Artículo de reflexión no derivado de investigación

El sentido de la violencia y el desplazamiento

The sense of violence and displacement

Recibido: 25 de enero de 2021 / Aceptado: 8 de julio de 2021 / Publicado:

Marisol Castaño Suárez

Forma de citar este artículo en APA:

Castaño Suárez, M. (2022). El sentido de la violencia y el desplazamiento. Poiésis, (42), 74-82. https://doi.org/10.21501/16920945.4353

Resumen

La teoría expuesta en el presente texto se relaciona con los sentimientos de las personas víctimas del desplazamiento forzado; además del sometimiento al ser parte de una estructura sociocultural que vulnera su dignidad e identidad, obligándolo a permanecer oculto y en silencio porque el miedo no le ofrece alternativas. Dado lo anterior se mencionan elementos afines con el sentido del sufrimiento y su relación con el significado y significantes de la violencia y el desplazamiento, señalando transformaciones del sentido de ambos fenómenos socioculturales a partir de la implicación psicosocial, esgrimiendo reflexiones que surgen de algunas prácticas investigativas y de intervención en una situación concreta en tiempo, lugar y espacio.

Palabras clave:

Sentido; Significación; Significado; Violencia; Desplazamiento; Dolor; Implicaciones psicosociales.

Abstract

The theory presented in this text is related to the feelings of the victims of forced displacement; in addition to the subjugation of being part of a sociocultural structure that violates their dignity and identity, forcing them to remain hidden and silent because fear does not offer alternatives. Given the above, elements related to the meaning of suffering and its relationship with the meaning and signifiers of violence and displacement are mentioned, pointing out transformations of the meaning of both sociocultural phenomena from the psychosocial implication, wielding reflections that arise from some research and intervention practices in a concrete situation in time, place and space.

Keywords:

Sense; Signification; Meaning; Violence; Displacement; Pain; Psychosocial implications.

Introducción

Este artículo emplaza los significados de violencia y desplazamiento y su sentido en un momento histórico y lugar del país, lejos de considerarlos condiciones que se sustentan como la base para el cuidado de la vida. Resulta importante reflexionar sobre lo aquí expresado, en relación con las pocas oportunidades, la inseguridad y el despojo, como consecuencias de la violencia; visualizar el efecto desatinado de estas y otras expresiones de violencia sobre la población desplazada; y proponer agendas mínimas que intenten erradicar este fenómeno como lógica que regula los conflictos y que además puedan constituir la base para la construcción de paz con sentido social en Colombia, puesto que saber de la existencia de desplazados, víctimas y victimarios en el país, debe agitar no solo la conciencia del ciudadano común, sino también de quienes tienen en sus manos el poder de decisión para tratar de contrarrestar ese dolor humano muchas veces convertido en paisaje rutinario y que esconde todo un sentido en las vivencias violentas de muchos infortunados.

No se sabe sobre el sentido del sufrimiento o dolor del otro, ya que este es una construcción que se da a partir de la experiencia vivida y se va accediendo a él mediante un proceso. Por eso, definirlo es como una emanación de un sistema, sería cerrar el paso a paso del significado y la significación, y su apertura a lo imaginario; claro evento vivido por una persona en estado de indefensión, víctima de la violencia o del desplazamiento. Pero entonces, ¿cuál es el sentido de la violencia y el desplazamiento? Podría afirmarse que es todo aquello que tiene que ver con el entendimiento o la razón de ser de un hecho o acontecimiento y que trae consigo o conlleva a un síntoma o señal premonitora o que igualmente puede esperarse como una consecuencia.

A dicho cuestionamiento vale la pena puntualizar que ninguna violencia ni sus consecuencias tales como el desarraigo, la pobreza, la discriminación, la crisis de identidad y el desplazamiento cobran sentido alguno, pero sí develan significado cuando por ejemplo el sujeto, objeto de desplazamiento, llega a un punto de comprensión del acto vivido que suele manifestarlo a través de la palabra; parafraseando a Gadamer (1975), el habla articula la interpretación del significado y los significantes por cuanto le da sentido a la comprensión del cúmulo de significados a partir de los prejuicios que constituyen una razón inicial de los acontecimientos, lo que en otras palabras Gadamer denominó como anticipación de sentido. Lo que significa que el sujeto interpreta las realidades a través de los filtros que ha recibido de la cultura, que para este caso se trata de una cultura de violencia que lo ha llevado a una posición de víctima y victimario.

