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Arroyave Valencia, O. (2020). El trans-sexualismo ¿realidad o ficción? ¿verdad o falsedad? Una mirada filosófica. Perseitas, 8. pp. 123- 141. DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.3523

El trans-sexualismo: ¿realidad o ficción?, ¿verdad o falsedad? Una mirada filosófica

Trans-sexuality: reality or myth? True or false? A philosophical perspective

Artículo de reflexión no derivado de investigación

DOI: https://doi.org/10.21501/23461780.3523

Recibido: 16 de julio de 2019 / Aceptado: 23 de octubre de 2019 / Publicado: 13 de diciembre de 2019

Orlando Arroyave Valencia

Resumen

Siguiendo una metodología heideggeriana, se intenta describir desde lo fáctico la manera como la tradición trató el tema de la trans-sexualidad. Al abrir las posibilidades hermenéuticas, se explora el tema desde las bases ontológicas que arroja Heidegger, de tal manera que se descubre que la postmodernidad es la época en la cual la liberación sexual, y la toma de conciencia que esta conlleva, pone en entredicho algunos postulados lógicos que predominaron durante mucho tiempo en nuestra cultura.

Palabras clave

Foucault; Heidegger; Identidad; Postmodernidad; Trans-sexualismo.

Abstract

This paper focuses on a factual description, under a Heideggerian perspective, of the traditional conception of trans sexuality, opening hermeneutical possibilities based on Heidegger´s ontological foundation, in such a way, that shows that postmodernity is the time of sexual liberation and awareness that brings about and questions the logical postulates that have been predominant in our culture.

Keywords

Foucault; Heidegger; Identity; Postmodernity; Trans- sexuality.

Introducción

La intención del presente estudio es mostrar cómo el trans-sexualismo en la época postmoderna ha cuestionado muchos de los postulados que la filosofía había tenido como puntos de referencia inamovibles; para alcanzar este objetivo, desarrollaremos los siguientes puntos: rastreo histórico, la concepción de la verdad desde la cual se puede leer lo trans-sexual, algunos principios de la lógica que han quedado en entredicho a partir del mencionado fenómeno, la base ontológica o la concepción del ser y, finalmente, se plantearán las relaciones que se pueden establecer entre sexualidad1, trans-sexualidad y postmodernidad.

Antes que nada, es necesario clarificar el concepto trans-sexualismo. Con este concepto quisiera designar varios fenómenos que, aunque son diversos, tienen algo en común: la bisexualidad, el travestismo, la homosexualidad, el transgenerismo, el lesbianismo y el hermafrodita son diferentes en muchos aspectos, cada uno de ellos está más o menos delimitado, pero tienen en común el hecho según el cual todos se sitúan en el límite del verdadero sexo; mejor aún, todos ellos trasgreden las márgenes que la sociedad ha establecido a este respecto. A este rasgo común apelamos con el término trans-sexualismo: ellos van más allá de lo establecido por la cultura, la sociedad, la religión y la institucionalidad ¿En qué medida trasgreden o traspasan el límite? Esto será algo clarificado a lo largo de esta investigación.

Rastreo histórico

La cultura occidental ha planteado el tema de la sexualidad desde una doble perspectiva: lo masculino y lo femenino; el problema radica en que al plantear la cuestión bajo estos términos se ha presentado, históricamente, en nuestras sociedades, la discriminación y la exclusión en el momento de catalogar a los seres humanos: lo masculino o lo femenino, hombre o mujer.

Desde lo anteriormente dicho, se puede aseverar que la cultura occidental nunca estuvo preparada para aceptar que un ser humano primero tuviese un sexo y después otro, tampoco lo estuvo en el momento de aceptar que tuviese los dos sexos al mismo tiempo, como en el caso del hermafrodita. Se tiene noticia que el problema del dilema sexual que plantea el trans-sexualismo, históricamente, hunde sus raíces en las épocas y las culturas más antiguas; se sabe que algunas fueron muy tolerantes; incluso existieron sociedades para las cuales los rasgos no definidos de los varones jóvenes se convirtieron en el centro de atracción y predilección; de igual manera existieron algunas que fueron muy rígidas, intolerantes y duras cuando se trataba de juzgar este fenómeno, y llegaron al extremo de la ejecución, ya que eran considerados como una especie de monstruosidad y aberración.

Durante toda la edad media, a partir del derecho canónico y civil, se sabe que en el caso de que un transexual fuera llevado al bautismo, quienes le ponían el nombre y definían su identidad eran los padres o los padrinos del infante. Ellos suponían que en él debía primar uno de los dos sexos; por lo tanto, estos, viendo cuál de los dos sexos primaba sobre el otro, le daban el nombre, y para ello se basaban en la simple observación: ¿cuál de los dos sexos primaba sobre el otro? Era la pregunta que debían responder (Foucault, 1984b, p. 935).

