La narrativa de una crisis que nos vincula. Apuntes para una historia alternativa sobre la crisis de la replicabilidad1

The narrative of a crisis that links us. Notes for an alternative story on the crisis of replicability

Alejandro Granados-García

Corporación Universitaria Minuto de Dios

Recibido: 11 de enero de 2022–Aceptado: 1 de mayo de 2023–Publicado: 1 de enero de 2024

Forma de citar este artículo en APA:

Granados-García, A. (2024). La narrativa de una crisis que nos vincula. Apuntes para una historia alternativa sobre la crisis de la replicabilidad. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 15(1). https://doi.org/10.21501/22161201.4237

Resumen

En 2021 se cumplió una década del denominado “estallido de la crisis de la replicabilidad” en distintas disciplinas, incluida la psicología. Se trata de una crisis que revelaría que una parte de la psicología opera con un modelo de ciencia que puede generar una creciente desconfianza sobre parte del corpus de la literatura académica. El objetivo de este artículo es aportar a la resignificación de la narrativa sobre la idea de una crisis de la replicabilidad, de tal manera que puedan ampliarse sus horizontes generativos. El eje a partir del cual se interpela esta narrativa sobre la crisis es el principio de corresponsabilidad epistémica, que invita a asumir una cierta perspectiva ontológica y ético-política. Con este fin, se revisa, en primer lugar, los elementos centrales que se asocian con la crisis de la replicabilidad, desde la perspectiva moderna de la ciencia. En segundo lugar, se exponen algunas reflexiones para la resignificación de la narrativa sobre la crisis, que implican desplazamientos ontológicos y ético-políticos en el debate. Finalmente, se ofrecen distintas consideraciones, derivadas de los dos primeros apartados, que pueden contribuir a la apertura de los debates en torno a la cuestión de la crisis de la replicabilidad.

Palabras clave

Crisis; Metodología; Ontología; Epistemología; Investigación científica.

Abstract

The year 2021 marked a decade of the so-called “outbreak of the replicability crisis” in different disciplines, including psychology. This is a crisis that would reveal that a considerable part of psychology operates with a model of science that can generate a growing distrust in part of academic literature corpus. The objective of this article is contribute to the resignification of the narrative of the idea of a crisis of replicability, in such a way that its generative horizons can be broadened. The axis from which this narrative about the crisis is interpellated is the principle of epistemic co-responsibility, which invites to assume an ontological and ethical-political perspective. To this end, the central elements associated with the replicability crisis are first reviewed from the modern perspective of science. Subsequently, some reflections are presented for the resignification of the narrative about the crisis, which imply ontological and ethical-political displacements in the debate. Finally, different considerations are offered, derived from the first two sections, which may contribute to the opening of the debates around the issue of the replicability crisis.

Keywords

Crisis; Methodology; Ontology; Epistemology; Scientific research.

Introducción

La lejanía

de estar cerca sin tocarse

como bordes de la misma herida.

—Hugo Mujica, Orillas

En el año 2021, se cumplió una década de lo que Stephan Guttinger (2020) ha denominado el estallido de la crisis de la replicabilidad en distintos campos y disciplinas de la ciencia. En 2011, se publicaron múltiples estudios en las ciencias biomédicas y psicológicas que contribuyeron con fuerza a la emergencia de una narrativa que aceleró, expandió y ayudó a consolidar la idea de una crisis en la ciencia que venía gestándose décadas atrás (Guttinger, 2020). George Howard (2019) advierte que esta crisis ha puesto en evidencia que el conjunto de prácticas que sustentan el modelo de ciencia, con el que opera una parte importante de la disciplina psicológica, tiene falencias significativas que han generado una creciente desconfianza sobre parte del corpus de la literatura académica en psicología. Este autor lleva la discusión al punto de afirmar que la crisis de la replicabilidad revela que en psicología tenemos un “modelo de ciencia roto” (p. 35).

Al leer con detenimiento los abordajes y las reflexiones que autores como Guttinger (2020), Howard (2019), Nosek y Errington (2020) presentan sobre la crisis de la replicabilidad, es posible observar que una parte considerable de la narrativa y los esfuerzos por comprender dicha idea de crisis, así como por encontrar salidas a la misma, se han enfocado en los aspectos técnicos, procedimentales y metodológicos. Esto puede identificarse en las discusiones en torno a las posibilidades que los métodos ofrecen para replicar los estudios en psicología y a la manera en que pueden afinarse las técnicas estadísticas que soportan una parte considerable de las inferencias y afirmaciones que componen el corpus de la literatura académica en psicología y otras disciplinas. Sin embargo, estos mismos autores, a los que habría que sumar a Gigerenzer, Krauss y Vitouch (2004) con su análisis crítico del “ritual de la hipótesis nula”, advierten que los debates sobre la crisis de la replicabilidad no pueden limitarse a discusiones y soluciones del nivel técnico-procedimental, sin llegar a decir que haya que descartarlas. En consecuencia, se propone desplazar e interconectar el debate a distintos niveles que incluyan discusiones sobre el trasfondo epistemológico y ontológico de la idea de crisis.

Frente a este panorama, emerge la siguiente pregunta: ¿Cómo puede resignificarse la narrativa sobre la idea de una crisis de la replicabilidad de tal manera que puedan ampliarse sus horizontes generativos? Con el fin de ofrecer algunas consideraciones para articular y pensar dicha pregunta, este artículo de reflexión presenta un abordaje de dicha narrativa desde una perspectiva ontológica y ético-política centrada en el principio de corresponsabilidad epistémica. No se aspira a resolver la crisis, sino a poner en perspectiva la narrativa sobre la idea de esa crisis, con el fin de ofrecer insumos para tejer una narrativa alternativa frente a la historia saturada del problema de la replicabilidad del conocimiento. Como advierte Guttinger (2020), es necesario cambiar la narrativa negativa de la ciencia en crisis por una más positiva, más generativa, en términos de retos y posibilidades de transformación.

El artículo se estructura a partir de los siguientes apartados: el primero, se ocupa de revisar aspectos asociados a la narrativa de la crisis desde la perspectiva moderna de la ciencia (positivista-experimental). El segundo, presenta una serie de aportes para la resignificación de la narrativa de la crisis, a la manera de desplazamientos hacia una dimensión ontológica, una dimensión situada y una dimensión ético-política del debate. El último, ofrece algunas inconclusiones y consideraciones con las que se espera seguir abriendo los debates en torno a la cuestión de la narrativa sobre la idea de una crisis de la replicabilidad.

