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Navarro Sánchez, R. E., Solano Pinzón, O., Gómez Díaz, J., Peña Esquivel, W., y Jaramillo Vargas, G. A.(2021). El testimonio de Etty Hillesum desde el perfil de místico de ojos abiertos de Benjamín González Buelta. Perseitas, 9, 212-231. DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.3908

EL TESTIMONIO DE ETTY HILLESUM DESDE EL PERFIL DE MÍSTICO DE OJOS ABIERTOS DE BENJAMÍN GONZÁLEZ BUELTA

The testimony of Etty Hillesum from the mystic of
open eyes profile of Benjamín González Buelta

Artículo de reflexión derivado de investigación

DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.3908

Recibido: mayo 11 2021. Aceptado: enero 29 de 2021. Publicado: febrero 25 de 2021

Rosana Elena Navarro Sánchez, Orlando Solano Pinzón,

Jairo Gómez Díaz, William Peña Esquivel, Gabriel Alberto Jaramillo Vargas

Resumen

Dos místicos relativamente contemporáneos: Etty Hillesum y Benjamín González Buelta; dos estilos, dos contextos y una coincidencia establecida desde sus experiencias espirituales, en profunda conexión con la realidad, en medio de la vida y sus desafíos. Hillesum no habla propiamente de la experiencia mística; sin embargo, su proceso personal existencial en el duro contexto de guerra la condujo a descubrirse profundamente habitada. Su experiencia de Dios le hizo posible comprender y gestionar el dolor en medio de la guerra, así como la necesidad de “hacerse bálsamo sobre las heridas” de sus hermanos judíos. Etty es una mística de ojos abiertos. Benjamín González Buelta ha profundizado en la comprensión de la mística, describiéndola y analizándola desde la experiencia de Dios en el contexto latinoamericano. Su reflexión permite hoy leer a Etty Hillesum desde la perspectiva del místico de ojos abiertos.

Palabras clave

Benjamín González Buelta; Etty Hillesum; Espiritualidad; Itinerario espiritual; Mística; Perfil místico.

Abstract

Two relatively contemporary mystics: Etty Hillesum and Benjamín González Buelta; two styles, two contexts, and a coincidence established from their spiritual experiences, in deep connection with reality, in the midst of life and its challenges. Hillesum does not speak properly of the mystical experience, however, the personal existential process of her in the harsh context of the war, led her to discover herself deeply inhabited. Her experience of God made it possible for her to understand and manage the pain in the midst of war, as well as the need to “make balm on the wounds” of her Jewish brothers. Etty is a wide-eyed mystic. Benjamín González Buelta has deepened his understanding of mysticism, describing and analyzing it from the experience of God in the Latin American context. His reflection today allows one to read Etty Hillesum from the perspective of the wide-eyed mystic.

Keywords

Benjamín González Buelta; Etty Hillesum; Spirituality; Spiritualy itinerary; Mysticism; Mystical profile.

Introducción

Aunque en algunos ámbitos de personas creyentes pueda parecer extraño, en la sociedad dominada por el paradigma capitalista existe una tendencia a ver la espiritualidad como algo de lo cual es posible prescindir en la propia existencia. En esta tendencia es oportuno ubicar las nuevas formas de pelagianismo que evoca Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate (2018), pues estas formas desconocen que, con ello, se niegan la posibilidad de sintonizar con su propia interioridad y promover, al mismo tiempo, la realización de su ser.

Ante un escenario así, este trabajo aborda una perspectiva particular sobre la experiencia espiritual, a partir de personas concretas, cuya vida está marcada por un itinerario espiritual encarnatorio: Etty Hillesum (1914-1943) y Benjamín González Buelta (1942). Ellos, desde experiencias espirituales y motivaciones diferentes, asumen una búsqueda espiritual, sin apartarse de su realidad histórica particular, sino siguiendo “al maestro interior, en la escuela de su corazón”, como señala san Agustín en Las confesiones (1979, IX: IX,21).

Así, pues, la intención que orienta la exposición es ofrecer una caracterización del perfil de místico de ojos abiertos, propuesto por Benjamín González Buelta, y aplicarlo al testimonio de Etty Hillesum, contenido en su diario. Para ello, en primer lugar, se realiza un acercamiento a los antecedentes para comprender la categoría “mística de ojos abiertos”; luego se presenta una semblanza biográfica de cada uno y, por último, se ofrece una aproximación al testimonio de Hillesum, interpretado desde el perfil de místico de ojos abiertos propuesto por González Buelta.