También sucedía que un ser humano, que era trans-sexual, podía cambiar de nombre, de sexo y de personalidad, la única condición era que una vez que diera este paso, se convertía en algo definitivo y jamás podía volver a su estado anterior. Cuando se llegó a transgredir esta norma, y el trans-sexual se cambiaba de sexo o de función sexual, entonces era condenado. Se le condenaba no porque llevara en sí los dos sexos, sino porque no era capaz de llevar hasta el fin la opción que él mismo había escogido.

En la época moderna, a partir del siglo XVIII, las condiciones cambiaron debido a los estudios biológicos sobre la sexualidad; también influyeron los mecanismos de control de los Estados y las condiciones jurídicas del individuo (Foucault, 1984b, p. 935). La modernidad se convirtió en una época intransigente e intolerante contra todos aquellos que llevaban en su cuerpo y psique los rasgos no definidos de la sexualidad o del género al cual debían pertenecer2. Muy probablemente detrás de estas posturas está el lema de la ilustración que reza así: “Ten el valor de servirte de tu propia razón” (Foucault, 1984a, p. 625). La razón busca ideas claras y distintas, en cambio, las ideas confusas, no claras y poco delimitadas deben ser rechazadas. Este lema se puede aplicar a los cuerpos y a los seres humanos que no tenían una identidad muy clara, una sexualidad ambigua o no muy definida. En este sentido se puede decir que un lema propio de la modernidad sería: cada ser humano se identifica con un solo sexo y nada más que ese.

En esta época, si un ser humano aparecía con rasgos no muy definidos, entonces era función del médico o del legislador buscar e identificar los verdaderos; ellos eran quienes le otorgaban la identidad sexual; ellos tenían que desocultar las anatomías equívocas y reencontrar los órganos que pudieran haber resistido el sexo opuesto, el único y verdadero sexo. En esta época, ya no era el ser humano el que podía definir o escoger su propia identidad, sino que un experto tomaba la decisión por él. Cuando una persona no vivía ni actuaba de acuerdo con la verdadera sexualidad que le había concedido el especialista, es decir, el médico o el jurista, entonces era penalizado y castigado por la institución encargada de dirimir en estos casos.

La época postmoderna que se inicia, según algunos, en la década de los años sesenta3, está caracterizada por todo tipo de liberaciones, revoluciones y posiciones críticas frente a la tradición. Justamente, la liberación sexual fue uno de esos aspectos que marcó dicha revolución; a partir de este momento se puede apreciar que, en la época actual la sexualidad, la falta de identidad o la búsqueda de otra no es un problema. La postmodernidad va a estar caracterizada por la fragmentación en todos los campos, la pluralización a todos los niveles, de ahí se desprende el hecho según el cual es necesario aprender a convivir y a ser tolerantes con quienes tienen una identidad sexual no muy definida o con quienes teniendo un sexo buscan otro tipo de sexualidad.

Este pequeño rastreo histórico nos muestra que el problema de la sexualidad no es nada claro ni evidente por sí mismo para algunos individuos e incluso para la sociedad; también nos muestra que la cultura occidental ha asociado el tema de la identidad y de la sexualidad; cada individuo tiene un solo sexo y nada más que ese, y de acuerdo a eso debe ejercer un rol social, familiar, laboral, religioso, etc., y debe desarrollar una determinada personalidad. Digamos que, en la cuestión de la identidad sexual, las sociedades ejercieron un gran influjo sobre los individuos.

El verdadero sexo4

Antes de tratar el problema acerca de si existe o no un verdadero sexo, y de mirar en qué medida el concepto de verdad se aplica a la sexualidad, es necesario realizar una consideración conceptual de orden filosófico. La filosofía se dedica a trabajar con conceptos, su labor consiste en conceptualizar la realidad, tratar de comprenderla y hacerla comprender; todos los filósofos se han dedicado a esta tarea.

Todo concepto tiene una doble dimensión: una abstracta o teórica y la otra práctica o fáctica. Esta división permite comprender que en la actualidad existen dos grandes tendencias bajo las cuales se puede comprender el quehacer filosófico: la analítica y la continental; la primera enfatiza los conceptos vistos desde la parte teórica y abstracta, la segunda enfatiza la dimensión histórica y práctica; lo cual no quiere decir que se haga de manera exclusiva, sino que se trata de un énfasis en una o en otra perspectiva. Así, por ejemplo, la filosofía analítica antes de Wittgenstein se dedicaba al estudio del lenguaje desde una dimensión formal y lógica, después de él se enfatiza el de la realidad efectual del mismo5.

En la tendencia continental, el énfasis puede ser teórico, pero también práctico, en este sentido puede leerse el concepto de facticidad heideggeriano; la disputa que existía entre Carnap y Heidegger respecto al tema del quehacer filosófico, y entre este y Husserl, dicha controversia tiene un matiz en este sentido (Fabris, 2001, p. 6)6.

