El barrio de lavapiés (Madrid) visto desde la perspectiva patrimonial. Un lugar de resistencia y oportunidad de mejora social1
The neighborhood of lavapiés (Madrid) is seen from the patrimonial perspective. A place of resistance and opportunity for social improvement
María Vanesa Giacomasso, Alicia Castillo Mena
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
Universidad Complutense de Madrid
Recibido: 3 de septiembre de 2020–Aceptado: 31 de agosto de 2021–Publicado: 1 de enero de 2022
Forma de citar este artículo en APA:
Giacomasso, M. V., & Castillo-Mena, A. (2022). El barrio de Lavapiés (Madrid) visto desde la perspectiva patrimonial. Un lugar de resistencia y oportunidad de mejora social. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 13(1), 192-214. https://doi.org/10.21501/22161201.3737
Resumen
En este trabajo se presenta la síntesis de un estudio llevado a cabo en la ciudad de Madrid (España), en torno a las percepciones sociales construidas sobre el barrio céntrico de Lavapiés con base en los valores patrimoniales. El análisis se basó en la identificación de agentes clave y sus significaciones, a partir de una metodología de investigación cualitativa que incluyó la elaboración de un mapeo de agentes, mapas cognitivos y la realización de entrevistas abiertas y en profundidad. El objetivo principal de este trabajo consistió en la elaboración de un diagnóstico actualizado del barrio que pueda ser de utilidad para el desarrollo de propuestas de mejora socioeconómica del patrimonio que permitan la participación de los propios habitantes en la toma de decisiones sobre el mismo.
Palabras clave
Patrimonio cultural; Barrio; Valoraciones; Agentes sociales; Mejora socio-económica.
Abstract
This paper presents the synthesis of a study carried out in the city of Madrid (Spain), around social perceptions built on the downtown neighborhood of Lavapiés based on heritage values. The analysis was based on the identification of key agents and their meanings, based on a qualitative research methodology that included the elaboration of an agent mapping, cognitive maps, and the conduct of open and in-depth interviews. The main objective of this work was the elaboration of an updated diagnosis of the neighborhood that can be useful for the development of proposals for socioeconomic improvement of the heritage that allow the participation of the inhabitants themselves in decision-making about it.
Keywords
Cultural heritage; Neighborhood; Ratings; Social agents; Socioeconomic improvement.
Introducción
Lavapiés es la denominación de una zona urbana (Figura 1) ubicada en el barrio Embajadores, correspondiente al Distrito Centro de Madrid. Su historia está íntimamente relacionada con la de otros barrios que hoy forman el casco antiguo de la ciudad, que nacieron como arrabales fuera de la ciudad amurallada y fueron absorbidos y convertidos en espacios urbanos interiores. Su urbanización tuvo lugar hacia fines del siglo XVI, cuando fue poblándose por habitantes de zonas rurales que sobrevivían a través de una economía de intercambio y desarrollaban diferentes oficios, imprimiéndole al barrio un carácter artesanal (Ruiz-Chasco 2018).
Figura 1. Delimitación de Lavapiés al interior del barrio Embajadores
Fuente: Sitio web del Ayuntamiento de Madrid www.madrid.es
Un punto clave de inflexión en torno a la reconfiguración de su entramado social se dio entre los siglos XVIII y XIX con el primer despegue industrializador de Madrid, a partir del cual Lavapiés se convirtió en un lugar de residencia de importantes flujos migratorios de población, tanto interna como externa (Jiménez-Blasco, 1982). Ello impactó significativamente el contexto social, económico, político y demográfico del barrio, en el cual proliferaron las construcciones a través de las llamadas corralas2 (Figura 2), un tipo de viviendas pequeñas que albergaron a las numerosas familias llegadas en busca de trabajo. En ese marco, Lavapiés se fue consolidando como un lugar habitado por una población con un marcado carácter “popular” y con una infraestructura precaria, a partir de la extensión de la infravivienda3 y la falta de equipamientos básicos que generaron hacinamiento e insalubridad (Ruiz-Palomeque, 1989). Al mismo tiempo, se caracterizó como un espacio donde se intensificaron las relaciones de convivencia intercultural en espacios de uso común (Schmidt, 2012). Parques, plazas, comercios, centros culturales, iglesias, locales, pistas de deportes, centros de salud, se fueron convirtiendo en lugares compartidos de identificación, pertenencia y de encuentro y relación entre los y las habitantes (Figura 3).