Elementos de una “historia oficial” sobre la crisis de la replicabilidad

En este apartado, se exponen distintos aspectos constitutivos de lo que podría denominarse como una “historia oficial” de la crisis de la replicabilidad. Historia narrada desde la perspectiva del metarelato de la ciencia moderna positivista. Este metarelato está poblado por metáforas2 y otros elementos semánticos que podrían parecer metafísicas o casi mitológicas, pero que, aun así, continúan impulsando una versión dominante de cómo hacer ciencia. Siguiendo a Rosi Braidotti (2009), Clifford Christians (2012) y Donna Haraway (1991), quienes se posicionan en una perspectiva crítica del relato de la ciencia moderna, y a Brian Nosek y Timothy Errington (2020), que enarbolan dicho relato, es posible identificar algunas de esas metáforas, desde las cuales la idea de una crisis de la replicabilidad emerge.

Se trata de metáforas como las de “verdad”, “progreso científico”, “dualismo” (ontológico, epistemológico y metodológico), “objetividad”, “neutralidad axiológica”, “autocorrección de la ciencia”, “experimentación”, “explicación”, “predicción”, “replicabilidad”, “generalización”, “control”, etc. Estas metáforas componen un entramado semántico a partir del cual adquiere un sentido determinado la apuesta por la replicabilidad y la emergencia de una idea de crisis. El entramado metafórico del metarelato de la ciencia moderna sirve de marco para identificar un conjunto de elementos en torno a los cuales parece articularse la narrativa de la crisis, sin llegar a afirmar que estos sean los únicos posibles.

El primer elemento permite explorar la emergencia de la idea de crisis. Siguiendo a Guttinger (2020), es posible evidenciar que existe un imperativo normativo en el metarelato de la ciencia moderna, según el cual toda ciencia debe ser replicable. De acuerdo con Nosek y Errington (2020), llevar a cabo la replicación de una afirmación previa, con una metodología diferente, puede ser considerado como un hito para la madurez teórica y metodológica. Ahora, la idea de una crisis de la replicabilidad emerge cuando ese imperativo normativo se ve fuertemente interpelado y entra en tensión con la evidencia empírica, con las facticidades, que lo contradicen y parecen mostrar que no toda ciencia puede ser replicable. Esta tensión es inherente a las discusiones sobre la crisis de la replicabilidad en ciencia (Guttinger, 2020).

Lo que disparó y alimentó la narrativa de la crisis fueron los crecientes reportes de fracasos para reproducir directamente resultados existentes (Guttinger, 2020; Howard, 2019). Los intentos de replicar sistemáticamente estudios publicados, según afirman Nosek y Errington (2020), indican una sorprendente taza baja de éxito. De hecho, con la emergencia de la narrativa de la crisis en 2011, se han diseñado estudios de replicación a gran escala con el fin de abordar la extensión actual de la crisis en distintas disciplinas. Al respecto, Guttinger (2020) señala que estos esfuerzos han fallado en producir un panorama claro de la cuestión, pues las tazas de éxito en las replicaciones oscilan entre el 35 % y el 75 %. En 2015, Christopher Anderson y su equipo publicaron los resultados de un estudio en el que llevaron a cabo la replicación de 100 estudios experimentales y correlacionales, con el fin de estimar la replicabilidad de la ciencia psicológica.

En sus resultados, señalan que no existe un único estándar para evaluar el éxito de la replicación. Más allá de este aspecto, que supone una problemática en sí mismo, su trabajo evidenció que, de los 100 estudios replicados, de los cuales el 97 % reportaban resultados significativos (P < .05), solo el 36 % de las replicaciones obtuvieron dichos resultados. Concluyen que una porción muy amplia de las replicaciones produjo evidencia débil para los hallazgos originales, a pesar de haber utilizado el material suministrado por los autores de los estudios replicados, de la revisión de la fidelidad metodológica y de un alto poder estadístico para detectar el tamaño del efecto original.

A este panorama se suman las evidencias de una profunda brecha entre la investigación y la práctica, la producción académica inmersa en el culto a las revistas de alto impacto y el ejercicio profesional de las disciplinas. Sobre este asunto, afirma Howard (2019) que, para el caso de la psicología, las investigaciones muestran que sus profesionales no leen ampliamente la literatura de investigación ni consideran que los resultados de las investigaciones empíricas sean considerablemente influyentes en la práctica psicológica. Veamos un ejemplo. Nathaniel Williams y Rinad Beidas (2019) advierten, para el campo de la psicología de la salud, que se estima que le toma 17 años al 14 % de la investigación hacer su camino hacia la práctica.

En las últimas tres décadas, ha aumentado en dicho campo profesional de la psicología la urgencia de abordar la brecha entre investigación y práctica. Esta urgencia se ve alimentada al observar que la investigación produce múltiples intervenciones que funcionan (prácticas basadas en la evidencia) y, sin embargo, las personas y sus comunidades usualmente no reciben estas intervenciones efectivas (Williams & Beidas, 2019). Tanto así que ha sido necesario crear una nueva disciplina científica interdisciplinaria, denominada “ciencia de la implementación”, cuyo objetivo es responder a esa urgencia por medio del estudio sistemático de los métodos para promover el uso de los resultados de investigación en escenarios prácticos y mejorar así las intervenciones (Williams & Beidas, 2019).

El panorama que dibujan estos dos primeros elementos de la narrativa de la crisis resulta, por donde se lo mire, dramático y sumamente preocupante. Dicho panorama parece decirnos, tentativamente, que no solo el conocimiento científico no es tan sólido como se creía, sino que resulta aún menos pertinente de lo que se pensaba.

Otro elemento constitutivo de la narrativa de la crisis es la cuestión de la confianza y la credibilidad del conocimiento científico y las prácticas que se soportan en él. La credibilidad en la efectividad del conocimiento científico históricamente se ha establecido con evidencia de su replicabilidad usando nuevos datos (Nosek & Errington, 2020). De ahí que la idea de crisis represente un fuerte cuestionamiento a la metáfora de la “generalizabilidad” del conocimiento y, con esto, una crítica al mito del progreso científico. Sobre este elemento de la narrativa de crisis, Nosek y Errington (2020) afirman que el propósito de la replicación es hacer avanzar la teoría confrontando las comprensiones existentes con nueva evidencia, por lo que las replicaciones exitosas proveerían evidencia de la generalizabilidad, a través de las condiciones que inevitablemente difieren del estudio original. En consecuencia, los fracasos en la replicación indicarían que la “confiabilidad” de los hallazgos puede estar más constreñida de lo que se reconocía previamente (Nosek & Errington, 2020).

Por otra parte, un elemento central en toda narrativa sobre una crisis son los intentos de solucionarla. Se trata de soluciones intentadas que pueden terminar haciendo parte de la misma crisis e, incluso, agravándola. En este caso, parece ser que una de las soluciones intentadas para afrontar la idea de crisis se ha enfocado en los aspectos técnicos, procedimentales y metodológicos (Guttinger, 2020; Howard, 2019; Nosek & Errington, 2020). Un ejemplo claro de esto es la búsqueda de afinar las técnicas estadísticas. Aquí se encuentran los debates entre mantener y fortalecer el recurso a la prueba de significancia de la hipótesis nula, por un lado y, por otro, la ampliación de las herramientas estadísticas, como puede serlo el recurso a la estadística bayesiana y su objetivo de comparar dos o más hipótesis (Gigerenzer et al., 2004; Howard, 2019).

