Revisión de tema


Una mirada psicoanalítica a la melancolía y la depresión desde las películas Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca

A psychoanalytic look at melancholy and depression from the movies Melancholy, Antichrist, and Nymphomaniac


Recibido: 29 de noviembre de 2018 / Aceptado: 14 de enero de 2019 / Publicado: 9 de abril de 2019


Forma de citar este artículo en APA:

Tamayo Arango, J. S. (enero-junio, 2019). Una mirada psicoanalítica a la melancolía y la depresión desde las películas Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca. Poiésis, (36), 46-59. DOI: https://doi.org/10.21501/16920945.3188


Juan Santiago Tamayo Arango*


Resumen

Depresión y melancolía son dos conceptos diferentes, existen pocos esclarecimientos sobre dónde empieza o termina su definición en el psicoanálisis, además en su concepción psicógena y/o somática, y las similitudes que comparten. Este artículo propone abordar estos dos conceptos desde la teoría, plantear una diferencia entre ambos, desde el cambio conceptual hasta las diferencias en los movimientos psíquicos, para posteriormente abordar la trilogía de la depresión de Lars von Trier: Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca, en la que los aspectos mencionados se ilustran desde la vivencia de la mujer, lo cual posibilita vislumbrar estos estados, sus exigencias y consecuencias para el devenir del ser humano.


Palabras clave

Anticristo; Depresión; Melancolía; Ninfomaníaca; Psicoanálisis; Trilogía de la depresión.


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* Estudiante del programa de Psicología, Universidad Católica Luis Amigó. Medellín, Colombia. Correo electrónico: juan.tamayoar@amigo.edu.co

Abstract

Depression and melancholy are two different concepts, there are few clarifications about where their definition begins or ends in psychoanalysis, also in their psychogenic and/or somatic conception, and the similarities they share. This article aims to approach these two concepts from the theory, difference between them will be considered from the merely conceptual change to the differences in the psychic movements, to later approach the trilogy of the depression of Lars von Trier: Melancholy, Antichrist, and Nymphomaniac, in which the mentioned aspects are illustrated from the experience of the woman, which makes it possible to look at these states, their demands and consequences for the future of the human being.


Keywords

Antichrist; Depression; Melancholia; Nymphomaniac; Psychoanalysis; Trilogy of depression.

Introducción


El ser humano sufre cambios diversos y complejos durante toda su vida. Las problemáticas que puede padecer también son diversas, y en particular las que son tratadas por la psicología, varían en su acometida y tratamiento.


Dentro de estas problemáticas, que alteran los estados del ser humano y en ocasiones se tornan enfermizas, se encuentran la melancolía y la depresión.


El propósito de este texto es abordar los conceptos de melancolía y depresión, comenzando por esclarecer teóricamente a qué se refieren, luego se examina y describe cómo el director Lars Von Trier logra plasmar sus características en los personajes principales de las películas Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca, desde una revisión crítica y, por último, se presentan algunas aprecia- ciones desde la teoría psicoanalítica.


Metodología

Esta investigación tuvo un enfoque cualitativo ya que la temática abordada se ha profundizado poco: “El enfoque cualitativo es recomendable cuando el tema del estudio ha sido poco explorado o no se ha hecho investigación al respecto en ningún grupo social específico” (Sampieri, 2014, p. 358).


El diseño fue fenomenológico, pues el objetivo de la investigación fue estudiar los aconteci- mientos humanos y en específico desde el psicoanálisis, comprender cómo la melancolía o la depresión afectan al hombre: “el fenómeno se identifica desde el planteamiento y puede ser tan variado como la amplia experiencia humana. Por ejemplo, una sensación individual interna” (Sampieri, 2014, p. 493).


Para cumplir con el propósito mencionado, se hizo inicialmente una revisión de antecedentes acerca de la trilogía del director Lars von Trier: Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca, para establecer relaciones con los términos de melancolía o depresión. Se encontraron cinco artículos, de los cuales se eligieron tres por su descripción acerca de las películas y por el abordaje que realizan en torno a estos dos temas.