Antecedentes para comprender la categoría “mística de ojos abiertos”

La mística de ojos abiertos se funda en las Sagradas Escrituras, se entiende como experiencia del encuentro de Dios con la humanidad, encuentro que sostiene la certeza de que “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17, 28, Biblia de Jerusalén). La sistematización como categoría se origina en Johann Baptist Metz (1928-2019), quien, por primera vez, la hizo pública en El clamor de la tierra: el problema dramático de la teodicea (1996), donde hila un debate en torno al sufrimiento y la cuestión de Dios: “La experiencia de Dios inspirada bíblicamente no es una mística de ojos cerrados, sino una mística de ojos abiertos; no es una percepción relacionada únicamente con uno mismo, sino una percepción intensificada del sufrimiento ajeno” (p. 26). La referencia a una mística de ojos abiertos está en relación con “la sensibilidad al sufrimiento ajeno” (p. 26). En este sentido, para Metz la mística de ojos abiertos es una metáfora que permite compaginar la realidad del sufrimiento y la fe en Dios.

Posteriormente, José Ignacio González Faus explica la metáfora de Metz desde el enfoque de la misericordia en una obra intitulada Mística de la compasión: mística de ojos abiertos. Proposiciones sobre la mística jesuánica (1999), donde establece una relación directa entre la mística de ojos abiertos y la persona de Jesús, cuya vivencia de la caridad le lleva al vaciamiento, a la entrega y al ofrecimiento:

La mística jesuánica (que para nosotros los seguidores y creyentes es la única cristiana) es una mística de “ojos abiertos” y de la misericordia (frente a otras posibles místicas —o pretensiones místicas— de ojos cerrados y del mero éxtasis) (pp. 135-149).

Desde esta comprensión, la mística de ojos abiertos es definida como la experiencia recibida de la relación con Dios, como nueva vida en el “ser para los demás”, en la participación del ser de Jesús (González Faus, 1999, p. 135).

En 2006 fue publicada la obra de González Buelta Ver o perecer. Mística de ojos abiertos, que pronto se convirtió en fuente y referencia de las publicaciones posteriores —y sobre la cual se volverá más adelante—. Dos años más tarde, salió al público “Esto no es una pipa”. Mística y estudios de la religión en América Latina. Una perspectiva liberadora (2009) de Pablo Mella, un estudio social de la mística en América Latina. En este libro, Mella da a la mística de los ojos abiertos la connotación de “mística de la liberación”, desde la intuición desarrollada por González Buelta, y hace énfasis en una mística que pretende tener los ojos abiertos a los conflictos históricos y sus dinámicas de injusticia y opresión, lo cual representa una actitud nueva ante la realidad histórica.

Algunos años después, Luciniano Luis Luis publicó Mística de ojos abiertos. Testigos de un Dios cercano (2011). Allí el autor presenta figuras místicas, a la luz de la mística del Carmelo, tales como Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Matilde de Magdeburgo, Gertrudis de Helfta, Hildegarda de Bingen, Juliana de Norwich, Francisco Javier, Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad, Carlos de Foucauld, Teresa de Calcuta, Etty Hillesum y Karl Rahner, entre otros. Con ello, busca dar razón de la mística que se compromete con la sociedad en la realidad, envuelta por el velo del misterio de Dios. Según Luis Luis (2011, p. 412), estas figuras místicas de primera fila, que han vivido y penetrado en aquel misterio en profundidad y lo han comunicado, son testigos de la experiencia de una mística de ojos abiertos.

El año siguiente, en su artículo “Desafíos y tareas de la teología en América Latina hoy”, María Clara Lucchetti Bingemer (2012) dedica un apartado al desafío de una teología mística de ojos abiertos. En su exposición, retoma a Metz para mostrar que la mística de ojos abiertos “no consiste tanto en tener visiones extraordinarias, como en tener una visión nueva de toda la realidad, al descubrir a Dios como su última verdad, como su fundamento vivo, actuante y siempre nuevo” (p. 412). La reflexión sobre las particularidades de esta nueva manera de ver la realidad está acompañada de un acercamiento a la narrativa bíblica y un diálogo con las obras de González Buelta.

En 2013 salió a la luz pública un nuevo escrito de Metz, intitulado Por una mística de ojos abiertos, cuando irrumpe la espiritualidad, en el cual el autor centra su atención, una vez más, en el papel de Dios en la historia, sobre todo en relación con las víctimas de los horrores humanos. De igual forma, se refiere a lo particular de la espiritualidad cristiana en un mundo hostil y a las crisis que enfrentan la fe y las religiones.