Respecto a este debate, Gerd Gigerenzer et al. (2004) advierten el riesgo de pensar que los estudios de significatividad funcionan como si fueran una herramienta para todo propósito. Estos autores señalan que dicho riesgo se ha materializado en un “ritual estadístico”, el “ritual de la hipótesis nula”, en el cual se han enganchado estudiantes, investigadores y editores, en detrimento de un pensar estadístico; en parte por responder a las presiones de producir mercancía académica publicable en revistas de “alto impacto”. A partir de los planteamientos de Gigerenzer et al. (2004), es posible pensar que la idea de una crisis de la replicabilidad está asociada con este tipo de rituales y con la ausencia de un pensar estadístico, es decir, de un pensamiento crítico sobre el uso de las técnicas y las metodologías.

Otro intento de solución de la crisis de la replicabilidad se encuentra en los esfuerzos por aclarar los términos implicados en la enunciación de la idea de dicha crisis. En este aspecto, se encuentran intentos por definir, redefinir, resignificar y reconsiderar la replicabilidad. Como afirma Guttinger (2020), una de las complicaciones en el debate sobre la crisis es que no hay consenso sobre cómo definir exactamente los términos usados en el debate. En este marco, Guttinger (2020) identifica dos líneas del debate. Una línea se enfoca en las diferentes formas que la replicación puede tomar en una investigación. La otra, se ocupa de las formas de la replicación a las que los científicos deben adherirse. Según como se definan las nociones centrales de replicación y replicabilidad, se puede asumir una determinada postura frente a las distintas líneas del debate.

En relación con este asunto, Guttinger (2020) postula que replicabilidad y replicación son conceptos relacionados, pero diferentes. Mientas que una “replicación” es un intento concreto de reproducir hallazgos o experimentos (o el resultado de tal intento), “replicabilidad” es una cualidad de un experimento, observación o hallazgo científico. Es decir, la replicación se ubica en un plano técnico-metodológico y la replicabilidad se inscribe en un plano ontológico-epistemológico-normativo. De acuerdo con la forma en que se conciba aquello sobre lo cual se pretende producir un cierto conocimiento (ontología), se considera la viabilidad de escoger el mejor camino (epistemología-metodología) para cumplir con el imperativo de que un hallazgo o un experimento debe ser replicable para que sea confiable (normativa).

Dos tipos de replicación han dominado el debate hasta ahora. Por un lado, se encuentra la “replicación directa”, sobre la cual no hay consenso de qué implica, pero se tiende a llegar a un acuerdo en asumir: (a) que se debe aplicar el mismo protocolo experimental al mismo tipo de materiales (por ejemplo, individuos tomados de la misma población originalmente estudiada) y (b) que tal tipo de experimento debe ofrecer un resultado que es el mismo o, al menos, similar al originalmente obtenido, es decir, que la dirección del efecto sea la misma del original, más allá que el tamaño sea mayor o menor (Guttinger, 2020). Por otro lado, se encuentra la replicación conceptual, definida usualmente como el intento de ver un efecto en la misma dirección que el reportado originalmente usando protocolos experimentales y/o materiales diferentes (Guttinger, 2020). Este tipo de replicación se vincula usualmente con el objetivo de generalizar un hallazgo o de probar su robustez.

La ausencia de consensos sobre cómo entender los términos centrales de la narrativa sobre la crisis se evidencia, por ejemplo, al consultar autores como Nosek y Errington (2020) que, en el mismo año de publicación que el artículo de Guttinger en 2020, buscaron argumentar que la distinción entre replicación directa y conceptual es irrelevante y hasta contraproducente para entender la replicación y su rol en el avance del conocimiento. Para afirmar esto, Nosek y Errington (2020) se posicionan en una comprensión de la replicación, según la cual no es correcto definirla como la repetición del procedimiento de un estudio, esperando observar si los hallazgos previos se repiten o no. En cambio, proponen entenderla como un estudio para el cual cualquier resultado podrá ser considerado como evidencia diagnóstica sobre afirmaciones de investigaciones previas.

En pocas palabras, entienden la replicación como la confrontación de explicaciones teóricas vigentes. Esto, según los autores, aclara la importancia y el rol generativo de la replicación en el avance del progreso científico, en cuanto parte central del proceso iterado del ciclo de maduración de la descripción, la predicción y la explicación. Se trataría de una definición que reduce el énfasis en las características operacionales del estudio para incrementarlo en la interpretación de posibles resultados; lo que implica tomarse cualquier resultado en serio. En esta lógica, se considera que una replicación debe cumplir con dos criterios: el primero, los resultados consistentes con afirmaciones previas incrementan la confianza en ellas y, el segundo, los resultados inconsistentes con afirmaciones previas disminuirán la confianza en ellas (Nosek & Errington, 2020).

De acuerdo con los planteamientos de Nosek y Errington (2020), la replicación provee oportunidades para probar si teorías, hipótesis o modelos existentes son capaces de predecir resultados que aún no han sido observados. En el metarelato de la ciencia moderna, las teorías permiten predecir y las replicaciones ponen a prueba dichas predicciones, permitiendo ya sea refinar, alterar o extender la teoría para que genere nuevas predicciones.

Un último elemento constitutivo de la narrativa de la crisis es la generalización normativa del principio de replicabilidad. Es posible postular, siguiendo a Guttinger (2020), que como elemento constitutivo de la idea de crisis se encuentra también el supuesto fundamental de que la replicabilidad representa un estándar universal para la ciencia confiable. En esta lógica de pensamiento, se asumiría que sin este principio la ciencia, como un todo, carecería de confiabilidad y credibilidad. Esto quiere decir que los tipos de replicación, mencionados anteriormente, serían elevados al nivel de una norma epistémica general, de un imperativo. Ahora bien, cabe esperar que cualquier persona que ha participado de una discusión con su pareja o sus padres puede estar de acuerdo en que es posible anticipar un efecto de escalada y, consecuentemente, una mayor dificultad para la resolución de la discusión, si en medio del acalorado debate se utilizan expresiones del tipo “es que tú siempre…” o “es que tú nunca…”. Esta consideración permite postular que abordar la idea de crisis en términos amplios, generalizados, absolutos e imperativos parece ser una parte constitutiva del problema. De ahí que, como afirma Guttinger (2020), las soluciones ampliamente aplicables estarían contribuyendo más al problema que a su (di)solución.

