Ritos funerarios y experiencias de duelo en el pasado y durante la pandemia por Covid-191

Funeral rites and experiences of grief in the past and during the Covid-19 pandemic

Kelly Romero Acosta, Angélica María Sierra Franco, Jorge Luis Barboza Hernández y Salomón Verhelst Montenegro

Corporación Universitaria del Caribe CECAR

Recibido: 14 de enero de 2022–Aceptado: 28 de septiembre de 2022–Publicado: 4 de julio de 2023

Forma de citar este artículo en APA:

Romero Acosta, K., Sierra Franco, A. M., Barbosa Hernández, J. L., & Verhelst Montenegro, S. (2023). Ritos funerarios y experiencias de duelo en el pasado y durante la pandemia por COVID-19. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 14(2), 760-783. https://doi.org/10.21501/22161201.4247

Resumen

Debido a las normas de bioseguridad, la pandemia del COVID-19 ha cambiado la manera en que los familiares y amigos asumen el duelo por la muerte de un ser querido, independientemente de la causa de la muerte. El objetivo del estudio fue describir la manifestación de ritos funerarios y experiencias de duelo en el pasado y durante la pandemia por COVID-19 en Sincelejo (Sucre, Colombia). La investigación es de enfoque cualitativo, de alcance descriptivo; se toma la teoría fundamentada como método cualitativo de análisis de datos, con la intención de interpretar los significados desde la realidad social de los individuos. El análisis de los datos se realizó con el programa ATLAS.Ti. Se concluye que los ritos funerarios han cambiado a lo largo del tiempo en el municipio de Sincelejo; sin embargo, debido a la pandemia, estos cambios se han acelerado aún más y han provocado nuevas formas de asumir el duelo: el duelo se vive sin el cuerpo y sin la mirada de los otros.

Palabras clave

Ritos funerarios; Duelo; COVID-19; Pandemia; Muerte; Afrontamiento; Prácticas Sociales.

Abstract

Due to biosecurity regulations, the COVID-19 pandemic has changed the way family and friends mourn the death of a loved one, regardless of the cause of death. The objective of the study was to describe the manifestation of funeral rites and mourning experiences in Sincelejo (Sucre, Colombia) in the past and during the COVID-19 pandemic. The research has a qualitative approach, descriptive scope; Grounded theory is taken as a qualitative method of data analysis, with the intention of interpreting the meanings from the social reality of individuals. Data analysis was performed with the ATLAS.ti program. It is concluded that funeral rites have changed over time in the municipality of Sincelejo, however, due to the pandemic, these changes have accelerated even more and have led to new ways of assuming mourning: The duel is lived without the body and without the gaze of others.

Keywords

Funeral rites; Bereavement; COVID-19; Pandemic; Death; Coping; Social Practices.

 

Introducción

Se puede decir entonces que lo que no muere no vive. Por lo tanto, prefiero aún ser el que soy, condenado a algunos decenios, pero finalmente haber vivido.

V. Jankélévitch, Pensar la muerte

El significado de la muerte cambia a lo largo del tiempo, no solo durante la vida del individuo, sino también durante la vida de los pueblos (Lopes, Lima, Arrais, & Amaral, 2021; Saravia & Severino, 2016). Según esto, el concepto que se tiene sobre la muerte depende de la experiencia de los individuos, que a su vez alimenta la experiencia colectiva de los grupos y viceversa. De esta manera, el significado de la muerte y su afrontamiento varía de cultura a cultura (Nevado y González, 2017; Pacheco, 2003). A las prácticas que se hacen en torno a la muerte se les llama ritos o rituales funerarios. Estos están atravesados por la idiosincrasia y cosmología de quienes los celebran.

El estudio se realizó en la ciudad de Sincelejo, capital del departamento de Sucre, debido a que los investigadores involucrados hacen vida académica y residen en esta ciudad, lo cual permitió tener información de primera mano y actualizada de los actores. Esta ciudad para 2019 tenía una población de 286.635 habitantes, equivalente al 30,9 % del total del departamento (Cámara de Comercio de Sincelejo, 2020). El periodo de investigación fue de julio de 2021 a enero de 2022. A continuación, explicaremos de manera detallada el concepto de ritos funerarios.

Ritos funerarios

Los rituales son definidos como “conductas de gran precisión, con gran cantidad de detalles, altamente estereotipadas y a menudo repetitivas que connotan un sentido de control sobre uno mismo y el contexto, y que, psicológicamente, buscan reducir la ansiedad y el sentimiento de incertidumbre” (Hinde, 1999, como se citó en Yoffe, 2014). En estas prácticas un sinnúmero de personas, de diversas culturas, encuentran la manera de significar un acto de la vida, con el fin de que este trascienda. Por lo tanto, este hecho no solo involucra a la persona que lo lleva a cabo, sino que colectiviza la acción, mediante ese significado compartido, y fortalece valores como la solidaridad y la unidad.

Según Torres (2006), los ritos funerarios son prácticas sociales que la humanidad ha venido efectuando en torno a la muerte, entre las que podemos destacar: velorios, entierros, rezos, cremaciones, entre otras. Estos ritos ayudan a la aceptación de la ausencia del fallecido, a comprender lo inevitable de la vida: la muerte. Los ritos funerarios dependen de las creencias religiosas, el clima, el espacio geográfico y el rango social; generalmente ayudan a despedirse del difunto y a seguir viviendo en su ausencia. La despedida puede ir desde el abandono del cadáver, la inhumación o entierro, hasta la cremación o incineración (Nevado & González, 2017).

En la mayoría de las culturas, los ritos funerarios poseen una organización particular, y en el caso colombiano hay cierta variedad (Saravia & Severino, 2016); sin embargo, la mayoría de los ritos funerarios en el país se hace a partir de la cosmovisión católica (Beltrán et al., 2021). Según Nevado y González (2017), en el ritual católico, lo primero que se hace es preparar el cuerpo —exequias—, luego se hace el velorio —es decir, se vela el cuerpo del fallecido para acompañar a la familia en el proceso—, después se hace el traslado al cementerio, el entierro, la misa del difunto, la de los siete días, la del mes y la del año. A partir de esta estructura ritual se encuentran prácticas más detalladas que pueden variar entre grupos culturales, incluso entre zonas geográficas cercanas —zonas rurales y urbanas—, tales como arreglos florales, costumbres de luto, preparación del cuerpo, acompañamiento en el velorio, entre otras.

