Aproximación a la noción de intervención psicosocial. Una lectura desde la noción de mercancía en Marx y la actitud etho-estética en Marcuse1

Approach to the notion of psychosocial intervention. A reading from the notion of commodity in Marx and the etho-aesthetic attitude in Marcuse

Edison Francisco Viveros Chavarría, Eyesid Álvarez Baena, Isabel Cristina Vallejo Merino

Universidad Católica Luis Amigó

Recibido: 22 de junio de 2021–Aceptado: 19 de agosto de 2022–Publicado: 4 de julio de 2023

Forma de citar este artículo en APA:

Viveros Chavarría, E. F., Álvarez Baena, E., & Vallejo Merino, I. C. (2023). Aproximación a la noción de intervención psicosocial. Una lectura desde la noción de mercancía en Marx y la actitud etho-estética en Marcuse. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 14(2), 736-759. https://doi.org/10.21501/22161201.4017

Resumen

En este artículo se pregunta cómo la discusión sobre lo psicosocial puede abordar las nociones de mercancía en Marx y la actitud etho-estética en Marcuse. La intervención psicosocial es una coordinación de acciones para modificar realidades conflictivas de orden psíquico y social. La hipótesis desde Marx es: la intervención psicosocial es entendida como mercancía en el sentido de ser un objeto externo que contribuye a la generación de satisfactores de necesidades humanas de una índole específica, referida al bienestar de las personas. La hipótesis desde Marcuse es: la actitud etho-estética refuerza la relevancia de la subjetividad crítica que deriva en propuestas creativas de profesionales psicosociales. La conclusión es: el diálogo entre algunos autores tradicionales de la intervención psicosocial con Marx y Marcuse estimula a diseñar, ejecutar y evaluar proyectos de intervención psicosocial incluyentes. Estos, entendidos desde la noción de mercancía como el resultado del trabajo humano; lo ético, como compromiso intelectivo y práctico con la comunidad; y lo estético, como aquello que guarda el sentido de reconciliación entre placeres, capacidad intelectiva y actos de emancipación social.

Palabras clave

Marx; Marcuse; Teoría Crítica; Intervención psicosocial; Mercancía; Actitud etho-estética; Problemas sociales.

Abstract

This paper asks how the discussion of the psychosocial can address the notions of commodity in Marx and etho-aesthetic attitude in Marcuse. Psychosocial intervention is a coordination of coordination of actions to modify realities of a psychic and social order. The hypothesis from Marx is: psychosocial intervention is understood as merchandise in the sense of being an external object that contributes to the generation of satisfier of human needs of specific nature, referred to people’s welfare. The hypothesis from Marcuse is: the etho-aesthetic attitude reinforces the relevance of the critical subjectivity that derives in creative proposals of psychosocial professionals. The conclusion is: the dialogue between some traditional authors of psychosocial intervention with Marx and Marcuse stimulates the design, execution and evaluation of inclusive psychosocial intervention projects. These understood from the notion of merchandise as the result of human work; the ethical as an intellectual and practical commitment with the community; and the aesthetic, as that which keeps the sense of reconciliation between pleasures, intellectual capacity and acts of social emancipation.

Keywords

Marx; Marcuse; Critical theory; Psychosocial intervention; Merchandise; Attitude etho-aesthetic; Social problems.

Introducción

La pregunta central de este artículo es la siguiente: ¿cómo puede abordarse la discusión sobre qué es lo psicosocial desde las nociones de mercancía en Marx y la actitud etho-estética en Marcuse? No es un estudio sobre psicología social, si se entiende por esta lo que plantea Fernández (2003): “una descripción de los análisis de las cuestiones psicosociológicas”, los cuales han sido abordados, entre otros, por estas escuelas: “Psicología Social experimental, Conductista y Sociocognitiva, el Psicoanálisis y la Psicología Social posmoderna” (p. 11). En otras palabras

la Psicología Social no es sólo un conjunto de investigaciones realizadas sobre temas concretos; es más bien un tipo de pensamiento social que se encuentra mucho más disperso y extendido de lo que aparece en los manuales, trasciende las fronteras de una sola disciplina. (p. 251)

Existen diferencias entre psicología social e intervención psicosocial. Aquí serán nombradas algunas. La primera es un campo de la psicología que enfatiza en las relaciones entre los seres humanos y su mundo psíquico con las relaciones sociales, ya sea desde la función de lo simbólico, las evidencias empíricas, las habilidades cognitivas, las nociones del sujeto del inconsciente o el mundo psíquico en las diversas formas contemporáneas y sus posibilidades emancipatorias. Esa discusión la desarrolla Fernández (2003). La segunda, es decir, la intervención psicosocial, según Blanco y Varela (2007), enfatiza en los procesos de acompañamiento que hace el psicólogo en campos socio-comunitarios y educativos desde la idea de la coordinación de acciones dirigidas a generar cambios en la mente de las personas y en sus relaciones sociales.

En este sentido, este artículo ofrece elementos de juicio sobre el trabajo psicosocial de profesionales de las ciencias sociales y humanas. Este punto es problemático porque, como dicen Díaz y Díaz (2015) al preguntarse qué es lo psicosocial:

esta es una pregunta de conocimiento. Con ella no estamos indagando nada del orden operativo, su enunciación no nos conduce al plano instrumental, ni podemos hacer algo en el nivel de la acción práctica. Sin embargo, es necesario preguntarse qué puede significar, para sobre esa base hacer mejores procesos de intervención. (p. 59)

De aquí se derivan dos aspectos: uno, los conceptos acerca de las intervenciones psicosociales no son independientes de las acciones psicosociales. Dos, a cada concepto construido le subyace una pragmática y a cada proceso de acompañamiento le es íntima una forma de comprensión de la realidad psicosocial.

Sobre la noción de “lo psicosocial” existen varias publicaciones; por ejemplo, la de Fernández (2009) y su idea de que lo psicosocial es una conjunción que se deriva del choque entre lo psíquico y lo social, es decir, estas dos dan lugar a algo nuevo y primigenio que no es ya ninguna de las dos cosas anteriores, pero a la vez es la conjunción entre ellas. Para él lo psicosocial antecede a lo psíquico y a lo social. Pavón y Orozco (2017) dicen que “lo psicosocial”, sin línea divisoria, y “lo psico-social”, con raya divisoria, tienen diferencia semántica. El primero alude a una amalgama entre lo psíquico y lo social, es decir, como algo que desde el principio de la vida humana está unido. El segundo se refiere a una separación de objetos: una cosa es el estudio de lo psíquico y otra el estudio sobre lo social, lo cual solo puede unirse en un tercer ámbito de estudio que ya no es en sentido estricto ni psíquico ni social. Dice Redman (2016):

Before interrogating two central formulations of the nature of psychosocial study: the claim that the psychosocial refers to the ways in which the psychic and the social demand to be ‘thought together, as intimately connected or possibly even the same thing’ and the notion of negative practice in a positive structure … Faced with the question, “What is the psychosocial?” anyone working in psychosocial studies could be forgiven for emitting a heartfelt groan. For one thing, the question is not new and he or she might wonder if much remains to be said on the matter. (p. 73)

De esta cita puede derivarse que los cuestionamientos sobre el sentido de lo psicosocial siguen vigentes desde la unidad entre lo psíquico y lo social o su distanciamiento y no hay certezas sobre un concepto definitivo en este campo. Al final del mismo estudio dice Redman que comparte varios puntos de discusión sobre la autonomía o no de los estudios psicosociales:

I believe that elements of a shared language are indeed available to us. Among these elements are: the attention studies of the psychosocial pay to an unusually wide range of psychic and social phenomena; the field’s emphasis on the density and relative autonomy of both subjective and social life; its transdisciplinary ambitions; and its commitment to hold in tension the ‘negative’ and the ‘positive’, a commitment that translates into the pursuit of psychosocial knowledge ‘without guarantees’. (p. 88)

El autor enfatiza en el estudio de lo psicosocial sin las garantías y certezas de un concepto terminado y cerrado herméticamente. Entonces, puede inferirse que es necesario dejar abierta la pregunta qué es lo psicosocial y desde ella tramitar aportes que dinamicen la discusión y los diferentes abordajes del concepto.

