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Pérez Gil, P. A., Salgado Soto, S., Juyar, C., y León Romero, L. E. (2021). La escucha chamánica de la tierra como curación del alma. Perseitas, 9, 560-585.

DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.4115

LA ESCUCHA CHAMÁNICA DE LA TIERRA COMO CURACIÓN DEL ALMA

Shamanic listening to the earth as healing of the soul

Artículo de reflexión derivado de investigación

DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.4115

Recibido: noviembre 25 de 2020. Aceptado: junio 15 de 2021. Publicado: junio 23 de 2021

Paola Andrea Pérez Gil, Sandy Salgado Soto,

Carolina Juyar, Luis Eduardo León Romero

Resumen

Ante una ciencia mal-tratada desde su interior, un ojo enajenado y confundido en su visión, un ser humano cansado y desconfiado de la misma explicación, un mundo necesitado de comprensión y cuidado, ante unos cuantos insistentes de vivir en unos tiempos y espacios fragmentados, aparece la necesidad de escuchar de nuevo a lo propio, a lo primero y fundante como fuerza de transformación. Así, las siguientes letras reconocen un camino fenomenológico y contemplativo en la gran madre, la Hytcha Guaia, la Pachamama, el primer gran útero, matriz sagrada que alimenta y nutre lo humano en toda su manifestación.

Para la psicología, saber de psyque, de alma, su tarea también está en mirarse, recuperarse y a través de un logos trascendente, integrativo, volver a la sensible y sentida escucha de lo divino como curación, por ello su afirmación a lo mágico, chamánico, potente y sagrado del conocimiento telúrico (de tierra), a la medicina que en ella habita y su sanación. La propuesta es el gran camino de andar la tierra, de sentir, escuchar y estar en conciencia de raíz, un camino de cuidado que constata en cada ritual y experiencia la fuerza espiritual de nuestro saber ancestral indígena como primera y perenne ciencia.

Palabras clave

Escucha; Madre Tierra; Ancestralidad; Curación; Cuidado; Psicología Ancestral; Espiritualidad.

Abstract

Before a science badly treated from within, an eye alienated and confused in its vision, a human being tired and distrustful of the same explanation, a world in need of understanding and care, before a few insistent to live in fragmented times and spaces, appears the need to listen again to one’s own, to the first and founding as a force of transformation. Thus, the following lyrics recognize a phenomenological and contemplative path in the Great Mother, the Hytcha Guaia, the Pachamama, the first great womb, sacred womb that feeds and nourishes the human in all its manifestation.

For psychology, knowledge of the psyche, of the soul, its task is also to look at itself, to recover and through a transcendent, integrative logos, to return to the sensitive and heartfelt listening of the divine as healing, hence its affirmation to the magical, shamanic, powerful and sacred of the telluric knowledge (of the earth), to the medicine that dwells in it and its healing. The proposal is the great path of walking the earth, of feeling, listening and being in root consciousness, a path of care that confirms in each ritual and experience the spiritual force of our indigenous ancestral knowledge as the first and perennial science.

Keywords

Listening; Mother Earth; Ancestry Listening; Ancestry; Healing; Care; Ancestral Psychology; Spirituality.

La dificultad antropocéntrica para escuchar el misterio chamánico de la Tierra

Las letras que se recogen en la siguiente reflexión provienen de la conciencia de un camino de investigación en su sentido esencial y sensible (investigare, en pos de la huella, en busca de), una búsqueda originada y acompañada de enraizamiento, vitalidad y trascendencia, dejando como siembra almas caminantes (meta-odos, método) de montañas, lagunas, ríos, plantas, piedras, arenas, mares y bosques, es decir, de tierra. Por lo tanto, diríamos que estos sonidos hechos palabra, provienen de la tierra origen como fuerza de espíritu, lenguaje mítico, mágico y sagrado del cuidado curativo como cualidad del logos propio que yace en territorios en donde se ha sido y se ha estado como gente original. Principio de cerros sagrados y místicos de Muequeta (Bacata-Bogotá), Temsacá (Monserrate) y Chiguachia (Guadalupe), la comunión de tierra ancestral que es el territorio de gente mhuysqa (Hunza, Iza, Tota, Iguaque, Fuquene, Suamox, Gamza, Chiquiza, Ubaque, Cota, Sesquilé, Chía), el regalo nutricio del territorio Karmatarua de la comunidad Embera Chamí (Cristianía, Antioquia), la majestuosa e inimaginable Sierra Nevada con sus cuatro pueblos (arahuacos, cancuamos, koguis y wiwas) y toda la fuerza de Aluna (madre agua) para sus nietos, el profundo Tolima guardando el misterio pijao y el panamazónico mundo de pastos, ingas, kamentsas, cofanes con toda su fuerza andina de frío, selva y montaña, diálogo que se teje en el misterio selvático de la ayahuasca, que viaja al sagrado valle con toda su vitalidad solar de apus1, ayllu2 y pacha3, sin dejar de aprender de los guardianes del espacio-tiempo en el calendario sagrado natural4.

Así pues, para comprender la escucha, y en este sentido su relación profunda y necesaria con la psicología, es propio acercarse al origen epistémico, social, ético y sensible de nuestros tiempos, sociedades y ciencias latinoamericanas. El modelo de mundo que dejó de lado el saber de la Tierra y depositó su confianza solo en el hombre, hoy vive los efectos de gran parte de su perversidad, gente muriendo de hambre, hombres y mujeres matándose entre ellos, sociedades oprimidas, individualizadas, competitivas, personas esclavizadas en sus trabajos, acabando con su propia vida, desconectadas de su raíz, enfermas y con muy pocas ganas de vivir. Si esto ha pasado al hombre en su invención de un mundo mejor para él, qué decir de lo que ha hecho con la Tierra, extraída, destruida, desforestada, quemada, sobreexplotada, profanada y, en el fondo, descuidada, abandonada y no escuchada.

Dice Carl Jung (1995)

Nuestro intelecto ha creado un mundo nuevo que domina a la naturaleza, y lo ha poblado con máquinas monstruosas. Estas son de una utilidad tan indudable que no podemos ver ni aun la posibilidad de librarnos de ellas o de nuestro servilismo hacia ellas. El hombre está sujeto a seguir las incitaciones aventureras de su mente científica e inventiva y a admirarse de sus espléndidas hazañas. Al mismo tiempo, su genio muestra la siniestra tendencia al inventar cosas que van resultando más y más peligrosas porque representan medios cada vez mejores de suicidio al por mayor. (p. 101)

El limitado y reducido pensamiento de los tiempos modernos, entiéndase estos tiempos no solo desde la visión europea de sus siglos, especialmente el XIX, sino desde la afligida y constante invasión a nuestra Amerriqué5 de antes y de ahora, sigue encontrando en las ciencias sus aliadas como referentes en exclusión, colonialismo, homogeneidad, dominación, jerarquía, desigualdad, pues, como dice Boaventura de Sousa Santos (2010): “el conocimiento científico no es socialmente distribuido de un modo equitativo; no podría serlo; fue diseñado originariamente para convertir este lado de la línea en un sujeto de conocimiento, y el otro lado en un objeto de conocimiento” (p. 52), con implicaciones que hasta el momento siguen mostrando las “líneas abismales” entre el conocimiento de la mano derecha y el de la mano izquierda6.