Figura 2. Corrala en Lavapiés (1976)
Fuente: Fotografía de Marivi Ibarrola. https://elpais.com/ccaa/2018/05/21/madrid/1526923400_618471.html
Figura 3. Plaza Lavapiés (1983)
Fuente: Fotografía de Marivi Ibarrola. http://www.fotomadrid.com/ver/953
Pese al impulso industrializador definitivo que alcanzó Madrid en la segunda mitad del siglo XX, Lavapiés mantuvo un “tradicionalismo” económico con el predominio de los usos residenciales del espacio y del tejido comercial orientado a la satisfacción de las necesidades cotidianas de sus vecinos y vecinas. La presencia de la industria, de pequeñas dimensiones y baja complejidad tecnológica, siguió orientada principalmente hacia el consumo inmediato y el mercado local (Rodríguez-Rodríguez, 2004).
En las últimas décadas, y de acuerdo con una configuración del barrio como espacio con convivencia de personas provenientes del extranjero4, empobrecido y degradado urbanísticamente (Riesco-Sanz, 2010), se desarrollaron programas de acción para “rehabilitar” la zona, considerada estratégica por su ubicación geográfica dentro de la metrópoli. Así, desde 1997, Lavapiés se declara “Área de Rehabilitación Preferente”, por lo cual comenzó a transformarse a partir de una fuerte inversión pública destinada a realizar mejoras físicas, como la conservación de viviendas y la renovación de las infraestructuras y calles, comprendidas en el Plan de Ordenación Urbana del área centro de Madrid (Figuras 4 y 5). A partir de la sucesión de numerosos planes de intervención, no sólo se rehabilitaron viviendas y espacios públicos del barrio, como la Plaza Lavapiés, el Mercado de San Fernando, la Plaza Arturo Barea, el Parque Casino de la Reina, entre otros, sino que también se crearon nuevos equipamientos, como ocurrió con el teatro Valle Inclán y el teatro Circo Price. Estas transformaciones comenzaron a generar una oferta atractiva para la inversión de capital en la zona y la instalación de nuevas actividades económicas, básicamente comerciales, al mismo tiempo que a motivar el negocio inmobiliario, convirtiendo estas áreas devaluadas en activos mercados de vivienda (Fernández-Álvarez, 2005).
Figura 4. Plaza Arturo Barea y edificio de las Escuelas Pías en rehabilitación
Fuente: Fotografía propia, 2019.
Figura 5. Imágenes de las calles y comercios de inmigrantes en Lavapiés
Fuente: Fotografía propia, 2019.
Como consecuencia de estos procesos complejos, desarrollados en diversos trabajos académicos de investigación (Riesco-Sanz, 2002; Roch-Peña, 2007), el barrio fue atravesando grandes cambios que repercutieron, por un lado, en su nueva imagen de barrio –habitable, comercial, turístico, multicultural en relación a la presencia de extranjeros– y los modos de vida de sus habitantes, y, por otro, en la emergencia de agrupaciones vecinales movilizadas por las intervenciones en los espacios públicos, llevadas a cabo por las políticas de “reparación”. Esto último se relaciona con una alerta creciente sobre los peligros de la llamada gentrificación, que se define como un proceso de transformación multidimensional (social, económico, cultural) que se viene desarrollando en los cascos antiguos de las grandes ciudades a partir de la segunda mitad del siglo XX (Smith, 2012; Perren y Cabezas, 2015), y que tiene que ver con la reinversión de capital por parte de los gobiernos y las entidades financieras, la incorporación de una población con mayor capital económico y cultural, y los cambios en el espacio urbano o en su aprovechamiento como recurso (Sequera, 2013).