En el significado de lo que el ser humano experimenta, tal como lo expone Gadamer, debe existir entonces una conexión emocional con el hecho de ser parte de un proceso psicoterapéutico. Si nadie se pronuncia desde esta perspectiva, entonces no se gestan cambios y por ello, el sujeto debe regresar a su conexión con la espiritualidad personal de tal modo que lo conecte con esa comprensión sofisticada del ser, creando otros escenarios posibles favorecedores de sus valores, de sus formas de hacer, de su futuro.

Lo significante de la situación de la violencia respecto al fenómeno del desplazamiento avecina un salto en la evolución de la conciencia de la especie humana, un salto más allá de la individualidad, porque lo que se tiene es un ego desarrollado desde una configuración negativa que no alberga el sentido de comunidad, de estar acompañados, de vivir experiencias alentadoras hacia la comprensión de una y otra praxis que se registra en la capacidad de analizar y de vivir experimentando la unidad, sin ninguna clase de diferenciación entre los Yo. Esto quiere decir práctica de autonomía, para que el individuo desarrolle su poder creativo y en esta medida se libere de las cargas emocionales, para lograr unirse como unidad y como grupo, aunque desde una mirada de lo natural. Autonomía y comunión no se pueden dar al mismo tiempo, pero sí ocupan el mismo espacio; se hacen historia en el mismo tiempo y en esa medida experimentan que son una conciencia y simultáneamente cada uno vive su autonomía.

Este engranaje de ideas implica que en el devenir del acto de la violencia y sus consecuencias se toma la significación, y esta puede coincidir con el significado cuando el sentido no involucra afectos displacenteros y efectos que tengan incidencia negativa sobre el yo de quien vive la situación; es algo así como la narrativa expresada en la literatura grecorromana con la Ilíada y la Odisea, en donde la primera la historia se escribe a partir del episodio escuchado y en la segunda, lo escrito es producto de la narrativa de quien vivió la historia. Es decir, el uso real por el oyente hablante de una lengua, al margen de las teorías o profesiones, no habla de significaciones que sean iguales, dado que la experiencia, por ejemplo no es vivida por un tercero sino más bien por el protagonista, y esto hace que cambie el contenido y por ello la significación; en el sujeto tiene énfasis implicando una posición del mensaje absolutamente diferente a como lo entendería otra persona, por más que tenga la mejor intención de entender. Inútil será decir que la violencia o el desplazamiento, al margen de cómo se haya vivido, tiene la misma trágica connotación en los contextos actuales así cobre relevancia emocionalmente porque muy diferentes son las expresiones, sentidos, significado y significante de quien pasó por estos vejámenes frente a quien convierte los hechos en objeto de investigación.

Se trata de entender que cada persona tiene una relación distinta con eventos catastróficos, por ejemplo, un afecto diferente hacia los muertos, hacia las atrocidades con las madres y lo que es peor, con los niños; es una forma diferente de sentir que se da con base en sus experiencias previas, ya que tanto el tiempo como la forma, son absolutamente diferentes en cada persona para superar el ser víctima de la violencia o el desplazamiento. Galtung (2003) habla sobre la dinámica de la generación de la violencia en los escenarios sociales y hace referencia a tres tipos de violencia: la directa, que es la que puede sufrir una persona en un momento dado y realmente es visible; la violencia estructural que se centra en aquellas estructuras que no permiten la satisfacción de las necesidades básicas y su resultado con víctimas y victimarios; y, por último, la violencia cultural que legitima todos los actos de violencia, convirtiéndose en una actitud fuerte por parte de las personas, y lo peor de todo ello es que naturaliza las dos violencias anteriores con sus consabidas consecuencias como el desplazamiento.

Desde la psicología social emergen implicaciones psicosociales que permiten configurar nuevos lenguajes, significados y significantes que permitan, por un lado, desnaturalizar todo hecho que alimenta la violencia, y por el otro posibilitan el empoderamiento hacia las comunidades o grupos sociales para que doten de sentido sus realidades presentes, contrarrestando las formas y las nuevas maneras sobre cómo se ha venido legitimando la violencia como estrategia para proteger la vida.

Ponerle palabras a la violencia o el desplazamiento (al acto vivido como acontecimiento) permite tener sobre él más dominio, más sensación de saber qué pasó, en cada casa, camino, o en cada montaña. Si esto no ocurre así, se convierte el acto en el todo; lo simbólico ya no referencia nada y se entra en un dolor abominable frente al sufrimiento mismo. Desde esta perspectiva es importante preguntarse: ¿la relación entre lo expresado y lo vivido en el Municipio de El Peñol durante el año 2009, con la violencia y el desplazamiento que sufrió un buen porcentaje de la población, puede llegar a generar un cambio que permita a las personas buscar el sentido a su vida?