Aportes para la resignificación de la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad

El principio de corresponsabilidad epistémica ante la narrativa de una crisis

El aporte central de este artículo estriba en postular que la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad debe ser asumida por parte de todos los integrantes de las distintas comunidades científicas, desde el principio de corresponsabilidad y solidaridad epistémica, como un asunto que no compete exclusivamente a quienes se inscriben en alguna variante del paradigma positivista o del pospositivista, sino que interpela a cualquier integrante de una comunidad científica y requiere de esfuerzos mancomunados para abordarlo. Lo que la narrativa de la crisis pone sobre la mesa es la cuestión de la confianza, la calidad, la pertinencia y la relevancia social del saber científico en toda su diversidad irreductible.

Pensar la narrativa de la crisis de la replicabilidad, por ejemplo, desde un paradigma hermenéutico, como es el caso de este artículo, no tiene la pretensión, como se dice coloquialmente, de “echarle más sal a la herida” ni de “rematar al que ya está en el piso” o de “darle la última estocada al positivismo” ni mucho menos de “sacar provecho” y pensar que la crisis de uno puede representar la fortaleza del otro. En este caso, es posible vislumbrar que la reputación del conocimiento académico, en general, está en juego. Comprender y afrontar la narrativa de una crisis de la replicabilidad es una cuestión común que nos vincula. Se trata de un asunto de solidaridad, de reciprocidad y de corresponsabilidad. Al fin y al cabo, todos compartimos la aventura de pensar sistemáticamente las problemáticas humanas (no humanas y posthumanas) y de actuar respecto de ellas.

Por lo tanto, de lo que aquí se trata no es de convertir o reclutar positivistas desamparados para el credo de algún enfoque crítico del metarelato de la ciencia moderna. Se trataría, más bien, de favorecer las condiciones de posibilidad para que quienes experiencian más de cerca la idea de una crisis encuentren otros recursos que les permitan ampliar las posibilidades de transformación e innovación de los aspectos que configuran, nutren y sostienen esa idea. La cuestión tampoco recae en procurar inclinar la balanza en el debate entre los métodos cuantitativos y cualitativos. Un debate de por más caduco que no reporta mayor generatividad y parece no ser más que una trampa intelectual basada en el falso imperativo de tener que escoger entre uno u otro enfoque metodológico (Howard, 2019) y de tener que defender la superioridad del que enarbolamos.

Esta narrativa de una crisis también nos vincula, más allá de que nos sentemos en los extremos de una misma mesa paradigmática o en mesas paradigmáticas separadas, porque no todas las personas harán la distinción que dicha crisis es la crisis de unos, pero no de otros. Si para los académicos pueden resultar más o menos claras las razones por las cuales se sientan en un determinado lado de una mesa paradigmática, para personas ajenas a los discursos epistemológicos y las tradiciones paradigmáticas dichas razones pueden resultar un galimatías, pura retórica. A menos que salgamos a la calle con un membrete adherido al pecho, como un escudo, en el que proclamemos nuestra filiación a tal o cual paradigma, a tal o cual ismo, quizás muchas personas no sabrán que ese asunto de la crisis no es con uno, sino con los otros. Desde esta perspectiva, las crisis de unos son las crisis de todos y tenemos una responsabilidad compartida de afrontarlas, aportando desde donde podamos y como podamos hacerlo. El principio de corresponsabilidad epistémica nos invita a reconocer, como diría el poeta Hugo Mujica (2019), que estamos ubicados en distintos “bordes de la misma herida”.

Partiendo de este principio de corresponsabilidad epistémica, se exponen, a continuación, algunas consideraciones que podrían aportar a la resignificación de la narrativa dominante y saturada del problema, con el fin de favorecer su generatividad, esto es, su capacidad de abrir posibilidades de cambio y emergencia de nuevas narrativas, comprensiones, prácticas y formas de interacción. En esta narrativa de crisis se encuentran oportunidades para tender vasos comunicantes y lazos de colaboración entre paradigmas, perspectivas epistemológicas y enfoques metodológicos. Las consideraciones se articulan en torno a posibles desplazamientos del debate sobre la crisis de la replicabilidad que se interconectan y refuerzan mutuamente.

Primer desplazamiento. Hacia la dimensión ontológica de la narrativa sobre la crisis

Una manera en que se podría potenciar la generatividad de la narrativa de la crisis es desplazar el debate más allá y más acá de la dimensión técnico-procedimental hacia una dimensión ontológica. Aquí, entra en juego la apuesta por problematizar la centralidad del método (Gadamer, 1960/2017), así como por interpelar los cultos a la técnica científica y la confianza ciega en la significatividad estadística como fuente per se de valoración del conocimiento que se produce.

La idea de un modelo de ciencia roto (Howard, 2019), enunciada en la introducción del artículo, invita a preguntar en qué sentido se dice que está roto. Una línea interpretativa de ese sentido podría encontrarse en el agotamiento y la insolvencia del fundamento metafísico que articula el metarelato de la ciencia moderna. Los presupuestos metafísicos versan sobre cómo se representa, comprende y valora la “condición humana”, la “naturaleza”, la “realidad”, el “mundo” o cualquiera que sea la categoría que se utilice para enunciar aquello que es, que existe, cómo es y cómo existe. Estas presuposiciones inciden decisivamente en los caminos que se consideran adecuados de recorrer para producir conocimiento sobre aquello que previamente ha sido establecido que es de una determinada manera.

El pensamiento metafísico asume y postula, explícita o implícitamente, que existen sustancias, esencias y/o verdades firmes, seguras, estables, inconmovibles, inmutables, universales, más allá del espacio y el tiempo, al margen de los acontecimientos, las incertidumbres, las ambigüedades, las contradicciones y las interpretaciones. Verdades que, como diría Descartes (1637/2006), ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos son capaces de conmover. El pensamiento metafísico se deslinda de la facticidad de la finitud humana para postular la posibilidad de encontrar una unidad de principios explicativos que ordenen toda la realidad. En otras palabras, esta forma de pensamiento considera que toda la multiplicidad de “lo real”, de lo que “es” o “está-siendo”, puede clasificarse, ordenarse, sistematizarse, significarse, gestionarse y gobernarse a partir de principios o parámetros que pretenden ser claros, evidentes, incuestionables y universales.

De acuerdo con lo expuesto en la primera parte del artículo, es posible postular que la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad se inscribe y configura en el entramado semántico del metarelato de la ciencia moderna y este, a su vez, está fundado sobre un pensamiento metafísico. En las metáforas que pueblan dicho metarelato palpita un pensamiento metafísico que se contrapone a una comprensión de la condición humana como finita, singular, en devenir, histórica y situada (Mèlich, 2012; 2014).