También están Barrero (2017), Moreno y Bohórquez (2015), Villa Gómez (2012) y Díaz y Díaz (2015). Estos investigadores reconocen el trabajo del filósofo, psicólogo y jesuita Ignacio Martín Baró y se ubican en la escuela de la psicología social crítica. Esta consiste en que cada acción que se lleve a cabo debe tener en cuenta a los sujetos en sus propios contextos y a los contextos con sus sujetos. En otras palabras, se enfoca esta escuela en las relaciones socio-comunitarias y sus expresiones de poder, en los liderazgos y en las formas de organización de las comunidades para lograr propósitos emancipatorios de interés colectivo.

Villa Gómez (2012) expresa una preocupación similar al propósito de este artículo cuando dice lo siguiente:

quiero partir de un contexto en el que lo psicosocial parece haberse puesto de moda en el país, para intentar preguntarme y preguntarle al lector sobre la razón de esta coyuntura y en especial por las comprensiones que tenemos de lo psicosocial, puesto que empiezo a sospechar que con esta palabra puede decirse todo y nada, y a la hora de concretar los referentes, éstos no son claros, y casi que cualquier intervención comunitaria, y a veces, ni siquiera comunitaria, terapéutica y hasta psiquiátrica, siempre y cuando se haga con un grupo social, que generalmente es vulnerable, es calificada con ese término. (p. 350)

Para Villa Gómez (2012) este aspecto es relevante porque cree que falta un concepto claro sobre lo psicosocial. En otras palabras, semánticamente una cosa es usar lo psicosocial como adjetivo y otra es usarlo como sustantivo. Lo primero enfoca un estilo de acción; lo segundo, un concepto. En este artículo se intenta aportar al segundo aspecto sobre un apoyo en las nociones de mercancía en Marx y lo etho-estético en Marcuse. Es decir, en este artículo se discute cómo se puede establecer un puente entre tales conceptos para leer desde ellos y con un tono de conciliación teórica la noción de lo psicosocial.

Investigaciones sobre intervención psicosocial exponen el énfasis de las acciones, procedimientos, descripciones de experiencias de intervención con diferentes tipos de poblaciones o evidencian modelos estructurados con los cuales se quiere disminuir los efectos negativos de una determinada problemática. Hay dos revistas en esta dirección: Psychosocial Intervention del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y el Journal of Phycho-Social Studies de Inglaterra. Según Pavón y Orozco (2017), los estudios sobre lo psico-social comienzan en la década de 1950 y evolucionan hasta la construcción de una licenciatura en Estudios Psico-sociales en la Universidad del Este de Londres en 1983, en la Universidad del Oeste de Inglaterra en 1994, en la Universidad de East Anglia en 1999 y en la Universidad de Londres en el 2000. Actualmente, según Pavón y Orozco (2017), algunas universidades británicas ofertan una licenciatura en Estudios Psicosociales: el Goldsmiths College de la Universidad de Londres y las universidades de Essex en el Este de Londres, en Bangor en Gales y en Anglia Ruskin en Peterborough. La maestría es ofrecida en la universidad de Essex y de Glasgow y en el Birbeck College de la Universidad de Londres. En esta última institución se oferta un doctorado en Estudios Psicosociales. También la Universidad de Antioch y la Universidad Seton Hall en Estados Unidos ofrecen maestrías en Estudios Psicosociales. Por último, la Universidad de Ambedkar en India oferta una maestría en Estudios Clínicos Psicosociales. Sin embargo, sigue siendo relevante construir respuestas contemporáneas a las dos preguntas: ¿qué es la intervención psicosocial?, ¿y qué es lo psico-social? En esta línea de discusión están ubicados Pavón y Orozco (2017).

Siguiendo con esta discusión, los investigadores españoles Blanco y Varela (2007) se han acercado a una definición de la intervención psicosocial. Ellos han expuesto la intervención psicosocial con un énfasis psicológico y subjetivo. El primero, con alcances clínico-terapéuticos, y el segundo como “sujeto socio-histórico y activo” (p. 21). También enfocan lo “psicosocial (actuar sobre el medio de la relación sujeto-medio)” (p. 21) como acción en contexto. Sostienen que es un proceso mediante el cual se ayuda a las personas a que encuentren formas de afrontar situaciones adversas o positivas, tanto personales como sociales.

Estas preguntas pueden ser leídas en relación con los conceptos de mercancía y actitud etho-estética, así: ¿De qué modo sería pertinente tener en cuenta a las personas implicadas en los procesos de intervención psicosocial? ¿Pueden las personas implicadas participar en el diseño, la ejecución y la evaluación de las intervenciones psicosociales? ¿Consiste la intervención psicosocial en que las personas localicen el origen de sus dificultades? Si es así, ¿qué hacen las personas después de localizar sus problemas? Estas preguntas son introducidas con el ánimo de ofrecer un contexto de análisis con las nociones de mercancía y actitud etho-estética.

Alvis (2009), Blanco y Varela (2007), De la Villa Moral et al. (2009), De Paúl Ochotorena (2009), Estrada et al. (2010), Fernández (2011), Montero (2004), Montero (2006), Núñez et al. (2006), Presentación et al. (2009), Presentación et al. (2010) y Sebastián et al. (2007) dan a entender que la psicología social psicológica, la psicología social sociológica o la psicología comunitaria tienen una estrecha relación con la intervención psicosocial. Este antecedente es importante porque permite comprender una manera de abordar el problema sobre la definición de lo psicosocial influida por las diferentes escuelas de la psicología social, que, como se mencionó antes, serían: psicología social experimental, conductista y sociocognitiva, el psicoanálisis y la psicología social posmoderna (Fernández, 2003).