Esta sensibilidad frente a los clamores de justicia presentes en la realidad histórica obedece a que, para Metz (2013):

la fe cristiana es, a no dudarlo, una fe buscadora de justicia. Ciertamente, los cristianos deben ser místicos, pero no exclusivamente en el sentido de una experiencia individual espiritual, sino en el de una experiencia de solidaridad espiritual. Han de ser “místicos de ojos abiertos”. La suya no es una mística natural sin rostro. Antes bien, es una mística buscadora de rostros, que se adelanta en ir al encuentro de los que sufren, en ver el rostro de los desdichados y de las víctimas (p. 23).

En ese mismo año, en su artículo “La mística que cambia la mirada y el corazón. Dimensión 'performativa'” (2013), Ciro García Fernández abordó la mística de ojos abiertos en diálogo con los aportes de Benjamín González Buelta y Luciniano Luis Luis. Para García Fernández, “la mística de ojos abiertos es la mística centrada en la cotidianidad de la vida y en la contemplación de la realidad del mundo, descubriendo en ella la realidad de Dios” (p. 77). Es un proceso contemplativo que debe encarar la percepción de Dios en lo hondo de la vida, lo cual requiere una pedagogía cuya fuente de inspiración son los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola (pp. 77-78).

La publicación más reciente corresponde a un artículo de Javier Melloni (2015), intitulado “La mística de ojos abiertos”, en el cual el autor destaca el aporte de Metz frente a “lo ineludible del compromiso histórico, particularmente con los más desfavorecidos, para quien quiera seguir el camino cristiano” (p. 43). Para Melloni, “la mística tiene que ver con el desplegarse de todos los sentidos en una creciente captación y entrega a lo real” (p. 43), y la mirada tiene una doble visión como reto: el interior y el exterior.

En la misma línea de Luis Luis, Melloni (2015) señala a muchos que siguen encarnando un modo de estar presentes en la realidad política y social, nutrida por la mirada interior; que están comprometidos con el cuidado de la tierra y que son ejemplos visibles de la fecundidad de tener los ojos abiertos hacia dentro y hacia fuera, al mismo tiempo. Para este autor, “lo que está en juego es una transformación de la sociedad entera, hacia ese otro mundo posible que se hace real cuando hay suficientes miradas lúcidas y vidas comprometidas para cambiar el estado actual de las cosas” (p. 43).

Y, finalmente, el perfil de místico de ojos abiertos que propone Benjamín González Buelta (2002) es propio de quien mira “desde la perspectiva de Dios” (pp. 153) y dice como “Simeón: «Mis ojos han visto a tu salvador» (Lc. 2, 28)” (pp. 154) porque se acerca a la realidad, donde Dios trabaja, dispuesto a trabajar con Él y a hacerse cargo de ella. El místico de ojos abiertos, como afirma el autor en cuestión:

Se relaciona con el mundo dándose cuenta de las señales de Dios, que llena todo lo creado con su acción incesante, con su fascinante creatividad sin fin. La pasión de su vida es mirar, y no se cansa de contemplar la vida, porque busca en ella el rostro de Dios. Se sumerge en las situaciones humanas, desgarradas o felices, buscando esa presencia de Dios que actúa dando vida y libertad. (González Buelta, p. 64)

Este recorrido por las diferentes publicaciones que han contribuido a la comprensión y al desarrollo sistemático de la categoría de mística de ojos abiertos sirve de marco de referencia para situar el ámbito en el cual González Buelta elabora su descripción del místico de ojos abiertos. Particularmente, para poder afirmar que “la mística es una dimensión de toda vida humana y no un privilegio de personas especiales, aunque en algunas pueda alcanzar niveles de gran profundidad, consciencia y expresión” (2006, p. 62). A continuación, se exponen detalles de lo descrito sobre la mística de ojos abiertos, apelando a los perfiles de los dos personajes en quienes se concentra el presente escrito.

Semblanza biográfica de Benjamín González Buelta y Etty Hillesum

Benjamín González Buelta

Este autor es un sacerdote jesuita, nacido en León, España. Siendo muy joven, fue enviado por la Compañía de Jesús a las Antillas, donde ha permanecido más de sesenta años: treinta y siete en República Dominicana y el tiempo restante en Cuba, su actual residencia. Ha desempeñado servicios dentro de la Compañía de Jesús como maestro de novicios en República Dominicana, provincial de las Antillas e instructor de la tercera probación en la formación de los jesuitas en Cuba.