Desde una perspectiva psicológica, cada vez que se pierde a algún ser querido se atraviesa por un tiempo de adaptación, los ritos funerarios ayudan a gestionar este episodio y producen una especie de bienestar asociado a la afectividad colectiva, expresada en el apoyo social y la presencia de los “otros” que refuerzan la autoestima y disminuyen el estrés de los deudos (Yoffe, 2014); a este proceso de adaptación se le llama duelo. A continuación, describiremos con más detalle el concepto.

Duelo

El duelo relacionado con la muerte es la reacción que tienen los individuos frente a la pérdida de alguien importante (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades [CDC], 2020; Fundasil & Unicef, 2020; Kübler-Ross & Kessler, 2007; Quintero et al., 2022).

Aun cuando el duelo es una emoción y sentimiento interno experimentado y expresado de manera individual, diversas culturas difieren significativamente en cuanto a la expresión del duelo, cada cultura moldea métodos de afrontamiento y de atribución de significados a las diversas situaciones de la vida y de la muerte (Yoffe, 2014; Pacheco, 2003); los ritos funerarios, por ejemplo, ayudan al doliente a otorgar un significado al proceso que implica la separación irreversible con la persona amada (Torres, 2006).

La muerte implica una pérdida definitiva que recuerda que los vivos también perecerán. Los que quedan vivos entonces deben tramitar esta pérdida o duelo, esto es, tienen que procesar esa “sensación de pérdida sin posibilidad de recuperación” (Kübler-Ross & Kessler, 2007) a través de ritos. Según Nevado y González (2017), existen varios tipos de duelo: duelo normal, duelo patológico, duelo crónico, duelo anticipado, duelo retardado y duelo ambiguo. Este último duelo podría estar relacionado con lo que Larrotta-Castillo et al. (2020) llaman el duelo complicado, el cual se caracteriza por una prolongación del duelo normal debido a un estancamiento en alguna de las etapas que son propias del duelo y de la manifestación de dolor.

La elaboración del duelo está ceñida a las fases del rito funerario, aun cuando este sea un asunto de carácter individual e interno, como ya se dijo; sin embargo, el doliente asume posturas o conductas de carácter simbólico que ejercen un valor terapéutico durante el proceso, el luto o arreglar la tumba o el altar, entre otras (Pacheco, 2003). Estas conductas ayudan al individuo a entender la trascendencia del acto de separación tras la muerte y su relación con la vida, el mundo espiritual y terrenal o cotidiano, y, por ende, generan un equilibrio en las cargas del dolor, lo que promueve su recuperación. Teniendo en cuenta que el duelo depende de factores culturales, geográficos, del contexto, entre otros, surge la siguiente pregunta: ¿qué sucede con los ritos funerarios y con el duelo en un contexto de distanciamiento social y de aislamiento preventivo, como lo es el producido en Colombia por la pandemia del COVID-19?

Los ritos funerarios y la pandemia del COVID-19

Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) (2022a), la pandemia del COVID-19 había dejado, hasta enero de 2022, 5.456.879 de muertes alrededor del mundo, 2.416.933 en el continente americano y 130.100 en Colombia. En este país, para enero de 2022, los municipios con mayor número de muertes fueron Bogotá (21,14 %), Medellín (7,06 %), Cali (5,85 %) y Barranquilla (4,35 %). En la región Caribe, a la cual pertenece el departamento de Sucre, se presentaron 25.900 muertes, que corresponden al 19,9 % del total nivel nacional. Según la Gobernación de Sucre (2022), el total de decesos en la ciudad de Sincelejo para enero de 2022 fue de 1.635, lo que representa el 1,25 % en relación con el total nacional. Para octubre de 2022, de las 6.553.936 muertes a nivel mundial, Colombia ocupa el puesto 13, con 141.820 (2,16 %) muertes acumuladas (OPS, 2022b).

La situación producida por la pandemia del COVID-19 ha dejado hasta la fecha más de cuatro millones de muertes alrededor del mundo y más de ciento treinta mil en Colombia, reportadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) (2020), indica que la pandemia del COVID-19 ha cambiado la manera en que los familiares y amigos asumen el duelo, independientemente de la causa de la muerte, esto es, sea causada por COVID-19 o no (Gallegos et al., 2020). Entre los principios orientadores que comparte el CDC para personas que se encuentren en situación de duelo, se hallan los siguientes: 1. Evitar encuentros o reuniones sociales en lugares cerrados; 2. Evitar compartir objetos religiosos en las reuniones; 3. Reducir el número de personas que participan en el coro o que cantan; 4. Realizar servicios y congregaciones preferiblemente virtuales; 5. Modificar arreglos del funeral. También, el Ministerio de Salud y Protección Social en Colombia indicó que, para la preparación, el traslado y la disposición final de cadáveres por COVID-19 se debe evitar llevar a cabo rituales fúnebres que impliquen aglomeraciones o reuniones de muchas personas (Larrotta-Castillo et al., 2020). Gallegos et al. (2020) indican que todos estos cambios implican discontinuidad en las pautas habituales de socialización, lo que a su vez tiene consecuencias sobre aspectos psicosociales del individuo.

De esta nueva situación surgen varios interrogantes: ¿qué cambios han acontecido con los ritos funerarios en la pandemia y cómo estos cambios han influido en la tramitación del duelo en algunos habitantes de la ciudad de Sincelejo, Colombia? En consecuencia, el objetivo de este estudio es describir la manifestación de ritos funerarios y experiencias de duelo en Sincelejo en el pasado y durante la pandemia por COVID-19.

Método

Diseño: este estudio es de enfoque cualitativo, de alcance descriptivo. Se toma la teoría fundamentada como método cualitativo de análisis de datos (Strauss & Corbin, 2002). La teoría fundamentada “trata de descubrir y explicar, mediante una metodología inductiva, la interpretación de significados desde la realidad social de los individuos” (Vivar et al., 2010).

Participantes: en total participaron sesenta y un individuos residentes en el municipio de Sincelejo. Se encuestó a cuarenta y tres mujeres y diez hombres con una media de edad de veinte años. Se entrevistó a cuatro hombres y tres mujeres con una media de edad de 56,5 años.

Procedimiento: se invitó a doce personas a realizar las entrevistas y dos de ellas no aceptaron participar, los tres restantes no pudieron participar el día de la entrevista por problemas en la conexión. Se hicieron dos entrevistas públicas, la primera el 9 de agosto de 2021, en ella participaron tres individuos varones. La segunda entrevista fue el 23 de agosto de 2021. En ella participaron un hombre y una mujer. Las demás entrevistas se hicieron de manera individual y participaron un hombre y tres mujeres. También se realizó una encuesta en línea, mediante Google Forms, en la que participaron 53 personas, la mayoría jóvenes.