Blummer (1982) también ha aportado a los estudios sobre lo psicosocial porque expone que para la generación de cambios derivados desde el interaccionismo simbólico se hace necesario estudiar los significados que las personas le ofrecen a las relaciones sociales y a sus respectivos símbolos, los cuales son construidos en la interacción con otros. Es decir, la tesis de Blummer es que, derivada del sentido dado a las relaciones con los demás, viene la acción social. En palabras de este autor sería:

El interaccionismo simbólico se basa en los más recientes análisis de tres sencillas premisas. La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que estas significan para él. Al decir cosas nos referimos a todo aquello que una persona puede percibir en su mundo: objetos físicos, como árboles o sillas, otras personas, como una madre … la segunda premisa es que el significado de estas cosas se deriva de, o surge como consecuencia de, la interacción social que cada cual mantiene con su prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso. (p. 2)

Barrero (2020) sostiene que debería hacerse un giro de la noción de intervención psicosocial hacia la red semántica de la noción de implicación y acompañamiento psicosocial. Dice:

La mayoría de pensadoras y pensadores críticos de nuestra América profunda se han planteado este problema de la reconfiguración de los esquemas de valoración de la realidad. Varios coinciden en que es una tarea de gran complejidad que se inicia con la lucha por la descolonización. Creo que también hay que transformar nuestros roles a partir de una implicación comprometida en procesos de organización y movilización social. (p. 228)

En coherencia con esta idea de implicación, dice el mismo autor en otro texto:

La ética de la resistencia, vista desde la perspectiva de una Psicología social crítica, se debe construir desde unos discursos y unas prácticas que posibiliten el reconocimiento de la diferencia. Ese reconocimiento se hace visible cuando los excluidos levantan sus voces de resistencia, cuando se establecen formas de solidaridad, cuando se rescata la alegría y la esperanza y, sobre todo, cuando se construyen estrategias para la resistencia creativa, a través del ejercicio de prácticas discursivas liberadoras. (Barrero, 2008, p. 96)

Esta noción de implicación y acompañamiento psicosocial viene tomando fuerza en Latinoamérica porque asume una postura orgánico-implicativa de inclusión social. Se conecta esto con las propuestas de Fals Borda (2015) y Ghiso (2013), quienes coinciden en que todo proceso de acompañamiento, educación popular e investigación social ha de involucrar a todos los actores en una comprensión-acción senti-pensante de los problemas.

En relación con la construcción de conceptos sobre “¿qué es la intervención psicosocial?”, dice Gallo (2017) que es común tratar de establecer la relación entre lo psíquico y lo social y que en ello está uno de los retos hoy día. En respuesta a esto, en el presente artículo se quiere hacer un aporte sobre la noción de intervención psicosocial a partir del concepto de mercancía en Marx y la actitud etho-estética de Marcuse.

Este es el momento para decir porqué Marx y Marcuse. La hipótesis uno de trabajo está en sintonía con Marx, a saber: la intervención psicosocial puede ser entendida como una mercancía en el sentido de que es un objeto externo capaz de contribuir a la generación de satisfactores de necesidades humanas de una índole específica referida al bienestar de las personas. Su valor de uso consiste en la generación de acciones coordinadas para llegar a propiciar condiciones de vida dignas para las comunidades. Para Marx (2001) la mercancía tiene una relación directa con el valor de uso, el valor de cambio y la fuerza de trabajo. Es decir:

la utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso … es algo que está condicionado por las cualidades materiales de la mercancía y que puede existir sin ellas. Lo que constituye un valor de uso o un bien es, por tanto, la materialidad de la mercancía misma. (p. 3)

Marx continúa así la exposición:

el valor de uso sólo toma cuerpo en el uso o consumo de objetos. Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la forma social de esta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del valor de cambio. (p. 4)

Y añade: “el valor de cambio aparece como la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra” (p. 4). Pero ¿qué es lo que está de fondo entre valores de uso y valores de cambio? Puede decirse que es el trabajo humano o, más estrictamente, el tiempo de trabajo socialmente necesario. Es decir, “tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad” (pp. 6-7).

El análisis del concepto de intervención psicosocial a contraluz de los conceptos de mercancía, valor de uso, valor de cambio y trabajo humano ofrece una arista para pensar la intervención psicosocial con una especial riqueza teórico-práctica que redundaría en beneficio de este campo de estudio.

La hipótesis dos está en coherencia con Marcuse: la actitud etho-estética refuerza la relevancia de la subjetividad crítica que deriva en propuestas creativas de los profesionales que acompañan acciones psicosociales. Dice Marcuse (1970)

¿Se puede justificar una revolución como buena, conveniente y oportuna, quizá incluso necesaria, no sólo en sentido político (como útil a ciertos intereses), sino también en sentido ético, es decir, justificarla pensando en el hombre en cuanto tal, en el potencial del hombre dentro de una situación histórica dada? (p. 141)

Siguiendo a Marcuse, puede decirse que lo ético de la intervención psicosocial consistiría en propiciar ambientes racionales desde los cuales se construyan argumentos y justificaciones en favor de la libertad de las personas y en contra de las condiciones de miseria que les aquejan. Una actitud ética quiere decir buscar razones que convenzan a las personas de ciertas formas de comportamiento individual y colectivo que amplíen los márgenes de actuación libre y de condiciones propias para experiencias de goce frente a derechos de bienestar.

Dice Marcuse (1969): “El término estético, en su doble connotación de ‘perteneciente a los sentidos’ y ‘perteneciente al arte’, puede servir para designar la cualidad del proceso productivo-creativo en un medio ambiente de libertad” (p. 31). Dicho de otro modo, si a la práctica de justificación moral del bienestar individual y colectivo se le agrega una práctica de creación de condiciones para la libertad de todos, se estaría ante una actitud etho-estética más favorable a la expansión de bienestar social.

Este es el momento adecuado para conectar estos dos conceptos de Marx y Marcuse y llevar a cabo procesos de intervención psicosocial que contribuyan a transformar realidades sociales. Esto, mediante proyectos enfocados en las personas y con metodologías participativas, el estímulo a movimientos sociales, propuestas basadas en pedagogías críticas como las de McLaren, Freire o Giroux.

Dicho lo anterior, es importante mencionar que este artículo no es una revisión del pensamiento de los autores mencionados (Marx y Marcuse), ni una interpretación que sigue la línea ortodoxa del pensamiento marxista. No se busca que el efecto pragmático de este texto se dirija a una crítica radical contra el sistema capitalista en el que la única posibilidad de un cambio cualitativo implique sí y solo sí una organización social, económica e institucional completamente opuesta y diferente a la predominantemente capitalista. Un artículo no puede prometer tal cosa. Por supuesto, tampoco quiere decir que se le estrecha la mano al capitalismo de forma acrítica, sino que desde las intervenciones psicosociales guardamos la convicción de que pueden llevarse a cabo cambios cualitativos con efectos en pequeños grupos humanos que pueden llegar a constituir una resistencia contextuada al capitalismo instrumental y expropiador de toda fuerza de trabajo humano. En otras palabras, las intervenciones psicosociales solo pueden proyectar cambios cualitativos muy parciales, ya sea desde la dimensión profesional de los equipos de trabajo psicosocial o desde los grupos que participan de estos procesos. Es decir, desde la intervención psicosocial se acompañar a grupos humanos en situaciones concretas con el objetivo de su transformación, pero no como un cálculo matemático del futuro, sino a partir de una convicción y un contexto concreto.

A continuación, serán expuestos tres apartados que constituyen el cuerpo argumentativo de este escrito: “La intervención psicosocial leída desde la noción de mercancía en Marx”, “La intervención psicosocial leída desde la noción etho-estética en Marcuse” y la “Consideración final”.