Su inserción en comunidades marginales, asumiendo la causa de los pobres y el ministerio de los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, lo ha configurado como testigo de la acción del Espíritu. Como señala Fernández-Martos (2002) en la presentación de Orar en un mundo roto, “su maestro Ignacio le fue enseñando a ser contemplativo en la acción. Así, toda la realidad se le convirtió en templo” (p. 11).1

Su forma de acercamiento a los pobres no se limita a una palabra de aliento, una enseñanza o un ejercicio de caridad, sino que de manera más profunda, como él mismo señala, se extiende a la búsqueda “del que quiere contemplar la presencia viva de Dios entre los que están fuera (Lucas 2, 7), para unirnos a él, en su obra liberadora de todo mal e injusticia” (González Buelta, 1995, p. 1). El autor ha estado comunicando el fruto de dicha experiencia contemplativa a través de todos sus escritos, los cuales concibe como “una palabra de agradecimiento a las comunidades cristianas de los barrios marginados” (González Buelta, 2012, p. 11).

La manera como concibe y vive la acción del Espíritu Santo hunde sus raíces en el misterio de la encarnación. Pues, en sus palabras, “Jesús […] bajó antes que nosotros a las periferias marginadas y contempló la historia desde el revés del mundo. Allí descubrió vida sorprendente que brotaba desde los descalificados y anunció la irrupción del Reino de Dios” (González Buelta, 1992, p. 7). Esta experiencia encarnatoria que caracteriza su experiencia espiritual se dinamiza desde la interacción de tres estadios: la oración contemplativa, el discernimiento y la contemplación en la acción. En términos de González Buelta (2002):

En la contemplación personal se nos revela el misterio de Dios, que es siempre nuevo. En el discernimiento separamos el don original que Dios nos ofrece de cualquier escoria que nosotros le adherimos. En la contemplación en la acción percibimos la presencia de Dios, que trabaja con nosotros en la historia para crear juntos sus propuestas (p. 16).

Para él, la necesidad de forjar una nueva sensibilidad para percibir a Dios y su acción en este mundo es clara y urgente. Pero debe evitarse a toda costa caer en un nuevo discurso sobre Dios, de modo que se llegue a “auténticas imágenes de Dios, como su Hijo Jesús” (González Buelta, 2006, p. 8). Su experiencia personal y su itinerario espiritual, del que dan cuenta sus veintiún libros publicados, son un signo de esperanza que permite corroborar que, en medio de las crisis y los cambios de época, han emergido y siguen emergiendo “grandes místicos que han percibido a Dios de manera nueva, mucho más honda y significativa para los tiempos nuevos” (p. 8).

Esther “Etty” Hillesum2

Nació en Middelburg, Holanda, el 15 de enero de 1914. Sus padres, Louis Hillesum y Riva Bernstein, eran judíos. Tuvo dos hermanos muy brillantes: Jaap y Mischa, el primero, médico, y el segundo, pianista. Considerando que en su familia había tendencia a los desórdenes mentales, Etty vivió con las inquietudes propias del mundo posmoderno: una experiencia de quebrantamiento de su propio ser, ausencia de asideros y referentes fundantes, profundidad en las emociones, búsqueda de nuevas experiencias afectivo-sexuales y despreocupación por referentes normativos morales.

A lo anterior se suma su facilidad para ver la realidad en sus detalles e integrar y articular sus experiencias. Hillesum fue una mujer con gran capacidad para observar, escuchar, sentir y dejarse impregnar por la realidad. Estudió derecho, lenguas eslavas y se encontraba estudiando psicología cuando los ejércitos alemanes invadieron Holanda, durante la Segunda Guerra Mundial.

Conocemos de su experiencia vital por su diario y sus cartas. Desde los veintisiete años, escribir y narrarse fue la clave para resolver su existencia, revuelta y en profundo caos interior. La iniciativa de escribir se debió a Julius Spier, su mentor y “partero de su alma”, como ella lo llama. Este psicoquirólogo judío había emigrado de Berlín y pronto se convirtió en su alma gemela, un ser entrañable y a la altura de sus inquietudes y reflexiones intelectuales, afectivas y, particularmente, espirituales.

Bajo el influjo y la orientación de Spier, el 8 de marzo 1941 Etty Hillesum emprendió la escritura de su diario. La última página conocida de este diario corresponde a un año y medio después, el 13 de octubre de 1942.

Hillesum mantuvo también una activa correspondencia con sus amigos desde Ámsterdam y, luego, desde el campo de concentración de Westerbork, Países Bajos. De sus cartas tenemos noticia hasta el siete de septiembre de 1943, día en que escribió una postal dirigida a Christine van Nooten, que Hillesum lanzó por la rendija del tren que la condujo, con su familia, al campo de exterminio de Auschwitz. La muerte de esta joven judía quedó registrada el 30 de noviembre de 1943.