Técnicas de recolección de datos

Entrevista: se creó una primera entrevista que indagaba sobre los ritos funerarios y el duelo. A continuación, indicamos las preguntas: 1. ¿Podría relatar historias sobre los ritos funerarios vividos en Sincelejo?; 2. ¿Considera que los ritos funerarios eran iguales en todas las clases sociales? 3. ¿Qué sabe de los servicios de rezos en los velorios?; 4. ¿Qué características particulares tenían los velorios? ¿Cómo se diferencian a los de hoy en día teniendo en cuenta la crisis del COVID-19?; 5. ¿Cree usted que la forma de hacer los ritos funerarios durante la pandemia puede influir en la manera de hacer el duelo de las personas involucradas o afectadas?

A partir de esta primera entrevista, en los siguientes encuentros se plantaban nuevos interrogantes surgidos en el transcurso de la conversación. En la última entrevista se preguntó sobre los siguientes temas: 1. Comparación de ritos funerarios antes de y durante la pandemia; 2. Gasto de dinero en los ritos funerarios en el pasado, por ejemplo, en comida y en bebida para los visitantes; 3. Cambio de comportamiento en los ritos funerarios por la falta de acompañamiento de los demás; 4. Uso de las redes sociales en los ritos funerarios.

Encuesta: se creó una encuesta sencilla para hacer un acercamiento al conocimiento que tienen los jóvenes sobre los ritos funerarios. Se formularon las siguientes preguntas: 1. ¿Qué sabes sobre los ritos funerarios en Sincelejo, Sucre?; 2. ¿Qué cambios crees que han acontecido con los ritos funerarios durante la pandemia?; 3. ¿Crees que la forma de hacer los ritos funerarios durante la pandemia puede influir en la manera de hacer el duelo de las personas?

Análisis de datos

En primer lugar, se recogieron los datos a través de la realización de entrevistas, un grupo focal y la elaboración de memos. Posteriormente se transcribieron todas las entrevistas y se organizaron las transcripciones en el programa para análisis de datos cualitativos, ATLAS.Ti. Para el análisis de datos se siguió el método comparativo típico de la teoría fundamentada. Se realizó un microanálisis: los datos se descompusieron por partes, se examinaron y se compararon, encontrando similitudes y diferencias. Se hizo una primera lectura de conceptualización; luego, una segunda lectura, donde se llevó a cabo la codificación abierta (Strauss & Corbin, 2002, p. 242), y una tercera lectura, para realizar la codificación axial. En todo el análisis se tuvo en cuenta el muestreo y la saturación teórica. Toda esta información se encuentra resumida en la figura 1.

Figura 1. Proceso de análisis de datos

Resultados

Una vez aplicados y analizados los instrumentos de recolección de la información, se hallaron dos categorías principales: 1. Ritos funerarios en el tiempo; 2. Efectos de la pandemia en el duelo. A continuación, se describirán las categorías halladas en el estudio.

Ritos funerarios en el tiempo

Figura 2. Subcategorías relacionadas a la categoría 1 encontrada en el análisis de datos

 

Ritos funerarios en el pasado

Hace aproximadamente sesenta años, en la ciudad de Sincelejo, el muerto era preparado con vestuario nuevo o con la mejor de sus ropas, también era posible lucir accesorios de gran significación para el difunto y, en el caso de que se tratara de una mujer, el maquillaje también jugaba un papel fundamental. En algunos casos, se enterraba al difunto, con accesorios que, tal vez, nunca se puso, por ejemplo, en el caso de los hombres: pajarita o corbatín.

El velorio tenía una duración de nueve días, en los cuales se tenía al muerto en casa, esto es, se preparaba al muerto para que fuera velado en la sala o en algún otro lugar de su casa, donde se instalaba un altar que contenía objetos representativos religiosos y de creencias profanas: la cruz; velas o veladoras, que representan la luz eterna; un vaso con agua en el que se introduce un algodón, para calmar la sed del muerto, mientras hace los últimos recorridos por la casa; las flores y sufragios fúnebres, como muestras sociales de afecto, entre otros objetos simbólicos. También se hacía una caminata desde la casa del muerto hasta la iglesia, y desde la iglesia hasta el cementerio, donde se procedía a dar sepultura. Uno de los participantes en la entrevista la llamó: “caminata del recuerdo” (Entrevistado masculino), dando a entender que en esa caminata todos los acompañantes recordaban al muerto y se preparaban para su último adiós.

Por otra parte, los ritos funerarios no eran vividos de la misma manera por hombres y mujeres; por ejemplo, sobre el velorio, una de las entrevistadas manifestó:

pero lo que sí tengo muy claro fue la época en que los velorios eran por género, no de los muertos, sino de los vivos, las rezanderas eran mujeres y los hombres era a comer frito afuera y a tomar café, y ya les digo, nosotros, sin faltar al respeto, nos gozábamos los velorios, porque era la oportunidad de salir a la calle, porque cuando a uno no lo dejaban salir, decíamos: “no, vamos al velorio”, y en el velorio nos íbamos a la calle, y cuando llegábamos veíamos y decíamos: “bueno, ¿y por qué vienen apenas las mujeres?”; “no, es que las mujeres están rezando”, “¿y los hombres por qué están allá?”, “porque ellos pueden jugar dominó y barajas”. (Entrevistada femenina)

De esta manera, las mujeres tenían su propia tarea en el velorio: rezar, y los hombres: jugar y echar chistes:

el novenario donde van todos los vecinos, los amigos, reparten el café, rezan el rosario, noche de pésames, noches de historias. Aquí en Sincelejo, en San Carlos, se moría una persona y abrían los frentes de las calles, de las casas y había fritangas, juegos, jugaban dominó, cartas y eran velorios netamente femeninos, las mujeres dentro y los hombres afuera, jugando dominó y refiriendo chistes. (Entrevistado masculino)

Con el pasar del tiempo, estas diferencias de género se mantienen de una manera más sutil. Las mujeres que así lo quieren, rezan; las que no, se quedan afuera; y los hombres charlan, ya con tanta frecuencia no se juega o echan chistes.