La metáfora de la “verdad” es uno de los ejes articuladores del metarelato de la ciencia moderna. La verdad expresaría una correlación absoluta y necesaria con “lo que es”. El “acceso” a la “verdad”, a lo que es, implica la perspectiva objetiva, es decir, siguiendo a Haraway (1991), una mirada conquistadora desde ninguna parte, por fuera del tiempo y el espacio, más allá de posicionamientos concretos y situados, una mirada descarnada, cínicamente neutral o desinteresada, que reclama el poder de ver y no ser vista, de representar y evitar la representación, de no ser cuestionada. Pero la verdad, como otras de las metáforas del metarelato de la ciencia moderna (incluyendo la de replicabilidad), es un campo de batalla, un dispositivo discursivo, fuertemente atravesado por aspectos ideológicos que pretende posicionarse como la perspectiva mejor y última.

Este tipo de pensamiento metafísico establece un dualismo ontológico, una distancia entre sujetos y objetos que se traduce en dualismos epistemológicos y metodológicos. En esta lógica, la verdad opera como correlación entre el conocimiento de un sujeto y el objeto que pretende conocer. Quizás uno de los principales caballos de batalla de esta verdad como correlación sea el presupuesto de que la realidad es matematizable y que los modelos matemáticos son un puente infalible entre sujetos y objetos. Esto, podría llevar a pensar que uno de los aspectos problemáticos en la narrativa sobre la crisis es que, en el fondo, el asunto no es que un resultado sea o no replicable, sino que esté en consonancia con un modelo matemático específico.

En contraposición a lo anterior, aquí se postula que la verdad opera como una metáfora zombi. Esto quiere decir, siguiendo a Martínez Guzmán (2014), que la verdad es un concepto estructurado metafóricamente (establece nexos aparentes con un “mundo verdadero”), que funciona como una metáfora “fósil” o “muerta”, en el sentido de que está tan convencionalmente fijada en el léxico de las disciplinas sociales que ha perdido su aureola alegórica para terminar por percibirse como una expresión literal y objetiva. En cuanto metáfora zombi, la verdad, si bien ha perdido su frescura alegórica, sigue modelando activamente el concepto en uso. La verdad y la generalización son, al decir de Lizcano Fernández (2006), auténticos muertos vivientes, muertos que viven en nosotros y nos hacen ver a través de sus ojos, sentir con sus sensaciones, idear con sus ideas, imaginar con sus imágenes. Las siguientes palabras de Friedrich Nietzsche (1873/2018) resumen en gran medida lo dicho hasta ahora, para él, la verdad es:

Un ejército de metáforas, metonimias, antropomorfismos en movimiento, en una palabra, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, tras un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han quedado gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora ya no se consideran como monedas, sino como metal. (p. 623)

La metáfora de la verdad es el eje a partir del cual se articulan otras metáforas que configuran el metarelato en el que se inscribe la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad. En ese sentido, podría pensarse que una labor que apunte a problematizar, historizar e incluso disolver este tipo de metáforas puede contribuir a resignificar la narrativa sobre la crisis y a potenciar su generatividad. Quizás, se podría llegar a pensar, siguiendo a Wittgenstein (2009), que la idea de crisis no es más que un nudo en el lenguaje de la ciencia metafísica que podamos desatar aclarando y ampliando sus presupuestos ontológicos y epistemológicos. Una manera de disolver metáforas es advirtiendo que aquellas se configuran, enuncian e imponen desde un determinado marco de referencia, desde un contexto, una situación, una historicidad, un juego del lenguaje.

En la línea argumentativa que se viene desarrollando, Guttinger (2020) considera que resulta crucial para cualquier debate sobre replicación y replicabilidad asumir una postura frente a la naturaleza de la entidad u objeto de estudio, es decir, un posicionamiento ontológico. Al respecto, Howard (2019) afirma que la crisis, en parte, se ha producido porque la comunidad académica se sintió forzada a ubicarse bajo una de dos consignas: (re)conocer la naturaleza humana o ejecutar correctamente la práctica de la ciencia. Es decir, existe una tensión entre la imagen de lo humano y la imagen de la ciencia inscrita en el metarelato moderno, que hace parte de la tensión entre el imperativo normativo toda ciencia debe ser replicable y las resistencias que encuentra en las facticidades para cumplirse. Sobre esto último, Howard (2019) advierte que la habilidad de replicar estudios es problemática para cualquier ciencia de agentes activos y autodeterminados, capaces de interpelar la naturaleza de la predicción y el control al que aspira la ciencia. De hecho, este autor vincula uno de los aspectos de la idea de crisis, aquel relacionado con la brecha entre la investigación y su uso por parte de los profesionales, con una irrelevancia de los resultados empíricos directamente atribuible a la negativa a considerar una imagen más compleja de lo humano en investigación.

Resignificar la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad pasaría entonces por interpelar la comprensión de lo humano, lo no humano y lo poshumano que resulta constitutiva del imperativo de la replicabilidad, esto es, de los modelos mecanicistas y deterministas. La invitación es a desarrollar una “ciencia de lo humano” que comprenda todo lo que caracteriza la condición humana y no solo una versión simplificada (Christians, 2012; Guttinger, 2020; Howard, 2019). Si nos posicionamos en una comprensión compleja de la condición humana y, en general, de los seres (animados, inanimados, espirituales, etc.) que pueblan los mundos de la vida cotidiana, la alternativa que parece más viable y responsable nos inclina hacia el pluralismo y la corresponsabilidad epistémica.

Aquí, es importante rescatar la apuesta por el círculo hermenéutico que puede encontrarse en las obras de Hans-Georg Gadamer (1960/2017) y Paul Ricoeur (1995/2006, 1986/2010). Ricoeur (1986/2010) advierte que la oposición entre explicación y comprensión representa un dualismo epistemológico que se fundamenta, a su vez, en un dualismo ontológico, según el cual, existirían “cosas” sometidas a leyes de causalidad que podrían explicarse y otras que no comparten dicho estatus ontológico. Lo que se encuentra en la apuesta por el círculo hermenéutico es una alternativa al debate decimonónico, según la cual, explicación y comprensión no se contraponen, sino que se articulan y complementan en una especie de “espiral dialéctica” permanente de momentos sucesivos en los que se va de la explicación a la comprensión y de la comprensión a la explicación.

Por dialéctica, Ricoeur (1986/2010) entiende la consideración según la cual “explicación y comprensión no constituirían los polos de una relación de exclusión, sino los momentos relativos de un proceso complejo que se puede llamar interpretación” (p. 150). La comprensión se enriquece con los recursos analíticos y la explicación, a su vez, amplía sus posibles horizontes holísticos de sentido. Asumir la ligazón indisociable entre explicar y comprender, que rompe con el dualismo epistemológico, contribuye a su vez a disolver el dualismo ontológico que hace parte del metarelato de la ciencia moderna, en el que se inscribe la narrativa de la crisis.