Este carácter histórico y transformativo de Lavapiés vuelve de interés su análisis desde la perspectiva del patrimonio cultural a fin de conocer y comprender, en la actualidad y a través de las opiniones y percepciones de los propios actores locales, las significaciones, valoraciones y usos de los espacios dentro del barrio, así como la influencia que las medidas implementadas tuvieron en las dinámicas y experiencias de vida cotidianas. Este conocimiento resulta de suma importancia para sistematizar un conjunto de información que pueda servir de insumo para la elaboración de otras propuestas de gestión cultural que sean más inclusivas y no ignoren la opinión de sus propios habitantes u otros agentes asociados con el barrio.
Aspectos teóricos
El estudio del barrio y sus percepciones se enmarca en las perspectivas teóricas del patrimonio cultural. Este concepto se relaciona con procesos de producción social (Prats, 2000, 2007; García-Canclini, 1999; Rosas-Mantecón, 1998) que, teniendo como base la memoria, el sentido de lugar, la identidad, la creencia, la creatividad, involucran acciones de aprecio, identificación y apropiación de determinados espacios, objetos, saberes, por parte de los actores sociales (Barreiro, 2015). Es muy importante destacar que dicha apropiación nunca puede ser individual, sino colectiva, compartida por un grupo de personas dentro de una comunidad.
Sin embargo, en este proceso complejo, participan diversos agentes que desarrollan sus prácticas patrimoniales de acuerdo a sus propios intereses y fines, con lo cual no existe un único patrimonio, sino múltiples patrimonios dependientes de los actores, las relaciones, los contextos y situaciones (Curtoni, 2015). Esto denota, a su vez, su carácter dinámico, cambiante y emergente, siempre en construcción, dado que los patrimonios no son estables, ni algo dado, preexistentes a las voluntades humanas, sino el resultado de múltiples relaciones, valoraciones y significaciones sustentadas por los diversos grupos de interés.
En este marco, resulta clave comprender las relaciones de poder que atraviesan al patrimonio, pensado como campo de disputa entre narrativas y representaciones dominantes de memoria e identidad (Alonso, 2015) y versiones contrapuestas o alternativas. Por ello, todo proceso de construcción patrimonial aparece entramado de tensiones, diferencias, conflictos y negociaciones. En cuanto a su gestión, actuales debates plantean la necesidad de propuestas participativas e inclusivas de las diversas voces involucradas y sostenidas en trabajos de co-producción del conocimiento sobre los patrimonios y su valorización (Castillo, 2015; Pastor-Pérez y Ruiz-Martínez, 2018). Así mismo, desde una perspectiva de la teoría legal o normativa internacional, debemos considerar documentos como la Recomendación de la UNESCO sobre el Paisaje Urbano Histórico (2011) en relación a la importancia de las distintas capas y la estratigrafía urbana entendida desde lo socio histórico, o la propia Convención del Faro del Consejo de Europa, del valor del patrimonio cultural para la sociedad (2005), que impulsa estos reconocimientos y la importancia que tiene que la comunidad se identifique con lo patrimonializado.
Por otra parte, otro concepto central para este trabajo es el de barrio como escenario de análisis que no puede pensarse aislado, como una realidad auto-contenida e independiente del contexto de la ciudad, sino siempre en relación con esta, con el Estado, con otros barrios. Para Gravano (2003), el barrio no constituye una unidad exclusivamente física, arquitectónica o espacial, sino que debe considerarse en su carácter significante y como un referente en el proceso de construcción de las identidades sociales. Desde la perspectiva de este autor, el barrio no se constituye en representaciones unívocas, sino a partir de la oposición –lo que no es–, y de su contradicción interna, que funciona como peligro de ruptura de la identidad barrial y, en ese sentido, motor interior de su existencia.
De acuerdo con lo anterior, en este análisis se articulan las nociones teóricas de patrimonio cultural, barrio e identidad, a partir de las propias significaciones construidas por los diversos actores identificados, habitantes del barrio de Lavapiés y/o con participación en él.