La verdad ha sido el concepto que ha determinado una de las más importantes reflexiones de la filosofía. La idea que ha predominado en la cultura occidental sobre este concepto ha sido la aristotélica, que enfatiza la dimensión lingüística, lógica y formal, y se ha entendido como adecuación o correspondencia; la verdad consiste en que debe existir una adecuación o una correspondencia entre lo que digo, lo que veo y lo que experimento en la realidad. Una adecuación entre la realidad y lo que el hombre experimenta acerca de ella (Fabris, 2001, p. 8).

La lectura sobre la sexualidad que se ha hecho de este concepto radica en lo siguiente: la cultura occidental consideró durante mucho tiempo que existen solo dos sexos: el masculino y el femenino; desde aquí también consideró que todos los seres humanos deben y tienen que adecuarse a uno de ellos: ser hombre o ser mujer, ser masculino o femenino; de modo que cuando se habló del verdadero sexo, siempre se pensó que los seres humanos debían ajustarse a esta regla.

Realmente el problema no termina ahí, porque cuando surgían seres humanos que no cumplían con esta norma, seres a-normales, eran considerados casos aberrantes, seres abominables o despreciables; en el fondo, lo que había de por medio es que los que no se adecuaban a la norma, debían ser excluidos, rechazados, marginados o simplemente eliminados. El rastreo histórico que hemos realizado nos muestra apenas un pequeño asomo de lo problemático que resultaba el ser humano que no cumplía con los requisitos impuestos en la sociedad respecto al verdadero sexo. Incluso la historia muestra que existieron seres humanos que fueron llevados a la hoguera, fueron decapitados o asesinados porque no se adecuaban a los patrones impuestos por la sociedad. Aunque también existen momentos históricos en los que se divinizó a este tipo de personas porque se consideraba que ellas tenían la plenitud de la sexualidad7. Mientras que los seres humanos normales tenían un solo sexo, los trans-sexuales gozaban de los dos, en este sentido gozaban de la plenitud de la sexualidad (Platón, trad. en 1973, pp. 351-386)8.

En la época postmoderna nos encontramos frente a una especie de rebelión contra esta posición clásica, ya que las discusiones actuales sobre el verdadero sexo ponen en jaque esta situación. Los seres humanos, que en otra época fueron excluidos, marginados y rechazados, hoy pretenden ser vistos por la sociedad como seres normales. Digamos que el trans-sexualismo es un fenómeno propio de nuestra época y que cuestiona los cánones clásicos desde los cuales fue considerada la sexualidad (Foucault, 1984a, pp. 624-625)9.

Si la función de la filosofía es conceptualizar la realidad, y esta es la situación en la que nos encontramos en la época postmoderna, entonces la pregunta que tendríamos que hacernos es ¿cuál es la noción de verdad que puede iluminarnos para comprender el fenómeno del trans-sexualismo?, ¿cuál es la concepción ontológica que podemos tener presente a la hora de leer este fenómeno propio de nuestra época? (Foucault, 1984c, pp. 136-137)10.

Un solo sexo

La trans-sexualidad, entendida como fenómeno cultural de nuestro tiempo, ha puesto en entredicho una serie de postulados filosóficos que la cultura occidental había conservado y cuidado como su patrimonio.

Anteriormente hemos visto cómo el postulado de la verdad entendida como adecuación predominó durante muchos siglos; desde ahí la cultura habló de “verdadero sexo”; ello implicó para la tradición occidental que todo ser humano debía “enfilarse”, “encuadrarse” o “adecuarse” dentro de uno de los dos sexos aceptados social y culturalmente (Foucault, 1984c, pp. 136-137)11. El ser humano que no se lograra adecuar a los parámetros socialmente establecidos, en el menor de los casos, era rechazado, marginado o tenido como a-normal, incluso era obligado a llevar consigo el sexo que los padres, padrinos o autoridades locales o médicas le imponían. En el peor de los casos, el ser humano que no cumplía la norma del verdadero sexo era tenido como sodomita o era sentenciado a una pena de muerte humillante (apedreado, quemado en la hoguera, guillotinado, desmembrado, etc.). En el mejor de los casos era divinizado.

Ahora trataremos de ver cómo algunos postulados de la lógica formal y matemática, leídos desde lo social, cultural e histórico, quedan cuestionados o puestos en entredicho a partir del fenómeno de la trans-sexualidad12. El primero que vamos a tratar es el principio de la identidad y luego analizaremos el principio de no contradicción. ¿Qué lecturas se han hecho de este principio? La lectura básica del principio de identidad reza así: un concepto o una idea es igual a ella misma (A=A) y no cambia en el momento en que se piensa. Este principio indica que una cosa es siempre la misma, no obstante, los diferentes nombres que se le apliquen. Este también se puede enunciar diciendo que “A es A” (Murillo, 2005, pp. 48-49).