La intervención psicosocial leída desde la noción de mercancía en Marx

Este apartado se inspira en el capítulo sobre “La mercancía” del tomo i de El Capital de Marx (2001) para desprender un análisis que hace apología del campo disciplinar de la intervención psicosocial. Dicho de otro modo, se trata de señalar con este concepto de Marx cómo los procesos de intervención psicosocial se basan en el trabajo humano. En este apartado se expondrán los argumentos que acompañan a la hipótesis uno así: la intervención psicosocial puede ser entendida como una mercancía en el sentido de que es un objeto externo capaz de contribuir a la generación de satisfactores de necesidades humanas de una índole específica referida al bienestar de las personas.

Como se mencionó en el apartado introductorio, los conceptos de valor de uso, valor de cambio y trabajo humano son centrales en la comprensión de la noción de mercancía. Dice Marx (2001): “las propiedades materiales de las cosas sólo interesan cuando las consideramos como objetos útiles, es decir, como valores de uso” (p. 5). En otras palabras, con el valor de uso se puede elaborar un conocimiento pericial de las mercancías y se hace consistente cuando se consume, cuando se utiliza y a la vez adquiere la forma material de la riqueza en sus diversas posibilidades sociales. A través del valor de uso se expresan las propiedades cualitativas de la mercancía en el sentido de sus posibilidades instrumentales y a la vez está condicionado por las circunstancias materiales porque “la utilidad de los objetos no flota en el aire” (Marx, 2001, p. 4).

En relación con el valor de cambio, este concepto se refiere a las propiedades cuantitativas de la mercancía, es decir, “la proporción en que se cambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra … tienen que ser necesariamente valores de cambio permutables los unos por los otros o iguales entre sí” (Marx, 2001, p. 4). De acuerdo con esto, una mercancía tiene valor de cambio cuando tiene la posibilidad de ser canjeable por algo más con lo que no representa disparidad dentro del contexto de la cantidad, o sea, “no tiene ni un átomo de valor de uso” (Marx, 2001, p. 5). Pero el valor de uso sí expresa diferencia en sus cualidades y en ese sentido aparentemente posibilita el intercambio por su característica diferenciadora.

Ahora, con el trabajo humano ocurre algo: se conserva una cualidad de la mercancía cuando se le quita el valor de uso y es “la de ser producto del trabajo” (Marx, 2001, p. 5). El valor de uso es el que señala la importancia de una mercancía cuando se quiere hacer el ejercicio de conmutación y, cuando este desaparece, con él se desvanece el aspecto concreto de la mercancía y pasa a ser trabajo humano abstracto. En otras palabras, es el trabajo humano que antecede y genera la producción de la mercancía lo que guarda un valor que podría nombrarse como superior. La fuerza de trabajo acumulada es lo que constituye el valor de una mercancía: “pues bien, considerados como cristalización de esta sustancia social común a todos ellos, estos objetos son valores, valores-mercancía” (Marx, 2001, p. 5). Dicho de otro modo, lo que le da valor a una mercancía no es lo que se le asigne externamente a ella en cualquier otra forma, sino el tiempo de trabajo humano abstracto usado para la creación de esta. El trabajo humano es la sustancia creadora de valor. Dice Marx (2001):

Se dirá que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo invertida en su producción, las mercancías encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en producirlas. Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual, inversión de la misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos efectos una inmersa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas de trabajo individuales. Cada una de estas fuerzas individuales de trabajo es una fuerza humana de trabajo equivalente a las demás, siempre y cuando que represente el carácter de una fuerza media de trabajo social y dé, además, el rendimiento que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo, siempre y cuando que para producir una mercancía no consuma más que el tiempo de trabajo que representa la media necesaria, o sea, el tiempo de trabajo socialmente necesario. Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad. (pp. 6-7)

Puede notarse que para Marx el trabajo humano es la categoría central desde la cual se produce cualquier mercancía, todo valor de uso y todo valor de cambio. En ese sentido, Marx señala que en donde debe enfocarse cualquier análisis sobre la mercancía es en la fuerza de trabajo abstracto puesta en él. Es decir, lo que establece la magnitud de valor de una mercancía es la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción. Más adelante Marx ofrece una llave para comprender mejor el valor de uso y el valor de cambio:

Mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo representan, por tanto, la misma magnitud de valor. El valor de una mercancía es al valor de cualquiera otra lo que el tiempo de trabajo necesario para la producción de la primera es al tiempo de trabajo necesario para la producción de la segunda. (Marx, 2001, p. 7)

De esto puede derivarse: lo que da valor a una mercancía es el trabajo y el tiempo puesto en su constitución, sumados a la pericia que el trabajador ha adquirido en el contacto de cada día con un objeto. Es decir, la capacidad productiva de trabajo. Aquí, este pensador dibuja los hilos que constituyen la dinámica interna de las relaciones entre valores de uso, valores de cambio, trabajo y mercancía. Sin embargo, agrega otro factor necesario para este análisis:

la capacidad productiva del trabajo depende de una serie de factores, entre los cuales se encuentra el grado medio de destreza del obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las condiciones naturales. (Marx, 2001, p. 7)

En este contexto relacionado con la noción de mercancía en Marx será ubicada la intervención psicosocial, entendida aquí como un proceso de coordinación de acciones dirigidas a transformar una realidad social. La intervención psicosocial es mercancía con valor de uso y valor de cambio sostenidos en la fuerza de trabajo humano. Este no es sólo el que ofrece un equipo de profesionales, sino que la comunidad misma también se constituye como agente generador de trabajo humano. En otras palabras, profesionales y comunidades potencian trabajo complejo para afrontar situaciones adversas o lograr propósitos que son de interés común.

La intervención psicosocial es importante porque es un campo disciplinar en el cual se apoyan las comunidades, los diversos gobiernos y las entidades no gubernamentales para acompañar cambios sociales: disminución de la miseria social, ampliación del goce de libertades y una distribución equilibrada de los recursos contribuidos por los ciudadanos.

Para efectos de este artículo, la intervención psicosocial ha sido entendida como una coordinación de acciones dirigidas a la modificación de realidades conflictivas de orden psíquico, subjetivo y social. Es decir, se trata de procesos planeados con las personas que están involucradas en las situaciones que se desean alterar. Están configurados con el propósito de ejecutar acciones colectivas para el cambio de realidades que generan insatisfacciones en quienes las padecen. En otras palabras, la intervención psicosocial se compromete con la transformación de situaciones donde se ve vulnerado el acceso a los beneficios de las libertades y oportunidades.

En otras palabras, la intervención psicosocial contribuye al análisis de las condiciones sociales, subjetivas y materiales de las personas con el ánimo de cambiar aquellas circunstancias desfavorables para las comunidades. En este sentido, la intervención psicosocial es una potente ejecución de acciones capaces de transformar situaciones adversas que viven grupos humanos en situaciones de precariedad o que necesitan afrontar aspectos comunitarios que son considerados inadecuados para una comunidad.