Otro de los aspectos fundamentales del velorio era la comida. Esta era fundamental, sobre todo para los hombres, y estaba a cargo generalmente de las mujeres. Su importancia no solo radicaba en la alimentación, sino en el compartir como una especie de ritual de unidad, familiaridad y agradecimiento. Un participante nos cuenta qué se comía en los velorios:

también, había otros aderezos para esos velorios, hasta sancochos se hacía, cuando era de bollo dulce: bollo dulce con queso; y nunca faltaba el café: la gente preguntaba a dónde vas y [la persona] decía voy por un manchabuche; un manchabuche era el café. (Entrevistado masculino)

Ritos funerarios antes de la pandemia

No obstante, algunas de estas costumbres desaparecieron o mutaron a formas más sencillas, en el pasado más cercano, antes de la llegada del COVID-19. Los participantes comentan que los velorios ya no se hacían en casa, debido quizás al aumento del número de iglesias en la ciudad y por la presencia de las funerarias:

Bueno, los ritos antes de la pandemia consistían en que uno iba a la [sala] mortuoria, acompañaba hasta el otro día, cuando el cadáver estaba en la casa, se iba al entierro, todas las noches a orar o a rezar con ellos, los rosarios que ellos hacían. (Entrevistado masculino)

La incursión de las funerarias o salas de velación no solo representó un cambio en la locación de los ritos fúnebres, sino que, además, estas entidades al encargarse de la preparación del muerto, la atención de los acompañantes, la preparación de los pasabocas, el transporte —en carro— del difunto hasta el lugar de celebración religiosa y desde allí hasta el cementerio, desplazaron prácticas como “la caminata del recuerdo” (entrevistado masculino), las cuales empezaron a ser menos frecuentes; aunque algunas familias de bajos recursos la siguen haciendo, ya no es tan concurrida. También modificó las velaciones, las que ya no dan espacio para el despliegue social que se tenía anteriormente, y las noches de chiste y juegos, de rezos y cánticos, se remplazaron por un estar silencioso. En ambos casos, tanto en la caminata como en el velorio, los celulares han cambiado la solemnidad de la despedida: “y ha cambiado de la manera usual, de que nadie hablaba mientras se iba caminando hacia el cementerio, hasta ahora. En los entierros de ahora, el único que no lleva celular es el muerto” (entrevistado masculino).

Ciertamente, ya los ritos habían cambiado antes de la pandemia. Una de las entrevistadas comentó que incluso antes de la pandemia ya el dolor no se vivía de igual manera; comentó que se les daba prioridad a otros aspectos más estéticos:

el otro día me tocó ir antes de la pandemia donde una amiga que se le murió el esposo y yo me fui muy sencilla y todo, como se va a un velorio, y mi amiga venía del salón de belleza, que se le veía la pintura fresquecita por la frente. (Entrevistada femenina)

Ritos funerarios en la pandemia

Una vez que sobrevino la pandemia, los ritos funerarios cambiaron drásticamente, dadas las restricciones sanitarias de carácter obligatorio instauradas para hacer frente a la propagación del virus, tales cambios fueron: el límite de personas en el cementerio es de seis o siete personas máximo; solamente pueden entrar los familiares más cercanos, se reciben pocas visitas en el cementerio y se usa tapabocas de manera obligatoria; si los muertos se contagiaron de COVID-19, se debe esperar a que los entregue la institución encargada, y, generalmente, sellados en bolsas plásticas; se disminuyen las misas, se reduce el tiempo de oración, los ritos se llevan a cabo virtualmente, entre otros. Ya no es usual caminar con el muerto al cementerio y tampoco se vela en casa. Además, la cremación, que por mucho tiempo fue menospreciada por algunas creencias religiosas, se convierte en una de las formas rituales más frecuentes:

no podía ir ningún familiar, solamente los más cercanos, y bueno, eeeeh, como era un tío, fue su esposa y fueron mis papás, y ellos me comentaron que no lo pudieron ver y lo entregaron envuelto como en bolsas y solo fueron como unas seis o cinco personas al entierro. (Entrevistada Femenina)

Los sucesos inesperados ocurridos en el periodo de la pandemia, debido, posiblemente, a la novedad de la situación, generan en las personas miedo, ansiedad y estrés, lo que agrava en gran medida la situación de salud pública. Uno de los entrevistados comenta que, en el caso del entierro de un poeta muy querido de la región, el cadáver se encontraba en el suelo de una camioneta en una bolsa negra. Él opina que este es un “acto sin misericordia”, porque “al ser humano hay que respetarlo, en y después, porque para eso hay una huella, ese es el rito” (entrevistado masculino).

Otro comenta: “y ahora los meten en bolsa y los entierran y los tiran como un cerdo” (entrevistado masculino). Sin contar los casos en los que se han confundido de bolsa y han entregado otro cadáver:

se dio el caso de un carro fúnebre que venía muy rápido y la hija desesperada en la puerta del cementerio dijo que quería ver por última vez a su padre, y qué sorpresa, que el que estaba en el ataúd no era él. No era él. (Entrevistado masculino)

Por otro lado, en la pandemia ya los amigos del difunto no se pueden despedir:

cuántos amigos han fallecido por culpa de la pandemia y no hemos podido acompañar a esos amigos al cementerio ni poder irlos a ver en las UCI, en los hospitales, es tremendo esta crisis sanitaria, ha sido terrible, y rogándole al señor Dios todopoderoso que retire esta pandemia. (Entrevistado masculino)

Las despedidas contribuyen a hacer el cierre afectivo y cognitivo del duelo, en los testimonios se evidencia el vacío que produce no poder cumplir con parte de los ritos que tradicionalmente se realizaban antes de la pandemia. Pero también ocurrió que otros no se despedían del muerto y lo evitaban por miedo a contagiarse.

Efecto de la pandemia en el duelo

Figura 3. Subcategorías relacionadas a la categoría 2 encontrada en el análisis de datos

Duelo con más sufrimientos y dolor vs. Duelo más tranquilo

Como se dijo anteriormente, si la causa de muerte es el COVID-19, no se puede ver a los muertos una última vez; por esta razón, el sufrimiento en el duelo puede aumentar. Existe una sensación de vacío y soledad por la falta de acompañamiento colectivo: “sí, porque si no se realizan los ritos, queda el vacío y la sensación de no poder despedirse” (entrevistado masculino).

Además, las muertes debido al COVID-19 pueden causar mucha preocupación y tristeza a los familiares y amigos, ya que se dan de manera repentina y queda la duda de si algún otro familiar pudo haberse contagiado por los ya fallecidos, y tener la misma suerte:

me dio muchísimo más miedo que mis papás fueron al funeral y otros familiares, y también habían tenido como cierto contacto en algún momento, no con él, sino con su esposa, y tenía mucho miedo [de] que mi papá saliera a trabajar, y ver, como ver, su tristeza también, o sea, yo no lo expresé ni en llanto ni nada, pero sí, no podía dormir, siempre estaba pensando en que les iba a pasar algo a mis papás o también a mí, pero pensaba más en ellos. (Entrevistada femenina)

Sobre lo mismo una entrevistada nos cuenta:

Bueno, fue bastante impactante la muerte de mi familiar en la pandemia, porque no esperaba que… pues… muriera, fue algo muy repentino. En cambio, la muerte de mi tío y de mi abuelo, más que todo; él estaba enfermo; cuando él murió, yo dije: bueno, él va a descansar, y ya estaba pensando yo que en algún momento de ese mes iba a morir. (Entrevistada femenina)

Comenta esta participante que se sintió peor con la muerte repentina de su tío, debido al COVID-19, que con la de su abuelo. De hecho, la hizo sentir más preocupada el hecho de que su tío había tenido contacto con sus padres y ella temía que sus padres murieran también.