De esto la psicología no se ha visto exenta, con respeto y distancia amorosa reconocemos que ha estado permeada por la visión de una ciencia positivista, materialista, racionalista, empirista que, a pesar de honrarla, no es suficiente en la comprensión de lo humano a través de miradas que desconocen el origen íntimo del hombre en relación con la Tierra y consigo mismo; esto tal vez porque en su pretensión de dominio depende de presupuestos como un ego cogito y un logos de control predictivo racional y técnico, su misma homogeneidad, tan importante para su lugar de episteme como ideación de única ciencia, le ha imposibilitado desde su propio encierro las comprensiones de lo diverso hasta lo más total.

Esta dificultad se manifiesta, entre tanto, en pasar de ser una ciencia que se acerca al ser humano y su psiquismo a través de sus paradigmas, técnicas y creencias sustanciales, sin quizás permitirse la pregunta por lo esencial. Años, décadas, teóricos y postulados de un lado y de otro que presentan hoy nuevamente la pregunta epistemológica y ontológica, tal vez porque no ha sido atendida, por el cómo y el qué de este conocimiento. Ante esto, lo que hemos encontrado es que

la visión científica del mundo nos ofreció un universo enteramente compuesto de procesos objetivos, descritos, todos ellos, no en el lenguaje del “yo” ni en el lenguaje del “nosotros”, sino en el lenguaje del “ello”, carentes de conciencia, interioridad, valor, significado, profundidad y, obviamente, de Divinidad. (Wilber, 1998, p. 77)

Esta obediencia humildemente nos hace parar, abandonar y dar vuelta a lo esencial: la raíz almífica de lo humano.

Claro está, no podemos obviar el insistente intento de querer explicar todos los fenómenos, hasta los psíquicos y espirituales, desde el mundo material, desde el sustrato físico. “Hoy no es la fuerza del alma la que construye un cuerpo, sino la inversa; es decir, la materia genera con su ‘quimismo’ un alma” (Jung, 1995, p. 9), arbitraria arrogancia que se mantiene en la actualidad. Así, la pobreza espiritual con la que nos hemos querido relacionar en nuestros tiempos, sociedades y ciencias, nos ha hecho salir a buscar y recordar donde están nuestras fuerzas, nuestros saberes, nuestro pensamiento. Movilizados, reconocemos, incluimos, tomamos y empezamos de nuevo a aprender del camino dulce y generoso del cuidado y la escucha propia.

Ante la aglutinada sensación de amor, me hallo en el corazón de la madre, ante el ombligo de la maternidad. Ella, sutil y sensible, me acoge en un amor profundo que me hace llorar. Sobre su canto, recargo el dolor, la angustia y mi ego. Ella, en medio de su verde esplendor y amigable sonrisa de montaña da soplos y soplos de universo, me va limpiando. El amor es infinito, tanto que mi ser se funde en el soplo y crean una sinergia, un tejido, el Todo. (S. Salgado, comunicación personal, abril 14 de 2018)

Entonces, la gran posibilidad que se abre es dialogar, como ciencias, humanos, como hijos, nietos; hacerlo con oídos amorosos, palabras dulces y ojos luminosos, hermosas ventanas del alma, para así poder escuchar y caminar la gran tarea: la curación propia, la de nuestro pueblo y la de la misma Tierra. Y tal vez en ella encontrarse con el miedo a sentir, a mirar, a hallar, a perdernos, a ser, para entender que la positividad del mundo necesita de alteridad para que la ciencia y su verdad alcancen totalidad, el saber y su certeza, el hombre y su esencia. Ya no es tiempo para discursos hegemónicos o monistas, tampoco para la fragmentación o deformación, ya no es tiempo de la patología que disocia y desemboca en represión y enajenación. Los mundos claman y tienen sed de integralidad, de magia como realidad fundante y sustancia naturalista, las soluciones no se dan en el juego de lo bueno o lo malo dependiendo de quién mira; hoy el asunto se trata de develar, aceptar, incluir y conscientemente trascender, es el tiempo de dar lugar y permitir al ojo de la contemplación “sus referentes inmediatos, las experiencias directas, las aprehensiones y los datos procedentes del dominio espiritual” (Wilber, 1998, p. 209), es tiempo de recordar que el camino evolutivo incluye al alma y al corazón.

La foto de la positividad no es posible sin su negativo, el principio holográfico de la experiencia humana implica integrar ambos, lo integrado permite lo entero y de allí lo total es posible, el filósofo Aldous Huxley (2000) lo recuerda para las diferentes tradiciones místicas:

En la concepción china, se percibe el universo como el ying y el yang, los principios negativo y positivo, que son igualmente válidos en el mundo. También encontramos la misma percepción en la filosofía hindú: la diosa de la creación es, además, la diosa de la destrucción; lo negativo es correlativo a lo positivo; pero entonces se reconcilian los dos en este principio fundamental, el Tao. (p. 64)

El universo se hace externo como reflejo del mundo interno, arriba y abajo como devenir de totalidad, padre cosmos y madre tierra como principios de realidad total, entonces, la propuesta de esta psicología ancestral indígena puede ser negativa para el positivo7, pero por lo mismo, es hermosa una antítesis suramericana como psiquismo humano del hombre mundial.

Escuchar al otro, lo otro, para escuchar el corazón de la Hytcha Guaia8

Para esta siembra es fundamental sentir, escuchar, y solo después pensar una psicología que transgreda (ojalá crítica y amorosamente) las formas en cómo se ha constituido este saber en ciencia y ejercicio práxico. Jung (1995) lo va a reiterar a lo largo de su obra:

Por tanto, es muy natural que la gente que no ha tenido la experiencia médica del psicólogo encuentre difícil entender lo que ocurre cuando la psicología deja de ser un estudio tranquilo del científico en su laboratorio y se convierte en una parte activa de la aventura real de la vida. (p. 91)

Tarea transformadora y radical (de raíz) la de volver a sentir el cuerpo en su más sensible expresión de movimiento, cosquilleo, contacto, vibración y potencia de curación, el alma como centro evolutivo e indisoluble, y el corazón como fuerza que integra, movimiento energético y simiente que se permite crecer poco a poco y entregarse a la experiencia humana de vivir.

Para ello, es necesario dar un vuelco de nuevo a la psicología como espiritual ciencia del alma, ontológica, epistémica, fenomenológica y telúrica, capaz de abordar la sabiduría popular y ancestral como una herramienta de descolonización propia. ¿Qué disciplina si no la propia psicología para liberarse de su ausencia filosófica, ética y humana?, ¿quién más si no la psicología para comprenderse a sí misma y reformular sus fríos, a veces perversos, y eurocéntricos postulados?, ¿quién más sino la psicología para intentar comprender el misterio y sabiduría del alma? Este planteamiento es una problemática realidad de sentido epistemológico, pues el cómo se conoce desde la psicología se ha basado en un ver objetivo que ha dejado a un lado la intuición, la afectividad y el tan necesario diálogo con el corazón.

El enredo platónico, y posteriormente alemán, del dualismo antropológico que privilegia el solo pensar colonial y patriarcal sobre el aparente cavernícola cuerpo, olvidó que en este (el cuerpo) se encuentra la manifestación más tangible de la escucha del alma, es con los pies en la tierra que podemos asentarnos en ella, caminarla y poco a poco comprenderla; es a través de la respiración que el aire se vuelve curación, es a través del contacto que la vida se manifiesta, es la confianza en los sentidos la que permite una visión más clara, un olor más profundo, una escucha más cuidadosa.