Los procesos de intervención psicosocial pueden llegar a constituirse como una mercancía. Su relación de valor simple se confronta con otra mercancía, que como ejemplo puede ser la promesa de la disminución de la pobreza y el afrontamiento pacífico del conflicto social. Estas dos mercancías entran en relación para mostrar de la primera su valor de uso y de cambio; como expondría Marx (2001):

La relación más simple de valor es, evidentemente, la relación de valor de una mercancía con otra concreta y distinta, cualquiera que ella sea. La relación de valor entre dos mercancías constituye, por tanto, la expresión más simple de valor de mercancía. (p. 15)

Un sentido de la intervención psicosocial consiste en examinar los procesos de adaptación de las personas al statu quo y generar acciones para transformarlo en relaciones de mayor justicia social. Los procesos de intervención psicosocial contribuyen a des-ocultar situaciones de vulneración y exclusión social para convertirlas en situaciones de igualdad y desarrollo social. Además, ganan en relevancia cuando analizan los conflictos, las contradicciones y las tensiones entre formas de poder para propiciar una participación cada vez más activa de los ciudadanos.

Puede decirse que un aspecto nodal de este análisis es que la intervención psicosocial comprendida como mercancía se sostiene en el trabajo humano abstracto de los profesionales y las comunidades. El concepto de mercancía gana claridad porque es resaltado en su arista de interacción, de construcción colectiva entre personas y en las diversas posibilidades que pueden surgir cuando las personas se unen para transformar una realidad desventajosa por otra más abierta y mejor para quienes participan, produciendo una mejor forma de vivir con base en sus esfuerzos y su trabajo humano.

Una intervención psicosocial entendida como mercancía implica el esfuerzo humano, la capacidad desarrollada que se intercambia según sea su valor de uso. La tensión que se genera aquí es entre dos valores: uno, el entrenamiento para hacer la intervención psicosocial, es decir, su valor de utilidad, y dos, la promesa de modificación social como valor de cambio. La fuerza de trabajo reflejada en la capacidad de intervención —y que es valor de uso— y los indicadores sobre la disminución de pobreza y miseria —como valor de cambio— constituyen un ejemplo de la interacción entre estos dos valores. En otras palabras, los profesionales de los equipos psicosociales intercambian indicadores de transformación social por estímulos que también son psicosociales, como pueden ser dinero, satisfacción laboral reflejado en el trabajo intelectual y práctico o cambios positivos en las comunidades, entre otros. Al respecto, dice Marx (2001):

Al decir que las mercancías, considerándolas como valores, no son más que cristalizaciones de trabajo humano, nuestro análisis las reduce a la abstracción de valor, pero sin darles una forma de valor distinta a las formas naturales que revisten. La cosa cambia cuando se trata de la expresión de valor de una mercancía. Aquí, es su propia relación con otra mercancía lo que acusa su carácter de valor. (p. 17)

Ahora, puede decirse que es el trabajo abstracto vivo de donde fluyen las mercancías y es lo que está en el fondo de la intervención psicosocial. El esfuerzo puesto en la planeación, ejecución y sistematización de la intervención psicosocial es la fuerza de trabajo vivo. Dicho de otro modo, las mercancías son el resultado de un cierto modo de relaciones humanas productoras de valor de uso y valor de cambio. Los equipos psicosociales conformados por profesionales de diversas formaciones hacen parte de un campo disciplinar que se ha consolidado como aquella forma de deliberar y generar procesos de cambio social enfocado en el bienestar de las personas y en la producción de oportunidades de libertad y de acceso al goce de mejores condiciones de vida.

Finalmente, visto de este modo, puede plantearse una respuesta afirmativa a la hipótesis uno de este escrito, es decir, que la intervención psicosocial efectivamente puede ser entendida como una mercancía en el sentido de que es un objeto externo que puede generar posibilidades capaces de satisfacer necesidades humanas específicas referidas al bienestar de las personas. Como lo expone Redman (2016), la intervención psicosocial hace un énfasis en el análisis de la densidad que contienen las relaciones humanas, podría parafrasearse también como trabajo humano, y en ese sentido estudiar la “relative autonomy of both subjective and social life; its transdisciplinary ambitions” (p. 88) y, sobre todo, ofrecer un lugar relevante a los análisis interdisciplinarios, en los que Marx y su noción de mercancía pueden hacer aportes aclaratorios para pensar la intervención psicosocial desde su fundamento en el trabajo abstracto humano. Para esto puede ser útil volver sobre las siguientes palabras de Marx (2001): “La relación más simple de valor es, evidentemente, la relación de valor de una mercancía con otra concreta y distinta, cualquiera que ella sea. La relación de valor entre dos mercancías constituye, por tanto, la expresión más simple de una mercancía” (p. 15). Lo que se quiere resaltar en este artículo es el aspecto abstracto de la noción de trabajo en Marx y el énfasis crítico de su concepto de mercancía.

A continuación, serán expuestas las ideas sobre la noción etho-estética de Marcuse y sus aportes al campo disciplinar de la intervención psicosocial.

La intervención psicosocial leída desde la noción etho-estética en Marcuse

La hipótesis dos se plantea en este apartado; se sostiene que la actitud etho-estética marcusiana refuerza la relevancia de la subjetividad crítica que deriva en propuestas creativas de los profesionales que acompañan acciones psicosociales. En coherencia con esto, puede decirse que para Marcuse la relación existente entre el sujeto y la sociedad no es precisamente armoniosa, sino difícil, conflictiva y evidentemente cargada de contradicciones. Es decir, Marcuse no se ubica del lado de la hipótesis que afirma una indudable armonía entre sujeto y sociedad y que se ofrece en la cultura de masas y la sociedad avanzada. Marcuse pensó que tal hipótesis no deja de ser una falacia de petición de principio, que consiste en concluir lo mismo que expone en su premisa inicial. En palabras de Marcuse (1999): “la parálisis crítica se da en una sociedad sin oposición” (p. 19). De esta oración puede inferirse que una sociedad sin oposición de intereses es aquella que se sostiene en una neutralidad de la crítica, o sea, hay una apariencia de armonía si no hay oposición; ahí se incurre en la falacia de petición de principio, porque se asemeja la ausencia de conflictividad opositora con la armonización entre sujetos y sociedad. Dice Marcuse (1969):

La nueva sensibilidad se ha transformado en un factor político. Este suceso, que muy probablemente señala un cambio de rumbo en la evolución de las sociedades contemporáneas, exige que la teoría crítica incorpore la nueva dimensión entre sus conceptos, que proyecte sus presupuestos para la posible construcción de una sociedad libre. Tal sociedad presupone por completo los logros de las sociedades existentes, en especial sus logros científicos y técnicos. (p. 30)

Para la cultura de masas, que no admite la condición contradictoria entre seres humanos, todas las personas pueden llegar a comportarse armónicamente si entran en la tendencia a la homogeneización de la sociedad avanzada y, por ende, la armonía es algo que llega espontáneamente, por el simple hecho de hacer parte del círculo económico que subyace en ella. Marcuse opone a esta idea la siguiente premisa: los límites impuestos por la vida social a los intereses que se movilizan en la subjetividad son fundamentales para la vida con otros. Esta hipótesis marcusiana es favorable para pensar las intervenciones psicosociales porque permite ubicar el examen crítico de las situaciones psicosociales en una relación dialéctica basada en dos juicios: uno, “la vida humana merece vivirse, o más bien que puede ser y debe ser hecha digna de vivirse” (Marcuse, 1999, pp. 20-21); dos, “en una sociedad dada, existen posibilidades específicas para un mejoramiento de la vida humana y medios específicos para realizar esas posibilidades” (Marcuse, 1999, p. 21).