Heidegger (1990) en su texto Identidad y diferencia analiza las posibles lecturas que se han hecho en la cultura occidental sobre el principio de identidad. La primera se refiere al hecho según el cual este ha sido leído como conformidad, de modo que si A es igual a sí misma (A es A), entonces se está negando la posibilidad de ser otra. A tiene que ser ella misma y no otra. Desde la perspectiva de la sexualidad, esto implicó que un ser humano no puede ser otro diferente a sí mismo; se le niega la posibilidad de explorar si puede ser otro; él tiene que ser idéntico consigo mismo. Desde el punto de vista histórico, esto implicó que si una persona, a lo largo de su existencia, descubría que su verdadero sexo era otro diferente al que le había asignado la naturaleza, tenía que vivir sometido a su verdadera identidad sexual, y si incurría en un cambio de comportamiento sexual diferente, la sociedad o las instancias sociales lo reprobaban y corría el riesgo de afrontar no solo el desprecio y el rechazo, sino hasta la pena de muerte.

La otra lectura del principio de identidad que propone Heidegger es la de la uniformidad o la igualdad A=A. Según esta lectura, el concepto que debe primar es la igualdad; de modo que, si A es igual a A, todo A tiene que ser igual a A, no puede existir un A que no sea igual a A. Esta lectura del principio de identidad implicó lo que se llamó la lectura del género. Todo ser humano masculino tiene que ser igual a los del género masculino; todo lo femenino tiene que ser igual a los del femenino; y para poder encuadrarse o adecuarse al género tiene que cumplir unas condiciones determinadas, de modo que quien no las cumpla queda excluido o marginado y es tenido como a-normal.

Lo que las sociedades postmodernas y contemporáneas han puesto de relieve es que el principio está mal formulado, debe ser reformulado o definitivamente solo aplica para el campo lógico-matemático y abstracto, pero no para el funcionamiento de la sociedad ni para hacer una lectura del ser humano desde él. Frente al fenómeno de lo trans-sexual, nos encontramos con el dilema según el cual un ser humano que nació bajo una determinada condición sexual puede ser otro siendo el mismo o puede ser otro siendo o pretendiendo ser totalmente otro; esto nos da pie para hablar de otro de los postulados planteados por la sociedad occidental: el principio de no contradicción.

Dos sexos y un solo ser humano: una contradicción

El principio de no contradicción dice que una cosa no puede ser y no-ser al mismo tiempo, ya que si fuera y no fuera al mismo tiempo sería algo contradictorio. Aristóteles consideró que este principio es el más cierto de todos, pues los demás se refieren a este; tanto Kant como Leibniz realizaron sus propias formulaciones sobre este (Murillo, 2005, p. 49). Desde la formulación de este principio se entendió, e incluso se dio por supuesto, que un ser humano no puede tener el sexo masculino y femenino a la vez, pues de ser así incurriría en una contradicción.

Sin embargo, el caso más extremo de lo trans-sexual, que es el hermafrodita, y sin negar que los otros casos incurren en la misma paradoja, nos muestra que existen seres humanos que, ante el principio, ante la sociedad y la cultura aparecen como una contradicción, pues son y no-son al mismo tiempo. Esto nos lleva a considerar que una mujer que ejerce las funciones sexuales de un hombre o un hombre que ejerce las funciones sexuales de una mujer se presentan ante el principio de no contradicción como una paradoja; existen personas que pueden ser y no-ser al mismo tiempo: hombres que hacen de mujeres, mujeres que hacen de hombres13, ellos son al mismo tiempo hombres y mujeres. A partir de lo dicho hasta aquí surgen las preguntas: ¿desde dónde podemos leer este fenómeno?, ¿cuál es la base ontológica que nos permite leer el fenómeno del trans-sexualismo?

Base ontológica

La intención de este apartado es mostrar cómo, cuando la tradición habló del ser humano, lo hizo pensando en lo que él es, es decir, en lo que aparece ante la vista; en cambio, a partir de la propuesta heideggeriana presentada en la analítica existencial llevada a cabo en Ser y tiempo (1993), es posible hacer una lectura del ser humano desde otra perspectiva; esta será la que nos permita comprender el fenómeno del trans-sexualismo.

El ser humano visto desde la mera presencia

Cuando la tradición pensó en el ser humano, lo hizo desde la mera presencia, es decir, lo que parece, lo que se puede ver, lo que aparece en él; este aparecía como hombre o como mujer, así se le catalogaba y se le asignaba el sexo. Además, se le daba el nombre que debía llevar y el rol que debía desempeñar; en algunos casos en los que podía existir alguna duda eran los padres, los padrinos, el jurista o el médico que atendía el parto quienes, viendo y observando el sexo que primaba y que tenía una mayor fuerza, debían colocar el nombre y así le asignaban la función que debía ocupar. La institucionalidad era quien daba la última palabra acerca de la función sexual.

En este caso poco importaba lo que pensara o sintiera el ser humano en lo más profundo de su conciencia; las luchas interiores que este experimentaba poco interesaban ante la sociedad, sus dilemas interiores no eran tenidos en cuenta por nadie; todo esto hacía parte de la privacidad de cada quien; cada vez que un ser humano intentara expresar o manifestar sus dudas, sus dilemas y sus interrogantes respecto a la sexualidad era corregido, castigado, sometido a la burla y al desprecio o simplemente no era tomado en serio.