Por ello, el cuerpo es manifestación del ser, movimiento, expresión y revelación de lo propio y lo divino, manifestación de lo infinito en lo finito, Lowen (1993) lo expone de la siguiente manera: “La vida de un individuo es la vida de su cuerpo. Como el cuerpo viviente incluye la mente, el espíritu y el alma, vivir plenamente la vida del cuerpo es ser mental, espiritual y anímico” (p. 41). Así, la fuerza misteriosa del cuerpo permite participar de los procesos más sublimes de la vida y de la muerte, el cuerpo tiene la sabiduría para expandirse a sí mismo, expandirse hacia los demás, a lo esencial, al amor. Es a través del cuerpo que se puede experimentar lo divino, que puede haber entrega a lo total, es el cuerpo en su sabiduría el que posee la inteligencia para curar, es el cuerpo siendo medicina y más allá.

Asimismo, en este rescatar de psicología propia está la tierra como conciencia corpórea, como centro de donde procede la vida, vientre que conecta el horizonte terrestre y la expansión hacia arriba, que vincula el cosmos y la guaia (tierra), el mundo de arriba y de abajo, el hanan pacha, el kai pacha y el uju pacha9, conciencia telúrica y mágica, esencialidad de Chy y aprendizaje del Gua10. De allí la importancia de rescatar la psicología enraizada en el saber ancestral, fundamentada en el reconocimiento del sentir, el estar y el asentar chamánico como forma de sabiduría científica, perenne y amorosamente urgente. Ya no es chamanismo, cosmogonía y sabiduría solo para el indígena; es mito, cosmos, sacralidad, plantas medicinales, curación y tierra para el nieto campesino, el nieto mestizo, andino, el humano en el mundo. Esto es, la contemplación de un estar de reencuentro y reconexión con lo sagrado que evoca la connotación psíquica de la vivencia en relación con el otro, una forma de conocer profunda y mística, que permite escuchar el lenguaje del alma y de la tierra, convirtiéndose en saber curativo expresado como poesía hermenéutica de femineidad de sensible escucha:

Como es que me quiero entregar a la planta para acoger la vida. Pintas y chumas de la epifanía divina. Que magia de telúrica naturaleza teje mi paso por esta conciencia ¿Por qué no entiendo que lo que respiro en vida es un regalo mágico de mi hermano el árbol y nuestra madre y padre común? Que mi alma es de magias y energías de ancestros. Que pensar está bien y no hacerlo me deja ver. Que lo invisible del espíritu es el real principio de todo. Soy alma de infinitas máscaras y cuerpos. Sentir es también conocer, amar es curar. (L. León, comunicación personal, septiembre 18 de 2018)

Así, abordar las narrativas del espíritu a través de la expresión ancestral como saber telúrico posiciona la vida almífica no como yoico sujeto alienado de su relación íntima con lo otro, o como inexistente realidad para el ojo objetivista y cosificador, sino como una dimensión de puente entre la materia y el espíritu, trans-lógica, cósmica y creadora que deja de manifiesto la propia experiencia fenomenológica y trascendente de ser humano, de ser alma, fuerza vital, aliento divino que conecta a la vida. Para Jung (1957), uno de los importantes pensadores del psiquismo en el mundo occidental:

El alma era esencialmente vida del cuerpo, el aliento vital, una especie de energía vital, que durante el embarazo o el nacimiento penetraba en la physis, es decir en el espacio, abandonando el cuerpo que fallece con el postrer aliento. El alma es de por sí un ente no espacial y, por existir antes y después de la vida corporal, es también extratemporal, ósea prácticamente inmortal (…). Por eso tenemos que volver, nos agrade o no, a la teoría de nuestros antepasados sobre el alma, ya que fueron ellos quienes establecieron tales supuestos (…). Los nombres con que el hombre suele designar sus experiencias son, muchas veces, muy instructivos. ¿De dónde procede la palabra alma? Seele (en alemán) y soul (en inglés) proceden del gótico saiwalá y del germánico primitivo saiwaló, que etimológicamente se asocia al griego aiolos que significa movible, abigarrado, brillante. Según es sabido, la palabra griega psyque significa también mariposa. Por otra parte, la palabra saiwaló tiene relaciones también con el antiguo eslavo sila, que significa fuerza. Estas relaciones explican el sentido primitivo de la palabra seele (alma), que sería, pues, la fuerza móvil ósea, la fuerza vital. (p. 14)

Se comprende entonces que la magia del alma hace parte de la tarea curativa de armonización y equilibrio no sólo para el ser humano, sino también para la tierra, quien en su inmensa sabiduría espiritual nos permite comprender que en ella también hay ese aliento de vida, que permite ser crisálida y convertirse en mariposa, que es aire transformado en frío, fuego transformado en calorcito, agua en movimiento y tierra hecha raíz. De esta forma, el saber que se adquiere a través de la contemplación de lo sagrado, de estar en la tierra, transforma el lenguaje como escucha mística de la palabra que se convierte en la expresión de arraigo a una cosmogonía pletórica de mitos fundantes. León (2016) recordando las palabras del abuelo Fernando de la comunidad Mhuysqa de Cota, afirma que “la respuesta a la propia sabiduría que ya no se ve, claramente está en el mito… el mito está en mí, pues yo soy el mi-todo, yo soy la totalidad, el mito y el espíritu” (p. 119). Por lo tanto, si el mito ya no está afuera (aunque ahí está, está en las plantas, runas, calendarios, malocas, chagras, en la tierra), habrá que recuperarlo adentro y en el devenir mismo de la vida:

Siento que no solamente el tejido carga el pensamiento y sentir, sino que también es el vacío que forma la mochila, el que contiene y carga el espíritu de la mujer. Cuando se mira dentro de la misma, se siente un espacio para habitar de forma poética. Tejer significó construir una representación del universo, sembrando en este: amor, pensamiento bonito y sanación dulce. (S. Salgado, comunicación personal, febrero 21 de 2017)

Tal vez es por todo esto que para Gadamer (1993)

el mito se convierte en portador de una verdad propia, inalcanzable para la explicación racional del mundo. En vez de ser ridiculizado como mentira de curas o como cuento de viejas, el mito tiene, en relación con la verdad, el valor de ser la voz de un tiempo originario más sabio… Nietzsche solo dio un pequeño paso hacia adelante cuando, en la segunda consideración intempestiva, vio en el mito la condición vital de cualquier cultura. Una cultura (psiquismo y espíritu) sólo podría florecer en un horizonte rodeado de mito. (p. 133)

Por esto, en el andar chamánico indígena, como escucha de los saberes de la tierra, se trasciende e integra la división entre el “yo” y el “otro”, proponiéndose un sentido de mismidad; en este, el mito puede ser otro y puedo ser yo, se es a través del otro y el otro es a través de lo que se es; y aunque para América esto resulte en la pregunta constante de qué somos, ¿a qué nos parecemos?, solo puede ser mirando a ese otro que lo mismo puede ser. Para el filósofo Enrique Dussel (1994):

El “Yo” cuyo “señorío” (el “Señor-de-este-Mundo”) estaba fundado en Dios. El “conquistador” participa igualmente de ese “Yo”, pero tenía sobre el Rey en España la experiencia existencial de enfrentar su “Yo- Señor” al Otro negado en su dignidad: el indio como “lo Mismo”, como instrumento, dócil, oprimido. La “Conquista” (que nunca escuchó ni escucha) es afirmación práctica del “Yo conquisto” y “negación del Otro” como otro. (p. 47)

Sabiamente, ese Otro es mismidad y otredad de tierra, de común-unidad (comunidad), de logos mítico, de cosmos, es sentir y escuchar en mismidad y otredad, yo y tú, como tierra y cosmos, relación al todo como universo fundante de lo que se es en sí mismo. Todo se halla trascendido por el otro, “entendiendo al otro no como sujeto individual, sino como un psiquismo que se des-encubre, que es en relación con la tierra, los elementales, el universo y lo divino” (Comunidad Tiguaia, 2018).

