Botero Bernal, A., Aguirre, J. O., & Almeyda Sarmiento, J. D. (2024). Homini cochlea o tiburón del rendimiento. El horizonte subjetivo por venir en el marco del capitalismo contemporáneo pospandémico. Perseitas, 12. DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.4884
HOMINI COCHLEA O TIBURÓN DEL RENDIMIENTO. EL HORIZONTE SUBJETIVO POR VENIR EN EL MARCO DEL CAPITALISMO CONTEMPORÁNEO POSPANDÉMICO
Homini cochlea and achievement shark. The subjective horizon to come in the framework of the post-pandemic contemporary capitalism
Artículo de investigación
DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.4884
Recibido: enero 25 de 2024. Aceptado: abril 19 de 2024. Publicado: julio 30 de 2024
Andrés Botero Bernal
Javier Orlando Aguirre
Juan David Almeyda Sarmiento
Resumen
La presente investigación expone las alternativas subjetivas que pueden acontecer en el marco del capitalismo contemporáneo desde la mirada filosófica de Byung-Chul Han. Para ello, se recurre a tres momentos: el primero, describe la actual sociedad neoliberal en el marco de la pospandemia; el segundo, trabaja el concepto de tiburón del rendimiento como una figura hegemónica en la dominación sistémica del sujeto; y, finalmente, se expone el concepto de homini cochlea como una alternativa no hegemónica de resistir a estos mecanismos y dispositivos subjetivos que buscan mantener la reproducción del neoliberalismo. Toda esta reflexión sobre los modos de comprender la producción de subjetividad parte de una interpretación del pensamiento de Byung-Chul Han a la vez que se enmarca su filosofía en los debates contemporáneos frente a los modos de control del neoliberalismo, por lo que las mayorías de las directrices filosóficas, en este manuscrito, siguen su forma de comprender el mundo y el modo en que esta converge con otros pensadores.
Palabras clave
Byung-Chul Han; covid-19; Filosofía contemporánea; Neoliberalismo; Resistencia; Subjetividad.
Abstract
The present investigation exposes the subjective alternatives that may occur within the framework of the post-pandemic from the philosophical perspective of Byung-Chul Han. To do this, three moments are used: the first, which describes the current neoliberal society in the contemporary capitalist framework; the second, which works on the concept of the performance shark as a hegemonic figure in the systemic domination of the subject and; finally, the concept of homini cochlea is exposed as a non-hegemonic alternative to resist these mechanisms and subjective devices that seek to maintain the reproduction of neoliberalism. All this reflection on the ways of understanding the production of subjectivity is based on an interpretation of Byung-Chul Han's thought while framing his philosophy in contemporary debates against the modes of control of neoliberalism, which is why most of the philosophical guidelines in this manuscript follow his way of understanding the world and the way he converges with other thinkers.
Keywords
Byung-Chul Han; Contemporary philosophy; Covid-19; Neoliberalism; Resistance; Subjectivity.
Introducción
La presente investigación, que parte del método bibliográfico-documental con enfoque hermenéutico analítico, tiene por objetivo demostrar dos vertientes de la producción de subjetividad humana en el marco de la pospandemia. Para conseguir este objetivo, el trabajo tiene tres partes: la primera, expone el estado actual de la sociedad del rendimiento posterior a la pandemia. Este punto destaca por ser un estado del arte sobre la crítica situación de lo social en el marco de un mundo con una tendencia a ser empresalizado en cada uno de sus espacios y tiempos, debido a la expansión neoliberal que se ha optimizado tras la aparición de la covid-19.
La segunda, siguiendo el pensamiento de Han, se ocupa de exponer lo que aquí se conoce como el tiburón del rendimiento, es decir, un tipo de subjetividad que surge del sujeto neoliberal tras atravesar el estado de excepción pandémico, y se concibe como una mejoría del capital humano para poder optimizar la reproducción sistémica por vías subjetivas. Finalmente, recurriendo de nuevo al pensamiento haniano, se presenta el homini cochlea como esa alternativa que surge de la condición de cansancio del ser humano esclavizado y (auto)explotado.
Aquella subjetividad se compone de prácticas en las que destaca la lentitud como una figura estructural dentro del esquema existencial del sujeto dominado por el neoliberalismo, ya que permite generar un efecto de freno de mano (emergency brake) (Benjamin, 2008) en el que la producción de subjetividad neoliberal se detiene para dar un salto a otro tipo de vida en el que la competencia, el rendimiento y la hiperindividualidad no sean la base totalizante de la existencia.
Toda esta investigación, entonces, está enfocada en pensar las posibilidades que surgen para la sociedad del rendimiento tras encontrarse en un momento coyuntural en el que lo que sigue es la posibilidad de cambio o el cancelamiento del futuro (Berardi, 2014). Hay que mencionar, además, que esta investigación se centra en la producción de subjetividad, debido al modo en que se entiende, precisamente, al neoliberalismo, pues aquí es concebido como algo más que una gobernabilidad, una ideología, una economía o una política; en este escrito se comprende como un tipo de subjetividad: el homo œconomicus. Dicha interpretación, que parte de los estudios de Foucault (2007), comprende la producción de subjetividad como el punto crítico para poder pensar la resistencia frente al sistema, de ahí que se parta de Byung-Chul Han como autor base para poder pensar el horizonte subjetivo pospandémico, en la medida que este pensador comprende su noción de neoliberalismo en un sentido similar al autor francés.
Hay que mencionar que la intención de la investigación es, por un lado, hacer exégesis del pensamiento de Han, de ahí que surja el concepto de homini cochlea (que no es propio del autor coreano-alemán, sino que surge de una lectura de su filosofía); por otro, se quiere poner a dialogar lo dicho por Han con lo expresado por otros autores contemporáneos que trabajan los mismos problemas, de modo que se enriquezca el debate actual sobre el tema de los estudios de la subjetividad.
Aunque hay autores que proponen alternativas y problematizaciones similares a las aquí expresadas, lo que se busca es tomar a Han de guía y, desde ahí, alimentar su pensamiento, partiendo del hecho de que, en general, los autores trabajados comprenden el neoliberalismo en su dimensión subjetiva, lo cual posibilita una retroalimentación teórica entre ellos, a la vez que se diferencia de una visión clásica de orden marxista, para ubicarse más, si es que cabe, en un orden posmarxista.
Ahora bien, se debe tener en cuenta que en varios casos el artículo retoma las perspectivas generales de los autores, no solo su opinión frente a la pandemia, de modo que sea posible articular todo un andamiaje teórico completo en un problema como lo fue la covid-19. También, cabe recalcar que este escrito se ubica en el marco de lo que se puede llamar una pospandemia, es decir, una etapa entre la crisis aguda y el tránsito a una “nueva normalidad” en el mundo, de ahí que se busca es generar una especulación teórica sobre cómo el atravesar la pandemia de la covid-19 ha generado una ruptura subjetiva en el ser humano por venir.