Aproximación al testimonio de Etty Hillesum desde el perfil de místico de ojos abiertos

Esta breve semblanza de Hillesum sirve para reconocer la manera como Dios se manifiesta en una vida normal, con el claroscuro propio de quien tiene el reto de forjarse a sí mismo. Todo el proceso de confrontación interna y de madurez personal que había realizado durante buena parte de su vida, buscando ordenar su propio caos interior, sirvió de disposición para ponerse frente a la realidad exterior, que la condujo a dar un giro en su propia vida, a descentrarse de aquello que había aglutinado sus aspiraciones y a asumir la cruda realidad que representó la persecución nazi.

Esta realidad adversa que involucra a Hillesum, lejos de llevarla a caer en el sinsentido, le permitió vivir una experiencia profunda de Dios, que la capacitó para asumir el trabajo solidario con quienes padecían las inclemencias de los maltratos de los nazis. Esta situación vivida por Hillesum confirma lo señalado por González Buelta (2006): “no hay personas ni situaciones donde Dios no esté y donde no pueda ser contemplado”, considerando que “muchas personas han hecho itinerarios hacia los infiernos de este mundo y se han encontrado con Dios ahí con una claridad y un sabor que antes no habían experimentado en medio del éxito, las comodidades y la seguridad” (p. 139).

Esta afirmación de González Buelta sirve como criterio hermenéutico para adentrarse en toda vida humana y dar cuenta de la variedad de formas a través de las cuales es posible vivir la experiencia del encuentro con Dios, es decir, la experiencia mística. Esta manera de entender tal experiencia recibe, justamente, el nombre de “mística de ojos abiertos” y guarda sintonía plena con aquello que, como fruto de su experiencia, Hillesum alcanzó a comprender. Concretamente, el 19 de junio de 1942, escribió: “la mística debe apoyarse en una honestidad, clara como el agua, después de haber estudiado todo en profundidad hasta su última instancia” (Hillesum, 2007, p. 105).

La experiencia espiritual de Etty Hillesum está muy ligada a todo su conflicto personal, afectivo e intelectual, a la relación con su familia, a aquella con su mentor Julius Spier y, por supuesto, a la incidencia del duro contexto de la guerra y la discriminación contra el pueblo judío. Como bien afirma Martin Velasco (2008, p. 51), cada místico es hijo de su tiempo y su experiencia está mediada por su propio entorno vital.

Para el caso de esta mujer, la experiencia espiritual profunda, la experiencia mística, se hizo posible gracias a dos factores determinantes. De una parte, la progresiva conciencia y el conocimiento de sí misma, que parte de la inicial fragmentación de su ser, de experimentarse dividida interiormente, asunto en el que va trabajando desde sus lecturas, diálogos y terapia con Julius Spier, así como desde la atenta observación e interacción con la realidad, todo lo cual le posibilita poco a poco descubrirse. Se puede ver el contraste entre sus primeras anotaciones: “se me escapa el sentido de todo, pierdo por completo el control de esta vida” (Hillesum, 2020, p. 201) y, posteriormente, esa nueva conciencia de mujer integrada:

Cuando una araña teje su red, ¿no lanza los hilos principales delante, sobre los cuales trepa luego ella misma? La vía principal de mi vida está delineada delante de mí y llega ya a otro mundo. Es como si todas las cosas que ahora ocurren y que ocurrirán aquí fueran ya parte de mí. Las he vivido y elaborado y participo en la construcción de la sociedad del futuro (pp. 1089-1090).

Por otra parte, en sintonía y en proceso simultáneo con su evolución personal, Etty transita por tres fases en su relación con Dios, que van desde la mención casual y la indiferencia hasta un permanente diálogo con Él, diálogo que puede apreciarse en la fase final de su diario y que atestigua en una de sus cartas poco antes de su salida forzosa al campo de exterminio: “Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, en una única y larga conversación” (p. 1132). Su proceso espiritual transita por las diversas fases a las que se refiere Martin Velasco (1996, p. 22 y ss.) como preámbulos existenciales de la experiencia de Dios, “oscura toma de conciencia de la condición de imagen \ puesta en marcha de la búsqueda de Dios a través de la experiencia inicial, son solo los primeros pasos de un camino mucho más largo” (p. 119).

Posteriormente, Etty, nutrida en su experiencia previa desde el silencio y la escucha interior, vivirá su proceso de conversión desde su disciplina diaria de ejercicio y oración, de observación y registro de su realidad, de sus pensamientos, sentimientos y anhelos en conexión profunda con el dolor provocado por la guerra. Todo esto la conduce a una entrañable conexión con la Fuente del Amor, de la que brota su deseo de convertirse en “bálsamo para todas las heridas”, o su anotación de octubre 13 de 1942: “He partido mi cuerpo como si fuera un trozo de pan y lo he distribuido entre los hombres. ¿Por qué no? Estaban hambrientos y habían sufrido tantas privaciones” (Hillesum, 2020, p. 964).