Volver a nacer es decirte, dulce madre, que abandono tu tierra húmeda y oscura, tu aire caliente y fortalecedor, tu vapor de vida, tu fuego musical y sabio, todo como un supuesto porque siempre estás en mí. Salgo de tu útero creyendo que mis células son partículas de tierra que nadan en el agua de mis venas que se calientan por el fuego del corazón, que es soplado constantemente por el aire de la vida. Me despojo de tu manto para abrir unos ojos espirituales a la vida, al salir de tu vientre, mi cuerpo desnudo de miedo es golpeado por el aire frío con la intención de que mi alma llore y respire la esencia del amor, tímida en cada paso que doy pero sintiendo siempre la tierra, me dirijo hacía el agua fría, el contacto de mi cuerpo con este elemental de vida me quita el aire para de nuevo tomar fuerza y honrar la vida con cada exhalación, luego de sentir como el frio cobija mi cuerpo, busco el fuego para seguir calentando mi espíritu y recordar con dulzura tu vientre. Me siento a admirar las montañas y siento que son mis abuelas, pienso que no solo he nacido yo, sino que conmigo ha vuelto a nacer una generación de antepasados. Me dedico a contemplar cada detalle de tu creación, para memorar en la luz de la vida la oscuridad de la que nací. (C. Juyar, comunicación personal, septiembre 23 de 2017)

Dentro de este ritmo mágico, la psique es atravesada internamente por lo otro, está habitada del otro telúrico y maternal, universal y paternal, el otro no es una relación de exterioridad, sino que es algo propio e interno. Estamos conectados por hilos sutiles que crean relaciones; entonces una escucha chamánica también es una escucha relacional, es estar desbordado por el otro, es hacernos tejido con el otro, pero el otro no es solo el semejante, sino el no semejante al ojo material (el animal, la planta, la montaña, la cascada, el fuego…), como dice el investigador nariñense Boris Delgado:

Las relaciones que se tejen se convierten en sabiduría, se dice que el sabio no es el individuo sino el hilo que teje con el otro, estas relaciones son intuitivas. Este pensamiento rompe con el poder que se cree tener en las relaciones, pues bien, se crea un sentido de lo comunal en donde no se alinea al sí mismo fuera de sí. (Comunicación personal, agosto 23 de 2017)

De esta forma se reafirma que el tejido en América lleva como hilo la magia de la gran Mama, de la Pacha, de la Hytcha Guaia, de la serpiente, el águila, el quetzacoatl11, del cóndor, del jaguar, la rana, la araña, la huytaqa12. Y a la vez, es confiar que el humano es un hilo que trasciende como tejedor de relaciones internas y externas, reafirmar el sentido comunitario transhumano del mismo hombre al estar enraizado a un territorio que se concibe como parte de sí. Un humano que tiene la necesidad de escuchar la tierra que camina para sentirse vivo, que limpia, entrega, danza, canta, mambea13, poporea14, siembra, gesta y cuida, para sanarse en un encuentro con el espíritu de la tierra, dicen los sabios mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta: “sanar la tierra para sanarse uno mismo y sanarse uno mismo para sanar la tierra” (comunicación personal, diciembre 12 de 2016), trabajo de honra, orden y reconocimiento por la espiral de origen y fundamento, por el pensamiento y la memoria de Aluna15.

El poder transformador de la escucha trascendental

Se comprende entonces que hay una relación íntima y vital entre la comunidad, el ser humano y la tierra, es posible que por esto para Arturo Escobar (2016) “todo ser es ser tierra”; existe un pensamiento de la tierra al cual refiere como

aquella dimensión que toda comunidad que habita un territorio sabe que es vital para su existencia: su conexión indisoluble con la Tierra y con todos los seres vivos. Más que en conocimientos teóricos, esta dimensión se encuentra elocuentemente expresada en el arte (tejidos), los mitos, las prácticas económicas y culturales del lugar, y en las luchas territoriales y por la defensa de la Pacha Mama. (párr. 4)

Desde esta comprensión, la tierra es elemento fundamental, es lugar sagrado donde se gesta lo más profundo del ser humano, centro integrador de la vida de la comunidad; es madre que alimenta a sus hijos, sostiene todo, es base para el establecimiento de lo comunal y lo relacional a través de una conexión. “La Tierra no contiene la vida, ella es vida (…), somos hijos e hijas de la Tierra, somos la misma Tierra que se hace autoconsciente” (Boff, 2006, p. 154); es importante mencionar que, desde el saber de abuelos, taitas, filósofos y psicólogos ancestrales, es una conexión espiritual, que trasciende las comprensiones racionales de la misma. Un vínculo sentido de semilla y fertilidad, de masculino y femenino, cielo y tierra, de tiempo y espacio, de luz y sombra, que conecta con la propia naturaleza de lo humano; una energía espiral, trascendental e integrativa como horizonte evolutivo de chacana16.

Ahí radica la importancia de aprender a escuchar, para la Real Academia Española, escuchar “es prestar atención a lo que se oye” (Real Academia Española, s.f., definición 1), para Carlos Lenkersdorf (2008), recuperando su propia tarea de escuchar a través del saber maya tojolabal, escuchar implica percibir realidades escondidas (por lo menos para el mundo occidental). Para nuestros abuelos y abuelas indígenas este percibir es atender el silbido del pájaro, el fluir del río, el aleteo de la mariposa, al árbol de la vida y sus raíces; es atender el llamado de la madre desde el centro y palpitar del universo. Escuchar ha sido estar en disposición para percibir, comprender y vivir el mundo desde la Madre Tierra, desde la salida del padre sol hasta la presencia constante de la madre luna, ha sido sembrar y transformar desde el mito, los rituales, las medicinas, el cuidado, los ancestros; ha sido aprender a escuchar la palabra silenciada. En un mundo de sordos, escuchar la Tierra se vuelve un acto emancipatorio para nuestros pueblos y tradiciones, implica profundizar nuestra realidad y reconocer el poder metafórmico17 que viene en sí mismo.

Igualmente, escuchar permite el diálogo y dignificarnos a través de él, su tarea es sacarnos del yo centro para poder trasladarnos a un nosotros más integral, Lenkersdorf (2008) va diferenciar los dos posibles diálogos que se abren e interconectan con el proceso de escucha:

El diálogo interior es un escuchar a nosotros mismos. Parece que ese monólogo no descansa, sin cesar lo escuchamos, sin interrupción nos habla o hablamos con nosotros mismos. Es la reflexión nunca interrumpida de nosotros. Sabemos y queremos escucharla, pero escuchamos a nosotros mismos. Este diálogo interior nos aisla y nos obstaculiza escuchar tanto al corazón como a los demás. A veces el corazón nos sacude y nos despierta, pero solo a veces. Es uno de los aspectos más delicados de nuestra humanidad. A la vez es un bastón en el cual nos podemos apoyar para encaminarnos hacia lo humano del cual nos olvidamos con tanta facilidad.