Por otro lado, los ritos funerarios se hacen más rápidamente, ya no se reza el rosario y no se ritualiza el altar. A saber, el altar es un rito funerario que consiste en poner una mesa con un mantel blanco, flores, un cristo y un vaso de agua. Alrededor de este altar se hace el velorio durante nueve noches. Sin embargo, dadas las circunstancias, ya no pudo hacerse así; los entrevistados consideran que existe una “aceleración en los ritos funerarios” y que esto puede influir en la forma de vivir el duelo:

Sí, las personas adoptamos las creencias o costumbres creadas en la sociedad; por ende, al eliminar las misas o nueve noches, la familia considera que sus difuntos no están teniendo descanso y, de esta forma, el sufrimiento del duelo aumenta. (Entrevistado masculino)

No obstante, esta vivencia es subjetiva: para algunos, la vivencia del duelo debe ir acompañada de los demás; para otros, esta nueva forma de vivir el duelo es mucho más cómoda:

Bueno, la verdad yo estoy de acuerdo con lo que está sucediendo con la pandemia ahora, en cuanto a eso, porque tú sabes que uno tiene un dolor, para estar atendiendo a alguien que llegó, eso es difícil, y todo el mundo se amontona durante los primeros nueve días y después se van, y ahí sigue la soledad, es como más grande. En cambio, ahora con la pandemia es más llevadera esa situación, porque uno sabe que está solo, que está encerrado y uno vive su duelo a su manera, sin estar sirviendo a otro. (Entrevistada femenina)

Como se comentaba en la categoría anterior, en Sincelejo se suele recibir a los amigos y familiares por nueve días en casa. En esos nueve días el doliente debe proveer comida y bebida a los visitantes. La persona entrevistada se refiere precisamente a ese momento. En este sentido, el duelo para el doliente sucreño puede vivirse como un gasto extra de dinero, porque se debe comprar atenciones para todas las personas que vienen a despedirse:

nosotros no nos acordábamos si comíamos, si los niños comían, nada, sino atendiendo personal que venían de afuera, que venían en carro. Allá la comida nunca alcanzó, nosotros tuvimos un gasto que no te imaginas cuánto, y buscar plata donde no la había es muy difícil, una mortuoria sale muy cara; mira, con lo que está sucediendo ahora, sí, sí me gusta. (Entrevistada femenina)

Otra participante afirma que cuando se muere algún familiar, nunca se está solo, porque siempre se encuentra a otros miembros de la familia que hacen compañía:

Yo creo que cuando muere alguien de todos modos no está solo uno, como individuo, sino que de todos modos hay alguien de la familia, entonces cuando sucedió lo de la muerte de la pandemia yo estaba con mis papás. (Entrevistada femenina)

Y así la anterior participante opina que se está más cómodo cuando se vive el duelo con la familia, también siente que se está mejor sin atender a los visitantes; una de las entrevistadas lo describe así:

hay uno o tres familiares y siento que de esa manera está bien, pero de que vengan las personas y que las atiendan, pues no, porque esas personas están viviendo un dolor y se tienen que preocupar para brindarle atención a la demás gente … de esa manera no lo considero tan bien. (Entrevistada femenina)

Duelo sin cuerpo: del muerto, de los otros

En la pandemia, debido a prácticas como la cremación, el duelo se vive sin el cuerpo del muerto. Además, ciertamente el cuerpo queda en el polvo, ya no hay cuerpo al que llorar e ir a visitar:

si la persona muere de COVID-19, le creman el cuerpo y sus familiares no lo pueden ver por última vez y, por cuestiones de bioseguridad, todos sus seres queridos no pueden acompañarlo. Los acompañantes van en moto o en carro. (Entrevistado masculino)

De hecho, la cremación se convirtió en ley al principio de la pandemia: “cuando estaba la pandemia en su apogeo, a ti no te permitían ni siquiera acompañar el cadáver al crematorio donde estaba, porque, por ley, había que cremarlo” (entrevistado masculino).

Porque no era posible verlos, los familiares llevaban la foto de sus seres queridos, así los recordaban:

estuve en un sepelio en Sampués [municipio de Sucre] y la gente llevaba fotografías del difunto. Un familiar llevaba la fotografía del difunto para que lo vieran por última vez, para que la gente lo recordara. Entonces, sí, la pandemia ha cambiado mucho. Quería anotar eso. (Entrevistado masculino)

Asimismo, el cuerpo del difunto se sigue por las redes sociales. El último adiós se hace por Facebook o por vídeos difundidos por WhatsApp. Por este último medio se envían fotos, recuerdos del difunto y se mantiene en el perfil la foto del fallecido o una cinta negra, como símbolo de que se ha perdido a una persona significativa. Una de las participantes lo relata así:

Las hermanas de mi tío, que son mis tías también, y algunos primos, sí utilizaron muchas, como postales en sus redes sociales y también como que enviaban fotos como para recordarlo … se compartió las fotos de la lápida donde se enterró y cuando él murió también. (Entrevistada femenina)

De igual modo, en la pandemia no se encuentra la compañía de los otros, parece que se le sacara el cuerpo a la muerte: “todo el mundo está sacándole el cuerpo a la compañía de la muerte” (entrevistada femenina). Los amigos ya no vienen a decir adiós, las mujeres ya no vienen a rezar y los hombres no vienen a comer y a echar chistes. Tampoco se encuentran presentes los otros que dan palabras, consuelo y brindan su cuerpo para llorar en el hombro o dan una palmada en la espalda.

En la pandemia los ritos funerarios son menos frecuentados y esto puede influir en la vivencia del duelo. Varios entrevistados opinaron que, efectivamente, en la pandemia se vivió de manera diferente el duelo; uno de ellos lo describe así:

yo creo que sí se vuelven menos masivos los sepelios o la ida al cementerio, el acompañamiento ya es, es, incluso diferente, es decir, ya ese sentido de acompañar en el tema este de la pandemia, ya, ya no aplica, no se ve. (Entrevistado masculino)

El cuerpo del otro no se encuentra para recordar a los deudos que se comparte el dolor y que no están solos: “el hecho de que el dolor se viva de forma colectiva también otorga consuelo en las personas que están viviendo la muerte de un ser querido” (entrevistado masculino). La falta del cuerpo del otro condiciona incluso la reacción del doliente frente al duelo: “porque es que las reacciones en el duelo estaban condicionadas precisamente por la presencia, en algunos casos, de quienes acompañaban al difunto, al último viaje”, como si no se sintiera lo mismo sin el otro.