Como es bien sabido por los conocedores de la obra de Martin Heidegger, lo que prima en la forma de pensamiento acabada de esbozar es una mentalidad metafísica; mentalidad que mira, estudia y analiza al ser humano desde la mera presencia, desde los fundamentos, pero con una gran tendencia hacia los fundamentalismos y dogmatismos. Por esta razón no se podían presentar otras opciones ni otras interpretaciones, pues se corría el riesgo de ser mal visto, castigado o marginado por el poder establecido.

El ser humano: una posibilidad pura

Ha sido el mismo Heidegger (1990) quien, a lo largo de toda su obra, ha propuesto una concepción ontológica más acorde con lo que es el ser humano; concepción que, a nuestro modo de ver, sirve para comprender el fenómeno del trans-sexualismo aquí analizado. Para Heidegger, el ser es posibilidad pura, acontecimiento y suceder14; este concepto lo desarrolla en su obra Ser y tiempo cuando analiza al ser humano y todas las posibilidades existenciales que este puede desarrollar a lo largo de toda su existencia y desde la dimensión temporal. Vamos a leer algunos apartes del § 54 en el que el autor del texto se plantea la cuestión del poder-ser (posibilidad) propio del ser-ahí. Dice Heidegger: “Estamos buscando un ‘poder ser’ propio del ser-ahí cuya posibilidad existencial resulte atestiguada por el ‘ser-ahí mismo’” (Heidegger, 1993, p. 291). Nótese, en estas palabras, que lo que Heidegger intenta mostrar es que el ser humano es posibilidad pura, para ello utiliza los conceptos poder ser propio del ser-ahí y posibilidad existencial; este carácter de posibilidad del ser humano es el modo de existir propio del hombre.

Dice Heidegger que para que el hombre llegue a descubrir sus posibilidades y su posibilidad más propia, es necesario que retroceda hacia atrás yendo en la dirección de la búsqueda de sí mismo:

retroceder en busca de sí desde el uno, es decir, la modificación existencial del uno mismo en el ser-si-mismo propio ha de llevarse a cabo como la de una elección perdida (…) decidirse por un poder ser (…) en dicha elección se hace posible por primera vez en el ser-ahí su poder ser propio (…) el ser-ahí debe tener conciencia de un poder ser sí mismo que en cuanto posibilidad él es en cada caso ya (Heidegger, 1993, p. 292).

El ser humano retrocediendo hasta el estado de la cotidianidad media y dándose cuenta que no vive una existencia auténtica, toma conciencia de su poder ser y sobre este proyecta su existencia auténtica.

El estado de la cotidianidad media es el ambiente en el cual el ser humano vive por y para lo que dicen los demás, vive de lo que dicen los otros, pero aún no vive su propia existencia. Sin embargo, hay un momento en el cual él toma conciencia de que debe vivirla según su criterio y discernimiento; así se hace patente su poder-ser, su existencia propiamente dicha. Lo importante de todo esto es que el ser humano descubre en sí mismo su propia posibilidad de ser; no es algo que se le imponga desde afuera. Enfrentándose a sí mismo, descubre lo que realmente quiere y desea ser, lo que desea hacer de su vida y existencia; esto es lo que Heidegger llama “toma de conciencia”, y se fundamenta en la voz de la conciencia que le habla al ser humano.

En su texto Introducción a la metafísica, Heidegger (1977) analiza el tema del ser entendido como poder-ser leído desde el ente y desde otras perspectivas: lo histórico-temporal, Alemania y su relación con Norteamérica y Rusia, el temor suscitado por la guerra fría, el carácter gramatical y etimológico del ser; el ser y el devenir; ser y pensar; ser y deber-ser; en dicho texto, sostiene que la pregunta ¿por qué es el ente y no más bien la nada? aborda el plano en el que la posibilidad del no-ser convive con la posibilidad del ser; ser y no-ser son posibilidades que siempre van a existir y coexistir de manera simultánea. El ente siempre va a oscilar entre la posibilidad del ser y del no-ser. Sin embargo, la existencia es en cada caso la mía. La existencia humana se mantiene siempre suspendida en la oscilación entre ser y no-ser (Heidegger, 1977, p. 65). Lo que Heidegger entiende aquí por no-ser es la posibilidad de ser otro totalmente diferente a lo que es ahora; esa posibilidad siempre va a estar latente en el ser humano.

En este caso acabado de enunciar se encuentra la posibilidad ontológica de explicar el fenómeno del trans-sexualismo, ya que todo trans-sexual tiene que pasar por un momento decisivo de su vida en el cual se decide por ser otro totalmente diferente; el trans-sexual, en un acto de toma de conciencia, decide ser otro totalmente diferente a como lo ha sido hasta ahora (Foucault, 1984c, p. 136)15.