Dicho de otro modo, hay dos voces interiores que nos hablan. El corazón nos quiere despertar como miembros del nosotros cósmico y decirnos que formamos una humanidad. El diálogo interior, en cambio, nos confirma, en lo que sabemos y queremos. No nos despierta, sino todo lo contrario. Sin interrupción nos habla, es dificil callarlo para escuchar al corazón y a los dialogantes que nos hablan. Tenemos que aprender cómo silenciarlo para poder escuchar. Su hablar es muy insistente y nos cuesta apagar su voz. Para poder hacerlo tenemos que aprender también cuál es la voz de él y cuál es la voz de nuestro corazón. Es un indicador que nos hace buscar lo humano, la solidaridad con hermanos y hermanas y la que no nos confirma en el egocentrismo, el etnocentrismo y la patriotería. Dicho de otro modo, la voz del corazón es, a menudo,la voz del nosotros y viceversa. (p. 48)

Ahora bien, escuchar la espiritualidad de la tierra, supone palpitar en armonía con el universo, entregarse humilde y amorosamente a la maravillosa y profunda sensación de la vida; consiste en sintonizarse con las vibraciones que produce el palpitar del corazón, con el ritmo que compone la respiración y con el silencio de la corta pausa que se produce entre cada inhalación y exhalación, con el movimiento inseparable al flujo permanente de las aguas de un río, con los sutiles susurros que producen las irrefrenables y fuertes corrientes de aire entre las montañas; con el imperceptible alimento psíquico que emana interna y externamente del pecho de una madre que acalla el llanto de su hijo con aquello que la naturaleza le ha otorgado asombrosa, sabia y efímeramente; con las vibraciones de la voz que acompañó la primera conciencia de la vida, mientras se reposa en el regazo al hincar el oído sobre su pecho y ondear como en las profundidades del vientre, y con todo aquello que agitan las entrañas y se produce esa intensa y real conexión con lo que se es en esencia, que regocija cuerpo, alma y espíritu (León & Pérez, 2020).

Escuchar lo otro que es vivo o incluso aún muerto también presente, porque bajo este logos, no solo el humano está dotado de consciencia y sabiduría, todo lo existente posee sus propias formas de estar, de ser, de pensar y de sentir, la planta también piensa y tiene inteligencia, abre el camino, la montaña es creadora de vida, lugar de tranquilidad, el agua es fertilidad, el aire nos habla, nuestros muertos también nos hablan, están a nuestro lado, en nuestros sueños, en cada mensaje pueden recordarnos nuestro lugar en el mundo y quizá este sea el camino para comprender la sabiduría del amor como tejido de relacionamiento con el todo, como esencia espiritual primera de posterior y evolutiva sustancialidad humana.

Madre, quiero verme, quiero mirarme, tengo miedo, no sé quién soy, no sé porque no puedo quitarme esta venda. Madre, Madre, abrázame, acógeme y hazme ver, aunque me duela la vista y el llanto brote, aunque las piernas me tiemblen y el juicio se pierda, aunque un día te diga; ¡basta!, continua, quiero sanarme, volver a amar, quiero perdonar y perdonarme, quiero aceptar la irreductible realidad y mirarme en el reflejo de las aguas puras, en el espejo del alma y en los ojos de los niños que miran con esperanza. Madre, mírame, soy tan pequeña, tan vulnerable y tan perdida. Aférrame a tu compañía tu bondad desmedida y tu grandeza. (Comunicación personal, septiembre 10 de 2016)

Ante esta comprensión de lo universal, del todo como materia, como energía, como saber, como linaje, se rescata e insiste en el sentido del nosotros, de un nos-otros compuesto por lo mismo. Un entender que convoca un sentido de pertenencia e identidad con lo que se comparte, para los wayúu, pueblo indígena de la Guajira colombo-venezolana, es ayaawataa, que en su lengua significa “verse, mirarse, reconocerse en lo colectivo, reencontrarse y tomar conciencia (aya=yo, waa=nosotros, marca que determina lo colectivo, taa=terminación verbal)” (Fucai, 2015, p. 50), en territorio mhuysqa es permitirse estar en qyca, en común-unidad, estar vinculado a lo divino y ser lo divino. De aquí, que surja para la psicología ancestral la necesidad de comprender la cosmogonía y la cosmovisión de la comunidad, vivenciando las relaciones que tejen a nivel físico, mental, espiritual, sagrado y místico con el territorio, el universo, el mito y su ley de origen, un andar de tierra que retorna a la escucha y cuidado de lo propio.

En el establecimiento de un nosotros, resulta indispensable preguntarse sobre lo que define al humano, que en su traducción humilde implica ser humus, y este a su vez, ser tierra, hombre que viene de la tierra, hombre que se enraíza en un sentido espiritual y entabla desde su significado un tejido de complementariedad con lo universal. Por ende, lo humano es una integralidad, es holismo en sí mismo, es yo, ello y nosotros, verdad, bondad y belleza, es totalidad de sentido conformada por alma, espíritu, energía y materia, la confusión ha estado en aquello que plantea Wilber (1998):

Fue el materialismo científico el que no tardó en decretar la inutilidad del resto de las esferas de valor, acusándolas de “no científicas”, ilusorias o cosas todavía peores. Y fue esta misma imputación la que alegó el materialismo científico para terminar decretando la inexistencia de la Gran Cadena del Ser. Desde el punto de vista del materialismo científico, la Gran Red de materia, cuerpo, mente, alma y Espíritu puede ser reducida a sistemas exclusivamente materiales, ya que la materia –ya sea el cerebro material o los sistemas de procesos materiales– puede dar cuenta de toda la realidad. Desaparecida la mente, desaparecida el alma y desaparecido el Espíritu –desaparecida, en suma, la totalidad de la Gran Cadena excepto su peldaño inferior–, en su lugar solo quedó el conocido lamento de Whitehead, la realidad “un asunto aburrido, mudo, inodoro, incoloro, el simple despliegue interminable y absurdo de lo material”. (p. 27)

Ante este desastre, solo queda el movimiento de libertad que es curarse, ampliar el sentido, la experiencia, el conocimiento, el camino, el ritmo, la vida misma, es encontrarse con lo negado (consciente o inconscientemente), mirarlo y en la apertura del corazón renacer en la memoria de la energía y la magia, como dice el profesor tukano Antonio Guzmán (2004):

La magia para nosotros es el arte de cambiar, de transformar este estado por otro estado. Es el arte de cambiar las esencias con las palabras mágicas. Lo que hace cambiar es la fuerza, la energía (…), todo tiene su magia. (p. 80)

Por eso, este humano de tierra sabe que se cura a través del reconocimiento de sus linajes (ancestros), como una forma vital de recrearse en lo espiritual común, aquí, lo mágico es lo ancestral como fuente esencial en lo sustancial o como canal fenoménico generacional por el cual interactúan los mundos que son semejantes y no semejantes. Curar se vuelve la tarea de escuchar el mito de origen que proviene de un lenguaje sagrado de abuelos y abuelas, escuchar las raíces de las relaciones que definen al ser, escuchar la sabiduría de cada ritual transformador.