Finalmente, hay que dejar en claro dos elementos importantes para el desarrollo conceptual del artículo, esto es, como se mencionó anteriormente: (a) el papel que la constitución de subjetividades juega en el propio neoliberalismo y (b) como el neoliberalismo lleva a cabo dichos procesos de subjetivación. Sobre el primero hay que retomar, inicialmente, la investigación llevada a cabo por Foucault (2006, 2007, 2014), donde se describe el modo en que el poder en la contemporaneidad se ejerce desde una dimensión subjetiva que intercede directamente en el modo en que viven las personas diariamente.
Aquello implica comprender que la subjetividad se concibe dentro del neoliberalismo como una forma de reproducción sistémica desde la cual se mantiene la hegemonía del poder que lo caracteriza. De ahí que la subjetividad, dentro del neoliberalismo, cumple un papel como dispositivo de continuación de la explotación por otros medios.
Ahora bien, en respuesta a lo segundo y continuando lo dicho, los procesos de subjetivación en el interior del neoliberalismo se sustentan a partir de la imposición de saberes y prácticas en el ejercicio de un poder que termina por ser incrustado en el sujeto hasta que este último lo normalice. Como señala Jameson (1991) en su lectura del capitalismo posmoderno de la actualidad: “Es un mundo cuyas señales reveladoras tienden a ser tecnológicas, aunque sus pretensiones y exigencias sean subjetivas e impliquen la obligación de producir personas nuevas, formas de subjetividad totalmente nuevas” (p. 381).
Igualmente, esto implica considerar el modo en que el neoliberalismo encaja dentro de la sociedad como una fantasía necesaria para el funcionamiento de lo social, lo político, lo económico, etc., haciendo que este sistema se considere como el único posible (Fisher, 2016) y como una nueva forma del lazo social que se instaura para legitimar modos de vivir que le sean de conveniencia (Alemán, 2019), sin dejar de lado que dicha subjetivación neoliberal se basa en los principios que fundamentan al sistema:
Una teoría de prácticas económico-políticas que propone que la mejor forma de promover el bienestar humano es libertando las libertades y capacidades empresariales individuales en un marco institucional caracterizado por fuertes derechos de propiedad privada, mercados libres y libre comercio. (Harvey, 2007, p. 2)
Así pues, en lo que sigue se analizan estas formas de subjetivación en el marco pospandémico y sus implicaciones en el porvenir de la humanidad.
Sociedad neoliberal en el marco de la pospandemia
Con la llegada de la covid-19, el capitalismo se vio en la tarea de reinventarse, ya que la pandemia hizo algo que el mismo sistema teme a toda costa, sépase, demostrar de forma evidente los defectos, los problemas y la crisis detrás de la normalidad (o normalización) que el mismo capitalismo impuso a la realidad. Vivir la pandemia implicó entonces para muchos sujetos atravesar una experiencia de precariedad enorme, no solo en lo económico, sino también en lo social y en lo subjetivo, ya que el reto de experimentar la variedad de elementos que intervinieron en la pandemia llevó una capacidad de adaptación y de supervivencia de grandes niveles, una adaptación que hoy en día aún deja huellas en el modo de vivir de los sujetos.
Sin embargo, más allá de provocar el fin del capitalismo o la puesta en marcha de una serie de revoluciones y explosiones de violencia, el sistema no titubeó en el momento de afrontar el hecho de que debía adaptarse; antes bien, potenció sus dispositivos digitales para mejorar el modo en que se extendía en la vida humana:
El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. (Han, 2020)
Además, consiguió volver el estado de excepción una regla permanente. Es menester profundizar en esta idea. Debido a la crisis que venía de la mano de la covid-19, el mundo adoptó una serie de medidas que incluían el trabajo desde casa, restricciones de movilidad, et. Muchas de ellas ya existían total o parcialmente en la sociedad; empero, hubo una excepción que se permitió en el marco de la pandemia que aún sigue completamente vigente, sépase, la completa entrega de lo privado (lo cotidiano) al trabajo:
Se encarga [el capitalismo pandémico] de extenderse a los planos cada vez más privados y biológicos de la humanidad; esto es, se encarga, así como de lo laboral, de la ocupación de lo no-económico, para ocupar, como rendimiento, todo el espectro del hábito cotidiano. (Almeyda Sarmiento & Botero Bernal, 2021, p. 79)
Esto último es un efecto colateral del teletrabajo o trabajo en casa, que se popularizó en el marco de la pandemia. Esta forma en que el trabajo precario comenzó a colonizar los hogares potenció los efectos ya presentes en los sujetos explotados, como la depresión, la ansiedad, el estrés, el insomnio, entre otros. De este modo, el sujeto, debido a la necesidad, debió entregar su propio tiempo personal en el hogar para poder sobrevivir, como señala el análisis de Lazzarato (2020): “El estado de excepción ha sido amaestrado por la máquina del beneficio, tanto que coexiste con el estado de derecho y ambos están a su servicio. Capturado por los intereses de una vulgar producción de bienes, se ha aburguesado” (p. 110).
Así, este estado de alerta, producto de la necesidad, hizo que el sujeto estuviera dispuesto a renunciar a todo, con tal de ser competente y un empleado funcional. Como resultado, el neoliberalismo pudo potenciar su rendimiento en lo público y extendió sus redes de control a lo privado, ya que el individuo entregó voluntariamente su cotidianidad y los lugares comunes, con tal de mantenerse trabajando:
solo una tiranía puede fundarse en el miedo a perder la vida, solo el monstruoso Leviatán con su espada desenvainada. Por esta razón —una vez que se declare terminada la emergencia, la peste, si es así— no creo que, al menos para aquellos que han mantenido un mínimo de claridad, sea posible volver a vivir como antes. (Agamben, 2020, p. 137)
La sociedad del rendimiento encontró en la pandemia un medio para poder maximizar su dominio y control sobre la vida humana; la autoexplotación se volvió una norma que debía ser seguida para poder mantenerse al ritmo acelerado que la pandemia, contrario a lo que se puede pensar, no redujo, sino que potenció debido al modo en que el trabajo muerto, la competencia y la eficiencia calaron psicopolíticamente en los sujetos (Alemán, 2020).
El sufrimiento que tuvieron los seres humanos, en el marco de la pandemia, se dividía en dos partes: la primera, era producto de la angustia de vivir con la covid-19; y la segunda, producida por el estilo de vida que impuso el sistema a los sujetos al potenciar el rendimiento, la aceleración, la competencia y el hiperindividualismo con sus prácticas laborales extendidas a lo privado del hogar. Se publiza [se vuelve público], a la fuerza, lo poco privado que queda.