Se da respuesta a esta pregunta desde la fuerza de religancia que insta a una nueva dinámica de estar en el mundo, tal como lo enseñaron algunos pensadores de antes de Cristo, como es el ejemplo de Heráclito de Efeso (siglos VI–V a. C.), cuando da lecciones con relación al cambio:

Heráclito sostiene la doctrina contraria a Parménides. Heráclito se planteó el problema del cambio y del conocimiento. Para Heráclito todo fluye y nada está en reposo, las cosas están en movimiento constante, aunque nuestros sentidos no se percaten de ello. Son bien conocidos dos de sus fragmentos más famosos: No podemos bañarnos dos veces en el mismo río y no se puede tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, sino que a causa de la impetuosidad y la velocidad de la mutación se recoge y se dispersa, viene y va; y Bajamos y no bajamos al mismo río, nosotros mismos somos y no somos. El río es, aparentemente siempre el mismo, pero, en realidad, las aguas en las que podemos sumergirnos siempre no son las mismas que aquellas en las que nos sumergimos por primera vez, y nosotros mismos también cambiamos y somos alguien distinto al que éramos cuando comenzamos a sumergirnos. (Coderch, 2012, p. 42)

Dado a lo anterior, se puede entender que el sentido de la vida pasa por toda una propuesta de implicaciones psicosociales hacia la construcción de una perspectiva situada, como lo expresa (Guarderas, 2018, p. 3), la cual tiene como objetivo forjar sumarios de concientización y de construir nuevas significaciones que permitan enlaces más humanos.

En este ámbito, la tesis que se pretende defender corresponde a la idea planteada por Guiraud (1997, como se cita en Guarín Ocampo, 2012), la cual señala que el sentido existe aunque el sujeto no lo reconozca, pero cuando lo reconoce, puede tener mayor arrojo de sus acciones, asumiendo una actitud en la que no se espera el reconocimiento y afrontando con un Yo fuerte las consecuencias.

Cada vez que el sujeto exponga sus propias tragedias conlleva una manifestación de cuidado, y paralelamente debe existir un cuidador, que debe tener claro que su función de acuerdo con el rol que asume (el Estado, el profesional psicólogo o compañero) ha de ser muy diferente, teniendo en cuenta todo un proceso propio de implicaciones psicosociales para lograr un resurgir de la persona, como el ave Fénix. Es claro que toda expectativa del sentido es, en esta medida, una anticipación de sentido. A esto Gadamer le da el estatuto de axioma hermenéutico porque muestra cómo alcanzar una unidad de sentido entre el todo y las partes.

Acorde con las ideas de Guarín Ocampo (2012), el sentido cobra el valor de sujeto de la enunciación, que desde la subjetividad se reconoce en su alocución y que es posible que no necesite de aseguradores para posesionarse sobre el trabajo personal que ha venido elaborando en su historia de vida, y viene siendo sujeto de la anunciación porque no abarca todos los aspectos que le dan sentido a la vida. Por lo cual es posible que se tengan presente sucesos dificultosos que en su desarrollo psicosocial aún se evidencien angustias un tanto rigurosas, no posibilitan a los propios significantes elaborar otros sentidos mejores; por ello los grupos de apoyo, grupos comunitarios y grupos sociales cohesionados con un mismo fin para las personas víctimas de desplazamiento o violencia, son los verdaderos propiciadores del inicio de un cambio de vida, de una asunción de sentido, donde sea posible proliferar en acciones simbólicas y personales, mostrando y recreando la historia, trayendo a la realidad la memoria individual, histórica y colectiva, dándole vida a los museos que le dan paisaje a los acontecimientos y que convocan a no olvidar, pero sin sufrimiento y garantizando que mientras se sana del dolor, se asegurará de que no le pase a otros.

Los grupos de todo tipo, incluyendo a quienes fueron víctimas de la violencia o del desplazamiento en el municipio de El Peñol, fundamentan su hacer sobre la utopía del no olvido, por lo cual todo lo que socialmente hagan para conseguirla, o por lo menos aproximarse a ella, es absolutamente válido y no necesita la aprobación de quienes no compartan sus ideales, pero sí deberían tener la actitud de tolerancia, apoyo y compromiso de los entes que se dedican a coadyuvar, mientras que a la psicología social le cabe la responsabilidad de introyectar en su quehacer la práctica investigativa e incorporar la memoria histórica y la verdad de cualquier acontecimiento vivido, como formas de reparación individual y colectiva, tal como lo ha expresado Barrero (2012).