Sobre la relevancia del uso de la dialéctica en Marcuse dice Abromeit (2019):

The dialectic began with the collapse of the original, politically and ethically driven Enlightenment project into a monolithic scientific worldview whose limitations soon became apparent. The crisis of liberalism in the late 19th and early 20th century was at the same time a crisis of an increasingly narrow concept of scientific rationality, which no longer seemed like it could realize the Enlightenment promise of a society that would guarantee more justice and happiness for all. (p. 45)

Cuando Marcuse exponía su punto de vista desesperanzador, también advertía de ciertos peligros previstos en el progreso de la sociedad humana desde la perspectiva ilustrada, por ejemplo, con una visión de mundo científico y monolítico. En este sentido, y apelando a la relación dialéctica entre condiciones intelectuales y materiales, dice: “las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contemporánea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominación de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca” (Marcuse, 1999, p. 20).

Ahora, estos dos juicios y esta advertencia del filósofo pueden ser de ayuda para deliberar sobre el campo disciplinar de la intervención psicosocial. El concepto de una vida humana que merece ser vivida con dignidad, asociada a unas condiciones materiales e intelectuales apropiadas para gestar tal mejoramiento, pero al mismo tiempo el saber que pueden ser usadas tales condiciones para lograr el dominio sobre la vida humana y su aniquilación, le ofrece a quienes piensan la intervención psicosocial elementos de juicio para diseñar y ejecutar sus acciones de forma consistente con la apología del bienestar de las personas y las comunidades.

Estas ideas de Marcuse permiten ubicar a las intervenciones psicosociales en el ámbito de la teoría crítica. Es decir:

la teoría crítica debe proceder a una abstracción a partir de la organización y utilización actual de los recursos de la sociedad, y de los resultados de esta organización y utilización. Tal abstracción, que se niega a aceptar el universo dado de los hechos como contexto final de la validez, tal análisis “trascendente” de los hechos a la luz de sus posibilidades detenidas y negadas, pertenece a la estructura misma de la teoría crítica. (Marcuse, 1999, p. 21)

Recuérdese lo que Blanco y Varela (2007) exponen como intervención psicosocial: el proceso de “diseño, ejecución y evaluación de programas” (p. 21), donde los protagonistas son los actores sociales, que no “meros receptores de las indicaciones procedentes de los expertos, ni los reduce a simples participantes de actividades que requiera el programa, sino que requiere de ellos el papel de actores” (p. 6). Agregan más adelante: “cuando hablamos de intervenir estamos hablando de una actividad presidida por la solución de un problema práctico que abordamos con la ayuda de una determinada estructura conceptual (Blanco y Varela, 2007, p. 27). Puede decirse que hay complementariedad entre lo que implica un proceso de intervención psicosocial y la teoría crítica marcusiana. Tales programas defendidos por Blanco y Varela (2007) se conectan con Marcuse (1999) cuando este dice que, “ante los hechos aparentemente contradictorios, el análisis crítico sigue insistiendo en que la necesidad de un cambio cualitativo es más urgente que nunca” (p. 23). El cambio cualitativo va a ser nombrado por Marcuse (1969) como actitud etho-estética:

Aparecería así un nuevo Principio de Realidad, bajo el que se combinaría una nueva sensibilidad y una inteligencia científica desublimada para la creación de un ethos estético … la estética como forma posible de una sociedad libre aparece en esa etapa del desarrollo en que los recursos intelectuales y materiales para la victoria sobre la escasez son accesibles, en que la represión anteriormente progresiva deviene supresión regresiva. (pp. 31-32)

Marcuse (1986) sostiene que las sociedades avanzadas de orientación capitalista sugieren la idea de un acceso sin límite a mercancías dispuestas para cada sujeto, ofrece una fantasía que consiste en hacer creer que cualquier persona puede lograr cualquier propósito, que el mundo está servido ante los pies de quien se lo proponga. Para contrarrestar esto, Marcuse (1986) retoma a Marx:

He indicado ya que la teoría crítica a la que sigo llamando marxismo, que esa teoría ha de acoger las posibilidades extremas, antes groseramente esbozadas, de la libertad, el escándalo de la diferencia cualitativa … la toma de conciencia de esas posibilidades y la toma de conciencia de esas fuerzas que las impiden y las niegan exigen de nosotros una oposición muy realista, muy pragmática. Una oposición libre de toda ilusión, pero también de todo derrotismo, el cual traiciona ya por su mera existencia las posibilidades de la libertad en beneficio de lo existente. (pp. 17-18)

La oposición realista y pragmática que sugiere Marcuse conserva el sentido de la actitud etho-estética que es leída para efectos de este trabajo como la construcción de una subjetividad crítica que derivaría en propuestas creativas de las comunidades y los profesionales que acompañan acciones psicosociales. Pregunta Marcuse (1970) en esta misma dirección:

¿se puede justificar una revolución como buena, conveniente y oportuna, quizá incluso necesaria, no sólo en sentido político (como útil a ciertos intereses), sino también en sentido ético; ¿es decir, justificarla pensando en el hombre en cuanto tal, en el potencial del hombre dentro de una situación histórica dada? (p. 141)

De estas palabras del pensador alemán sobre lo etho-estético, y buscando una relación con la noción de intervención psicosocial, podría derivarse una reflexión: las intervenciones psicosociales estarían pertinentemente planteadas cuando buscan la implementación de rutas de atención a poblaciones vulnerables para que disminuyan las prácticas sistemáticas de explotación humana y exclusión social. En este sentido, se puede inferir que desde la perspectiva de la teoría crítica marcusiana es válido considerar a los profesionales de los equipos psicosociales no como borregos que no piensan ni reflexionan lo que hacen, ni como simples ejecutantes de programas, sino como aquellos que, a partir de una postura etho-estética y deliberativa con ellos mismos y con las comunidades a las que acompañan, pueden generar alternativas de transformación social basadas en la planeación, la ejecución y la evaluación de programas psicosociales. Así, la actitud etho-estética se refiere a una forma de vida pensante, un estilo de existencia que analiza, observa, detalla y concluye acerca de su forma de participación en procesos de transformación y emancipación social.