Hoy día se puede afirmar que la pandemia, en lo que refiere a su cualidad de confinamiento, terminó y, más que daños colaterales productos de la covid-19, los daños provocados por las prácticas desarrolladas por el neoliberalismo en el “estado de excepción” pandémico dejó huellas, en el interior de la subjetividad humana, de una profundidad mayor de las que el mismo virus podía dejar en los cuerpos: “Es difícil decidir qué es una mayor amenaza para la humanidad: la devastación viral de nuestras vidas o la pérdida de nuestra individualidad en la Singularidad. La pandemia nos recuerda que permanecemos firmemente arraigados en la existencia corporal” (Žižek, 2020b, pp. 13-14). Esto último implica pensar que, si bien se levantó la excepción para la economía, la política, etc., lo que nunca se levantó fue en la excepción subjetiva que se exigía a los individuos, sépase, afianzar cierta subjetividad para evitar una individualidad rebelde.
Esto debido, principalmente, a la condición de aceleración y de rendimiento que se constituyó como un dispositivo propio de la subjetividad pospandémica, en la medida que se evidencia que el capital humano, después de la covid-19, se presentó al mundo listo para conquistarlo por medio de la competencia, el individualismo y la eficiencia que internalizó durante el trabajo en casa y la entrega de la vida cotidiana y lo privado al sistema hegemónico. De cierto modo, esto genera, en la actualidad, una lógica del sacrificio para poder sostenerse dentro de la dinámica del corona-capitalismo:
Esta es la lógica del sacrificio que siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con un aparato de cálculo. La idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados. La pregunta es qué hacer con aquellos que hemos decidido que no valen nada. (Mbembe, 2020)
De este modo, lo que la relación pandemia-neoliberalismo dejó fue una sociedad desgarrada subjetivamente. El nivel de control y dominio sobre el sujeto no permitió que este tuviera más que una condición dócil y servil frente a la precariedad, en el momento de atravesar la pandemia. La imposición del estado de excepción, si bien se puede considerar como necesaria, no debe extenderse más allá del tiempo de emergencia, aunque la subjetividad neoliberal, por su parte, supo dejar su colonización dentro del sujeto después de haber abandonado la crisis de la covid-19 (Žižek, 2020b).
El modo en que el trabajo muerto se traslada de lo laboral a lo no-laboral hace que el sujeto se encuentre en una condición constante de hiperactividad y de necesidad de aprovechar todo lo que lo rodea para poder mejorarse, es decir, para poder generar mejores condiciones para la reproducción del capitalismo como sistema hegemónico permanente. En cuanto capital humano la persona, ahora, es una empresa que debe evitar caer en bancarrota (en sentido amplio) y, como esto puede ocurrir en cualquier instante (la pandemia es ejemplo de esto), debe estar alerta y atento en todo momento (aumentando su estrés), siempre dentro de los márgenes de la lógica del sistema hegemónico, para poder orientarse hacia lo que sea mejor para su propia identidad empresarial:
la subjetividad está confusa, deprimida, convulsiva, y el cerebro político no tiene ya ningún control sobre la realidad. Y he aquí entonces una revolución sin subjetividad, puramente implosiva, una revuelta de la pasividad, de la resignación.… Basta con la agitación inútil que debería mejorar y en cambio solo produce un empeoramiento de la calidad de la vida. Literalmente: no hay nada más que hacer. Entonces no lo hagamos. (Berardi, 2020, p. 42)
Antes de la pandemia, el sujeto llegaba a dudar de que el ser un capital humano le fuera beneficioso, lo que implicaba que era capaz de criticar al sistema; empero, la manera en que la covid-19 demostró la inestabilidad y el fin (la muerte en la economía personal) de aquellos que no se ajustan lo suficiente al parámetro de adaptabilidad y de persecución del éxito económico, hizo que las personas buscaran refugio en el supuesto soporte que daba el estar dentro de la idea de ser una empresa de sí, esto es, el aceptar la ontología de los negocios como una posibilidad de supervivencia en el mundo hostil y salvaje en que se había vuelto la sociedad del rendimiento.
Aquello implica el recrudecimiento del realismo capitalista (Fisher, 2016) que se venía desarrollando desde el principio del siglo xxi, esto es, la idea de que el capitalismo neoliberal es el único sistema posible y funcional para el mundo, por lo que el capitalismo es el “fin de la historia” (Fukuyama, 1993) en la medida que no es posible nada más allá de él.
Durante el periodo de la pandemia y la cuarentena, el ser eficiente y competitivo fue el mejor modo de sobrevivir a la crisis. El mundo de la vida se “trabajiza”, se “publiza” y no hay lugar de la vida cotidiana en que la precariedad, producto del estado de excepción, no se refleje, debido al modo en que este trabajo invadió los hogares (que era parte de lo privado) y potenció todos los fantasmas ya existentes que generaban un sufrimiento en el sujeto. Por tanto, cabe la pregunta, ¿cómo vive el ser humano en el momento de levantar el estado de excepción en los demás campos de la vida? Para pensar una respuesta, hay que tener en cuenta que el trabajo muerto es un elemento estructural dentro de la vida cotidiana del ser humano en el marco del neoliberalismo, por lo que su versión engallada con el rendimiento y la subjetivación del homo œconomicus es la versión más eficiente de lo que la clásica visión del trabajador explotado: “La psicopolítica neoliberal es la técnica de dominación que estabiliza y reproduce el sistema dominante por medio de una programación y control psicológicos” (Han, 2014a, p. 117). De ahí que el futuro pospandémico responda a la psicopolítica como herramienta de reproducción.
El sujeto que se encuentra en este estado de control psicopolítico no tiene salida del futuro, ya que está atrapado por el capitalismo neoliberal, que por demás se vende a sí mismo como el “fin de la historia” (Fukuyama, 1993). Todo porvenir es capturado por la empresalización de la vida, por la ontología de los negocios, de ahí que el nihilismo se haga presente como una fuerza que inmoviliza lo humano y lo deja a merced de la servidumbre, pero, en este mismo contexto, se puede pensar si hay lugar para una solución, una alternativa o si ya, como lo dice el lema thatcherista, there is no alternative [no hay alternativa]. Dicha disyunción puede ser puesta sobre la mesa debido a que, por encima de todo, la desobediencia es un elemento propio de la naturaleza humana, es el elemento que lo identifica y le posibilita el siempre poder decir no. Por lo que, aunque se pueda pensar, la expansión total de la ontología de los negocios no implica el fin del espíritu humano de resistencia frente a las formas de control y de dominio.