En esta apuesta por un pluralismo articulado, Carlos Eduardo Vasco (1985) enarbola una articulación entre los distintos estilos de hacer ciencia (postulados por Habermas), partiendo de la apuesta por entender que no son mutuamente excluyentes. Al respecto, Vasco (1985) afirma que

la práctica seria de las disciplinas empírico-analíticas, es imprescindible y básica, en el sentido de que la persona que quiere hacer ciencia al estilo histórico-hermenéutico sin tener grandes bases empírico-analíticas, está buscando probablemente una ubicación y una orientación puramente ideológica, o está tratando de encubrir su toma de posición ideológica previa con un ropaje científico; y que la persona que quiere hacer ciencia crítica sin tener un dominio serio y sistemático de los estilos anteriores, probablemente no está siendo un verdadero crítico científico sino un “criticón” totalmente anarquizante, arriesgándose así a que su bien intencionada crítica, por ignorar precisamente la seriedad científica de los estilos inferiores, se quede casi siempre totalmente estéril, o se torne en muchos casos, contraproducente. (p. 29)

De igual forma, siguiendo a Vasco (1985), quien hace ciencia desde al estilo empírico-analítico sin la labor interpretativa, la orientación histórica, el trabajo crítico y el compromiso ético-político que aportan los otros estilos, puede caer fácilmente en la producción de conocimiento descontextualizado e irrelevante, así como en lógicas de cosificación, control, dominación, explotación, mercantilización y destrucción de lo otro. Los distintos estilos de hacer ciencia se necesitan y potencian mutuamente.

Segundo desplazamiento. La dimensión situada de la narrativa sobre la crisis

Un segundo desplazamiento que puede aportar al trabajo de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad se vincula con lo que Guttinger (2020) denomina nuevo localismo. Esta perspectiva localista dirige la crítica hacia la idea de una crisis generalizada, así como contra la pretensión de encontrar “soluciones generales”. Lo que postula el nuevo localismo, de acuerdo con Guttinger (2020), es que la replicabilidad ni es un asunto universal ni es un imperativo, por lo que la expansión de la narrativa de la crisis habría resultado indiscriminada e injustificada. Es así como, desde el nuevo localismo, se insiste en tres ideas centrales (Guttinger, 2020).

1. La evidencia empírica que arrojan los estudios sobre replicabilidad muestra que los problemas serios, en este aspecto, no son algo generalizado en la ciencia, es decir, no hay una crisis general, sino problemas locales. Hay áreas de investigación o subcampos específicos donde el ideal de la replicabilidad no aplica ni es aplicado en prácticas concretas de investigación. Por lo tanto, el alcance del problema de la replicación no es el mismo a través de la ciencia o las subdisciplinas y, en consecuencia, debe pensarse y abordarse localmente. Para Guttinger (2020), no tiene sentido asumir o imponer la replicabilidad como un criterio epistémico general para la calidad de los hallazgos científicos.

2. Guttinger (2020) advierte que un fuerte impulso por la replicación puede llevar a perseguir protocolos de investigación que ignoren la variación inherente del contexto local estudiado, situación que puede tener efectos secundarios negativos para la confianza en el conocimiento científico que se produzca. En consecuencia, el nuevo localismo advierte que las medidas que se tomen, para afrontar la narrativa de crisis, deben ser sensibles a los contextos locales y a los problemas concretos. La sensibilidad frente a los contextos locales puede estimularse por medio de ejercicios de reflexividad (Scribano & De Sena, 2009; Subramani, 2019) que permitan evidenciar y problematizar la situación hermenéutica concreta (Heidegger, 1927/2018; Sierra, 2007), en la cual se encuentra un “investigador” y que articula los lugares (cognitivos-afectivos) desde donde se mira (incluye los presupuestos ontológicos, epistemológicos, metodológicos y axiológicos), las direcciones hacia las cuales se mira y los horizontes hasta dónde llega la mirada. Estos ejercicios contribuyen a evidenciar la posicionalidad (Bover, 2013) de cada persona involucrada en la investigación. Frente a las pretensiones de generalización, de universalización, el giro al que apunta el nuevo localismo favorece, siguiendo a Haraway (1991), las políticas y las epistemologías del posicionamiento, de la localización, que producen una torsión de la metáfora de la objetividad para ser entendida como una objetividad encarnada-situada.

3. Una de las preguntas que emerge con el nuevo localismo, como señala Guttinger (2020), es por la demarcación, esto es, por cómo saber a qué campos de la ciencia aplica o no la replicabilidad como estándar epistémico. En este aspecto, puede resultar útil considerar que, más allá de una navaja ontológica que establezca un corte entre lo vivo y lo no vivo, un camino viable se encuentra, como lo señala el propio Guttinger (2020), en el tipo de preguntas de investigación, en los tipos de configuraciones y diseños experimentales que se usan y en la naturaleza de aquello que se “estudia”. En esta lógica, se entiende la importancia de desmitificar la idea de que solo el “conocimiento replicado” es digno de confianza. Teniendo en cuenta lo dicho sobre la manera de operar del círculo hermenéutico, podría pensarse que un conocimiento que sea capaz de recoger y expresar dinámica y críticamente una pluralidad de perspectivas y horizontes situados, producto del trabajo articulado desde distintas posiciones epistémicas y metodológicas, podría generar incluso mayor confianza.

Tercer desplazamiento. La dimensión ético-política de la narrativa sobre la crisis

El último desplazamiento por considerar, sin decir que estos sean los únicos posibles, está orientado hacia un horizonte ético-político del debate. Y es que, de acuerdo con Howard (2019), es necesario tomarnos en serio la naturaleza socioeconómica de la ciencia. A lo que se apunta, en este caso, es a que se considere que en la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad es posible percibir que están en juego aspectos relacionados con el statu quo de la ciencia y los científicos, en términos de su rol social como figuras de “autoridad” (Guttinger, 2020). Quizás, este sea uno de los mayores factores que impulsan la narrativa sobre la crisis y su entrampamiento.

Las alternativas de afrontamiento que pretenden interpelar, matizar y poner en perspectiva el metarelato de la ciencia moderna no solo tienen implicaciones epistemológicas y metodológicas, quizás sus mayores impactos están en el orden de la sociología de la ciencia. Interpelar el metarelato en el que se inscriben los debates sobre la replicabilidad conlleva una problematización del sistema de representaciones, roles, jerarquías, autoridades y prácticas que se derivan de un relato como ese. Aquí, podría encontrarse el mayor reto para el despliegue del trabajo de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis.