Además, se rastrearon escritos que tratan los términos antes mencionados, con su definición y relación o diferencia entre ellos desde la teoría psicoanalítica. De los encontrados, se revisaron cinco artículos.

Conceptualización de las características psicoanalíticas de la melancolía o la depresión

La melancolía o la depresión tiene una carga mayor en cuanto a sus causas. La conducta puede manifestarse por la predisposición de la persona a nivel corporal y por sus reacciones fisiológicas.


Se hará más énfasis en las afecciones psicógenas, las cuales contienen características específicas, se manifiestan en las personas de acuerdo con el tipo de personalidad, con ciertas tendencias en la estructura de la personalidad o con rasgos, que facilitan el surgimiento o la perpetuación de estados enfermizos. “Freud propone ahora su teoría definitiva: la melancolía es el resultado de una diferencia extrema entre el ahora superyó y el yo, en donde el primero expresa toda su rabia en contra del segundo” (Arros y Valenzuela, 2006, p. 475).


Al hablar de lo que sucede en cuanto al objeto, podría decirse que la pérdida como tal no es causante de la posición enfermiza, sino que es lo que el sujeto haga con esa pérdida, pues solo cuando los sentimientos se revierten hacia sí mismo o hacia los demás, de manera excesiva, es que el sujeto pierde la capacidad de leer el mundo de manera acertada, de relacionarse y de saber dirigirse. En palabras de Arros y Valenzuela (2006):


Los ataques en contra del objeto introyectado pueden llegar, en su grado extremo, al suicidio. El suicidio es en realidad el “homicidio” del objeto introyectado, donde la rabia hacia éste triunfa sobre el amor hacia sí mismo, tras lo cual el yo consiente en su auto- destrucción (p. 475).


Entre los asuntos que pueden influenciar o determinar que una persona sea propensa a la melancolía o la depresión, se encuentran los procesos llevados a cabo en el bebé en sus primeras etapas de vida, también el modo de superar el Edipo, el anclaje a la etapa oral o su regresión, sobre todo cuando se intenta por vía oral poder descargar la cólera (que es una de las soluciones en la melancolía o la segunda salida melancólica, sentirse superior al objeto perdido y así restarle importancia), según mencionan Arros y Valenzuela (2006):


La expulsión del objeto amado internalizado (odio hacia el objeto) produce una sensa- ción de vacío. Las tendencias orales expresarían el intento de reincorporar el objeto de amor destruido, en un intento por llenar un “vacío afectivo”. Cuando se tiene la sensa- ción de que este intento fracasa y que el objeto ha sido destruido y/o ha desaparecido, sobreviene la melancolía: la culpa y la desesperanza (p. 474).


El narcisismo juega un papel fundamental en la explicación del origen de la melancolía y la depresión, como rasgo de la estructura de los sujetos que las padecen, sin importarles los demás, pero a la vez desinteresados con ellos mismos. Dicha similitud la plantea Han (2014), en La agonía del eros:

La depresión es una enfermedad narcisista. Conduce a ella una relación consigo mismo exagerada y patológicamente recargada. El sujeto narcisista-depresivo está agotado y fatigado de sí mismo. Carece de mundo y está abandonado por el otro. Eros y depresión son opuestos entre sí. El Eros arranca al sujeto de sí mismo y lo conduce fuera, hacia el otro. En cambio, la depresión hace que se derrumbe en sí mismo. El actual sujeto narcisista del rendimiento está abocado, sobre todo al éxito. Los éxitos llevan consigo una confirmación del uno por el otro. Ahora bien, el otro, despojado de su alteridad, queda degradado a la condición de espejo del uno, al que confirma en su ego. Esta lógica del reconocimiento atrapa en su ego, aún más profundamente, al sujeto narcisista del rendimiento (p. 11).


Así como no solamente se construyen o se adquieren los rasgos mediante las situaciones y experiencias, también sucede que desde temprana edad se notan predisposiciones en la personas, pues perder el interés en lo que pasa en el mundo circundante y dirigir todos los sentimientos hacia sí mismo, es lo que conduce a tener esta característica narcisista: “El melancólico es un sujeto que ha sufrido una fijación narcisista significativa en el momento en que se producen los primeros contactos con los objetos, las primeras introyecciones e identificaciones” (Arros y Valenzuela, 2006, p. 475).