Esta posibilidad de ser-otro siempre estuvo latente en el trans-sexual; por algún tiempo es algo que se niega a reconocer por temor a la presión que ejerce la sociedad, la familia, la religión, etc., y por eso, en muchos casos, no se atreve a tomar otra decisión diferente a la que se le impuso, sin embargo, esa posibilidad siempre estuvo ahí; él, en un acto de coraje, después de tomar conciencia de su propio ser, decide ser otro; asume su propia decisión y así se le presenta otra manera de ser-en-el-mundo; esto es lo que en nuestra sociedad se reconoce coloquialmente como salir del closet. En los términos filosóficos en los que lo plantea Heidegger, es un tomar conciencia de la propia situación en el mundo.

Sexo verdadero

Para Heidegger, la verdad consiste en un dejar-ser al ente, en este sentido dice que “todo comportamiento abierto flota en el dejar-ser al ente, y se pone siempre en relación con este o aquel ente” (Heidegger, 1988, p. 122). En este dejar-ser al ente, la libertad, entendida como estado de ánimo, solo puede ser vivenciada o sentida y está siempre comprometida con el desvelamiento del ente.

También considera este autor que, unido al proceso de desvelamiento, está el ocultamiento; de modo que desvelamiento y ocultamiento hacen parte de la verdad. En todo este proceso está radicalizando la noción de verdad que había predominado en la cultura occidental y que hemos descrito cuando hablamos del verdadero sexo. ¿Qué implica esta nueva concepción de la verdad para comprender el asunto del trans-sexualismo?

Heidegger (1993) en Ser y tiempo dice que “el ser verdadero permite ver un ente en su estado de no oculto (estado de descubierto) (…) la verdad (αλήθεια) significa las cosas mismas, lo que se muestra, los entes en el cómo de su estado de descubiertos” (p. 44). En la misma dirección, Heráclito presenta la definición de la verdad en los términos de estado de descubierto (estado de no oculto); sin embargo, este estado des-ocultador y descubridor es una de las maneras como el ser humano se sitúa frente a la realidad.

En esta noción de verdad que Heidegger propone es necesario tener presente que la verdad no es algo que está dado de antemano y definitivamente, sino que paulatinamente se va presentando, dando y descubriendo. La verdad tiene que ver con un comportamiento, una actitud, un estado anímico de parte del ser humano; estado que puede identificarse con la libertad o con el estado de ánimo (Befindlicheit). En la experiencia que el ser humano pueda tener de la verdad, entra en juego un proceso de desvelamiento y de ocultamiento; ¿cómo ilumina esta concepción heideggeriana sobre la verdad el asunto del trans-sexualismo?

Cuando tratamos la cuestión del verdadero sexo, se comentó que la tradición, al hablar del sexo, le exigió a cada ser humano que desde su nacimiento debía alinearse solamente y únicamente en uno de los sexos establecidos, y tenía que permanecer en ese estado hasta el final; en este caso la verdad se definía como concordancia y como adecuación; cada ser humano, de acuerdo con la forma física y biológica de su cuerpo, debía concordar con uno de los dos sexos. Lo que podemos inferir de la propuesta de Heidegger cuando habla de la verdad, y esta entendida como des-ocultamiento y desvelamiento, es que la opción sexual, en el caso del trans, no es algo que está dado definitivamente, sino algo que se va desvelando y des-ocultando. No es de extrañar que un ser humano termine cambiando su condición sexual después de una determinada edad, pues este fenómeno del cambio de sexo no es igual para todos; ya que unos se pueden percatar tempranamente de su situación, otros lo pueden hacer en un estado más avanzado del ciclo vital.

Lo que aquí se está manifestando es que el sexo verdadero o el verdadero sexo solo llega a ser verdadero cuando ha pasado por un proceso de reflexión, meditación, toma de conciencia y de autocomprensión; en este proceso, la verdad del sexo solo se hace patente cuando el ser humano realiza un viaje hacia la interioridad de su propio ser para descubrir su propia verdad y su condición sexual.

Podría decirse que cuando un ser humano opta por su propia identidad sexual está actuando libremente; es necesario que este proceso se realice fuera de las presiones externas porque realmente lo que importa es la realización personal del ser humano.

Sexualidad, trans-sexualidad y postmodernidad

¿En qué medida la sexualidad y la trans-sexualidad ayudan a comprender la época postmoderna? Como es bien sabido, uno de los debates que predominó entre los modernos y postmodernos es la cuestión acerca de si los ideales propuestos por la modernidad habían llegado a su fin.

En este debate, algunos decían que la modernidad había cumplido los ideales que se había propuesto; según esto, estamos en una nueva época que es la postmoderna; otros sostenían que los ideales de la modernidad no se habían cumplido, por lo tanto, todavía estamos en la época moderna o tardo-moderna. Estos ideales o metarrelatos, como los denomina Lyotard (1992)16, son fundamentalmente: la libertad, la justicia, la fraternidad; pero igualmente podemos mencionar otros como la racionalidad o la racionalización, la toma de conciencia, etc.