En lo que sigue, buscamos dar cuenta de las características del místico de ojos abiertos que describe González Buelta, en diálogo con la vida de Hillesum, a la cual podemos adentrarnos por su diario y sus cartas.

En principio, conviene considerar que, según González Buelta (2006), “el místico de ojos abiertos abre bien los ojos para percibir toda la realidad, porque sabe que la última dimensión de todo lo real está habitada por Dios”, y, en esa medida, tal místico “se relaciona con el mundo dándose cuenta de las señales de Dios, que llena todo lo creado con su acción incesante, con su fascinante creatividad sin fin”. De modo que, para el místico, “la pasión de su vida es mirar y no se cansa de contemplar la vida, porque busca en ella el rostro de Dios” (pp. 63-64).

Esta primera característica, que hace parte de la dimensión intelectiva de la realidad, es determinante para hacer posible una mística de ojos abiertos. Esto se debe a que, lejos de aislarse o de ser indiferente ante la realidad, lejos de proceder a partir de prejuicios, lo primero es estar frente a la realidad, dejarse interpelar por ella y procurar comprenderla en detalle.

Quien ha leído el diario de Hillesum, o quien quiera empezar a leerlo, podrá darse cuenta de que desde 1941 hasta 1943 una de sus constantes fue ponerse frente a la realidad tal como es, sin ninguna pretensión de minimizarla ni adornarla. Esta experiencia no le fue fácil, pero de ella dependía la posibilidad de vivir un encuentro sincero con Dios. Por ejemplo, el domingo 15 de junio de 1941 Hillesum escribió:

He buscado mirar cara a cara el dolor de la humanidad, con honestidad y coraje, lo he enfrentado, lo he hecho parte de mí. Muchas preguntas han encontrado respuesta. El absurdo ha cedido su espacio a un poco de orden y coherencia, ahora puedo seguir adelante de nuevo. Ha sido otra breve, pero violenta batalla de la cual he salido con un poco más de madurez (Hillesum, 2020, p. 139).

En el camino de descenso, González Buelta (2006) señala: “El místico encarnado es el más realista, porque percibe la hondura de la realidad” (p. 96). Esta forma de ver la experiencia mística permite establecer la sintonía con la experiencia de Hillesum, quien, desde su sensibilidad para ponerse frente a la realidad y dejarse afectar por ella, reconoce paulatinamente la acción misteriosa y silenciosa de Dios. Al respecto, el 19 de febrero de 1942 señaló: “No creo que podamos mejorar nada en el mundo exterior, sin haber primero hecho nuestra parte dentro de nosotros. Es la única lección de esta guerra: debemos buscar en nosotros mismos, no en otro lugar” (Hillesum, 2020, p. 454).

Tomar la decisión de ponerse frente a la realidad no es una empresa fácil, menos aun cuando se tiene al frente una tragedia humana que niega la vida. Por esta razón, González Buelta (2006) señala:

El místico de ojos abiertos sabe humildemente que necesita tomar distancia del mundo, que lo envuelve con estímulos de todos los signos, para encontrarse en la soledad con esa mirada cálida de Dios, que es la única que respeta absolutamente lo real y le ofrece la vida verdadera (pp. 91-92).

El caso de Hillesum es particular, debido a que la tragedia humana que caracteriza la realidad en que está inmersa consume la mayor parte de su vida. Esto ocurría por su sensibilidad para atender solidariamente el sufrimiento de aquellos a quienes tenía en frente. Aun así, era consciente de la necesidad de tener un espacio para volver sobre sí misma y mantener la conexión con aquello que alimentaba el sentido de su vida. Así, pues, el 20 de septiembre de 1942 escribió:

Tendré que cerrar de verdad mi puerta y afrontar la lucha sangrienta y salvadora con una materia que a duras penas me parece invencible. Me retiraré de una pequeña comunidad para poder dirigirme a una más grande […]. Hablo mucho con la gente, especialmente últimamente […]. A veces pienso que no debería desperdiciar mi energía hablando, que debería retroceder y continuar mi búsqueda silenciosa en el papel (Hillesum, 2020, p. 916).