Pero entonces, ¿qué sucede en la mente del bebé o del niño que es tan necesario tener presente, para determinar si a temprana edad manifiesta comportamientos o disposiciones de este carácter enfermizo?, en respuesta, Arros y Valenzuela (2006) dirían que:


Como contrapartida, proyecta un segundo objeto, exagerando sus cualidades y trans- formándolo en un objeto siempre presente y gratificador. Entonces sucede que el bebé percibe un objeto real externo disociado en dos: uno bueno y uno malo. Esta es la po- sición esquizo-paranoide. El bebé, al proyectar la agresión hacia afuera puede, por otro lado, introyectar el objeto bueno idealizado, lo que le permite al yo disminuir los niveles de ansiedad (p. 476).


Además de los rasgos y tendencias en la estructura de la personalidad que ya se han mencionado, también existen demandas y necesidades que siguen ampliando la visión estética y la aproximación crítica al concepto de melancolía o depresión, y a las películas Melancolía, Anticristo y Ninfomaníaca.


Las afecciones o necesidades del lado del desastre, de lo catastrófico, se manifiestan como un gran desinterés, una aversión hacia los demás, hacia la realidad y lo que puede acontecer, cargos de sentimientos profundos, confusos, que generan inestabilidad mental. Según Arros y Valenzuela estos sentimientos fueron generados por la madre en los primeros años de vida: “De aquí se concluyó que la depresión es consecuencia de una inadecuada actitud materna y no de una rivalidad edípica” (Arros y Valenzuela, 2006, p. 474), donde las acciones de la madre impidieron que el niño lograra resolver algunos conflictos que influyen en la infancia.

Por ejemplo, en la película Melancolía, de la llamada trilogía de la depresión, puede hacerse referencia a las necesidades antes mencionadas, las cuales, en gran medida, contribuyen para que el sujeto comience a desarrollar comportamientos agresivos, como se verá más adelante.


Sobre la configuración de esas afecciones, Han (2014) menciona que:


Melancholia: comienza con el anuncio de un suceso apocalíptico, desastroso. Desastre significa literalmente, no astro (lat. Des-astrum). En el cielo nocturno, Justine descubre, en presencia de su hermana, una estrella resplandeciente de color rojo que más tarde se revela como un no astro. Melancholia es un desastrum con el que inicia su curso todo el infortunio. Pero allí hay algo negativo de lo que parte un efecto salvador, purificador. En este sentido, Melancholia es un nombre paradójico, en la medida en que produce una cura para la depresión como una forma especial de la Melancholia. Se manifiesta como el otro atópico que saca a Justine del pozo narcisista. Así florece realmente ante el planeta que trae la muerte (p. 7).


El desastre y lo catastrófico no son los únicos que acompañan al sujeto, también existen situaciones en donde la característica principal es la relación de la persona con el amor, pues donde hay melancolía hay una necesidad profunda de recibir amor de los otros, como punto de conexión sobre esa paradójica confusión. Han (2014), vuelve a ilustrar esta característica en La agonía del eros aludiendo a una de las producciones de la trilogía:


La relación tensa entre amor y depresión domina desde el principio el discurso de la película Melancholia. El preludio de Tristán e Isolda, que flanquea musicalmente la cinta, conjura la fuerza del amor. La depresión se presenta como la imposibilidad del amor. O bien el amor imposible conduce a la depresión. Por primera vez, el planeta Melancolía, con otro atópico, que irrumpe en el infierno de lo igual, concita en Justine la aspiración erótica. En la escena junto a la roca del río se ve el cuerpo desnudo de una amante en- vuelta en voluptuosidad. Llena de esperanza, Justine se tumba bajo la luz azul del planeta portador de muerte (p. 7).


