Artículo de reflexión no derivado de investigación

La psicopatología como máscara de la existencia

Psychopathology as a mask of existence

Recibido: 10 de mayo de 2022 / Aceptado: 7 de junio de 2022 / Publicado: 1 de julio de 2022

Cristian Daniel Londoño Hernández

Forma de citar este artículo en APA:

Londoño Hernández, C. D. (2022). La psicopatología como máscara de la existencia. Poiésis, (43), 146-151.

https://doi.org/10.21501/16920945.4375

Resumen

La psicopatología en la actualidad es analizada y comprendida desde una perspectiva objetivista, dejando de lado la relación que el sujeto mantiene con su propia existencia, enfatizando simplemente en lo observable, lo medible y lo cuantificable. Desde el enfoque humanista-existencialista se busca dar una comprensión de la misma desde una perspectiva fenomenológica, la cual permite relacionar la experiencia inmediata y la construcción de la realidad de cada individuo, y como una incoherencia entre ambas puede llevar a la angustia, y por ende a la negación de la libertad, el deseo, la voluntad y la intencionalidad.

Palabras clave:

Angustia; Existencialismo; Fenomenología; Humanismo; Máscara; Personalidad; Psicopatología.

Abstract

Psychopathology is currently analysed and understood from an objectivist perspective, leaving aside the relationship that the subject maintains with his own existence, simply emphasizing what is observable, measurable and quantifiable. From the humanist-existentialist approach, we seek to provide an understanding of it from a phenomenological perspective, which allows us to relate the immediate experience and the construction of the reality of each individual, and how an inconsistency between the two can lead to anguish, and therefore This leads to the denial of freedom, desire, will and intentionality.

Keywords:

Anguish; Existentialism; Phenomenology; Humanism; Mask; Personality; Psychopathology.

“Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo menos de una cosa; la libertad de elegir como responder a esas circunstancias” Viktor Frankl.

Etimológicamente la palabra psicopatología está constituida por léxicos griegos que son: psykhe (alma), pathos (malestar) y logía (estudio de), dando como significado el estudio del malestar del alma, concepto que se aleja más y más del pensamiento actual de la misma, el cual se ha centrado en su análisis y comprensión desde una perspectiva netamente objetivista, dejando de lado la relación que la persona mantiene con el mundo y a partir de ello, con su propio vivir (De Castro et al., 2007). Es innegable la importancia que tienen los estudios objetivos dentro de la comprensión de elementos básicos de la patología que encarna el individuo; no obstante, a la hora de comprender el malestar presente en la existencia del sujeto, es primordial tomar en consideración su experiencia inmediata, la construcción de su propia realidad, y como una posible incoherencia entre estas dos genera malestar en su cotidianidad.

Ya Yalom (1984) daba una comprensión de la psicopatología desde el enfoque humanista-existencialista, el cual la ve como un mecanismo improductivo y abrumador resultante de la confrontación de los principios básicos de la existencia, lo cual lleva a la angustia; en pocas palabras, la patología es la imposibilidad de enfrentar las inclemencias de la realidad llevando al sujeto a negar la libertad, la voluntad y la responsabilidad, supuestos básicos de su condición de ser-en-el-mundo. Es la incapacidad de enfrentar el vivir y el intento desesperado por adaptarse a una determinación social incongruente con los deseos individuales lo que lleva al malestar, dado que, al limitar la capacidad creadora intrínseca de cada ser, lleva a este a dejar de lado su deseo individual, y por ende la potestad y responsabilidad de construir continuamente su experiencia y proyecto en el mundo.

Si bien la psicopatología es la máscara que cada ser porta ante las inclemencias de la realidad, ¿Qué se esconde detrás de esta faceta?, la respuesta a ello es la angustia o la también llamada ansiedad, la cual puede ser comprendida como un fenómeno que se crea y emerge a la realidad del individuo, precisamente, por la facultad que es inherente al ser humano de afirmar y defender lo verdaderamente importante para su existencia (Boss, 1979). Es la alarma psíquica que muestra cuando los cimientos y proyectos individuales que son vitales para el pleno desarrollo del ser se ven amenazados. La experiencia de la ansiedad podría comprenderse desde el enfoque humanista-existencialista a partir de sus formas constituyentes, siendo estas la forma constructiva y la forma destructiva (May, 1990b). Es la manera como la persona valora, enfrenta e integra su propia realidad lo que le permite reconocer la forma que está toma en la expresión de su ser.

Ciertamente es la capacidad de darle sentido a la vivencia de la ansiedad lo que lleva al sujeto a tener una perspectiva constructiva de la misma, pero ¿Qué genera el malestar en la experiencia del ser humano? Según De Castro (2005) esta se genera “debido a que no hay seguridades absolutas en la vida que nos garanticen que vamos a ser siempre capaces de lograr o alcanzar aquello que tanto buscamos o anhelamos” (p. 46), podríamos decir que la angustia hace frente en la existencia del hombre cuando se impugna el sentido de vida del mismo, y por ende sus deseos y objetivos; sin embargo, son estos momentos de profunda incertidumbre necesarios en la vida del sujeto, ya que tal como plantea Kierkegaard, la angustia es una señal que siempre permite solucionar lo que generaba desesperanza, es la capacidad de reevaluar las idealizaciones del individuo y poner en tela juicio lo que se considera como una experiencia amenazante hacia el ser (De Castro, 2011).