En esta dirección, el sentido de una nueva sensibilidad como factor político gana vigencia. Esa nueva sensibilidad está referida a una actitud ética y estética. Esta actitud en su arista ética se sostiene en la elaboración de una subjetividad que no se deja encorvar por las fascinaciones que provienen de la fantasiosa idea de tener a su disposición un arsenal de mercancías, un acceso ilimitado a la acumulación de capital. Sabemos, por lo que nos ha mostrado Marx, que el capital se muestra como una inacabada reserva de instrumentos y mercancías. Pero este acumulado, es ya notorio a nuestra vista, son las amontonadas y organizadas relaciones de explotación que subyacen en los sofisticados sistemas de producción y en la administración de este capital manejado y manipulado por las fuerzas burguesas. La arista estética de la actitud etho-estética en Marcuse puede leerse desde estas palabras suyas:

Trataremos de deshacer teóricamente esta represión recordando el sentido original y la función de la estética. Esta tarea envuelve la comprobación de la relación interior entre el placer, la sensualidad, la belleza, la verdad, el arte y la libertad —una relación revelada en la historia filosófica del término estético—. En ella, el término aspira a un campo que preserva la verdad de los sentidos y reconcilia, en la realidad de la libertad, las facultades “inferiores” y “superiores” del hombre: la sensualidad y el intelecto, el placer y la razón. (p. 164)

Puede inferirse que la actitud etho-estética en Marcuse consiste en una reconciliación entre sensualidad y razón, el disfrute y las facultades intelectivas, que se dan en al ámbito de la libertad. Conectando este planteamiento con la intervención psicosocial, puede inferirse que los profesionales psicosociales derivarían, a partir de una actitud etho-estética, el acompañamiento de procesos que propicien transformaciones en las condiciones de vida de las personas. Esto, por medio experiencias emancipatorias en ámbitos micro-sociales como asociaciones, movimientos sociales y agrupaciones de personas que faciliten alternativas para vivir mejor en comunidad, actuar como ciudadanos responsables del construir otras condiciones de vida, equitativas, justas y equilibradas para todos. Como lo dice Abromeit (2019) refiriéndose al proceso de cambio social desde los aspectos éticos y estéticos de la teoría crítica marcusiana: “by recovering the non-rational and subjective foundations of society, sociology as a science of reality would also become more conscious of its own role in changing society” (p. 52).

La actitud etho-estética quiere decir el mantenimiento de una vida reflexiva que corre el velo de aquellos vínculos soterrados que se esconden en las relaciones en la sociedad industrial avanzada. Marcuse (2001) retoma a Schiller para decir que:

la investigación busca la solución de un problema “político”: la liberación del hombre de una condición existencial inhumana. Schiller afirma que, para resolver el problema político, “uno debe pasar por la estética, pues aquello que conduce a la libertad es la belleza”. El impulso del juego es el vehículo de esta liberación. El impulso no aspira a jugar “con algo”; más bien es el juego de la vida misma. (pp. 176-177)

Los procesos de intervención psicosocial tienen una conexión con esta perspectiva etho-estética porque invitan a deliberar sobre otras opciones que se oponen a la inequidad, a la miseria, a la marginalidad y a la invisibilización del sufrimiento generado por un sistema creado para la acumulación de los más poderosos y el ahondamiento en las condiciones de precariedad de los más pobres.

En esta misma dirección de la obra de Marcuse, dicen Valencia López y Zúñiga Herazo (2015) que lo estético deriva en:

Aspectos de la autonomía de la persona, donde se preservan las condiciones que hacen posible la existencia del pensamiento crítico, para que no se diluya en las formas cotidianas del consumo, en los hábitos y las costumbres de los sujetos y, en general, en las diversas manifestaciones de la cultura hegemónica de la sociedad de mercado. (p. 100)

Ahora, la actitud etho-estética es mencionada por Marcuse (1969) de la siguiente manera:

La conquista de esta familiaridad inmediata, las “mediaciones” que harían de las diversas formas del arte rebelde una fuerza liberadora en la escala social (esto es, una fuerza subversiva), están todavía por alcanzar. Radicaría en modalidades de trabajo y placer, de pensamiento y conducta, en una tecnología y en un medio ambiente natural, que expresen el ethos estético del socialismo. (p. 53)

Marcuse ofrece la reflexión sobre dos cosas opuestas: primero, una sociedad avanzada que promete felicidad y placer en el consumo, en la construcción de una subjetividad monotemática y unidimensional —como puede leerse en El hombre unidimensional—, dedicada al individualismo y a la predicción del éxito monetario pagando el precio con “una parálisis de la crítica” (Marcuse, 1999, p. 19). Segundo, otra forma de placer que se deriva del análisis de las relaciones sociales y de trabajo que implican un alto nivel de reflexión y que sale del ámbito individualista para llegar a una posición solidaria en la que unos y otros cooperan para generar otro tipo de recurso que no propicia fantasías y necesidades humanas imposibles de cubrir. En este sentido, la actitud etho-estética consiste en generar un cambio cualitativo —el cual se refiere a una transformación subjetiva— de la mano de un cambio cuantitativo —que alude al cambio de condiciones materiales favorables a las personas y a las comunidades—, al servicio del bienestar de los sujetos que conforman una sociedad. Una actitud etho-estética derriba las falsas necesidades que hostigan y obstaculizan una vida social con una distribución más equilibrada de sus recursos.

Para ampliar esta idea del cambio cualitativo y cuantitativo, nos dice Gómez Osorio (2019):

El capitalismo en efecto se ha transformado, pero, dice Marcuse, su transformación ha sido meramente cuantitativa y no cualitativa: mientras la contradicción entre trabajo asalariado y capital siga siendo la que soporta la estructura económica, la explotación capitalista seguirá siendo en esencia la misma, tenga el trabajador cuello azul o cuello blanco. (p. 15)

En palabras del propio Marcuse (2014):

se trata de una sociedad en la cual las nuevas relaciones de producción, y la productividad desarrollada a partir de las mismas, sean organizadas por los hombres cuyas necesidades y metas instintivas sean la «negación determinada» de los que reinan en la sociedad represiva; así, las necesidades no sublimadas, cualitativamente diferentes, darán la base biológica sobre la cual podrán desarrollarse libremente las necesidades sublimadas. La diferencia cualitativa se manifestaría en la trascendencia política de la energía erótica, y la forma social de esta trascendencia sería la cooperación y la solidaridad en el establecimiento de un mundo natural y social que, al destruir la dominación y la agresión represiva, se colocaría bajo el principio de realidad de la paz; solamente con él puede la vida llegar a ser su propio fin, es decir, llegar a ser felicidad. (pp. 9-10)

Marcuse retoma entonces la concepción dialéctica hegeliano-marxista para exponer la oposición o el juego de contrarios que puede mostrarse aparentemente entre las condiciones cuantitativo-materiales y las cualitativo-subjetivas, pero para hacer evidente que ambas están unidas, por eso su condición dialéctica. Para el caso de la intervención psicosocial es importante pensar desde esta dialéctica porque el propósito de la coordinación de acciones que implican los procesos de intervención, acompañamiento, acción o implicación psicosocial le pide a los profesionales psicosociales una actitud de transformación social desde sus acciones de efectos psicosocial, que desde cada proyecto y cada actividad la búsqueda esté direccionada a los cambios cualitativos en las personas para que cuestionen y se posicionen críticamente frente a la fuerza materialista del capitalismo. Pero esto no quiere decir ingenuamente que de este modo sería superado el capitalismo. Lo que quiere decir esto es que toda resistencia al capitalismo se hace desde adentro de él y no desde fuera suyo. Dice Gómez Osorio (2019): “El sujeto de la revolución no puede venir de afuera de la sociedad que pretende transformar, sino que debe ser su negación determinada” (p. 21).