Manipular el barro permitía sentir cómo se deslizaba la tierra en las manos y contemplar cómo se formaba una figura que resultaba ser la expresión más íntima del psiquismo. Recordar hacer y ser arte, es volver a encontrar en el detalle más mínimo la belleza de la creación y dar permiso a la escucha del alma para que manifieste su memoria. Sentir también que somos barro con corazón de tierra, sangre de agua, palabra de aire, fuego de espíritu y alma de amor. (Comunicación personal, febrero 10 de 2017)

Así, lo ancestral se convierte en fuerza que impulsa al humano a un mirar telúrico y chamánico hacia adentro y le brinda la posibilidad de un camino para recorrer y volver a ese núcleo esencial. Es un tejido que, como lo expresa el filósofo Soren Kierkegaard (s.f., como se citó en Comunidad Tiguaia, 2018), se entiende bajo la premisa de que “la vida solo se puede entender mirando hacia atrás, pero solo se puede vivir mirando hacia delante”. En reflexión de nuestro saber indígena, “los mayores, los abuelos (espirituales, materiales, elementales) no son nuestro pasado, ni el pasado de nuestros hijos o nuestros nietos, son el futuro” (P. Pérez, comunicación personal, septiembre 19 de 2019); desde este movimiento se recuerda lo vivido antes, se recuerda el lugar nutricio, se acepta, se abraza y se suelta, se toma la fuerza y se recuerda que en ella se puede ser, se puede sanar.

La curación del alma como camino de libertad

Sembrada e iluminada la vida, esta permite que la esencia del humano se contemple como una conciencia sutil y vital que proviene de lo uni-versal y divino. Un conjunto de hilos intangibles pero “sentibles” que interactúan con el todo y se mueven con delicadeza en relación con esa naturaleza. Esencia sagrada almifica como elemento de totalidad en relación y movimiento hacia una mayor totalidad energética; el alma como una llave compuesta de polvo de estrellas, fuego, carbón, cuarzo, cascada, aire; para los budistas es la puerta del alma en el corazón, un soplo hecho luz que reside en el corazón como energía que habita lo corpóreo, una luz que brilla al reconocer y escuchar la raíz de los abuelos, para el taita Javier Lasso es de la siguiente manera:

El corazón no palpita porque si, allí reside una luz, llamémoslo el espíritu del alma, la totalidad de nosotros en ese espíritu, somos energía total, el alma vendría a ser como esa lucecita. Somos espíritu o somos energía habitando esta forma corpórea, en el alma está el linaje, la genética, lo ancestral, ¿quién sos vos? Somos también papá y mamá, abuela y abuelo y todo el linaje. (Comunicación personal, agosto 20 de 2017)

El alma total es inteligencia inconmensurable de ancestros y origen, que se hace visible cuando se escucha desde la conciencia sensible y energética de las posibilidades epistémicas contemplativas, es puente de sanación y a la vez es lo sanado, es tan real e integral, mística y alquímica, tan maestra como aprendiz, su escucha silenciosa de lo espiritual no es más que la oportunidad de curar.

La Noche se posa sobre mis sentires, mientras silenciosa y amorosa la madre me habla a través de las estrellas. Son sus palabras las que dictaron mi trasegar, son sus palabras las que llenaron de canto y salvia mi alma; esa que una vez creí perdida, abarrotada por el ego, hoy se funde en tu abrazo como manantial. Las cadenas que dejaron ciegos mis sentires, hoy se despojan y se despiden de la oscuridad. ¡Ah!, madre, fue la oscuridad la que me llevó hasta ti, porque, en otras palabras, se necesita de ella para que en esta noche seamos tú y yo. (C. Juyar, comunicación personal, octubre 12 de 2018)

Dentro de esta experiencia y significado para nuestro saber ancestral mhuysqa, el alma se comprende como un óntos del psiquismo que en comprensión de un alma interna y humana manifiesta siete esencias.

A partir de las vivencias fenoménicas del saber indígena, que implica siete logos en el orden superior de un gran logos sagrado del sentido holístico de la unidad espiritual primera y última, comprendida como Chyminigagua en mhuysqa, el pensamiento sagrado de la divinidad. Entonces, un alma de naturaleza de vida material corpórea substancial no contraria a ella, su nivel más exterior (alma Bio), de naturaleza transracional (alma de pensamiento bonito), de naturaleza emocional, lo corazonante como maestro de curación (alma de puyky y pathos), de naturaleza comunal como tejido humano del cuidado colectivo como identidad de ancestros (alma comunal–qyca), de naturaleza espiritual de sí mismo (alma de gua-chy, el sabedor interno espiritual), de naturaleza telúrica fundando su origen de la vida y de la consciencia psíquica en lo femenino (alma telúrica), de naturaleza cósmica al complementar con la consciencia originaria y psíquica de lo masculino (alma cósmica), y todas una misma, divina (no dividida) e integral alma. (León & Pérez, 2020)

Este camino de nuna, a-e, fyhisqa o jauri18 en territorio sagrado, vuelve a escuchar y a conectar con la sabiduría indígena, con el mito, el cosmos, la gran madre, no sin antes dar cuenta y humildemente develar tanta enfermedad, tanta incapacidad para escucharse, disociarse y perderse, por ratos, de ella misma. Por esto, es necesario comprender la enfermedad como el camino al reconocimiento del sí mismo, es desde el amor como potencia psíquica y a partir de la enfermedad como maestría que el humano evoluciona; psicoterapia ancestral de reconocer, aceptar, escuchar y estar en el bloqueo energético que deviene negativo19 como potencial de evolución humana.

En este sentido, el psicoanalista e investigador del chamanismo peruano Pio Vucetich va a encontrar que

el ser humano enferma por circunstancias energéticas de bloqueo en las dimensiones física, mental o psíquica, espiritual y circunstancial y en el mismo sentido va a proponer que toda curación es un caminar hacia el núcleo del ser como ordenador armonizante de la vida psíquica. (Comunicación personal, octubre 21 de 2015)

En ese sentido, para nosotros, camino de ver y escuchar, de sentir y aceptar, que en coherencia y terapéutica sencilla se apoya en plantas y rituales del ordenamiento en los principios, un movimiento del amor y del espíritu que limpia y armoniza el caos del maestro negativo.

Cabe aclarar que desde nuestro saber indígena el llamado negativo, es decir, pensamiento resentido de ego como rabia, culpa, tristeza (pena), envidia, miedo y dolor, es fuerza capaz de alejar de la realidad, haciendo habitar y vivir mundos y realidades que no pertenecen a la identidad más profunda y al ser en su interior. Es el mal vivir físico y mental, es aquello que ha apartado al hombre de la Madre Tierra, trampa de lo peor del pensamiento, el ego cogito enfermado de absolutismo. Sin embargo, aunque el negativo se interprete a primera vista como destructivo, se comprende en coherente y totalizante ironía que el mismo negativo es propósito de positivo como potencia de curación, pues en su esencia muchas veces funda y contiene la fuerza de conciencia curativa.

Afirma el taita Lasso:

La enfermedad nace de un desequilibrio que comienza en la emoción, lo psicológico y lo energético, para manifestarse luego en el cuerpo. En el cuerpo está grabado lo que está en el pensamiento y el lenguaje. El pensamiento es todo lo creado desde el gran misterio que se conecta con la sensación y la emoción. La enfermedad mueve parámetros y los manifiesta a través del síntoma físico. La enfermedad es un camino para también descubrir lo que se es, de dónde se viene y por qué. Entonces el trabajo de curación se hace a partir de sí mismo, las enfermedades se deben buscar en uno mismo, comenzando con la aceptación, pues si se hace resistencia se enferma aún más. (Comunicación personal, agosto 19 de 2017)

Bajo esta comprensión es necesario hacer conciencia de la propia enfermedad, de la génesis del negativo, también origen, para consolidar un ejercicio sintiente (aquí la escucha ancestral) que conecta con lo corpóreo, lo emocional y lo espiritual en una manifestación integral del Ser como todo. En este conocimiento de sanación se requiere de paciencia para llevar la vida, hablar, escuchar, ser y estar en conciencia con ella y su enseñanza de amor; un amor que proviene según lo mhuysqa de un corazón puyky y tiende hacía un amor universal, thyzy, recordando que para sanar se necesita también de un amor que siempre vive cantando, un quinto amor denominado “ushesiasuk” que proviene de aquel amor universal, un amor que aún con dolor, canta y lucha (G. Chingate, comunicación personal, junio 11 de 2017).