La búsqueda del amor deseado, puede hacerse en los objetos internos o en los externos:


Fenichel describe a los depresivos como “adictos al amor”, que intentan permanente- mente recibir la atención de los demás. Esta necesidad de aprobación apunta a aplacar el superyó, que le señala al depresivo lo poco querible y “malo por dentro que es”. Fenichel concuerda con Rado en que lo que diferencia una depresión neurótica de una psicótica es en donde el depresivo busca este anhelado amor, si es fuera con los objetos externos o dentro con los objetos internos, es decir, ante el superyó, conservándose siempre una misma dinámica: los autorreproches (Arros y Valenzuela, 2006, p. 5).


Aparece de nuevo el amor-odio como necesidad de esta posición enfermiza e igualmente ambivalente:


En (…) pacientes aquejados por esta enfermedad la búsqueda del amor está interferida por fuertes sentimientos de odio, los que se encuentran reprimidos por la incapacidad del sujeto para poder aceptar su hostilidad. Para Abraham, en este estudio, la agresión

reprimida luego es proyectada en los otros y la percepción del depresivo pasa a ser “los demás no me aman, me odian”. Menciona los sentimientos de culpa como una con- secuencia del conflicto amor-odio, lo que explicaría los autorreproches y el sufrimiento asociado a la sensación de empobrecimiento” (Arros y Valenzuela, 2006, p. 473).


Queda claro que ese carácter dividido en cuanto a las tendencias, afecciones y características dilatativas y polarizadas de estas condiciones del ser humano, complejiza mucho más el abordaje.


Diferencia epistemológica de la melancolía y la depresión

Desde el ámbito psicoanalítico, se debate si la melancolía es una posición enfermiza por sí misma o si es síntoma de una psicosis. La controversia también señala aspectos importantes de la melan- colía, entre ellos la libido (condición evidente tanto en las películas de la trilogía como en la teoría) y a la cual “se le señala como una tensión psíquica tal, que termina formando un agujero por el que se derrama como una herida abierta la energía sexual psíquica” (Rodríguez Kuri, 2013, p. 57).


La diferencia entre melancolía y depresión, aunque no es abordada con la amplitud necesaria, puede entenderse desde una de las ideas que Mario Mendoza (2016) plantea en su libro La melancolía de los feos:


En un error de interpretación el inglés Richard Blackmore, en el siglo XVIII, rebautizó este estado de ánimo y lo llamo depresión. De allí en adelante perdimos una lectura im- portante de uno de los estados de la psique más trascendentales: la melancolía. Que nos conduce al arte, a la astronomía, a la religión, a la poesía. A eso se refería el grabado de Durero. No somos más que una miserable especie extraviada en medio de un universo que no terminamos por comprender a cabalidad (p. 57).


En esta misma línea del autor antes mencionado, resalta Bertholet (2012) que:


Adolf Meyer -psiquiatra radicado en Estados Unidos-, propuso en 1905: “eliminar el término melancolía que implica un conocimiento de algo que no poseemos”, a favor del término “depresión”, que cubriría el amplio campo de la fenomenología: desde las depresiones maníaco-depresivas, la psicosis de ansiedad, los episodios depresivos de la dementia praecox, hasta las meras “depresiones sintomáticas”. Se inauguró así un campo que cada vez sería más extenso. Años más tarde, aparecerían los neurolépticos, en 1952, extendiéndose su aplicación. Y la depresión se convertiría en la enfermedad de la época. Antes del siglo XX, eran más bien la melancolía y la tristeza las que tomaban el primer lugar en la escena de este tipo de enfermedades “mentales”, no la depresión (p. 2).

Por otro lado, la concepción de melancolía o depresión radica en los cambios del DSM-IV donde salió la perspectiva psicoanalítica y entró la depresión como un trastorno del estado de ánimo, eliminando la melancolía del manual diagnóstico:


En el DSM IV encontramos una clasificación nosográfica que, eliminando las categorías de la nosología psicoanalítica, ubica a la depresión como un “Trastorno del estado de ánimo”. Esto implica que se prescinde, desde la psiquiatría actual, de la diferenciación entre neurosis, perversión y psicosis, con las consecuencias en el diagnóstico y en el tratamiento que tal decisión implica. Una de ellas, por ejemplo, resulta de una orientación del tratamiento que, al no tomar en cuenta que la depresión puede funcionar en ocasio- nes como suplencia en una psicosis o como urgencia muda en una neurosis, se extravía en la pobre lectura de signos que el DSM nombra “trastornos”, sin considerar la función que cumplen en el entramado de una estructura (Bertholet, 2012, p. 3).