Los debates sobre la narrativa de una crisis de la replicabilidad y sus intentos de “solución” no pueden desconocer ni desestimar un aspecto económico que enmarca este asunto. Se trata del sistema de producción y circulación mercantil de conocimiento científico. La industria de las publicaciones científicas ha logrado colonizar e imponer un modelo de producción de conocimiento que ha generado un círculo vicioso en el que están inmersos científicos e instituciones académicas. En este modelo, el criterio con el que se valora la producción de conocimiento, a conveniencia de la industria de la publicación, ejerce fuertes presiones para mantener el imperativo de la replicabilidad. Esto, a costa de introducir sesgos frente al conocimiento que es más probable de ser publicado, a saber, aquel que se presenta como novedoso y que reporta buenos y significativos resultados (con efectos de tamaño grande y datos que encajan perfectamente con las hipótesis), en detrimento de trabajos que reportan resultados no estadísticamente significativos y de los propios ejercicios de replicación (Anderson, Attwood, Attridge & Baranski, 2015; Howard, 2019; Stroebe, Postmes & Spears, 2012).

En torno a este sistema de producción mercantil de conocimiento opera una matriz sociocultural de incentivos que contribuye a que se genere, persista e incluso se recrudezca un clima de “competitividad”, “productividad” y “rendimiento” exacerbado. Gigerenzer, Krauss y Vitouch (2004) ven en ese clima de exigencias, presiones y sesgos uno de los principales factores para que los académicos se entreguen, por ejemplo, al “ritual de la hipótesis nula”. También, podría pensarse que este sistema de incentivos y de valores volcados en la productividad favorecen otras prácticas sumamente lesivas para la confianza en el conocimiento científico y para su relevancia, como son los distintos tipos de fraude (Stroebe et al., 2012). Esta lógica del “rendimiento académico” subvalora o, mejor, desprecia, los resultados de investigación que no terminan en revistas top (Q1 o Q2), pero que pueden ser altamente valiosos para las comunidades, los pacientes, los participantes del estudio, así como para la política pública, para incidir en la legislación y para crear opinión pública en escenarios mucho más masivos, que revistas a las que tiene acceso un porcentaje ínfimo de la población.

En consecuencia, el trabajo de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis pasa por ejercicios de confrontación y resistencia colectiva frente al imperativo del rendimiento académico y la producción mercantil de “conocimiento” científico. Esto, implica desplazar el énfasis en la “publicabilidad” de un estudio (lógica económica) hacia una lógica ético-política que se enfoque en la relevancia, la pertinencia, la incidencia y el grado de apropiación por parte de quienes pueden verse directamente beneficiados por ese conocimiento. La ausencia de un clima basado en principios e interacciones éticas es uno de los mayores predictores de las malas prácticas en investigación (Stroebe et al., 2012), no solo en términos de formas de fraude, sino en relación con prácticas extractivistas de investigación que circunscriben a los (demás) “participantes” de los estudios al rol de fuentes pasivas de información “útil” para los investigadores.

Consideraciones para mantener abierto el debate sobre la narrativa de una crisis

Este apartado final, antes que ofrecer conclusiones y hacer un cierre, presenta algunas consideraciones con las que se espera estimular futuros debates y mantener abierta la cuestión de la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad.

Primera consideración. Uno de los aspectos críticos que emerge del trabajo de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis es la urgente necesidad de reivindicar, formar y practicar el pensar los métodos. Este pensar invita a deconstruir la centralidad y el culto al método, a confrontar rituales como los de la hipótesis nula (Gigerenzer, Krauss & Vitouch, 2004), pero también otros que puedan operar, no solo en enfoques cuantitativos, sino cualitativos también. Gigerenzer, Krauss y Vitouch (2004) afirman que tener el coraje de confrontar y desistir de acudir a aquellos rituales es un asunto de integridad intelectual. No sobra aclarar que lo que se busca no es descartar una herramienta en particular, sino problematizar el ritual establecido en torno a ella y la inclinación por el hábito en cuanto tal.

Pensar los métodos implica entender que son cajas de herramientas que tenemos que conocer muy bien, entender qué ofrece cada una, cuáles son sus posibilidades, sus bondades, sus puntos ciegos y sus limitaciones, así como las posibilidades de articular unas con otras. El pensar los métodos está orientado por los problemas, las preguntas y los objetivos de la investigación, de tal manera que el método se adecue al fenómeno estudiado y no al revés. De esta forma, pensar el método puede contribuir a que aquel sea comprendido e implementado de manera heurística, diversa, flexible, emergente, innovadora, transparente, situada, abierta a recibir retroalimentaciones y a modificarse (Mendizábal, 2006). Pensar los métodos puede llevar a entender que no existe un método que sirva y sea adecuado para cualquier fenómeno, problema o propósito.

Segunda consideración. Parte del trabajo de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis es entender, siguiendo a Guttinger (2020), que la disolución de la metáfora de la replicación estricta o directa incrementa la necesidad de diversificar los criterios y las prácticas para establecer la calidad y la confianza en el conocimiento científico. A partir de lo dicho en los apartados anteriores, es posible proponer que, frente al imperativo normativo de la replicabilidad, se privilegie un imperativo ético-político de la pertinencia, la relevancia, la apropiación y la incidencia del conocimiento como criterio de calidad. Si aquello que realmente nos angustia es la pérdida de la confianza en el conocimiento que producen las ciencias, este criterio ético-político de calidad debería adquirir cada vez mayor relevancia y centralidad. Es posible afirmar que genera un daño considerablemente mayor a la confianza en las ciencias el hecho de persistir en prácticas extractivistas, utilitaristas y mercantilistas que orientan la construcción de conocimiento, que los propios problemas asociados con la replicabilidad.

A esto, pueden contribuir ejercicios críticos orientados a interpelar la lógica dualista, jerárquica y asimétrica que pretende establecer diferencias tajantes entre investigador e investigado; estimular formas de construcción de saberes basadas en la horizontalidad, la colaboración, el cuidado del otro y la preocupación por favorecer maneras de apropiación e incidencia del conocimiento e involucrar en los distintos momentos y procesos de la investigación, con capacidad de injerencia, a quienes tradicionalmente han sido representados como objetos de conocimiento, confrontando formas de violencia e injusticia epistémica (Fricker, 2007/2017). Quizás, la endogamia académica sea uno de los principales factores detrás de la emergencia y la persistencia de las narrativas de crisis.

Tercera consideración. Las reflexiones que cierran la consideración anterior permiten identificar un aspecto central para las posibilidades de resignificación-generativa de la narrativa sobre la crisis, a saber, emprender procesos de genuina autocrítica y de deconstrucción de “egos académicos”. Es posible prever que sin el desmonte de ciertos egos, que se benefician del statu quo de las ciencias, nos encontraremos con obstáculos y resistencias al cambio muy difíciles de franquear. De ahí que resulte de vital importancia desmontar rituales y prácticas que contribuyen a configurar y mantener la figura de la denominada “vaca sagrada”, como se conoce en algunos contextos latinoamericanos la figura del académico “intocable”, “incuestionable”, “infalible” y otros adjetivos que reflejen un aura de sacralidad. Deconstruir esa figura y la aspiración a ser tomados por tales puede ayudar a desempantanar procesos de transformación en el interior de las comunidades científicas. Poder confrontar metarelatos, mitos, rituales, creencias y prácticas perjudiciales para la construcción de confianza en la ciencia pasa por reconciliarnos con la inanidad de la fantasía elitista de creer que los académicos “somos de mejor familia”.