Se afirma entonces el amor como potencia de curación, como quinto elemental del universo que yace en el espíritu y que trasgrede toda dimensión física, temporal y espacial. El amor es elemental de vida que se une a la tierra, a la planta, a la montaña, al ritual, para sanar con su fuerza, que trae consigo a la fe y su intención bonita, sensible de unión y aceptación. Es la fe en sinergia con el amor o la fe en el amor la que permite cantarle a la tierra y ser canto de tierra. Es la fe el regalo de la tierra para curarnos y curarla, es a través de esta que escuchamos y nos hacemos estudiosos de la tierra, es a través de la fe que podemos crecer en humildad, honestidad, dignidad y respeto, a través de la fe se puede ser y sentir con la tierra.

Sin embargo, el trabajo de aquietarse y silenciarse en racionalidad, en cuanto a las interpretaciones meramente conceptuales que suelen aparecer de manera casi automática en el pensamiento y que buscan emparejarse lógicamente con los sistemas de referencia instaurados previamente, implica tomar de la mano el miedo grande que da no tener el control o el miedo que da reconocer que nos podemos relacionar con la vida acercándonos a su esencialidad.

Así, la fe es la fuerza que aparece en lo humano y en todo lo vivo para creer en lo espiritual, no como creencia cognitiva, sino como impulso vital que posibilita y mantiene la intención divina y substancial por el ser y el estar. Por lo que se precisa a la fe como aquel principio originante de la vida, lo que invita y reclama por su creación y que, a su vez, gesta la confianza para entregarse y dejarse orientar por el propósito que anida, propósito que deviene en lo sagrado que yace en lo interno y externo, y que confluye permanentemente con la energía universal. (León & Pérez, 2020)

Se recuerda en este mismo sentido:

La fe como camino, como el sendero a recorrer, pero también como el punto de partida. Una parte del todo y el todo a la vez, mostrando que a través de ella se puede llegar al sí mismo, al conocimiento perenne, siendo el puente que conecta el holismo de lo humano, conectando el nivel mágico y el ser humano, un tambor vibrando en el alma, un puente que no necesita verificación, sostenido por su misma lucidez, por su misma esencia. (Pérez, 2016, p. 74)

También, este camino evolutivo a la curación, se propone en la medicina de la consciencia y el amor; permite una comprensión de la enfermedad en relación con lo telúrico, por tanto, una cura para cada enfermedad, una planta integralmente medicinal, que trata al negativo como a ese nieto al que hay que ponerle más atención, desbloqueándolo en sí mismo y permitiéndole su evolución. Esta curación va desde lo físico hasta lo espiritual, por ende, desde lo físico los elementales (planticas medicinales, mágicas, de poder) intervienen en la sensación física para despertar, movilizar, hacer consciencia y expulsar el malestar a través de la limpieza. La medicina tradicional comprende que cada quien se cura a sí mismo, cada uno sabe cómo sanarse, se tienen todos los archivos para activar la memoria y el bien-estar, el alma aguarda la sabiduría, es capaz de conectar con la tierra, y a través de las plantas, contactar con la fuente de curación.

Así, las prácticas del origen como curación desde la medicina o psicología tradicional o ancestral indígena conservan sus propios principios, calor, frío, dulzura, amargura, seco, fresco, soplado, tomado, respirado, fundamentadas en relaciones de fe e intuitiva confianza; dichas prácticas solo requieren que aprendamos a escuchar (con oídos, ojos, boca y manos internos, con el timo, el vientre o el riñón, pero escuchar), pues cada sabedor, incluyendo y reconociendo a la tierra como primera y fundamental sabedora y curadora, cuenta con la inteligencia para armonizar, equilibrar y profundamente sanar.

Se entiende luego que en esta danza cósmica existe un equilibrio entre lo femenino y lo masculino, entre frío y caliente, entre padre y madre, amor y desamor, universo y tierra; una armonía nuclear entre dualidades. Por lo tanto, el ejercicio de la curación va a estar enfocado en encontrar la palabra, el silencio, el pensamiento, el sentimiento, la acción de conciencia corpórea, de cuerpo como tierra, que permita develar la conexión que hay entre lo negativo, el alma, lo humano y lo universal, en un sentido metampsicótico20 (evolutivo) de arraigo, confianza y libertad en que la curación va a permitir abrir un ojo de contemplación a las relaciones trascendentes que hay en el humano físico, emocional, espiritual y planetario.

Para terminar, se reafirma que el caminar no se encuentra solo afuera, que investigar, buscar, pensar, crear, yace en recorrer el camino más largo y primordial de la vida, el cual como afirman las comunidades indígenas, se encuentra en el trayecto que hay de la cabeza al corazón y del corazón a la cabeza, para así endulzar la palabra y recuperar el pensamiento bonito. El asunto relacional hombre-tierra-cosmos de pensar bonito con corazón dulce. De esta manera, la psicología ancestral indígena propone una re-evolución del alma como emancipación de la mirada moderna que la cuestiona y limita. Una psicología que constata que el saber de curación puede provenir de las prácticas espirituales y del cuidado que se establece con la tierra, reconociendo el saber popular que yace en los ancestros, la relación espiritual con los elementales, las fuerzas sensitivas del amor, del padre y la madre, el perdón, la aceptación y la fe, como potencias que halan hacia un proceso curativo.

Una psicología que desde los planteamientos de León:

Comprende que se es alma para estar en la vida, y se viene a vivir para ser alma, acogiendo una cosmogonía de la psique repleta de usos y costumbres como camino de evolución. Una psicología que propone un sentido práctico del camino, o un camino de prácticas, mitos, botánica y ritos de consciencia y humanización. Todas las prácticas posibles para la evolución del alma son la potencia del método (camino) y su telos, un cultivo de la tierra, del cuerpo, de la mente, del alma y del espíritu importan en este sentido, en este camino de la tierra vida. (2016, p. 290)

La psicología indígena siendo ancestral es una propuesta eterna (sin tiempo) de sentido pluritemporal que recupera como desde sus nietos el saber del linaje indígena como conciencia transcendente de evolución. Reconociendo y reafirmando la importancia de construir y retomar un saber original enraizado, coherente con la tierra y cultura suramericana como fuerza y comprensión que también sabe voltearse para ver con conciencia a la vida presente y su propósito futuro. Un resurgir de la ciencia en consciencia que naturalmente (mágicamente) ubica y diluye las prácticas hegemónicas y coloniales de la ciencia positivista en ella misma y en América, para darle sentido epistémico de origen a las cosmogonías y cosmovisiones que integran lo humano, el conocimiento y la sabiduría. Así, se integran y trascienden las miradas antropocéntricas, egoicas, materialistas e individualizantes para volver a lo común integral, la alienación de lo otro no es posible en propuestas como estas, pues se vuelcan a la otredad como alteridad cósmica de respuesta psíquica.