Actualmente, la psiquiatría hace un abordaje de la depresión más no de la melancolía, sin embargo, “Es importante (…) distinguir una concepción psicoanalítica de la melancolía, de la concepción fundamentalmente sintomática de la psiquiatría sobre la depresión” (Rodríguez Kuri, 2013, p. 2), la cual estaría puesta del lado de la psicosis porque la carga libidinal es puesta en el yo y en la neurosis depresiva se configura más en el superyó, como expone García (2012):


El depresivo añora la soledad porque toda presencia le resulta inoportuna y molesta, por la demanda de respuesta que ella implica y por la vergüenza que él siente por su estado de impotencia. El depresivo se queja de su falta de valor y de ser incapaz de realizar lo que hacen los otros, pero no se acusa como el melancólico. El término “melancolía” designa la depresión psicótica, caracterizada por el delirio de autoacusación y la culpa- bilidad. A diferencia de lo que ocurre en el melancólico, el problema inconsciente del depresivo no se relaciona con el superyó sino con un ideal del yo que ya no es capaz de sostener la presencia del sujeto frente a los demás. El origen de la depresión se sitúa en esa región de la personalidad en la que confluyen el anhelo de potencia y la imagen de sí mismo (p. 5).


La diferenciación entre melancolía y depresión también está atravesada por movimientos psíquicos y sus formas de evidenciarse, para determinar si está más del lado de la psicosis o de la neurosis, o según el grado de profundidad en la afección psíquica:


En general se toma como factores determinantes para una diferenciación, la profundidad de la regresión y la extensión del proceso de disociación del yo. A los fenómenos que absorben casi completamente al yo melancólico y destruyen su función de realidad es posible encontrar en las depresiones no psicóticas que el objeto y la relación con la realidad se mantiene, aunque en forma debilitada. Radó hace referencia a una melancolía parcial del yo en las formas no psicóticas. Cuanto más se expande el proceso depresivo en el yo a expensas de las relaciones de objeto y la realidad más se acerca al estado de la neurosis narcisistas melancólicas (Uriarte, 1998, p. 4).

Otro de los aspectos a considerar sería los tipos de personalidades que pueden ser más propensas, o los momentos en que se vuelve patológico un duelo o pérdida. Por ejemplo, se habla de que la depresión está presente en aquellas personas que tienen una personalidad perfeccionista, en donde la no aceptación de las fallas, genera sentimientos de odio o aversión hacia sí mismos, al igual que en las personas que dentro de su estructura de personalidad necesitan constantemente la aceptación de los demás, y al no recibirla pueden generar depresión y sus síntomas.


Para resumir, la diferencia entre melancolía y depresión radica inicialmente en el uso de los términos, pues como se mencionó, algunos psiquiatras decidieron abarcar dentro de la depresión un espectro más amplio que según ellos no se lograba ahondar con la melancolía, posteriormente, hubo un cambio conceptual en el Manual Diagnóstico y desapareció la clasificación nosológica psicoanalítica.


Luego, en la teoría psicoanalítica se establece que la melancolía está más del lado de la psicosis pues su funcionamiento está en el yo y en la depresión se configura en el superyó, haciendo que los autorreproches estén presentes en el melancólico y en el depresivo, pero en el primero se atribuyen a la culpabilidad a sí mismo, mientras que en el melancólico, la afectación con la realidad y en el


La particularidad como el espejo de las afecciones en la trilogía

Es pertinente resaltar la capacidad del director Lars von Trier al plasmar esa confusión o comple- jidad en la trilogía de la depresión. Los tres rodajes han sido analizados por amantes del cine y conocedores del trabajo de este director, en artículos como La depresión de Lars von Trier de Celia Carrió (2015), publicado en el sitio web El Cine en la Sombra; también en el artículo Lars von Trier y su trilogía de la depresión, masoquismo reconocido de Carlos Fernández (2014), columnista del periódico digital España buenas noticias; y por último, Joel Herrero Enseñat Herrero (2013-2014) en su artículo Lars von Trier: Trilogía de la depresión. El sueño de la escisión produce monstruos.