A partir de lo que hemos visto aquí, la problemática sobre la sexualidad y la trans-sexualidad nos ayuda a comprender que estamos en una nueva época, que es la postmoderna; ya que, si la sexualidad del ser humano en la época moderna estaba mediada y regida por la institucionalidad, en la época postmoderna la sexualidad depende del ser humano que opta por el sexo que desea llevar. La libertad, entendida como valor determinante proclamada por la modernidad, en la época postmoderna se hace realidad cuando la leemos desde la sexualidad; más concretamente desde la liberación femenina y la transexualidad; en este sentido sosteníamos que la postmodernidad empieza con la revolución de los años sesenta.

La otra cuestión es que lo sexual y lo trans nos ayudan a comprender el debate entre modernos y postmodernos, ya que la opción sexual por la que debe pasar el ser humano, que se encuentra en este dilema, es un proceso de toma de conciencia, de racionalización, de interiorización y de autoconciencia, y este es el lema que planteaba la Ilustración cuando sostenía la consigna ten el valor de servirte de tu propia razón. El trans-sexual, además de tomar la decisión del sexo que quiere llevar, debe asumir las consecuencias de su toma de conciencia y de su opción. En este sentido nos encontramos frente al tema de la razón teórica y la razón práctica.

Además de esto, pueden plantearse dos interrogantes que miran hacia el futuro de la humanidad: ¿serán los seres humanos más felices y realizados porque tomaron su decisión personal al optar por su propio sexo?, ¿serán los seres humanos más desdichados y frustrados porque, habiendo optado por llevar un sexo diferente al que les dio la naturaleza, optaron por tener otro diferente y así creyeron tener la verdadera identidad sexual?

Conflicto de interés

El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación de cualquier índole.

Referencias

Fabris, A. (2001). El giro lingüístico: hermenéutica y análisis del lenguaje. Madrid: Akal.

Foucault, M. (1984a). El misterioso hermafrodita. Dit et Ecrits. París: Gallimard.

Foucault, M. (1984b). Le vrai sexe. Dit et Ecrits. París: Gallimard.

Foucault, M. (1984c). Sexualité et verité. Dits et Ecrits. París: Gallimard.

Heidegger, M. (1977). Introducción a la metafísica. Buenos Aires: Nova.

Heidegger, M. (1988). Ser, verdad y fundamento. En M. Heidegger, ¿Qué es metafísica? Y otros ensayos, (pp. 109–131). Buenos Aires: Siglo XX.

Heidegger, M. (1990). Identidad y diferencia. Barcelona: Anthropos.

Heidegger, M. (1991). Lógica. Lecciones de M. Heidegger. Barcelona: Anthropos.

Heidegger, M. (1993). Ser y tiempo. Bogotá: FCE.

Lyotard, J. F. (1992). La posmodernidad explicada a los niños. Barcelona: Gedisa.

Murillo, Á. L. (2005). Lógica formal y matemática. Medellín: Universidad Pontifica Bolivariana.

Platón. (1973). El banquete o de la erótica. Diálogos. México: Porrúa.

Wittgenstein, L. (1995). Tractatus logico-philosophicus. Torino: Enaudi.

Notas de autor

Orlando Arroyave Valencia

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Profesor interno en la Universidad Pontificia Bolivariana. Integrante del grupo de investigación en filosofía Epimeleia. Medellín-Colombia. Contacto: orlave@hotmail.com, ORCID https://orcid.org/0000-0001-8373-7507


1 Cuando se trata el tema de la sexualidad nos estamos acogiendo a la manera como Foucault (1984b) usa esta palabra en su prefacio a la Historia de la sexualidad, el uso de la palabra se relaciona con varios fenómenos: el conocimiento de los mecanismos biológicos de reproducción; las variantes individuales o sociales del comportamiento; el establecimiento de las normas y de las reglas en las que se apoyan las instituciones religiosas, judiciales, pedagógicas, médicas; también la palabra hace referencia a la manera como los individuos le dan sentido a su existencia, a su conducta, a sus placeres, sentimientos, sensaciones y sueños (pp. 1397-1403).

2 Foucault (1984a) sostiene que: “El concepto de pertenencia de cada individuo a un sexo en particular fue formulado por médicos y juristas solo en el siglo XVIII aproximadamente (…) En la civilización moderna, existe una correspondencia rigurosa entre el sexo anatómico, el sexo legal y el sexo social, estos sexos deben coincidir y clasificarse en una de las dos columnas de la sociedad” (p. 625).

3 Aunque también puede decirse que tiene sus orígenes en los años treinta cuando Horkheimer y Adorno, así como Benjamin y Marcuse empiezan a cuestionar la modernidad y el cumplimiento de los ideales que esta propuso. En fin, el tema sobre los orígenes de la postmodernidad puede ser muy discutido, aquí nos atenemos a las revoluciones de los años 60 como inicio de lo que se llamó la liberación sexual, empezando por la mujer (la liberación femenina), y luego extendiéndose de modo más amplio a otros niveles.

