra activa/crítica y una de carácter evitativo o de negación de la realidad. En la resistencia activa se busca denunciar, reivindicar, adoptando posturas creativas o de cuestionamiento de lo establecido, que da cuenta de una comprensión dinámica, activa, crítica, alejada de la idea de la resistencia como acciones de oposición.
La juventud de Medellín ha vivido circunstancias difíciles durante la pandemia y en particular en el marco de las medidas de cuarentena y restricciones de movilidad; sus dinámicas económicas, relaciones sociales y familiares, así como su salud física y mental se vieron deterioradas, evidenciando o exacerbando problemáticas preexistentes.
La juventud desarrolló durante la pandemia una serie de estrategias conscientes o espontáneas para resistir la situación: desde la adaptación pasiva a la situación, pasando por la implementación de estrategias de supervivencia, hasta la resistencia crítica y proactiva que trató de aportar soluciones a la situación. Igualmente, las actitudes o comportamientos de huida, negación o evitación de la situación estuvieron presentes.
Se hace necesario revisar el posible lugar de preponderancia científica y la concepción psicopatologista del hacer psicológico, así como de la delimitación disciplinar, ampliando su mirada hacia otras formas de lectura y acercamiento, en este caso hacia el sector poblacional juvenil, en las que primen la escucha y la construcción conjunta de diagnósticos y soluciones. En este sentido, las psicologías sociales emergentes, críticas y comunitarias, así como la clínica de lo psicosocial, van abriendo horizontes.
El sector poblacional de la juventud no cuenta con sistemas de seguimiento y medición específicos y continuos para la salud mental. Los datos estadísticos que se tienen no poseen la vigencia necesaria e incluso deben ser extrapolados de las mediciones realizadas a grupos poblacionales similares (estudiantes, población adulta, etc.).
La experiencia de grupo focal con actores significativos (ya sea expertos o población directamente involucrada en la temática abordada o con alto grado de conocimiento) se destaca como una estrategia que produce saber útil y contextualizado independientemente de ser implementada en marcos investigativos de mayor envergadura.
Conflicto de intereses
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.
Referencias
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Notas de autores
Manuel López García
Magíster en estudios Socioespaciales INER – U de A. Docente Universidad Católica Luis Amigó – UPB. Integrante del grupo de estudio Juventud y Comunidad, Medellín-Colombia. Contacto: manuel.lopezar@amigo.edu.co, https://orcid.org/0000-0001-6135-3780
Solangie Manco Quintero
Especialista en adicciones, Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del grupo Juventud y Comunidad, Medellín-Colombia. Contacto: solangie.mancoqu@amigo.edu.co, https://orcid.org/0000-0003-3555-3556