Aspectos metodológicos
Para la realización de este trabajo se utilizó una metodología de tipo cualitativa basada en herramientas de orden etnográfico (Taylor y Bogdan, 1996; Guber, 2011). En principio se efectuó un mapeo de agentes sociales5, donde se identificó a los principales referentes de Lavapiés de acuerdo a sus historias de vida, ocupaciones y/o participación en diversas actividades u organizaciones dentro del barrio (Figura 1). Para ello fue de suma importancia un relevamiento previo realizado a través de bibliografía académica (Roch-Peña, 2007; Riesco-Sanz, 2010; Ruiz-Chasco, 2018) y de los discursos emitidos por los medios de comunicación (Giacomasso, 2019).
Se trabajó, a su vez, mediante mapas cognitivos (Navarro et al., 2017) para conocer, en una primera instancia, aquellos lugares de uso y significación social más importantes; y se realizaron entrevistas abiertas y en profundidad con la mayoría de los referentes identificados. Se efectuaron un total de 15 entrevistas que incluyeron a: vecinos y vecinas que viven desde hace más de 5 años en el barrio; comerciantes; trabajadores y trabajadores de los puestos del Mercado de San Fernando, característico de Lavapiés; a integrantes del Centro Cultural La Tabacalera6, autogestionado por habitantes de la zona; a docentes y estudiantes del Centro Cultural Lavapiés; y a una funcionaria del Museo de Arte Reina Sofía, uno de los más visitados en toda España y que está emplazado en el barrio.
Cabe destacar que en el proceso de contacto con estos referentes se fue a ampliando la red de agentes y, consecuentemente, la relación con otros grupos, que anteriormente no habían sido mapeadas, tales como: la Asociación “Esta es una plaza”, un espacio verde autogestionado por vecinos y vecinas que desarrollan talleres de jardinería, huerta y carpintería; el colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”, que milita por el derecho a la ciudad y a la vivienda; la Plataforma Orgullo Crítico de lucha contra la lógica patriarcal; y el colectivo Courage de ayuda a inmigrantes sin papeles que habitan en el barrio.
Todas estas técnicas utilizadas permitieron acceder a un conjunto de información con relación a, por un lado, las prácticas, los eventos y espacios de uso e intercambio social dentro de Lavapiés y; por otro, los discursos, significados y valoraciones construidas por los agentes en torno a la trama de experiencias que los involucra con determinados lugares y bienes culturales del barrio.
Desarrollo
Para conocer los significados y valoraciones construidas sobre Lavapiés se comenzó con la tarea de señalar en un mapa los edificios, calles, sitios o zonas de uso e identificación cultural para los referentes locales. Esto funcionó como una herramienta para la representación de espacios con los cuales estos actores se relacionan y en donde transcurre su propia existencia. De este modo se representaron imágenes del medio ambiente o entorno, el cual ya no se entiende como exterior al individuo, sino como un entorno aprendido, adquirido, conocido, reconocido y significado, de acuerdo con las representaciones sociales históricamente construidas y la pertenencia sociocultural (Flückiger y Klaue, 1991). En este marco, esta técnica habilitó la puesta en juego no sólo relaciones sincrónicas con el espacio, es decir, construidas con determinados objetos o lugares de uso y valor en un tiempo presente, sino también diacrónicas, en vínculo con acontecimientos previos y con historias personales y grupales asociadas con dichos lugares.
Como se observa en la Figura 6, varios son los nodos centrales que los actores locales marcaron en el mapa y sobre los cuales produjeron un conjunto de sentidos, valores y significados que desplegaron discursivamente.
Figura 6. Sitios del barrio identificados por las personas entrevistadas
Fuente: Sitio web del Ayuntamiento de Madrid www.madrid.es. Marcación propia.