El tiburón del rendimiento como paradigma neoliberal
Así pues, inicialmente hay que resaltar la disyuntiva que responde directamente a lo que el sistema quiere, es decir, es menester profundizar en esa opción que sigue las reglas aceleradas, competitivas y eficientes del sistema para poder continuar reproduciéndolo y, de cierto modo, defendiendo la ilusión de seguridad que el neoliberalismo provee. Para esto, se utiliza el concepto de tiburón del rendimiento, un tipo de subjetividad que surge de continuar con los mandatos del imperativo superyóico neoliberal; a saber, trabajo, competencia, consumo y aceleración. Dicho tiburón se caracteriza por ser un sujeto que no teme entregarlo todo en la competencia, de ahí que su existencia esté mediada por una relación mercantilizada con lo que lo rodea:
Las nuevas técnicas de “la empresa de sí” alcanzan, sin duda, el colmo de la alienación al pretender suprimir todo sentimiento de alienación: obedecer al propio deseo y al Otro que habla en voz baja dentro de uno mismo, todo es lo mismo.… Al poder moderno le corresponde hacerse el Otro del sujeto. A esto tiende, ciertamente, la construcción de las figuras tutelares del mercado, de la empresa y del dinero. Pero, sobre todo, es lo que permiten obtener sofisticadas técnicas de motivación, incentivación y estímulo. (Laval & Dardot, 2013, p. 332)
El mundo es visto como una vitrina de tienda y el acceso a dicho establecimiento se da por medio del poder adquisitivo proveniente, fundamentalmente, de la acumulación de dinero o del endeudamiento. La presencia del consumo como un elemento propio del tiburón del rendimiento es parte de la estructura psíquica del mismo, ya que, la estimulación de la compra (consumo), genera en el yo de dicho tiburón una (hiper)actividad que le produce satisfacción y la ilusión de felicidad, pero esto no es más que parte de los dispositivos de psicopoder del sistema neoliberal, que hace del consumo el modo de recompensar a quienes deciden aceptar seguir el camino de la reproducción y la legitimación de la razón neoliberal.
Por esto mismo, el tiburón del rendimiento es una figura que carece de sensaciones con el mundo, como la mayoría de los peces (quienes no sienten las heridas en su cuerpo al estar dentro del agua). El tiburón no precisa de considerar la existencia como algo más que un objeto que puede, en mayor o menor medida, mejorar su condición de trabajador (dentro o fuera de lo laboral). El conformismo de estar dentro del acuario es suficiente para que este sujeto-tiburón renuncie a todo intento por desafiar los parámetros que el sistema le pone; no obstante, ello implica aceptar el sufrimiento (soledad, depresión, insomnio, suicidio, etcétera) que produce el entregarse en cuerpo y alma a los imperativos del sistema:
Hoy la enfermedad mental se muestra cada vez con mayor claridad como una epidemia social o, más precisamente, sociocomunicativa. Si quieres sobrevivir debes ser competitivo, y si quieres ser competitivo tienes que estar conectado, tienes que recibir y elaborar continuamente una inmensa y creciente masa de datos. Esto provoca un estrés de atención constante y una reducción del tiempo disponible para la afectividad. Estas dos tendencias inseparables devastan el psiquismo individual. Depresión, pánico, angustia, sensación de soledad, miseria existencial. (Berardi, 2007, p. 179)
La soledad indiferente de los personajes de P. Handke no tiene nada que ver con la soledad de los héroes, de la época clásica ni tan siquiera con el spleen de Baudelaire. Se acabó el tiempo en que la soledad designaba las aliñas poéticas y de excepción aquí todos la conocen con la misma inercia. Ninguna rebelión, ningún vértigo mortífero la acompaña la soledad se ha convertido en un hecho, una banalidad al igual que los gestos cotidianos … la sociedad posmoderna al acentuar el individualismo, al modificar su carácter por la lógica narcisista, ha multiplicado las tendencias a la autodestrucción, aunque sólo fuera transformando su intensidad; la era narcisista es más suicidógena aún que la era autoritaria. Lejos de ser un accidente inaugural de las sociedades individualistas, el movimiento ascendente de los suicidios es su correlato a largo plazo. (Lipovestky, 2000, p. 47 y 212, respectivamente)
Vivir de este modo, en las aguas del acuario neoliberal, implica aceptar lo que la ontología de los negocios y el realismo capitalista imponen en la subjetividad del ser humano que se consagra plenamente a ser objeto del rendimiento sistémico.
El poder del realismo capitalista deriva parcialmente de la forma en la que el capitalismo subsume y consume todas las historias previas. Es este un efecto de su ‘sistema de equivalencia general’, capaz de asignar valor monetario a todos los objetos culturales. (Fisher, 2016, p. 25)
Lo cual implica, por un lado, aceptar que solamente aquello que implique ganancia o éxito en términos mercantiles pueda ser considerado como algo de valor dentro de la sociedad capitalista. Por otro, también implica que todo aquello que genere interrupción en los procesos de aceleración y competitividad debe ser eliminado de la realidad, puesto que conlleva una contradicción a lo dicho por la razón neoliberal (Brown, 2015).
Así, el tiburón del rendimiento representa una subjetividad que está dispuesta a todo para triunfar en el interior del sistema. Este último se encarga de mantenerlo lo suficiente hiperestimulado para que ignore el modo en que va desgastando su propia vida, al entregarse de lleno a la competencia y al consumo como principios rectores de la vida neoliberal. Pero no solo eso, sino que, de forma paradójica, el sistema termina por ejercer un hipercontrol dentro del sujeto, el cual se entiende como una persona supuestamente libre a pesar de estar tan sujetada; el tiburón ignora el cristal del acuario junto con el amo que se encuentra detrás.
De esta manera, lo que sigue para el tiburón es un modus vivendi rodeado de un instinto de muerte en el que debe sobrellevar la carga de no poder hacer otra cosa de producir y consumir (Jappe, 2018), un proceso que deja detrás un dolor profundo en su subjetividad, que no puede soportar el encontrarse en un estado de hedonía depresiva (Fisher, 2016) de este tipo y que, por tanto, debido al elemento reprimido que hay detrás de esta lógica de la razón neoliberal, termina por provocar un estado de enfermedad:
todo sufrimiento, así como cada acción disfuncional y negativa, siempre es efecto de la presión antinatural que el orden autoritario existente impone a todos y a todo; que todo este impacto inconmensurable de sufrimiento y maldad está intrínsecamente vinculado a este orden de poder y prepotencia, de la sociedad de clases y del capitalismo. (Gross, 2003, p. 126)
La vertiente neoliberal lleva al sujeto a sentirse aparentemente cómodo dentro del sistema, así sea que este lo destruya de forma imperceptible al pasar por los parámetros de aceleración, competencia e hiperindividualización. El tiburón del rendimiento no percibe que el malestar por el que atraviesa, al estar atrapado en un nihilismo social, político, económico y ético, se debe precisamente al modo en que el sistema publizó hasta lo más privado y empresalizó todo lo existente para volverlo medible, calculable y, por extensión, comerciable y mercantilizado. Esto, debido a que el mismo neoliberalismo genera dispositivos paliativos, como la satisfacción derivada del consumo, de la sensación de escala en la jerarquía laboral, de la ideología felicista, etc., para mantener al sujeto adormilado mientras que el veneno capitalista lo destruye día a día en el trabajo y en el hogar (Han, 2021a).