Otra característica del místico de ojos abiertos mencionada por González Buelta (2006) es que, al ponerse frente a la realidad, el místico sabe “que se adentra en la misteriosa creatividad de Dios en cada persona y en toda la historia” (pp. 100-101). Es oportuno señalar que Hillesum no había sido formada en una tradición religiosa que la hubiera iniciado en un itinerario espiritual. Pero la experiencia encarnatoria que está viviendo en el campo de concentración y su disposición a ponerse frente a la realidad e implicarse existencialmente en la solidaridad con las víctimas de esa tragedia, le sirvieron de auténtica iniciación para el encuentro con Dios.

También es pertinente mencionar algunos antecedentes que se remontan a la influencia de Julius Spier, quien, entre otras, recomendó a Hillesum la lectura de las Sagradas Escrituras y las Confesiones de san Agustín. En principio, estas lecturas le generaron apenas algo de admiración; sin embargo, por las circunstancias que vivió a partir de 1941, ambas se convirtieron en su lectura de cabecera y le sirvieron para interpretar y dar sentido a la realidad en la cual se encontraba.

El modo de iniciarse en su particular itinerario espiritual está marcado por lo que ella misma designa “intranquilidad creativa”. Al respecto, el 4 de julio de 1941 escribió lo siguiente:

Me siento agitada debido a una extraña y diabólica intranquilidad que podría ser productiva si supiera hacer algo con ella: es una intranquilidad “creativa”, no es física, pues ni siquiera una docena de noches de amor apasionadas podría calmarla. Es casi una intranquilidad “sagrada”. Dios mío tómame de la mano y hazme tu instrumento, haz que pueda escribir (Hillesum, 2000, p. 147).

Desde su testimonio, se evidencia que la intuición sobre Dios y el significado personal en su vida comenzaron para ella como una “intranquilidad sagrada”. En su proceso personal va descubriendo que ninguna razón o posibilidad humana constituyen su apoyo. Su fe en Dios fue asentándose en medio de la desesperanza, lo que le permitió experimentar su condición humana finita, pero habitada por el misterio divino que mueve, desinstala, dinamiza y es fuente inagotable de sentido.

Sumada a las anteriores, según González Buelta (2006), otra característica propia del místico de ojos abiertos es tener:

[…] gran sensibilidad para percibir el pecado social en todas sus variantes de injusticia, falta de libertad y exclusión, que destruyen a los más pobres. Sabe encuadrarlo en las estructuras en que se cobija, las instituciones que lo defienden y las ideologías que lo disfrazan de bien. Cada día tiene también una visión más depurada para percibir los propios pecados en toda su malicia (p. 109).

En el itinerario de descenso que acompaña esta mística de ojos abiertos, ponerse frente a la realidad no solo constituye un reto permanente que desestabiliza toda vida que pretenda estar resuelta, sino que también exige el esfuerzo de volver sobre la propia interioridad para evitar perderse a sí mismo en el caos, los conflictos y las invitaciones a escapar de la realidad que están a la orden del día. Mantener la mirada sobre la realidad permite comprender las lógicas sociales generadoras de injusticia, no siempre evidentes. Tal es el caso de Hillesum, quien, desde su forma de situarse frente a la realidad, logró definir las acciones violentas individuales como expresión de estructuras sociales injustas que enceguecen y condicionan la vida de las personas y, en el peor de los casos, la destruyen.

La última característica señalada por González Buelta (2006) sobre el místico de ojos abiertos es la exigencia de atravesar “la noche interior y la noche de la historia en solidaridad con todos los que sufren” (p. 157). Dicha experiencia no está exenta de dificultades, de momentos de desolación que parecieran dar la última palabra al caos, pero que, en el fondo, permiten superar imaginarios idealizados sobre Dios y dejar que el sentimiento de su presencia emerja, sin la pretensión de acomodarlo a imaginarios superados. A Hillesum, la adversidad le permitió encontrar a Dios y reconocer en él la fuerza que permite superar toda adversidad. Al respecto afirma:

La enorme fuerza consiste en considerar la vida aun cuando uno muera de forma deplorable, plena de sentido y hermosa, viendo todo lo que uno ha realizado en su interior y por lo que mereció la pena vivir. No puedo explicar esto mejor, siempre utilizo las mismas palabras […]. Dios, lo siento en mí, este anhelo que sobrepasa las fronteras, que sabe descubrir un fondo común en todas las criaturas, incluso en las luchas que las enfrentan en toda la tierra (Hillesum, 2000, pp. 831,934).

Conclusión

La lectura del diario de Etty Hillesum en clave de mística de ojos abiertos permite comprender la mística desde un horizonte que supera lo confesional, en el cual, a medida que se avanza, surgen progresivamente aspectos transversales a toda experiencia espiritual profunda. Entre estos elementos, pueden mencionarse: a) la limpieza de mirada que permite ver la realidad como es; b) el reconocimiento de las propias limitaciones; c) la disposición para hacerse solidario ante la vida vulnerada y d) el cultivo de la interioridad como espacio de encuentro con el misterio y lo trascendente. Todo ello debe ocurrir no al margen de la realidad histórica, sino como fundamento para conferir sentido a esa misma realidad.