En particular, el último autor plasma parte de la lectura de la trilogía, así:


Si en Melancholia la mujer caía en la depresión tras eludir el matrimonio, en Antichrist la mujer se lanza a una vía de redención mediante la expiación de la culpa, una vía infértil podríamos decir. Una vía lamentablemente desgastada. Finalmente, en Nymphomaniac hay algo de auténticamente liberador, el atisbo de un dominio absoluto del cuerpo de la mujer: “No soy como vosotras” exhortará Joe (Charlotte Gainsbourg) al grupo de adictas sexuales“soy una ninfómana, y me amo a mí misma por serlo, pero por enci- ma de todo, amo mi coño y mi sucia, obscena lujuria”. Hay un paso enorme en esta de- claración, es imposible calcular si esto empuja a la mujer hacia delante, pero de lo que no hay duda es que se trata de un canto a la libertad (Enseñat Herrero, 2013-2014, p. 30).

No es gratuito que en la trilogía de la depresión el director Lars von Trier haya escogido a la mujer como fuente de conocimiento de esta condición humana, pues se presenta de manera distinta según el género “(...) la queja difiere según los sexos. Como sacrificio para la mujer como impotencia para el hombre” (Izcovich, 2005, p. 17).


Las tres mujeres que protagonizan la trilogía de la depresión son Justine, Claire y Joe. Justine, es el personaje que más representa la melancolía.


Justine cuenta con un trabajo relacionado con la publicidad y su carrera está en ascenso, se va a casar con un hombre tierno e inteligente, y su boda tiene todo lo que una mujer desearía: una limosina, un banquete, todos los invitados que desea, entre ellos sus familiares más cercanos, su mamá, su papá, su hermana y sus amigos. Sin embargo, “No es excepcional encontrar que una mujer, cercana a los 35 años, perciba que mientras dedicó todas sus energías para construir su carrera profesional, al mismo tiempo sacrificó su deseo de maternidad” (Izcovich, 2005, p. 18).


En medio de la felicidad de Justine estaba presente la melancolía. En su boda, la madre interrumpe el discurso de su padre para aludir a su disgusto frente al matrimonio y la desdicha que trajo a su vida, lo que desencadena el estado melancólico de Justine.


Luego, al momento de cortar el pastel matrimonial, Justine desaparece. Y mientras todos esperan a la esposa, ella está tomando un baño en uno de los cuartos del lugar donde se está celebrando la boda. Después de una larga espera, Justine llega, el prometido se la lleva a un cuarto y le dice que le tiene una sorpresa; le entrega la foto de un viñedo, le cuenta que ese será el lugar donde van a vivir y le pide que guarde muy bien la imagen para que la pueda ver cada vez que necesite. En ese instante, Justine le dice adiós.


A continuación, el cuñado de Justine le dicen que la boda costó una cantidad exorbitante de dinero, lo que recuerda ese carácter constante del discurso capitalista, y como alusión a él, en una nueva escena, su jefe se acerca a ella en medio de la boda y le presenta a un joven cuyo trabajo dependerá de si logra obtener el slogan de una campaña que Justine lleva a cabo. La competencia puede verse reflejada allí, incluso cuando el jefe le pide al joven que la siga a todas partes pues ella trabaja 24 horas y siete días a la semana y en cualquier momento de la boda puede ocurrírsele el slogan que necesitan. Además, puede verse cómo Justine se acuesta en el campo de golf con el joven que la sigue a todos lados tras haber dejado a su prometido en la habitación; aseguraría Izcovich (2005) que


Otro caso similar se puede ver en ciertas mujeres que multiplican sus parejas, viviendo algunos años con un hombre, otros años con otro, sin comprometerse completamente con ninguno, y terminando, al cabo de una cierta repetición en la elección de parejas, en la soledad (p. 18).