Ahora bien, si la angustia es la posibilidad de cuestionar la propia existencia del sujeto, es la libertad la facultad de asumir, sobrellevar y vivir de manera constructiva la misma (May, 1990b). La libertad es en realidad la capacidad de reconocer los determinismos que crean limites en la experiencia de cada individuo, con el fin único de superarlos y alcanzar la realización que solo puede ser lograda en el relacionamiento con las características que vienen dadas en su condición de ser-en-el-mundo. De manera curiosa, en la condición del ser humano, a mayor conocimiento de sus limitaciones y determinismos, mayor será su autonomía, puesto que, es en el conocimiento consciente de su construcción como ente donde radica de forma veraz la independencia. Tal como menciona May (1988) esta es “la capacidad de detenerse ante estímulos venidos de muchas direcciones al mismo tiempo y, en una pausa, poner el peso de uno mismo en cierta respuesta antes que en las otras” (p. 54). Dando a entender con ello que no existe hombre libertado sin deseo, voluntad e intencionalidad.

Son por ende el deseo, la voluntad y la intencionalidad que bañan cada fenómeno que encara el ser humano lo que le permite estar libertado ante las limitantes sociales que se establecen en la experiencia cotidiana, que en la sociedad contemporánea solo busca condicionar la conducta del hombre en búsqueda de objetivos efímeros y materiales, los cuales no son solución al vacío creado por la incongruencia existente entre esas aspiraciones individuales y colectivas que ejercen presión directa sobre la existencia del individuo. Es el deseo en la vivencia humana el impulso que encamina la confirmación de lo verdaderamente valioso en la vida de cada sujeto, es en sí, la creación imaginaria de las posibilidades del ser; que solo puede ser conducido a la acción a través de la voluntad, la cual constituye en la vivencia del deseo la responsabilidad con esa creación imaginaria, y la disposición a experimentar la realidad de manera completa, siendo coherente con la motivación que permite la autonomía en la vida del experimentador. Tal como lo nombra Yalom (1984) “Uno inicia la acción deseándola, y la pone en práctica mediante la elección” (p. 366).

Deseo y voluntad mantienen una relación dialéctica en la andanza del hombre, las cuales, al ser integradas de manera saludable en la experiencia del individuo permiten la formación constructiva de la angustia, permitiendo en el ser un proceso creativo que le llevará a la resolución positiva del malestar generado por la incongruencia entre sus ideales, y los ideales del otro. Solo cuando deseo y voluntad son organizados en la estructura psíquica del hombre de manera congruente y consciente se puede hablar de intencionalidad, la cual, según May (1990a) se puede comprender como “la estructura que da sentido a la experiencia” (p. 182). la intencionalidad es la perspectiva a futuro que se forma en la integración narrativa del sujeto a partir de la compresión de sus necesidades básica, sus anhelos, sus ideales y la condición de libertad que le atraviesa. A pesar de ello, la intencionalidad fácilmente se puede ver interrumpida por la enfermedad, la cual se presenta en la vivencia del hombre cuando deseo y voluntad se experimentan de manera incongruente, llevando a la persona a la desesperanza y a la creación de una angustia destructiva, la cual, encamina a la patología.

Es indiscutible que las ilusiones, las vivencias y las narrativas del individuo actual se encuentran sujetas a sociedades que fomentan la creación de patologías en la existencia del hombre. La necesidad constante de efectividad y rendimiento en demandas académicas y laborales, además de un aumento significativo en las relaciones sociales sin la creación de un vínculo profundo lleva a la persona a la enfermedad, a la carencia de deseo y voluntad, a la limitación de su libertad por el cumplimiento de la demanda externa y, por último, a la normalización de la ansiedad destructiva, la cual, obliga al sujeto a perder su intencionalidad y, por ende, el sentido de su existir.

Ahora bien, Tal como plantea May (1977) citado por De Castro y García Chacón (2011) “En algún momento moriremos, pero aún no estamos muertos” (p. 131). Es la capacidad del hombre de darle un significado a su existencia y de construir con este mismo sentido su propio mundo lo que le da esperanza a su vivir. Allí radica la posibilidad de alejarse del destino social, y construir un destino propio a través de la marcha, solucionando el dilema de su existir, siendo sujeto y objeto de la experiencia del vivir, actuando con ilusión, responsabilidad, conocimiento y libertad. Esta faceta que se utiliza frente a las inclemencias de la realidad solo puede ser quitada del ser humano cuando deja de luchar contra las tendencias contrarias, cuando deja de lado la rivalidad entre su independencia y los límites colectivos, y comprende que ambas tendencias son necesarias en su proyecto para convertirse en una persona mentalmente sana.

Conflicto de intereses

El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

Referencias

Boss, M. (1979). Existential foundations of medicine and psychology. Jasón Aronson.

De Castro, A. (2005). Comprensión cualitativa de la experiencia de ansiedad. SUMA psicológica, 12(1), 61-76.

De Castro, A., Cardona, E., Gordillo, M. A., & Támara, S. (2007). Comprensión de la experiencia de ansiedad en un estudiante que pertenece a un grupo artístico de la Universidad del Norte de la ciudad de Barranquilla. Psicología desde el Caribe, (19), 49-80. https://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/psicologia/article/view/2126/9346

De Castro, A. (2011). Fundamentos de psicoterapia existencial en Norteamérica. En E. Martínez Ortiz (Comp.), Las psicoterapias existenciales (pp. 91-117). Manual Moderno.

De Castro, A., & Chacón, G. (2011). Psicología clínica: fundamentos existenciales. Ediciones Uninorte.

May, R. (1988). Libertad y destino en psicoterapia. Central.

May, R. (1990a). Amor y voluntad. Gedisa.

May, R. (1990b). La psicología y el dilema del hombre. Gedisa.

Yalom, I. (1984). Psicoterapia existencial. Herder.W

Notas de autor

Cristian Daniel Londoño Hernández

Estudiante pregrado en psicología; Universidad Católica Luis Amigo, Medellín-Colombia, Contacto: cristian.londonohe@amigo.edu.co, ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3551-4258