Además, la pandemia acrecentó este fenómeno paliativo en el ser humano, ya que la ausencia de un Gran Otro que pudiera proveer de seguridad la sociedad, esto es, la falta de un Padre simbólico dentro de la comunidad (como la incapacidad del Estado para poder controlar la covid-19 hizo que él se viera como una figura impotente o castrada), promocionó una condición de terror, pánico y miedo que solamente pudo ser contrarrestada por la imagen del mercado como garante de seguridad. De esto mismo se genera que el sujeto se convierta en susceptible a devenir tiburón del rendimiento o, lo que es lo mismo, a devenir en un administrador de sí mismo; esto último deriva de la incapacidad del Padre-Estado para desenvolverse en su función y hace que su lugar simbólico sea negado. De ahí que lo que retorna tras la forclusión del Nombre del Padre sean las órdenes de hierro neoliberales como un mecanismo que intenta vincular lo real, lo imaginario y lo simbólico que ha sido borrado (reprimido) de lo social, lo político y lo económico.
Esta psicodinámica social del neoliberalismo hace que surja una condición de degeneración catastrófica en la que lo que aparece es una pacificación (silenciamiento) del mundo a favor de la voz del mercado y se genera una condición perfecta para el surgimiento de subjetividades neoliberales como la del tiburón del rendimiento, ya que se crea el imaginario social de que solamente los más aptos pueden sobrevivir en el nuevo mundo en el que el Nombre del Padre ha sido borrado.
Por tanto, el tiburón del rendimiento tiene lugar como una figura que responde directamente al devenir histórico pospandémico, además de que se postula como el modo paradigmático de habitar el mundo en el marco del retorno a la normalidad. Esto último cobra importancia cuando se toma consciencia del modo en que, al consolidarse el tiburón del rendimiento como figura cotidiana dentro del mundo de la vida, lo que sigue es la total publización y empresalización de la vida, y la cancelación del futuro como posibilidad (Berardi, 2014), además de la completa conquista del realismo capitalista (Fisher, 2018). Por esto mismo, se debe considerar su alternativa, es decir, el modo en que surge una posibilidad de decir no a la cancelación del futuro y a las órdenes de hierro que se figuran en el interior de la psicodinámica social del mundo pospandémico.
Homini cochlea o la posibilidad de un porvenir
Ahora bien, partiendo de la misma teoría de Han (2012), el devenir en un sujeto del rendimiento, aunque lo parezca, no es el fin de la vida del ser humano. El caer en los dispositivos de control neoliberal lleva a una condición de cansancio que es inevitable de vivir en el marco de una sociedad dominada por la empresalización total de la vida:
La vitalidad misma, un fenómeno altamente complejo, se reduce a la mera función y al rendimiento vitales. El reverso de este proceso estriba en que la sociedad de rendimiento y actividad produce un cansancio y un agotamiento excesivos. Estos estados psíquicos son precisamente característicos de un mundo que es pobre en negatividad y que, en su lugar, está dominado por un exceso de positividad.… El exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma. (p. 72)
Sin embargo, este tipo de condición, que lleva a vivir como un tiburón del rendimiento, no es un camino absoluto, sino que puede ser visto como la posibilidad de disyuntiva para una curación del sufrimiento subjetivo que el ser humano ha tenido que padecer por vivir bajo la cultura del rendimiento. Ahora bien, este estado posterior en que se sanan las heridas que el neoliberalismo ha dejado es lo que aquí se conoce como el homini cochlea.
Dicho concepto es retomado de las mismas reflexiones de Han (2019a) sobre el caracol: “Me gustan los caracoles con su propia casa a cuestas. Se parecen a mí. Además, son tan lentos y parsimoniosos como yo” (p. 87). Este caracol, que habita en el jardín secreto (Bi-Won, en coreano), tiene la capacidad de ser pensado como algo más que solamente un animal: es una formulación subjetiva de lo que es la vida fuera del rendimiento. Esto último es posible en la medida que se piensa la importancia que el autor coreano-alemán da al jardín como una forma de pensar lo cotidiano desde una ontología de la demora, en la que el tiempo y el espacio están entregados de lleno a la lentitud como una figura que posibilita el acontecer de la sensibilidad y, por extensión, de la existencia verdaderamente libre y ociosa.
De este modo, el homini cochlea comprende la necesidad de lo lento como un concepto clave para reconsiderar su propia humanidad en el marco de la competencia y el hiperindividualismo. Es que la lentitud, como figura estructural del homini cochlea, es una disposición existencial que permite la construcción de un puente entre el sujeto y el mundo en que vive desde una orilla ajena al rendimiento (Heidegger, 1994). Esta subjetividad de caracol comprende que es desde la lentitud que pueden generarse interrupciones, umbrales o interferencias en el dispositivo subjetivo de control neoliberal; el capital humano no puede crecer donde no existe un interés por ser competitivo o donde el individualismo cede ante la solidaridad:
La política del tiempo en el neoliberalismo suprime el tiempo del otro, pues esta modalidad temporal no trae el rendimiento. En contraposición al tiempo-yo, que es aislado e individualizado, el tiempo del otro funda la comunidad. Solamente el tiempo del otro rescata al yo narcisista de la depresión y del agotamiento. (Han, 2016, pp. 18-19)
Así, esta idea del devenir caracol logra consolidarse como una posibilidad dentro del panorama subjetivo del ser humano pospandémico, en la medida que todos los individuos se vieron en la necesidad de entregarse a la publización y empresalización total de la vida, deviniendo así sujet(ad)os. Lo particular de la teoría de Han (2023b) es que permite pensar un devenir revolucionario del sujeto (Deleuze & Parnet, 1980) dentro de una subjetividad completamente sometida por el sistema hegemónico. De este modo, el homini cochlea permite que el sujeto se cure de ese sufrimiento de estar cargado de sí mismo (Ehrenberg, 2010), para dar pie a una posibilidad subjetiva en la que puede despsicologizarse de los parámetros del rendimiento y la psicopolítica neoliberal para ubicarse en una resistencia de la publización y empresalización total de la vida.
Aquello implica pensar en una lucha desde lo minoritario (lo privado) para contrarrestar los efectos del estado de excepción pandémico, es decir, los síntomas de vivir con la covid-19 pueden ser superados al ser considerados desde una figura del homo dialecticus, en el que se tienen que tomar en cuenta los efectos producidos por el sistema para poder considerar un porvenir para el ser humano.