4 Foucault (1984c) se interesó durante mucho tiempo por la relación que puede establecerse entre verdad y sexo, así como por la cuestión acerca de la sexualidad como objeto de conocimiento, en este sentido dice: “No quería escribir la historia del comportamiento sexual en las sociedades occidentales, sino abordar una pregunta más sobria y limitada: ¿cómo estos comportamientos se convirtieron en objetos de conocimiento? ¿Por qué medios y por qué razones se ha organizado esta área de conocimiento que está circunscrita por esta palabra relativamente nueva de sexualidad?” (p. 136).

5 Este es el tema de las Investigaciones filosóficas y, especialmente, el de los juegos lingüísticos. En cambio, en el Tractatus Logico-Philosophicus, se hace más énfasis en la parte lógica.

6 Cfr. Fabris (2001) indica, “por su parte, Carnap, en el famoso ensayo La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje critica a Heidegger, haciendo ver que los enunciados que aparecen una y otra vez en su discurso no son de hecho susceptibles de formulaciones desde el punto de vista de la lógica formal, por lo que no pueden ingresar en el ámbito de un discurso capaz de proporcionar criterios sobre su propio sentido” (p. 6).

7 La escultura del Hermafrodita durmiente representa un personaje de la mitología griega, hijo de Hermes y Afrodita; escultura que generó una impresión tan grande que fue permanentemente reelaborada y copiada por distintos artistas en diferentes épocas históricas. Este dato nos ayuda a comprender que el trans-sexualismo no solo tuvo una dimensión negativa y de rechazo, sino también de atracción, fascinación y misterio. Incluso Foucault nos dice que: “En el siglo XIX, entre los nuevos significados atribuidos al hermafroditismo, en una perspectiva místico-religiosa, encontramos el de la pareja primordial. La religión católica es la única en la que no nos encontramos con una pareja divina, una diosa al lado de un dios: esta brecha se llenará con ciertas sectas para-cristianas o no cristianas que proliferaron durante el siglo pasado”.

8 También habría que considerar el mito de Andrógeno que menciona Platón (trad. en 1973) en su obra el Banquete. Allí Aristófanes relata cómo en otro tiempo existía una clase particular de ser humano que se llamaba andrógino, el que reunía en sí a los dos sexos: el femenino y masculino.

9 En este sentido, Foucault se hace la pregunta ¿cómo llegamos a esta condena de dos fenómenos bien distintos, el del hermafroditismo y el de la homosexualidad? Una historia de la sexualidad tendría que resolver esta cuestión.

10 En este sentido, este texto se avecina a lo que fue una de las inquietudes foucaultianas que predominaron a lo largo de su producción histórico-filosófica: “El problema que determina casi todos mis libros es ¿cómo es que, en las sociedades occidentales, la producción de discurso cobra (al menos durante un tiempo determinado) un valor de verdad que se relaciona con diferentes mecanismos e instituciones de poder?”

11 Uno de los grandes esfuerzos de Foucault (año de la obra) es mostrar cómo “en las instituciones religiosas, en los reglamentos educativos, en las prácticas médicas, en las estructuras familiares en las que se formó (el tema de la sexualidad como práctica discursiva), pero también en las coerciones que ejercía sobre los individuos, tan pronto como se convencían de que tendrían que descubrir en sí mismos la fuerza secreta y peligrosa de una sexualidad”.

12 En este punto estamos entendiendo la lógica tal y como la entiende Heidegger cuando dice que “la lógica es para nosotros el pasar revista interrogante a los fundamentos del ser, a los lugares de la cuestionabilidad del ser humano” (Heidegger, 1991, p. 3).

13 La expresión que utilizo aquí: hombres que hacen de mujeres, mujeres que hacen de hombres, y que está referida al ser o al carácter ontológico, hace referencia al hecho según el cual en la filosofía heideggeriana, al igual que en la propuesta filosófica de Max Scheller, y en la tradición filosófica metafísica, una de las maneras de ver el ser es a partir del aparecer y del hacer; Scheller sostiene que el ser del ser humano hace su comparecencia en el aparecer y en el hacer o actuar (Heidegger, 1977, pp. 136-231).

14 El concepto que Heidegger utiliza es Er-eignis. El que puede traducirse como Evento: “Ereignis significa en el alemán actual ‘acontecimiento’, ‘suceso’, ‘evento’. Etimológicamente, indica Heidegger, la palabra procede de ‘Er-äugnen’, esto es, ‘asir con la mirada’” (Heidegger, 1990, p. 85).

15 El momento en el cual, como dice Foucault, las instituciones empiezan a ejercer coerción sobre los individuos, tan pronto como se convencían de que tendrían que descubrir en sí mismos la fuerza secreta y peligrosa de una sexualidad. El ser humano, por sí mismo, tiene que descubrir en sí mismo la fuerza secreta y peligrosa de una sexualidad.

16 Dice Lyotard (1992) que “los ‘metarrelatos’ a que se refiere La condición posmoderna son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado en el capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista (…)” (p. 29).