Una recomendación especial para cuando usted, querido lector o querida lectora, se encuentre ante una "vaca sagrada" de algún gueto académico en particular, es que tenga muy presente el conocido relato del encuentro entre Alejandro Magno (rey de Macedonia) y Diógenes de Sinope (filósofo cínico conocido como “el perro”) (Cicerón, 2005; Diógenes Laercio, 2007; Plutarco, 2014). De acuerdo con Carlos García Gual (2005), la anécdota cuenta que, antes de partir a la conquista de Asia, Alejandro, que había sido educado por Aristóteles, se detuvo en Corinto y pidió conocer al filósofo que vivía con los perros. A la llegada de Alejandro con su ejército, toda la población fue a recibirlo, pero Diógenes permaneció en su barril, indiferente ante la pomposidad del rey. Así que, Alejandro, fue en busca de Diógenes y al encontrarlo le dijo: “Soy Alejandro, rey de Macedonia, quiero demostrarte mi admiración, así que pídeme lo que tú quieras, puedo darte cualquier cosa que desees”. Tras escucharlo, Diógenes le respondió: “Por supuesto, no seré yo quien te impida demostrar tu afecto hacia mí. Quiero pedirte que te apartes porque me estás tapando el sol”. Este tipo de actitudes, a las que nos invita Diógenes, pueden contribuir a favorecer procesos de transformación que pasan por la deconstrucción de egos y autoridades anquilosadas que se nutren de cierto statu quo en el interior de las comunidades científicas. Statu quo que quizás haya contribuido decisivamente a la configuración de la narrativa sobre una crisis de la replicabilidad.

Cuarta consideración. Una propuesta que quiere hacerse desde este artículo es elevar el principio de corresponsabilidad epistémica y lo que este implica a la dignidad de un paradigma. Hasta ahora, los paradigmas a partir de los cuales se han configurado estilos de hacer ciencia, han sido, predominantemente, paradigmas cognoscitivos. La inconmensurabilidad paradigmática, sobre la cual reflexionó Kuhn (1962/2004), aplica para los distintos tipos de paradigmas cognoscitivos que han favorecido el predominio de las circunstancias por las cuales nos sentamos en mesas separadas o, en el mejor de los casos, en lados opuestos o distantes de la misma mesa. Por su puesto que los avances en términos de apuestas transdisciplinares han contribuido significativamente a problematizar y matizar la idea de inconmensurabilidad, a partir de la emergencia de nuevos campos de estudio, nuevas cartografías conceptuales, nuevos lenguajes y nuevas metodologías. No obstante, estos avances tienden a ubicarse dentro de un mismo paradigma. Lo que aquí se propone, para que sea materia de discusión, es la posibilidad de postular, ya no paradigmas cognoscitivos que tengan implicaciones axiológicas determinadas, sino paradigmas ético-políticos que conlleven determinadas consideraciones en materia ontológica, epistemológica y metodológica. Esto, supone la inversión de la lógica de enunciación y priorización sobre la cual se han construido los paradigmas cognoscitivos.

De acuerdo con lo anterior, se postula el principio de la corresponsabilidad epistémica como el eje central para pensar un paradigma ético-político en investigación. Un paradigma de la reciprocidad y la solidaridad interparadigmática cuyo centro no es tal o cual postura epistemológica, sino una apuesta por el reconocimiento y la celebración de la igualdad ontológica (Vasilachis, 2006) entre quienes participan de las interacciones investigativas (Granados-García, 2023), por una apertura a explorar las posibilidades de materializar formas de pluralismo epistemológico articulado, así como por un compromiso con el “imperativo” ético-político de la pertinencia, la relevancia, la apropiación y la incidencia del conocimiento como criterio de calidad. En última instancia, este artículo propone pensar la narrativa sobre la crisis de la replicabilidad desde un paradigma de la reciprocidad y la corresponsabilidad científica, antes que desde los paradigmas positivista (o pospositivista) o interpretativo como tal. Reciprocidad, corresponsabilidad y solidaridad que, por supuesto, no solo cobija a cada persona que integra una comunidad científica, independientemente de qué estilo de hacer ciencia práctica, sino, también, a aquellos otros que hacen parte de las interacciones investigativas que se configuran en el marco de proyectos de investigación (Granados-García, 2023).

Quinta consideración. Esta consideración ha sido ubicada como telón de este artículo, pues requiere del impulso y el sostén que puedan desplegarse a partir de lo expuesto en las consideraciones anteriores. Así como se comentó en la tercera consideración que difícilmente se podrán conseguir transformaciones significativas en las prácticas de las comunidades académicas sin procesos de deconstrucción de egos, también es posible prever que difícilmente dichos cambios podrán emerger y sostenerse en el tiempo si no logramos desplegar formas colectivas y contundentes de resistencia respecto del imperativo económico del “rendimiento”, de la matriz sociocultural e institucional de incentivos y del sistema de producción y publicación de artículos que lo impone y demanda para su propio beneficio. Resistir y subvertir las lógicas de la “productividad salvaje” y contribuir a posicionar otros horizontes para el trabajo académico-investigativo, amparados en el principio de corresponsabilidad y reciprocidad ético-epistemológica, podría operar como el principal imperativo que nos logre convocar en las próximas décadas.

Conflicto de intereses

El autor declara la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

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Nota de autor

Alejandro Granados-García

Filósofo, psicólogo, politólogo, magíster en filosofía y doctor en psicología de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá). Profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Corporación Universitaria Minuto de Dios Contacto: alejogranadosgarcia@gmail.com, ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7201-4872, perfil Google Académico: https://scholar.google.es/citations?user=1UqoQacAAAAJ&hl=es


1 Las reflexiones aquí expuestas se nutrieron de las conversaciones desarrolladas al interior del seminario “Debates contemporáneos en psicología: replicabilidad y sesgo de la investigación psicológica”, coordinado por los profesores Hernando Taborda y Fabián Bravo, que hace parte de la estructura curricular del Doctorado en psicología de la Pontificia Universidad Javeriana (sedes Bogotá y Cali). El desarrollo de este artículo se llevó a cabo durante el año 2021, con recursos propios.

2 El recurso a la metáfora o a la metaforización de nociones como “verdad”, “objetividad” o “replicabilidad”, entre otras, indica que no se trata de entidades reales en sí y por sí mismas, sino que se encuentran inscritas en entramados semánticos, narrativas o dispositivos discursivos que las comprenden, las articulan y les dan un sentido particular en el marco de contextos dinámicos.