Es importante agregar que la concepción dialéctica hegeliano-marxista que le interesa a Marcuse señalar, y que es retomada para efectos de este artículo, es la dialéctica determinada y no la abstracta. Mientras que la segunda niega por el simple placer de negar y permanecer en un atascamiento incomprensible y abstracto, la segunda quiere negar para llevar cada situación que niega hasta su propia trascendencia y propiciar de este modo un cambio cualitativo. Dicho de otro modo, la sociedad que se quiere alcanzar, cualitativamente hablando, se encuentra en la sociedad que se niega o se crítica.

Ahora bien, lo estético puede entenderse para efectos de este trabajo como una reconciliación entre la sensibilidad y el intelecto, entre placer y razón. Para Marcuse, la estética es mediadora entre el empuje que subyace en las experiencias sensible y artística y la serenidad que ofrece el uso de la razón. Esta reconciliación trae, para Marcuse, una liberación, una experiencia de emancipación. En consecuencia, la intervención psicosocial puede ser leída desde esta actitud etho-estética de Marcuse como una praxis social que busca la transformación de situaciones inequitativas y excluyentes a partir de la experiencia sensible y el uso de una racionalidad emancipadora.

Ahora, frente a la pregunta: ¿cómo se haría esto?, es pertinente enunciar un estudio realizado por Sigalat et al. (2019), cuya tesis consistió en aplicar un proceso de intervención psicosocial desde el enfoque de la Investigación Acción Participación (IAP) en un sector empresarial en la localidad de la comunidad valenciana en España. Este tuvo el propósito de promover y desarrollar estrategias cooperativas y colaborativas capaces de responder a las distintas problemáticas existentes o detectadas por la comunidad y por los investigadores de la Universitat Politécnica de Valéncia y a hacer una producción técnica y estratégica de la experiencia empresarial de enfoque turístico. En este tipo de experiencias puede percibirse que enfoques como la IAP, inspirados en la teoría crítica, pueden conectarse propuestas de intervención psicosocial con el sentido de la actitud etho-estética que se viene comentando aquí desde Marcuse.

Estas palabras de Cuevas (2014) sobre la estética en Marcuse pueden contribuir al cierre de este apartado:

La primera conclusión que sacamos es que Marcuse no realizó nunca un tratado sistemático sobre la estética en toda su trayectoria. Su última obra, La dimensión estética, aun cuando fue la que más se acercó a tal consideración, no podemos compararla con la sistematicidad o profundidad técnica de los grandes clásicos como la Crítica del juicio de Kant o las Cartas sobre la educación estética del hombre de Schiller o la Filosofía del arte de Schelling. Marcuse interrelaciona más el tema estético con otros ámbitos del saber … Sí es verdad que la reflexión sobre la estética aparece diseminada durante toda su obra, ya que en toda ella subyace un proyecto de hombre nuevo en la tradición de la reflexión del “hombre completo” de Herder o Schelling, pero llevado en un principio a la tradición marxista revolucionaria y más adelante a un humanismo libertario. (pp. 113-114)

Consideración final

La pregunta que orientó este artículo fue: ¿cómo puede abordarse la discusión sobre qué es lo psicosocial desde las nociones de mercancía en Marx y la actitud etho-estética en Marcuse? En el primer apartado se introdujeron las nociones de lo psicosocial y la intervención psicosocial y se justificó la relación entre estas nociones con los conceptos de mercancía y actitud etho-estética. La segunda parte se construyó alrededor de la siguiente hipótesis: la intervención psicosocial puede ser entendida como una mercancía en el sentido de que es un objeto externo capaz de contribuir a la generación de satisfactores de necesidades humanas de una índole específica referida al bienestar de las personas. La tercera parte fue elaborada teniendo como hipótesis orientadora la siguiente: la actitud etho-estética marcusiana refuerza la relevancia de la subjetividad crítica que derivaría en propuestas de los profesionales que acompañan acciones psicosociales.

Blanco y Varela (2007) ofrecen una definición pertinente para este escrito porque expresan que “cuando hablamos de intervenir estamos hablando, pues, de una actividad presidida por la solución de un problema práctico que abordamos con la ayuda de una determinada estructura conceptual” (p. 21). Esa solución a un problema concreto necesita de deliberaciones abstractas y viceversa. Por eso, teoría y práctica contribuyen a la configuración y fortalecimiento de un campo disciplinar ya consolidado como lo es el de lo psicosocial. Leer tal campo desde la noción de mercancía, basados en la relación interna entre valor de uso, valor de cambio y trabajo humano abstracto; esto contribuyó a pensar las preguntas: ¿qué es lo psicosocial? ¿y qué es la intervención psicosocial? Ambas desde una perspectiva enfocada en las condiciones materiales. Puede concluirse que los procesos de intervención psicosocial se sostienen en trabajo humano y que al constituirse como una mercancía ofrecen una solución a necesidades humanas, que para este caso están comprometidas con la emancipación de las personas.

La actitud etho-estética derivada de los planteamientos marcusianos es de orden cualitativo y cuantitativo. Sobre lo primero, hay una relación directa con la subjetividad y el compromiso que adquiere un profesional psicosocial cuando se sumerge en campo y se emancipa con la comunidad. Acerca de lo segundo, se alude a alternativas concretas que pueden, desde su contenido pragmático, aportar para la generación de cambios sociales. Ético quiere decir la facultad de compromiso intelectivo y práctico con la comunidad y lo estético guarda el sentido de reconciliación entre los placeres, la capacidad intelectiva y los actos de emancipación social.

Finalmente, también se concluye que el diálogo entre algunos autores tradicionales de la intervención psicosocial con Marx y Marcuse ofrece un aporte que estimula la disposición a diseñar, ejecutar y evaluar proyectos de intervención psicosocial abiertos e incluyentes. Puede dejarse abierta la pregunta sobre cómo continuar pensando el campo disciplinar de la intervención psicosocial desde la articulación con otros campos, conceptos y prácticas que sigan aportando alternativas de transformación en comunidades que requieren acompañamientos y planteamientos de procesos de implicación psicosocial.

Declaración de contribución de autoría

Edison Francisco Viveros Chavarría, investigador principal. Eyesid Álvarez Baena, coinvestigador. Isabel Cristina Vallejo Meriño, coinvestigadora.

Conflicto de intereses

Los autores declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

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Notas de autores

Edison Francisco Viveros Chavarría

Magíster en Educación, CINDE-Universidad de Manizales. Docente de la Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del grupo “Familia, Desarrollo y Calidad de Vida” Medellín-Colombia. Contacto: edison.viverosch@amigo.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0610-4110 Google Académico: https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=00wsl70AAAAJ&view_op=list_works&sortby=pubdate

Eyesid Álvarez Baena

Magister en Intervenciones Psicosociales, Universidad Católica Luis Amigó. Docente de la Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del grupo Integrante del grupo “Educación, Infancias y Lenguas extranjeras” Medellín-Colombia. Contacto: eyesid.alvarezba@amigo.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8119-6938

Isabel Cristina Vallejo Merino

Magíster en Filosofía, Universidad de Antioquia. Docente de la Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del grupo “Educación, Infancias y Lenguas extranjeras”, Medellín-Colombia. Contacto: isabel.vallejome@amigo.edu.co ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9517-887X


1 Este artículo hace parte del proyecto de investigación “Intervención psicosocial con familias. Perspectivas de estudiantes, graduados y docentes de la Universidad Católica Luis Amigó” financiado por la Universidad Católica Luis Amigó