Para el cristianismo, la experiencia de Hillesum se aproxima a la de Jesús de Nazaret, quien lleno del Espíritu Santo fue movido a compasión y curó a los enfermos, un signo de la presencia del Reino de Dios entre nosotros. Para el mundo secular, la experiencia de esta mujer constituye un itinerario que invita a volver a la interioridad, para forjar desde allí la posibilidad de la realización de lo humano: iniciar un camino espiritual que nos libere de lo que no nos permite volver sobre nosotros mismos y encontrar la fuente que cimente nuestra existencia desde siempre.

El perfil del místico de ojos abiertos que ofrece González Buelta permite hoy a todo seguidor de Jesús realizar, en comunión con él, el itinerario de descenso a los abismos sociales y de marginalidad de nuestro mundo, encarnando al Dios misericordioso, que se abajó a nuestra miseria para hacernos partícipes de su propia vida. Para terminar, conviene evocar el poema “Cotidianidad” de González Buelta (2006), pues permite la sintonía con la experiencia espiritual a la cual aludimos aquí:

Tú, Señor de lo pequeño,

lo fugaz, lo inadvertido,

eres el dinamismo último

que sustenta en su ser

todo lo que existe

y lo orienta hacia el amén orquestado

de todas las historias y los nombres.

En cada gota de sudor

que zigzaguea por el rostro,

brillas velado y contenido

y distiendes el pecho

en las angustias ciegas

de noches y soledades.

En la anarquía de los estímulos

que nos invaden y desgarran,

eres el imán que ordena

las virutas distraídas

de nuestras fantasías.

En las calmas de las rutinas

que doblan las espaldas

y cansan los minutos,

disuelves la hiel que se pega

a nuestros paladares.

En cada caricia veraz

sentimos tu piel infinita.

En escobas y fogones,

golpes de pico

en el túnel de la mina,

clic en el teclado,

suelas desgastadas,

sillas de ruedas,

y trenzas sobre el hombro,

se respira tu respeto

cerca, dentro, nuestro.

Cuando acogemos en paz

tu ausencia seca

como hueco y tajo,

nos queda el alma abierta

para injertar en ti toda pérdida

y recibir de ti todo regalo.

Todo espacio, tiempo,

cultura, tarea y cuerpo

es útero dispuesto

para la nueva encarnación,

en la que siempre llegas.

¡Cada instante en ti

es infinitud cotidiana!

(pp. 174-176)

Conflictos de interés

Los autores declaran no tener conflictos de interés con ninguna institución o asociación de cualquier índole, en cuanto al contenido del artículo.

Referencias

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Navarro, R. (2017). Etty Hillesum: Mística y Humanidad. PUJ.

Notas de autores

Rosana Elena Navarro Sánchez

Doctora en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia). Docente de la Facultad de Teología de la misma universidad. Miembro del grupo de investigación Academia. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0322-669X. Correo electrónico: rosana.navarro@javeriana.edu.co

Orlando Solano Pinzón

Doctor en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Docente de la Facultad de Teología de la misma universidad. Miembro del grupo de investigación Academia. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4446-626X. Correo electrónico: o.solano@javeriana.edu.co

Jairo Gómez Díaz

Doctor en Teología de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid, España). Religioso Carmelita Descalzo de la Provincia de Colombia. Miembro del grupo de investigación Academia. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7244-4354. Correo electrónico: jairo1971@hotmail.com

William Peña Esquivel

Magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro del grupo de investigación Academia. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6193-8321. Correo electrónico: w_p_e_a@hotmail.com

Gabriel Alberto Jaramillo Vargas

Magíster en Humanidades de la Universidad Católica de Oriente. Miembro del grupo de investigación Academia. Contacto: gabrieljaramillo@javeriana.edu.co, ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8356-1094


1 En Bajar al encuentro de Dios, González Buelta (1995) explicita el aporte del carisma ignaciano en los siguientes términos: “Estas páginas están escritas dentro de la espiritualidad ignaciana. Este carisma vivo, que recibimos constantemente de Dios, nos prepara de una manera especial para acercamos a la realidad tan compleja, al mundo real con todos sus desafíos” (p. 2).

2 La biografía de Etty Hillesum presentada en este apartado recoge las ideas y orientaciones centrales que presenta Navarro (2017, pp. 73-76).