Al parecer, esta nueva situación trata de suplirse a través de las redes sociales. Las personas buscan la compañía de los demás con la publicación de información sobre el muerto. Una participante nos comenta: “siento que hace como un llamado, como que, bueno, voy a publicar esto a ver qué me dicen y puedo ver quién puede acompañarme, así lo percibo, pero, bueno, yo no lo haría” (entrevistada femenina). Es como si se buscara la retroalimentación del otro, más allá de lo corporal.

Duelo sin mirada

Al parecer, en el duelo, la mirada de los otros es fundamental:

Yo creo que siempre se está pendiente al qué dirán, a las miradas, a cómo se siente la otra persona, si en realidad le está doliendo o no y cómo lo manifiesta, del por qué lloró, del por qué no lloró; entonces, sí, las personas están muy pendientes como al sufrimiento y a la reacción de la muerte. (Entrevistada femenina)

Sin embargo, el duelo en la pandemia se tramita sin la mirada de los demás.

Esta mirada parece dar un sentido a la vivencia del duelo, sobre todo en cómo se percibe y se reacciona: “al no haber más acompañamiento, esas reacciones son otras, otras actitudes o esa manera de expresar el dolor. Si te están viendo, tú actúas de una manera; si no te están viendo, tú cambias” (entrevistado masculino). Falta algo en el rito, a parte del cuerpo: falta la mirada de los otros. Si los otros no miran al doliente, el doliente expresa su duelo de forma diferente. El juego de miradas permite que el duelo siga su curso, como un lenguaje silencioso de dolor, que se activa con la mirada de los demás:

ya las cosas se toman naturalmente, se murió fulano y uno dice: ¡ay!, sí, pobrecito, pero no lo siente como lo podía sentir antes, cuando uno iba y veía a la gente llorar al muerto, era lógico que a uno también le daban ganas de llorar con ese familiar, ya no, ya solamente es ver el carro cuando pasa con el cadáver, las bombitas blancas y ya uno dice: pobrecito, pero no es igual. (Entrevistada femenina)

Debido a que no se puede ir a los velorios y a los entierros, las personas usan las redes sociales. Nuevamente, para dar cuenta al otro de la falta de un miembro de la familia. También, se hacen rituales funerarios virtuales, pero las personas no quieren asistir, no le ven el mismo sentido y, en esta situación, también son determinantes las miradas, si no me ven, prefiero no ir:

no, no asisto, porque antes era como un compromiso moral y ahora pues nadie me está viendo, entonces no asisto. Igual, yo pienso que así pasa en las iglesias también, hay gente que a veces se conecta y a veces no se conecta, o hay unas personas que se conectan para que las vean y digan: sí, fulanito nos acompañó, pero mentira, eso es echarse mentira ellos mismos, ya las cosas no son como antes. (Entrevistada femenina)

Discusión

La crisis de salud pública desatada por el virus SARS-CoV-2 ha obligado al distanciamiento social y al confinamiento en el transcurso de la pandemia. Estas medidas también se aplican en la realización de ritos funerarios, por esta razón surgen dos interrogantes que guían esta investigación: ¿qué cambios han acontecido con los ritos funerarios durante la pandemia y cómo estos han incidido en el proceso de duelo de algunos habitantes de la ciudad de Sincelejo, Colombia? Tal como se mencionó anteriormente, el objetivo de este estudio fue describir algunos ritos funerarios y experiencias de duelo en Sincelejo en el pasado y durante la pandemia por COVID-19. Se hallaron dos grandes categorías que se componen de tres subcategorías. A continuación, se organiza esta discusión según las dos categorías encontradas.

Ritos funerarios en el tiempo

En este estudio se analizó el proceso de cambio que han tenido los rituales funerarios en el pasado, en el pasado reciente y en el presente, durante la pandemia. A través de este recorrido se pudo confrontar la evolución de las diferentes fases de los ritos funerarios propuestas por Allué (1983). Esta autora describió cronológicamente un resumen sobre los ritos de paso.

En primer lugar, propone una fase pre-liminar, en la que el vivo paga de antemano la sepultura, dispone su testamento o se prepara para la defunción —por ejemplo, la despedida en una enfermedad terminal—. Esta fase no apareció en el discurso de los entrevistados; al parecer en Sucre, los ritos funerarios se entienden como todas aquellas prácticas que se realizan al momento de morir, a partir de la defunción, es decir, en el inicio de la fase liminar.

Esta fase inicia con la defunción propiamente dicha, y sigue con los avisos de fallecimiento, la preparación del cadáver, el velorio y el entierro. En el recorrido por los ritos funerarios se encontró con que, para los sincelejanos, es muy importante el aviso de fallecimiento, ellos suelen poner esquelas y carteles en los postes de luz, en las paredes, en las iglesias, en las tiendas y en las casas. Y esta costumbre ha permanecido incluso en medio de la pandemia. El tema que más surgió en el discurso de los entrevistados fue la preparación del cadáver y el velorio o las nueve noches posteriores al entierro.

En el pasado reciente de Sincelejo, las cuestiones de género eran más igualitarias. Los banquetes eran más austeros, las bebidas, más escasas. Este último aspecto de la fase liminar ha tenido una evolución extraordinaria en la pandemia, pues, debido a las medidas impuestas por el gobierno, los velorios en casa no son permitidos. Los dolientes no tienen visitantes con quienes compartir la experiencia de dolor y los elementos simbólicos, religiosos o humanos que ayudan en el trámite del duelo.

Otro punto de la fase liminar es el entierro propiamente dicho. Uno de los entrevistados nos habló de la caminata del recuerdo, como un espacio donde la gente acompaña al cadáver y se despide por última vez. En la pandemia, esta caminata del recuerdo no se realiza —con excepciones—, el cortejo fúnebre se hace en carro o en moto, el luto se lleva a casa. Los vivos no acompañan al cadáver por las medidas en contra de COVID-19.

Finalmente, se encuentra la fase post-liminar, en la que se encuentran las prácticas posteriores al entierro —regreso a casa, comida para los visitantes, rezos en familia—, prácticas profanas —disposición de fotos u objetos personales del muerto—, el luto y otras conmemoraciones —día de los muertos, miércoles de ceniza, viernes santo, por ejemplo—. Antes se indicó que para los sincelejanos es muy importante la disposición de comida y bebidas en el velorio.