De este modo, el homini cochlea es una respuesta del ser humano a la condición de dominación en que el sistema lo posicionó al maximizar el rendimiento, la competencia y la hiperinvidualidad en el marco de la pandemia. De esta manera, la pospandemia estaría guiada tanto por una lógica de dominación del individuo para volverlo sujeto-sujetado como por su contrario; a saber, un devenir revolucionario que busca deconstruir al sujeto para devolverlo a su condición de individuo. La forma en que esto se hace posible es por el modo en que la condición de cansancio genera una disyuntiva en la estructura de control de lo cotidiano producido por el neoliberalismo; es decir, en un punto de someter al ser humano, la misma condición de desgaste lo lleva a una ruptura con la banalización de la injusticia social que lo rodea para dar lugar a una figura que es capaz de levantarse y decir no:
Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir no al poder. Pero no sólo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir “no”, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables; de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero. (Fromm, 1984, p. 16)
De cierto modo, el sujeto caracol es un rebelde que quiere escapar al aparato de captura neoliberal por medio de una ruptura con su visión de la realidad. Lo cotidiano, en este orden de ideas, se torna fundamental, ya que es el punto de partida de toda la estela de fuego que llegará hasta las bases mismas de lo que es la estructura sistémica neoliberal que acelera, divide y asfixia a las personas que solamente quieren vivir de forma tranquila y aspiran a ser felices.
Así, este tipo de subjetividad se contrapone al tiburón del rendimiento en la medida en que no encuentra en la rapidez, la eficiencia y la competencia la realización de lo que él es. El caracol hace un culto a la lentitud, se demora en el mundo y, por lo mismo, es capaz de conservar el aroma detrás de la existencia, aroma que le permite tener una vinculación con la vida más allá de los parámetros de la lógica neoliberal. Pero no solo eso, sino que el caracol es capaz de comprender el mundo desde la coseidad que lo rodea, es decir, rompe con la virtualización de lo real, con la imposición de ese dominio del registro imaginario que tanto beneficia al sistema hegemónico, para dar pie a una relación desde un peso simbólico que sea capaz de mantener una armonía en el aparato psíquico del ser humano: “El orden terreno, el orden de la tierra, se compone de cosas que adquieren una forma duradera y crean un entorno estable donde habitar” (Han, 2021b, p. 13).
De esta forma, lo que este tipo de subjetividad animal quiere es posicionarse como la curación, vía cansancio, de la condición de tiburón, quien se niega a concebirse fuera del valor que el trabajo y el dinero le colocan. El homini cochlea encuentra un horizonte más amplio que aquel que entrega todo lo que es para la competencia y el rendimiento que, a largo plazo, implica entregarse al consumo y la hedonía depresiva (Fisher, 2016). Esto hace que exista un espíritu capaz de considerarse como libre para tomar decisiones sin que la presión por producir lo mantenga en constante actividad y necesidad por calcular el porvenir; el futuro se vuelve narrable y pensable fuera de los márgenes del número y del dato, de la cuantificación del mundo de la vida.
Así, lo que implica pensarse a sí mismo como un homini cochlea requiere considerar el punto de explosión en la lógica del cansancio que acompaña la condición actual del sujeto pospandémico. Vivir este tiempo más allá de la covid-19 implica comprender las nuevas formas de control que surgen y que se extienden dentro del plano de la producción de subjetividades (donde el individuo deviene en sujeto u homo œconomicus), puesto que es el modo en que el sistema puede maximizar su reproducción en el marco de una sociedad como la que él mismo ha construido para su beneficio.
Conclusión
Así, en lo que respecta al porvenir del sujeto en la pospandemia, lo que sigue es un devenir en el que las disyuntivas apuntan a la publización y empresalización total del ser humano. La producción de subjetividad, como principal mecanismo de reproducción del sistema, es el modo como el neoliberalismo, entendido como subjetividad, puede entenderse mejor en relación con su propia revolución como sistema hegemónico. El tiburón del rendimiento, entonces, se considera como la versión optimizada del homo œconomicus en el marco de una sociedad que atraviesa por una lenta eliminación de la solidaridad, la política de lo común, lo social y demás elementos de cuidado personal y colectivo, de lo que fue el estado de excepción producido por la covid-19. El tiburón es una subjetividad centrada en la competencia, el rendimiento y la supervivencia del más fuerte (el que más aguante) como su nuevo fundamento.
Dicho tiburón se entrega de lleno a lo que sería la mercantilización del mundo de la vida. La pospandemia, entonces, se configura en el porvenir desde la orilla neoliberal. Esto último en la medida que, debido a la condición de predominio que ya poseía el sistema, la pandemia reafirmó el lugar del capitalismo como un poder capaz de adaptarse a cualquier situación que se presente. El tiburón del rendimiento se posiciona como el mejor modo de sobrellevar el peso de la vida en el interior del rendimiento, pero dicha vida termina por acelerar el proceso de destrucción del ser humano, debido a la forma en que el mismo capitalismo lo concibe, en tanto que capital humano, como una pieza intercambiable que es fácilmente desechada (Ogilvie, 2015).
Empero, en un determinado punto de la (auto)explotación del sujeto al servicio del sistema, que se niega a retroceder a lo que es su modus vivendi reproductivo que promueve la aceleración, puede surgir un modo alternativo de resistir y de pensar la pospandemia como oportunidad para poder volver a unificar ese lazo social que se ha desgarrado por el mismo desgaste de la publización y empresalización de la vida cotidiana. El homini cochlea, en este orden de ideas, es esa figura individual que puede ir más allá de lo que son los paradigmas de la lógica mercantilizada del neoliberalismo.
Por tanto, aunque no lo parezca, el horizonte subjetivo del ser humano no está por necesidad atado al servilismo capitalista, sino que puede tener otro futuro posible, el cual no responde a la fuerza centrífuga de la reproducción neoliberal en el marco de la sociedad posterior a la pandemia. Es que, al final, la covid-19 potenció el modo en que los dispositivos psicopolíticos de control se extendían en la psicología humana. En consecuencia, pensar los modos de superar dicha condición de esclavitud debe ser un objetivo primordial de la lucha por contrarrestar o, por lo menos, disminuir los efectos del neoliberalismo entendido como subjetividad en el mundo de la vida.
En este caso, es el caracol la figura que mejor encarna esa resistencia, que sería más individual que colectiva; la producción de subjetividad que tanto fascina al sistema hegemónico es el mismo punto de disyunción en el que el sujeto podría situarse para producirse como individuo y poder así vivir con cierta independencia de dicha lógica consumista y mercantilizante que caracteriza la publización y empresalización del mundo de la vida. Dicho homini cochlea lleva consigo un modo de vida que escapa a lo que sería el nihilismo y la decadencia propia del espectro ideológico capitalista. De ahí que, pensar el modo en que este tipo de comprensión de la vida se da, posibilita a los individuos abandonar su máscara de sujetos y a comprenderse como rebeldes que son capaces de no dejar que el peso de la maquinaria sistémica tome fuerza sobre ellos.
Así, la pospandemia puede pensarse como poseedora de una cultura de la lentitud, de lo contrario, no será otra cosa que una extensión del nihilismo capitalista por medios más optimizados y totalizantes. Esto implica pensar que la lucha se da en el campo del mundo de la vida, en la cotidianidad, en la transmutación de la producción de sujetos a una de individuos. La lucha del caracol contra el tiburón no es en el plano del discurso, de las ideas, sino que se debe dar, si es que no se ha dado, en el mundo de la vida.