Es importante resaltar la influencia de los padres como detonante de la enfermedad de Justine. Sus padres no reconocieron sus esfuerzos por reconciliar sus objetos primarios, a pesar de la entrega incondicional de ella hacia su padre y su madre; por esto, al no encontrar respuesta, manifiesta

su odio hacia las personas que en ese momento le brindan lo que de un modo u otro sus padres no lograron, pero ya es tarde. Justine desvía el odio hacia sí misma, lo que le impide moverse, bañarse, comer, por esto su hermana tiene que ayudarle a cumplir esas funciones básicas.


Continuando con la trilogía, aparece Charlotte en Anticristo. Una mujer que pierde a muy temprana edad a su bebé por un descuido mientras tiene sexo con su esposo, lo cual la lleva a sumergirse en la melancolía y posteriormente a internarse en una clínica. Su esposo toma la decisión de llevar su proceso terapéutico y se encarga en su totalidad de su salud mental y física.


Charlotte presenta comportamientos violentos como gritar, maltratar, torturar; esa agresividad reprimida que se presenta en ella, no lo es solamente en cuanto sentimientos o emociones sino también en instancias físicas, es decir, llevando a cabo golpes o insultos como puede verse también en el personaje de Melancolía, cuando rechaza a su esposo y no desea verlo en pleno matrimonio; o en Anticristo cuando la mujer golpea a su pareja hasta el punto de dejarla inconsciente, lo que a la vez hace parte de otras posiciones enfermizas de estos estados.


Pero lo que es más importante y en lo que es necesario centrarse, es en lo que sucede incons- cientemente cuando la persona provoca hechos y situaciones para generarse y generar dolor. Por ejemplo, la persona que padece melancolía hace cosas como dejar plantada a otra persona, serle infiel o después de un tiempo de tener cierta estabilidad en la relación, mostrarse desinteresada, desaparecer y es así como manifiesta su rabia y agresividad hacia el otro. Una de las escenas de Melancolía, que plasma con claridad el estado melancólico, es cuando Justine, en su boda, le es infiel a su esposo con uno de los camareros. Al respecto, Kuri (s.f.) manifestaría:


Una instancia crítica del yo, ve a éste con las características del objeto incorporado y lo trata, no con la ambivalencia propia de las relaciones con los objetos, sino únicamente con odio. La manía correspondería a lo inverso, todo el amor es dirigido al Yo (p. 57).


El cuerpo y la sexualidad vuelven a aparecer en la película Anticristo, como los que le permiten a la protagonista sublimar su angustia, sobre todo en los momentos en que está en crisis. Las relaciones coitales con su pareja se convierten en una demanda constante de la paciente al analista, que es su esposo, “Es por ello que una demanda constante se dirige al analista, proveniente de lo que llamaré decepción fálica en la mujer” (Izcovich, 2005, p. 18), y esto agrava la situación al punto de que ella quiera eliminar esa decepción fálica haciendo desaparecer el pene de su marido al lanzarle un ladrillo.


Ahora bien, en la última película de la trilogía: Ninfomaníaca, Joe (la protagonista), comienza a experimentar desde niña el placer en sus órganos sexuales y esto la lleva a vivir experiencias que disfruta en algún sentido, como por ejemplo, el hecho de jugar con su amiga a quien logra llevar más hombres para tener relaciones con ellas en un viaje de tren; ante sus intenciones incluso se doblega un hombre casado que va en el tren a intentar que su esposa quede en embarazada.

Sin embargo, las situaciones que vive Joe también están llenas de dolor, violencia, tristeza. Son formas que le permiten dirigirlas hacia sí misma e involucrarse en hechos que generan muerte, sadismo, catástrofe.