Todos estos aspectos mencionados por Allué (1983) aparecen en el discurso de los participantes; sin embargo, las prácticas profanas han aumentado en la pandemia debido a la falta del cuerpo y la mirada de los otros. También, las conmemoraciones de fiestas no se hacen en viernes santo o miércoles de ceniza; más bien, se celebra la misa del mes, la del año o cada año, y la del día de difuntos. Estas tres fases que explicamos en esta categoría se verán diseminadas por los hallazgos de la siguiente categoría: el efecto de la pandemia en el duelo.

Efecto de la pandemia en el duelo

En esta categoría vimos cómo la pandemia influyó en la ejecución de los ritos funerarios. Esto impactó en la forma de asumir el duelo.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA) (2013), el duelo es un estado que aparece con la pérdida de alguien con quien se ha tenido una relación estrecha. Este estado incluye una serie de respuestas de pena y de luto que dependen de muchos factores; por ejemplo, del tipo de muerte, de lo inesperado de la misma, de la salud mental de quien vive el duelo, de la realización de los ritos según lo esperado.

De este hecho emerge la primera subcategoría: Duelo con más sufrimiento y dolor vs. duelo más tranquilo. Para muchos, el duelo por COVID-19 es más sufrido, casi se podría decir que son comparables a los duelos por catástrofes o traumas (Carmona, 2020). Los duelos por enfermedad suelen tener un proceso más anticipado, esto produce una preparación psicológica que suaviza el dolor; sin embargo, con las muertes por coronavirus no hay tiempo. Carmona (2020) apunta que a estos duelos se les suma el estrés por el confinamiento y, sobre todo, la falta de una despedida con “abrazos sanadores”, es decir, con el otro.

No obstante, en esta investigación emerge un elemento nuevo: la importancia del cuerpo de los vivos en los ritos funerarios para la partida de los no vivos. Esa falta del cuerpo del otro puede implicar más sufrimiento en el duelo o, por el contrario, puede amilanarlo. Debido a la pandemia, queda prohibida la aglomeración de personas, esto es, la sociedad, que dispone todas las reglas y comportamientos que se deben llevar a cabo en los rituales funerarios; en esta ocasión, prohíbe llevar a cabo el rito de paso tal y como siempre se ha hecho. Esto ha descubierto una nueva forma de ritualizar la partida sin la presencia de los otros.

Para algunos sincelejanos, esta situación, en lugar de aumentar el dolor y el sufrimiento de la partida, parece ser un alivio, porque no tienen que atender a ese otro cuerpo que viene a decir adiós y pide a cambio comida, bebidas y atenciones. Además, sin familiares o amigos visitantes, la familia ahorra dinero en el convite y viven el duelo “más solos y tranquilos”; en este sentido, la intimidad en el proceso del dolor parece permitir que la expresión de este se haga de forma desinhibida, con mayor libertad. Es llamativo este hecho, porque surge la pregunta: ¿por qué el ritual evoluciona al acompañamiento de los otros y a la celebración del convite, si se puede vivir únicamente con los más allegados? Por un lado, Allué (1998) indica que la muerte se reduce a un hecho mecánico —ritos— que pretende alejar el fantasma de la propia muerte para los vivos. Esto es, voy al lugar, observo el dolor de los demás —exijo el dolor de los demás, posiblemente ese dolor lo sentirán por mí cuando muera— y me cercioro de que el cadáver esté enterrado o cremado para mantener a esa muerte lejos de mí. En efecto, la muerte puede entenderse como un proceso individual —biológico— y como un proceso social, pues la muerte es una pérdida para los vivos (Allué, 1998; Pacheco, 2003).

Los ritos de paso sacralizan los cambios de estatus que se producen a lo largo de la vida e implican en sí mismos una pérdida y una agregación, esto es, una transformación de estatus, que incluye una celebración: un convite. Pacheco (2003) nos recuerda que existen dos tipos de rituales: 1. Los ritos calendáricos —aquellos que se repiten cada año—; 2. Los ritos de tránsito —en los que se incluyen los rituales de duelo—. Estos ritos de paso o de tránsito implican un cambio social y una transformación del individuo. En efecto, según Allué (1983), el paso de la vida a la muerte genera, en primer lugar, actitudes y conductas culturalmente establecidas; y, en segundo lugar, un cambio en la interacción social y familiar. Ambos aspectos se vieron reflejados en el discurso de los participantes, y se pudo observar cómo ha cambiado esa conducta culturalmente establecida y la interacción social y familiar en la pandemia.

Los dolientes se encuentran sin “contacto físico para poder consolarnos, para sacar la pena de dentro y para pasar la página bien” (Carmona, 2020). Celebrar los rituales fúnebres de la manera esperada ayuda al alma del no vivo a descansar en paz, esto también le proporciona tranquilidad al que queda vivo (Beltrán et al., 2021). Sin embargo, en la pandemia esto cambió radicalmente. De este hecho emerge nuestra segunda subcategoría: Duelo sin cuerpo, del muerto y de los otros.

Jordi Moreras nos habla de los duelos diferidos, es decir, son duelos que se hacen sin un acto funerario completo; por ejemplo, puede faltar el cadáver o existe algo que impide completar el rito (Moreras como se citó en Carmona, 2020). Este hecho puede afectar directamente a la familia del muerto. Beltrán et al. (2021) indican que los ritos fúnebres se encuentran íntimamente relacionados con el duelo, pues facilitan a los dolientes el transitar por el sufrimiento propio de la pérdida. En nuestra investigación, hallamos que las personas tienen un dolor muy grande debido a la falta del cuerpo del muerto o al cuerpo vulnerado, pues, a causa del COVID-19, el cuerpo se incinera o se entrega en una bolsa negra que no se puede abrir o tocar.

El trato inadecuado del cuerpo impide que el difunto transite hacia la paz eterna. Esto podría deberse a la secularización de los ritos funerarios en el país. Beltrán et al. (2021) apuntan que el cristianismo ha permeado los ritos funerarios y, por supuesto, el proceso de duelo: “el trato inadecuado de los restos fúnebres constituye una profanación con consecuencias graves, tanto para el alma del difunto como para el responsable de la profanación”. Los cristianos esperan la resurrección; en consecuencia, el cuerpo debe estar preparado para ese momento.

No obstante, el cuerpo siempre ha sido un elemento fundamental en el rito fúnebre. Incluso desde la edad de hierro la muerte se entendía como la “transformación de la esencia de la persona”, no solo desde el plano físico, sino también desde el simbólico (Rodríguez & Ferrer, 2018). Este proceso posiblemente iniciaba en el ámbito de la casa e implicaba los preparativos del cuerpo.