Declaración de contribución de autoría
Andrés Botero y Javier Aguirre realizaron la investigación como parte del desarrollo del proyecto 2993 financiado por la Universidad Industrial de Santander, con la coasesoría de Juan David Almeyda. Botero, Aguirre y Almeyda participaron en la preparación, la creación y la redacción del borrador inicial del artículo en el que se analizaron los conceptos de homini cochlea y tiburón del rendimiento, desde un estado del arte basado en autores contemporáneos, principalmente Byung-Chul Han. Todos los autores participaron en la redacción del manuscrito en las etapas de revisión y corrección final.
Conflicto de interés
Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con la institución o con alguna asociación de cualquier índole. Asimismo, la Universidad Católica Luis Amigó no se hace responsable por el manejo de los derechos de autor que los autores hagan en sus artículos, por tanto, la veracidad y la completitud de las citas y las referencias son responsabilidad de los autores.
Financiamiento
Artículo de reflexión derivado de investigación, resultado del proyecto de investigación 2993, financiado por la Universidad Industrial de Santander (Colombia).
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Notas de autores
Andrés Botero Bernal
Doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Doctor en Derecho por la Universidad de Huelva (España). Profesor titular de la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander (UIS, Bucaramanga, Colombia). Miembro del grupo de investigación Politeia de la UIS, Bucaramanga, Colombia. http://orcid.org/0000-0002-2609-0265. Correo electrónico: aboterob@uis.edu.co
Javier Orlando Aguirre
Doctor y magíster en Filosofía de la Universidad Estatal de Nueva York. Profesor titular de la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander (UIS, Bucaramanga, Colombia). Miembro del grupo de investigación Politeia de la UIS, Bucaramanga, Colombia. Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3734-227X. Correo electrónico: jaguirre@uis.edu.co
Juan David Almeyda Sarmiento
Estudiante del Doctorado en Filosofía de la Universidad de São Carlos. Magíster en Metafísica de la Universidad de Brasilia. Filósofo y magíster en Filosofía de la Universidad Industrial de Santander. Profesor de la Escuela de Filosofía de la UIS. Miembro del grupo de investigación Politeia de la UIS, Bucaramanga, Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6463-6388, Correo electrónico: juanalmeyda96@gmail.com
1 Este concepto se entiende como un tipo de subjetividad que es construido a partir de la implementación de un determinado tipo de prácticas que se contraponen al modelo acelerado, competitivo y hedonista propio del homo œconomicus neoliberal. Para una visión ampliada de esto, ver Almeyda (2023).
2 Sobre esta distinción hay que comprender que el neoliberalismo es un concepto complejo de delimitar, la multiplicidad de usos varía de acuerdo con el modo específico en que se utilice (Aguirre et al., 2020).
3 Ahora bien, conviene matizar las confluencias y las divergencias que existen entre Foucault y Han. Por ejemplo, Han construye su noción de psicopolítica en reemplazo y a partir de la de biopolítica acuñada por el autor francés. Para un análisis en profundidad de esta relación de complementación y disparidad, ver Jiménez (2020).
4 De igual forma, el uso que hace Brown (2015, 2019) de las tesis de Foucault (2007) en la contemporaneidad deben ser mencionadas.
5 Como señalan Deleuze y Guattari (2004), el capitalismo es una cosa innombrable, de ahí que este mismo pueda adaptarse a los cambios que acontezcan: “es la cosa, lo innombrable, la descodificación generalizada de los flujos que permite comprender a contrario el secreto de todas estas formaciones, codificar los flujos, e incluso sobrecodificarlos antes de que algo escape a la codificación” (p. 159).
6 Como inocentemente lo pensó Žižek (2020a) en el inicio de la pandemia.
7 La publización del mundo de la vida no empezó con la pandemia, pero con ella se ratificó. Viene de antes, justo por la racionalidad instrumental del capitalismo, que afectó incluso los espacios familiares.
8 Esto responde a la esencia del neoliberalismo que Pierre Bourdieu (1998) percibió: “Surge así un mundo darwiniano —es la lucha de todos contra todos en todos los niveles de la jerarquía, que encuentra apoyo en el aferramiento de todos a su trabajo y organización en condiciones de inseguridad, sufrimiento y estrés” (traducción de los autores).
9 Esta idea es señalada por Fromm (1984) como parte de esos elementos que componen la idea de ser humano.
10 Este concepto tiene su origen a partir de una interpretación del pensamiento de Byung-Chul Han: “Peces como el tiburón o el atún tienen unas agallas muy ineficientes, deben estar constantemente nadando para asegurar que fluya el agua suficiente a través de sus agallas. Se sofocan si no nadan. Esto significa que deben apresurarse en el agua, incluso cuando duermen.… Es posible que en el futuro la gente trabaje incluso cuando duerme, como los atunes o tiburones. Un tipo muy especial de sistema de multitareas ¿querrá la gente dejar de dormir y soñar porque ya no es lo suficientemente eficiente?” (Gresser, 45min., 35seg.–46min., 16seg, 2015). Han encuentra en el sujeto que se somete a los mandatos de la sociedad del rendimiento una analogía con el tiburón. En este sentido, se diferencia del homo œconomicus tradicional, simbolizado como una serpiente (en términos de Deleuze [1990]), y se aproxima más a la idea del homo digitalis del autor coreano-alemán.
11 La idea de que el dinero no genera realización para el sujeto, sino que simplemente es un elemento que engaña al mismo, es algo que el propio Freud ya veía en su lectura de la psiquis de las personas en el interior de la sociedad burguesa de su momento: “‘El hombre se alegró cuando encontró el tesoro de Príamo, ya que la única felicidad es la satisfacción de un deseo de la infancia’. Lo había dicho [Freud] de manera más formal en una carta anterior: ‘Adjunto una definición de felicidad. La felicidad es el cumplimiento posterior de un deseo prehistórico. Por eso la riqueza trae tan poca felicidad: el dinero no era un deseo en la infancia’” (Jones, 1963, p. 212).
12 Igualmente, Virilio (2006), con su análisis de la Sociedad de la velocidad, y Bauman (2008), con su crítica sobre la Sociedad líquida, funcionan como antecedentes teóricos para la postulación de la idea del tiburón.
13 Algo propio del discurso capitalista que está presente en la lógica la sociedad consumista, como lo señala Lacan (2008): “El signo de la verdad está ahora en otra parte. Debe ser producido por lo que sustituye al esclavo antiguo, es decir, por quienes son, ellos mismos, productos, tan consumibles como los otros. Como suele decir se, Sociedad de consumo. El material humano, como se dijo en su momento, y algunos aplaudían, considerándolo un piropo” (pp. 32-33).