Por ello, las implicaciones psicosociales centradas en la recuperación de los acontecimientos históricos, a partir del desarrollo de procesos investigativos para conocer y comprender esos contextos, deben aportar desde una perspectiva de transdisciplinariedad respuestas a interrogantes como: ¿dónde se presentan los conflictos?, ¿cómo se configuran los vínculos en dichos escenarios y/o contextos?, y a su vez las relaciones de poder preguntarse: ¿cuáles son esos discursos que se han construido para mantenerlos? y ¿cuáles son los metacontextos que se han estructurado a lo largo del tiempo?

Ser un profesional que atiende este llamado para ayudar a las víctimas de la violencia, implica sentir y conocer la memoria histórica del país, así como sus realidades, significa reflexionar y actuar frente a cómo se han configurado los pensamientos, en medio de este conflicto político, que ha tenido como resultado un proceso de acumulación de tensiones sociales, donde se han construido creencias, costumbres y valores que se fueron perpetuando en una memoria ingenua sin posibilidad de movilización. Así, la violencia se ha convertido en una costumbre, la cual desde una mirada política lo que busca es atender intereses de clases sociales, luchas por el poder y tal vez desaparecer al otro, dando lugar a una guerra psicológica precisamente porque apunta al nivel consciente buscando que las personas se sometan o asuman lo que se está planteando desde la guerra, causando sumisión.

Es por ello que a la guerra psicológica no le importa qué piense, ni que usted sea creativo y que desarrolle sus estructuras intelectuales trayendo como consecuencias fragmentaciones de la memoria colectiva, destrucción de la subjetividad, impotencia y sentimientos de angustia, de dolor y de desesperanza; de ahí que el compromiso en las intervenciones psicosociales deben ser ético-políticas, contra la muerte, la violencia, el desplazamiento, la desaparición física o simbólica, la exclusión y la segregación, por lo cual si se quiere ser protectores de lo que ocurre en el país, necesariamente hay que pensar que es posible e importante construir otros lenguajes y otras praxis para la psicología colombiana. En este orden de ideas, Baro (1998, como se cita en Barrero, 2012), con relación a la intervención psicosocial, plantea que:

La primera forma de intervención psicosocial necesariamente tiene que ser la recuperación de la memoria histórica, pues esta permite a la persona: Descubrir en su dominio sobre la naturaleza, en su acción transformadora de las cosas, en su papel activo en las relaciones con los demás. Todo ello le permite no sólo descubrir las raíces de lo que es, sino el horizonte de lo que puede llegar a ser. Así, la recuperación de su memoria histórica ofrece la base para una determinación más autónoma de su futuro. (p. 128)

Recuperar la memoria histórica conlleva a la memoria crítica que permite la construcción de una conciencia más clara y tangible en la praxis, siendo portadora de autonomía y racionalidad, consintiendo en el otro el autodominio de sí, lo que permite darle sentido a su vida y a su proyecto de vida, pero con reflexión ética y crítica para asegurar que no se sigan repitiendo las atrocidades que quedaron alguna vez en la impronta de cada víctima, la mismas que alguna vez compartió sus experiencias vividas; a ellos y ellas, reconocimiento por permitir adentrarse en su esencia, y por hacer de quien escucha un ser humano más humilde y más sencillo, no solo desde la práctica profesional, sino desde las comprensiones y entendimientos de lo que es un verdadero campesino, que valora su tierra y que tiene un porqué vivir, que pese a los acontecimientos habidos aún le encuentran sentido a su presente y a lo que falta por vivir.

No hay que desconocer que el puñado de mujeres y hombres que regresaron a sus tierras, hicieron que afloraran los recuerdos de sus experiencias vividas, pero ya de una manera diferente. Diferente en el sentido de interpretarlos con discursos distintos del pasado que ya no existe, pero que aún está en las memorias y en los caminos por los que alguna vez transitaron agobiados y humillados; es algo así como el resurgir del ave fénix el cual recuerda la efigie que se puede observar a la entrada del Municipio de El Peñol: volar para seguir volando.

Finalmente, citando a Todorov (2000), hay que reconocer que la reconstrucción de pasado constituye no solo la identidad individual, sino también la identidad colectiva y que, al hacerlo, no se está sometiendo el presente a ese pasado de desplazamientos como una de tantas consecuencias de la violencia. Significa dotar de sentido la experiencia vivida con significado y significante en contexto, donde la memoria individual ocupa la atención de multiplicidad de disciplinas para permitir la comprensión estructural neuroanatomía de cómo funciona al unísono el sistema cerebro-mente que aprende y recuerda y cómo en una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo para dar señales de la memoria colectiva.