Para terminar este apartado, hay que decir que la insatisfacción sexual o el nunca sentirse a gusto con la realidad, así como los sentimientos de soledad profunda y constante, hacen parte de las características de la melancolía y la depresión. Puede retomarse lo que plantea Rosario (2016) al respecto, cuando se trata de la trama de Ninfomaníaca:


Una idea semejante encontramos en uno de los momentos en que se discute la noción. Joe opone a la idea común en que la ninfómana “es vista como alguien a quien nada le es suficiente”, una percepción en que puede ser considerada como la “suma de todas estas experiencias sexuales distintas”, de modo que puede decir que ha tenido “un solo amante”: la promiscuidad no sería más que la insistencia de un mismo y único goce. No obstante, la definición oscila hacia otro polo cuando se sostiene que “la ninfomanía era no sentir”, es decir, se ubicaría tanto en la posición de una repetición que se instala en la búsqueda de una satisfacción que nunca es suficiente, como en la búsqueda de un placer que siempre está ausente, con el agregado de una sensación de soledad abrumadora.

¿Se trata entonces de la insistencia de un goce fálico que, rechazando el vacío conduce a lo peor, o de una defensa para no sentir un goce sin nombre? Ambas hipótesis no solo no se contradicen, sino que son el soporte mismo del goce que instiga el discurso capitalista (p. 1).


Conclusiones


En la melancolía y la depresión, los sentimientos como el amor, el odio, los comportamientos agresivos o los pensamientos suicidas y catastróficos, se van reforzando cada día con cada uno de los actos que la persona realiza o deja de realizar, y con lo que hacen o no las personas que están alrededor.


Una persona melancólica puede intentar llamar la atención de alguien cercano por medio de un gesto de desinterés, pero esto puede interpretarse como si la persona necesitara justamente eso, cuando en realidad es al contrario, necesita acompañamiento para no decidir por el camino narcisista; esto invita a reflexionar y a cambiar la forma en la que se establecen acercamientos con estas personas.

Lo ilustrado en la trilogía, guardó coherencia con la teoría, logrando incluso abrir la discusión sobre la manera en que las personas acompañan a aquellos que padecen estas dos condiciones. Resulta pertinente en este punto, traer a colación la narración de Mario Mendoza en el libro La melancolía de los feos, que cuenta la historia de una mujer que sufría de vampirismo. Esta historia se enlaza con uno de los personajes principales del libro, un jorobado, deforme e inteligente con quien entabla una amistad estrecha, por último, la mujer muere en manos de la policía al entrar en un bar donde se reunían varias personas con la misma característica.


Ante la dificultad que se presenta con estas condiciones del ser humano, diría Mario Mendoza (2016):


Si, el mundo de las bestias versus el mundo de los hombres – dije yo ensimismado, hay entre nosotros individuos que no son como los demás, que pertenecen a otras ca- tegorías y otros mundos. Siguen pasando los siglos y no es posible hacer entender una realidad tan simple, en la que abundan ejemplos (Mendoza, 2016, pp. 124-125).


En síntesis, el tratamiento de las afecciones, particularmente de la melancolía y la depresión, ha sido abordado durante décadas desde diferentes enfoques de la psicología y en el psicoanálisis, intentando dilucidar las raíces culturales, económicas y sociales de estos dos estados del ser humano, para conocer las formas en que se debe intervenir, pero también para ampliar la construcción teórica y práctica de las personas que se interesan en este campo. Por lo que puede concluirse que la particularidad necesita de un abordaje que posibilite entenderla, explorarla y palparla mediante la sensibilidad y no al contrario, difuminarla, corroerla, eliminarla, reducirla al síntoma.


Conflicto de intereses


Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole. Asimismo, la Universidad Católica Luis Amigó no se hace responsable por el manejo de los derechos de autor que los autores hagan en sus artículos, por tanto, la veracidad y completitud de las citas y referencias son responsabilidad de los autores.

Referencias


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Bertholet, R (2012). La depresión, una lectura desde el psicoanálisis. IV Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XIX Jornadas de Investigación VIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Beunos Aires: Universidad de Buenos Aires. Recuperado de https://www.aacademica.org/000-072/725.pdf

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