14 El salto psicoanalítico se justifica aquí al tomar en cuenta que, para Han (2021a), el psicoanálisis es una psicología negativa que habla desde el dolor, por lo que contrasta con el mundo dominado por la positividad. La lectura psicoanalítica que aquí se presenta responde al abanico de autores que el propio Han (2017, 2021b, 2023b) ve como necesarios para comprender la existencia, así como él lo hace en sus obras.
15 Esto surge precisamente de la lógica de los nombres del padre desarrollada por Lacan (2018): “Es bien extraño que aquí lo social tome un predominio de nudo, y que literalmente produzca la trama de tantas existencias; él detenta ese poder del ‘nombrar para’ al punto de que después de todo, se restituye con ello un orden, un orden que es de hierro” (p. 181).
16 Este tiburón del rendimiento está constituido por otra figura que Han (2014b) utiliza, la de homo digitalis. Sin embargo, como este trabajo quiere evidenciar, este homo digitalis tiene unas implicaciones más profundas tras la pandemia, las cuales lo convierten en una figura de otro tipo.
17 Como señala el relato Prometeo de Kafka (1970): “Todos se cansaron de ese asunto sin sentido. Los dioses se cansaron, las águilas se cansaron, la herida se cerró con cansancio” (p. 145).
18 Ahora, aunque Han menciona al caracol en su obra en un sentido metafórico, el concepto de homini cochlea no es de su autoría, sino que surge en el marco de una exégesis propuesta de su obra. Esta interpretación retoma el modo en que Han utiliza el caracol para pensarlo no solo como metáfora, sino como una forma de vida propensa a ser retomada en los estudios de la subjetividad (Gresser, 2015).
19 Algo que Han (2019a) toma de Handke (2011) es lo siguiente: “El caracol, a primera hora de la mañana, reptando por la hierba, tiene algo de bote submarino en las profundidades verdes del mar, con sus cuatro antenas-sensores, y en la claridad, translúcido, tiene al mismo tiempo el aspecto de un zepelín. Los sensores como dedos que tocan levemente la casa que hay sobre la espalda del caracol, listada. Y él no se mueve “con la lentitud de un caracol” sino con el tempo rápido de un caracol. Y por encima pasan volando los pájaros, como flechas, un canto aéreo como el único ruido de este domingo por la mañana, junto con el susurro del lápiz. Y al lado del caracol que avanza rápido reptando por la hierba, por todas partes los pétalos de rosa que han caído, cubiertos de rocío. Y ahora una mosca se posa sobre la casa del caracol, marrón-amarillo, y, sin moverse, se deja llevar un rato como por un coche” (p. 520). A esta idea, habría que sumarle la teoría del marxista Lafargue (1970) sobre el rol central que debería tener la pereza (ocio productivo) en una sociedad revolucionaria.
20 La lógica del espacio y del tiempo basados en la lentitud deben matizarse desde el modo en que Han (2019b) la toma de Oriente, esto es, como modos existenciales que constituyen la experiencia del zen-en-el-mundo. Esto no implica que se deje de lado su influencia occidental; el proyecto multicultural haniano es un ejercicio filosófico que se sustenta desde distintas fuentes.
21 Aquí vuelve nuevamente Handke (1992): “Sintió su prisa, incluso al recoger fresas, como una degeneración: Sus movimientos sólo fueron sus movimientos cuando los realizó lentamente. Entonces se dejó llevar” (1992, p. 95). La lentitud es lo que representa la política de lo otro.
22 Entiéndase la superación tal y como la pensó Hegel (2011). Esto implica pensar que las contradicciones y oposiciones internas de un proceso dialéctico generan una nueva formulación en la que son superadas, permitiendo una conciliación a partir de un proceso de encuentro entre contrarios.
23 Sobre esta idea de las formas de romper con el dominio que el neoliberalismo produce en lo cotidiano también habla Rosa (2016); solamente en la lucha en estos pequeños relatos es posible resistir los dispositivos de control y poder del capitalismo que se instalan en el tiempo.
24 Esta idea de la banalización de la injusticia social proviene de Dejours (2006), autor que parte de lo expuesto por Arendt (2008) para poder establecer el modo en que el capitalismo expone un rechazo a los modos empáticos de relación humana.
25 Se puede aceptar que todos los seres humanos tienen la felicidad como fin último de acuerdo con la ética de Aristóteles (1985) (Ética Nicomáquea).
26 Hay que aclarar que, para Han (2015), el concepto de aroma se entiende como una forma de inmanencia existencial íntimamente ligada a la temporalidad y que se fundamenta ontológicamente en la duración y la lentitud. Su función en la teoría haniana es fundamental, ya que cuestiona lo que para el autor coreano-alemán es el núcleo del capitalismo contemporáneo: el tiempo, el cual es visto por el filósofo como tiempo acelerado y disincrónico.
27 Este culto a la lentitud implica una búsqueda del aroma perdido, siguiendo la teoría de Han (2015, 2023), que trae consigo comprender la relación del tiempo para posibilitar la revolución del ser humano en relación con los sistemas de control. Ahora bien, aunque algunos autores encuentren un predominio del pensamiento de Heidegger (2018) y Foucault (2003) a la hora de hablar del sujeto haniano (Butierrez, 2024), no hay que olvidar el rol de Hegel (2011) en los fundamentos de Han (2019c), de ahí que el proceso de devenir en caracol resulte como parte de una dialéctica del sujeto en la que la superación constituye parte fundamental de la noción de sujeto desarrollada por Han (2014a); todo sujeto es, en cierta medida, un homo dialecticus desde el cual se abren horizontes desde la positividad y la negatividad constitutiva del ser humano. Dicho proceso implica, en parte, la voluntad humana para resistir, pero también el kairós en el cual se da un (des)tiempo particular que permite la lentitud.
28 Algo vital cuando se comprende el concepto de cosa como ese elemento que está compuesto por un complejo de percepciones que no es suficiente para ser atrapado por la percepción: “Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea aparecido al sujeto, a saber, un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto como este es simultáneamente el primer objeto satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir” (Freud, 1992, p. 376).
29 Recordando, en este caso, la idea de que el cálculo es capaz de pensar (Heidegger, 2002), una tesis sobre la cual se sostienen los fundamentos filosóficos de Han (2022), que demuestra su adhesión a la tesis heideggeriana de la torsión platónica de la metafísica de la presencia, su continuación en el subjetivismo moderno y la representación, y la deriva contemporánea en el dataísmo y la transparencia no solo como perspectivas epistémicas, sino como maneras de traer el ente a presencia en un determinado horizonte de comprensión. Ejemplo de esto, además de sus obras principales ya citadas [Sociedad de la transparencia (2013), En el enjambre (2014b), No-cosas (2021b), etc.], sería su trabajo sobre el dataísmo algorítmico y la democracia.
30 En este sentido, son similares al protagonista de “Bartleby, el escribiente”, en la medida en que, frente al exceso de trabajo y tras venderse como un trabajador excepcional, dice a su jefe: “Preferiría no hacerlo” (Melville, 2015, p. 37).