Así pues, la memoria se construye a partir del presente y se estructura a través de las exigencias y necesidades de lo que se vive cotidianamente, sin dejar de comprender que el sentido que tiene es ser transformador de la realidad social, entregando nuevas pautas para interpretar el aquí y el ahora y, a lo sumo, nuevas formas de significación entran en escena por la participación de la memoria y por eso es que las resistencias entre lo establecido y lo instituyente pasan por la memoria colectiva: para darle paso a las prácticas sociales con naturaleza de subjetividad y carácter evolutivo, pero siguiendo leyes, por los contenidos sociales sus marcos de referencia, tales como ritos, ceremonias y otros, por los recuerdos de la gente a partir de las memorias compartidas conjuntamente y porque “se basa en el lenguaje y en la comunicación lingüística externa e interna con otros seres significativos” (Manero Brito & Soto Martínez, 2005, p. 182).

Conclusiones

Este texto deja entrever la importancia del sentido, el significado y los significantes en la esfera de problemáticas sociales como la violencia, con una de sus consecuencias: el desplazamiento, no solo en el ámbito nacional que por lo regular es abordado cotidianamente, dejando de lado los impactos de este fenómeno en las provincias y veredas del territorio nacional como la experiencia referida en el municipio de El Peñol, Antioquia.

Interpretar no solamente desde la lingüística sino también desde la experiencia vivida, permite conocer más de cerca lo que acontece, lo que siente el ser humano y lo que manifiesta a través de sus emociones. El sentido de la violencia cobra relevancia en la medida en que se entretejen los discursos que se han configurado de percepciones y de maneras de interpretar las consecuencias de lo que dejó el oleaje violento como los desarraigos, soledades, los no-lugares, ausencia de paternalismo, crisis de identidad individual y colectiva y la propia confianza en el ser humano. Es por ello que la intervención psicosocial pretende una mirada más humana, consciente y certera para hacer una mediación situada que permita empoderar las comunidades desde su idiosincrasia para volver a hacer y ser, desde una perspectiva identitaria, social y cultural, incluyente y no marginal.

Por su parte, la recuperación de la memoria individual, colectiva e histórica ha de ser el resultado de la intervención psicosocial con un soporte interdisciplinario, transdisciplinario e investigativo, para que las comunidades vuelvan a sus presupuestos éticos desde una cosmovisión ciudadana que refleje la no repetición, y que posibilite entender la complejidad de la actuación del ser humano en su contexto, dadas las concepciones subjetivas que la cultura le ha impuesto, permitiendo que el sujeto reflexione su condición como agente de cambio para que pueda emanciparse desde sus propias realidades de manera consciente, firme, comprometida y proyectiva, dando lugar a grupos sociales ético-políticos.

Conflicto de intereses

La autora declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

Referencias

Barrero, E. (2012). Psicología de la liberación: Aportes para la construcción de una Psicología desde el Sur. Cátedra Libre.

Breton, P. (2000). La utopía de la comunicación. Nueva Visión.

Coderech, J. (2012). La relación paciente terapeuta: el campo del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanálitica. Herder.

Gadamer, H. (1.975). Mohr.

Galtung, J. (2003). Gernika Gogoratuz.

Guarín, F. (2012). El sentido en la comunicación organizacional: La conversación es mucho más que la punta de la punta del iceberg. (5), 1-15. http://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/2615/1/GuarinFredy_sentidocomunicacionorganizacional.pdf

Guarderas, P. (2018). De las interpelaciones por transparencia u opacidad: La atención a las diversidades sexo genéricas en Quito. Psicoperspectivas. Individuo y Sociedad, 17(1), 1-12. https://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/viewFile/1204/745

Homero. (2017). La Ilíada. Ediciones Brontes.

Manero Brito, R., & Soto Martínez, M. A. (2005). Memoria Colectiva y procesos sociales. Enseñanza e Investigación en Psicología, 10(1), 171-189.

Quintero, M. (2007). Resurgimiento memorias colectivas de El Peñol. Alquimia Publille.

Todorov, T. (2000). Los abusos de la memoria. Paidós.

Notas de autor

Marisol Castaño Suárez

Magíster en Intervenciones Psicosociales, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: marisolpsicologia.especialista@gmail.com