Collins (2009) señala que el cuerpo, la tumba y las cenizas son los símbolos más relevantes en el rito funerario. De acuerdo con lo cual, los casos en los que el cuerpo se encuentra maltratado —en bolsas, en el suelo, en un camión tirado— se considera un “acto sin misericordia”. En los casos donde no se cuenta con el cuerpo, el duelo no está cerrado y tendrá que cerrarse más tarde; de ahí, el duelo diferido. Para este tipo de casos, Carmona et al. (2020) afirman que es necesario llevar a cabo un ritual para pasar página; por esta razón, recomienda que la sociedad ayude a tramitar el rito con homenajes, con el fin de situar a las personas “dentro del recuerdo colectivo”.

La falta de acompañamiento de los otros por causa de la pandemia implica una falta de la presencia (corporal) y de la mirada del otro (la imagen), de este aspecto emerge la última subcategoría: Duelo sin la mirada del otro.

Algunas de las iniciativas en el afrontamiento del duelo es la de virtualizar el desarrollo del ritual funerario. Este hecho permite que incluso personas ajenas a la familia o a la red social de apoyo opinen o apoyen a los dolientes: “Normalmente uno cuenta con el apoyo de su familia, pero ahora vemos en redes sociales mensajes de apoyo, mensajes de consuelo por parte de gente que ni siquiera se conoce” (Carmona, 2020). Según Lopes et al. (2021), entre los factores protectores para el desarrollo de un duelo complicado se encuentra la percepción de apoyo social. Sin embargo, ese apoyo social, hasta antes de la pandemia, se manifestaba en la presencia del cuerpo y la mirada del vivo que queda y que acompaña en la partida del no vivo (Braz & Franco, 2017).

En nuestra investigación, los participantes afirmaban que no se vive con la misma intensidad el ritual porque falta la presencia y la mirada del otro para transmitir y sentir dolor; dicho de otra manera, el ritual se queda simplemente en una escena que se observa desde la lejanía, y que, incluso, puede saturar y agobiar: “me comenzó a enviar muchas fotos de él, y lo que yo hice fue decirle: ay, no, tía, no me las envíe” (entrevistada femenina). Las redes sociales han permitido una nueva forma de relacionarse con la muerte, que se ha acentuado en medio de la pandemia. Este tipo de espacios virtuales han permitido no solo seguir los ritos funerarios a través de la imagen, sino también quedar en contacto con el no vivo de un modo virtual —a través de espacios virtuales, agrupación de fotos, videos, entre otros— (Morales, 2021). Sería interesante profundizar acerca de la influencia de las nuevas tecnologías en los procesos de duelo, pues, según Morales (2021), actualmente se pueden encontrar desde cementerios virtuales hasta páginas web que prometen la vida eterna a través de tu presencia digital —por unos años o para siempre—.

De esta manera, muchos elementos de la vivencia y afrontamiento del duelo, como la expresión de las emociones, la espiritualidad y las interacciones, comienzan a adaptarse a las nuevas condiciones exigidas por la actual crisis. Carmona (2020) afirma que: “seguramente el luto digital nunca sustituya el de siempre —en el amor ya dimos el salto a lo virtual, pero en la muerte seguimos siendo profundamente carnales—”. El duelo virtual parece que se arrastra por más tiempo, porque se necesita la mirada que responda a la mirada y el cuerpo del muerto y del otro.

Conclusiones

De este proceso investigativo se logra concluir que los ritos funerarios han venido sufriendo un cambio significativo en el tiempo, cambio que se ha acelerado en el contexto de la pandemia y con la extensión de las tecnologías digitales. Estas trasformaciones están directamente relacionadas con los procesos sociales y la asimilación de las tecnologías como formas de interacción, las cuales pueden despersonalizar el acto de manifestar el dolor y acompañar al otro. Las nuevas formas de llevar a cabo los ritos funerarios durante la pandemia inciden directamente sobre la manera como tramitan el duelo los familiares del difunto, pero también la sociedad en general. Hay dos hechos que deben ser estudiados con mayor profundidad para comprender el duelo durante la pandemia: la ausencia del cuerpo y la de la mirada del otro. El primero de ellos parece acrecentar el dolor en los familiares y el duelo se hace complicado, mientras que el segundo parece dar la posibilidad de desarrollar un duelo más íntimo, con mayor libertad y a un ritmo propio, lo que ayuda a gestionar las emociones y sentimientos de mejor manera.

Declaración de contribución de autoría

Kelly Romero Acosta Diseñó el proyecto, investigador principal, Angélica Sierra Franco, coinvestigador, Jorge Luis Barboza, coinvestigador, Salomón Verhelst Montenegro, coinvestigador.

Conflicto de intereses

Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

Referencias

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Notas de autores

Kelly Romero Acosta

Doctora en Psicopatología de niños, adolescentes y adultos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Docente investigadora de la Corporación Universitaria del Caribe-CECAR. Psicóloga. Pertenece al grupo de investigación Dimensiones Humanas, Sincelejo-Colombia. Contacto: kelly.romero@cecar.edu.co ORCID: https://orcid.org /0000-0002-6568-1316Nota de autora. Google Académico: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=KSgxr0oAAAAJ

Angélica María Sierra Franco

Magíster en Hábitat. Docente investigadora de la Corporación Universitaria del Caribe-CECAR. Pertenece al grupo de investigación Teoría e historia de la Arquitectura y la ciudad, Sincelejo-Colombia. Arquitecto. Contacto: angelica.sierra@cecar.edu.co. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2095-2028 Google Académico: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=irYSghkAAAAJ

Jorge Luis Barboza Hernández

Doctor en Educación de la UNE Rafael María Baralt (Venezuela). Docente Investigador de la Corporación Universitaria del Caribe. Pertenece al grupo de investigación IDEAD, Sincelejo-Colombia. Correo: jorge.barbozah@cecar.edu.co. Licenciado en letras. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6743-428X. Google Académico: https://scholar.google.es/citations?user=yh-hHmsAAAAJ&hl=es

Salomón Verhelst Montenegro

Maestro en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia. Filósofo. Correo: salomon_verhelst@hotmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2206-4884, Google Académico: https://scholar.google.es/citations?user=Uf1rOAIAAAAJ&hl=es


1 Este artículo se derivó de un proyecto de investigación de Minciencias “El Cementerio Central de Sincelejo, una historia cultural 1878 – 1985. Representaciones sociales en las letras y la fotografía”.