En este espeso e intenso sentir, la boca se haya seca y silenciosa, el cuerpo se desgonza en un olvido fraternal y tu mano con la mía se desbordan en canción. ¿Es acaso mi vida una canción? No, no la tararees, que es este son. El vaivén de tu solapa verde sobre el viento azul. No, no la tararees, es mi canción. Una oración a este amor. A ti tan nombrado y negado. A ti, tan clamado y juzgado. Al padre. Al cósmico, al que es, al que fue, al que será. Todo mi amor. (S. Salgado, comunicación personal, junio 21 de 2018)

Espiritualidad es entonces para la psicología ancestral indígena un entramado de vitalidad, complejo que dota de sentido, fe, confianza y recuerdo profundo del propósito interno de un alma caminante de vidas, para que se entregue al gran misterio, a la experiencia que yace en el puro sentir del estar en la vida, la sensación imperante y gratificante de estar en un recinto acogedor, cálido, suave e intangible que permite el encuentro interno con lo que se es, siguiendo la intuición para alcanzar la curación y la evolución de la esencia divina que yace en el corazón. Por tanto, se precisa un humano que deje de temerle a lo espiritual para volver a mirar la transcendencia como una perpetuación de la existencia, y como una posibilidad de encuentro, entrega y curación de sí mismo, como un elemento de comprensión de su lugar en el mundo y como respuesta a las preguntas de sentido que se hace; recuperando precisamente ahí su sentido vital (León & Pérez, 2020).

Queda la invitación a despertar del sueño de la ilusión, a danzar otros ritmos, a experimentar que se es sol, luna, estrellas, semilla, fruto, árbol, día, noche, femenino, masculino, a confiar en la vida, en la tierra, a sentir su amor, escuchar su canción y alrededor del fuego comprender que uno fue, es y será raíz espiritual; que se es mamá, papá, abuelos, linajes, ancestralidad, en conclusión, hay necesidad de volver a escuchar a la madrecita sagrada y su profunda enseñanza almífica de curación.

Conflicto de intereses

Los autores declaran la inexistencia de conflicto de intereses con institución o asociación de cualquier índole.

Referencias

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Wilber, K. (1998). Ciencia y religión, el matrimonio entre el alma y los sentidos. Editorial Paidós.

Notas de autores

Paola Andrea Pérez Gil

Magíster en Desarrollo Educativo y Social de CINDE y Universidad Pedagógica Nacional. Docente investigadora de la línea investigativa en Psicología Ancestral Indígena, grupo de investigación Boulomai, Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad Cooperativa de Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1920-9352. Correo electrónico: paola.perez@campusucc.edu.co; muisca.2012@gmail.com

Sandy Salgado Soto

Psicóloga de la Universidad Cooperativa de Colombia, investigadora en Psicología Ancestral Indígena, gestora de acompañamiento psicosocial a población indígena migrante en Bogotá, Colombia en Corporación Tiguaia, comunidad de saberes y ciencias ancestrales. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5850-703X. Correo electrónico: sandysalgado.a@gmail.com;  sandy.salgados@campusucc.edu.co

Carolina Juyar

Especialista en Desarrollo Humano con Énfasis en Procesos Afectivos y Creatividad, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Psicóloga de la Universidad Cooperativa de Colombia, investigadora en saberes ancestrales. Fundación de Investigación Agroambiental, ICBF. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9763-8603 Correo electrónico: caritojuyarg@gmail.com

Luis Eduardo León Romero

Magíster en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás. Docente investigador del grupo de investigación Boulomai, Facultad de Psicología, Universidad Cooperativa de Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1363-5673 Correo electrónico: luis.león@campusucc.edu.co; solancestral@gmail.com


1 Montañas o cerros sagrados para el pueblo inca en Perú.

2 Comunidad en quechua.

3 Madre en quechua.

4 Aquí haciendo alusión al pueblo maya en Centroamérica.

5 América proviene de verdad de Amerriqué, voz de un dialecto nativo de las cordilleras centrales de Nicaragua, perteneciente al tronco lingüístico lenca-maya. En esa lengua, la palabra quiere decir “la tierra donde sopla el viento”. Es la denominación ancestral de una comarca montañosa en chontales, actual República de Nicaragua (Antón, 1997, p. 4).

6 Para el filósofo Ken Wilber (1998, p. 95) existen diversos conocimientos, una de estas posibilidades de comprensión se encuentra en afirmar que el lado derecho del conocimiento estuvo basado en la ciencia y sus postulados, dando fuerza al mundo objetivo y externo; por su parte, el lado izquierdo es el mundo interno y sus manifestaciones (como por ejemplo el arte, lo ético o lo espiritual). La distancia entre estos dos grandes conocimientos se genera, para Wilber (1998), cuando la ciencia decide negar todo conocimiento que no provenga de ella y sus lógicas de comprensión.

7 Principios indígenas de potencia integrativa que refieren energías complementarias de propósito vital.

8 Madre Tierra en lengua mhuysqa.

9 Concepciones andinas incaicas para referir la vida espiritual, la vida material y la vida a transformar.

10 Chyminigagua como creador y divinidad, como camino de ancestralidad mhuysqa que une e integra lo esencial a lo material.

11 Ave sagrada en la cosmovisión maya que representa el principio espiritual, el alma.

12 Animal (lechuza) sagrado para el pueblo Mhuysqa que representa la sabiduría espiritual de la tierra.

13 Ritual sagrado de mascar la hoja sagrada de coca mientras se dialoga en círculo alrededor del fuego.

14 Ritual sagrado Kogui de evolución espiritual y conocimiento en los hombres de la comunidad. Implica el contacto con la herramienta sagrada del poporo, el cual en su interior aguarda cal, esta cal es llevada a la boca y al encuentro con la hoja de coca, y en su exterior es frotada con un palo de madera. La forma circular del poporo va creciendo a medida que se va frotando, a medida que se va dialogando e intercambiando.

15 Para el pueblo Kogui en la Sierra Nevada de Santa Marta significa la gran madre, el origen, es espíritu de vida.

16 Símbolo inca, representado por la cruz andina, que en sus cuatro direcciones, diferentes escalones y peldaños, comunica y representa la cosmogonía incaica donde, entre tanto, se refleja la concepción de los tres mundos (uju, kai y hanan pacha: mundo de abajo, mundo de ahora, mundo de arriba), los elementos sagrados “apus” (montañas), “runas”, deidades como inty (el Dios sol), wirachocha (Dios creador), lugares como el Tihuantinsuyo (ciudad sagrada del Cusco), que permiten comprender que la vida humana está constituida, rodeada y atravesada por el plano espiritual.

17 Concepto empleado aquí como camino evolutivo de lo humano en el sentido de los aprehendizajes del alma, supone la perspectiva mítica pluricultural de un hombre en dinámica de crecimiento desde holones básicos de prehumanidad o estados hominidos hasta niveles superiores de conciencia en la holoarquia del tejido místico del ser. El paso del estado de crisálida al ser alado en la metamórfica griega o el camino de la rana mhuysqa plurielemental desde la condición de renacuajo ponen en evidencia un ciclismo de lo vital almífico transhumano, los estadios emergentes de la conciencia de la forma.

18 Expresiones incas, tikuna, mhuysqa y embera para referirse al alma respectivamente.

19 No olvidar que en la cosmovisión indígena Mhuysqa y Kogui el negativo es energía de aprendizaje, de él también vienen experiencias para evolucionar trascendentalmente como humanos. En el mundo indígena amerindio el negativo es una fuerza a la que se le permite ser y estar, tiene sus lugares sagrados donde se realizan los diferentes rituales para agradecerle y entregarle por lo mostrado, enseñado o curado.

20 Término que hace referencia aquí a la experiencia evolutiva del alma, su transmigración y sentido energético para caminar hacia una totalidad en sentido espiritual.