La Plaza Lavapiés y el Parque Casino de la Reina fueron identificados como los espacios más importantes puesto que aglutinan a los vecinos y vecinas que se encuentran, se reúnen y se entretienen allí: “Son lugar de encuentro y distracción para hacer deportes, divertirse (…) la cancha de baloncesto del Parque Casino la inauguramos nosotros” (Comerciante de Lavapiés, 45 años. Comunicación personal, 25 de mayo, 2019)7; “donde mucha gente se concentra por las tardes”, “La plaza es ese triángulo que todo lo distribuye, todo el mundo está ahí, jugando a las cartas, con música, hablando, cantando” (Auxiliar de taller en el Centro Cultural Lavapiés, 39 años. Comunicación personal, 7 de junio, 2019).
La Plaza Lavapiés se destacó, además, por “ser un cruce de caminos interesante, es como la Puerta del Sol del barrio” (Tallerista en “Esta es una Plaza”, 55 años. Comunicación personal, 27 de junio, 2019) y por ser “un centro neurálgico, un buen termómetro para ver cómo está el barrio” (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”, 53 años. Comunicación personal, 10 de junio, 2019); mientras que en relación con el Parque Casino de la Reina se enfatizó en su valor como “espacio verde, de esos pocos que quedan en Lavapiés y que es importante conservar” (Militante barrial y trabajador en un puesto del MSF, 54 años. Comunicación personal, 4 de junio, 2019).
En términos generales, todas las plazas, también la plaza Nelson Mandela y Arturo Barea (antes Agustín Lara), fueron mencionadas como lugares muy significativos por ser públicos y de acceso común, “lugar de convocatorias, asambleas y homenajes a distintas personalidades” (Directora de Actividades Públicas del Museo Reina Sofía, 53 años. Comunicación personal, 6 de junio, 2019). “Las plazas son esos espacios que hacen esa red de vecinos, espacios públicos en los que tú te vinculas socialmente con otras personas” (Vecina e integrante de La Tabacalera, 39 años. Comunicación personal, 20 de mayo, 2019). Una vecina señaló, además, que son sitios representativos de la idiosincrasia y del carácter histórico del barrio, asociado con el convivir en la calle, fuera de las propias casas:
Los espacios del barrio más importantes son sus espacios públicos, la Plaza de Lavapiés, la Plaza de Arturo Barea y la Plaza Nelson Mandela, estos tres son los sitios paradigmáticos de relación social, son los que más marcan este barrio que se ha constituido en la convivencia en la calle. (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”)
La relevancia de los espacios abiertos, al aire libre, se relaciona con las propias condiciones de habitabilidad que caracterizaron a la mayor parte de la población de Lavapiés, de pequeñas viviendas, con familias numerosas, para las cuales las plazas brindaban un gran servicio: “Estar en la calle era una necesidad, sobre todo cuando hacia buen tiempo, era un elemento de salud pública, era el ratito de bajarte a tomar el sol a la calle, donde los críos jugaban, los abuelos se relacionaban” (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”). En este sentido, se refirió con cierta nostalgia a las plazas, particularmente la plaza Nelson Mandela y Arturo Barea, pasando de ser “plazas blandas” con árboles de gran porte, con césped y tierra, y con infraestructura “muy de barrio” –pensadas para que los y las vecinas las usen y las vivan–, a “plazas duras”, donde predominan el asfalto y los aparcamientos. Estas medidas, implementadas por la Administración de Madrid a través del Plan de Rehabilitación (período 1997-2003) generaron desacuerdo vecinal y fuertes críticas por su falta de participación en las decisiones tomadas (Fernández-Álvarez, 2005).
Cabe señalar también que en la línea de espacios de encuentro se identificó al Mercado de San Fernando (en adelante MSF): “se producen encuentros de públicos los fines de semana, la gente se encuentra ahí, va a tomar cañas, vermú, va a picar algo”, “llevan a los niños que corren por el mercado y la gente está en zona de bares bajo techo” (Tallerista en “Esta es una plaza”); y a la Parroquia de San Lorenzo, que fue evocada por “las fiestas que ahí se engalanan” (Vecina del barrio, 62 años. Comunicación personal, 22 de mayo, 2019), por ser “núcleo de cooperación de migrantes” (Militante barrial y trabajador de un puesto del MSF) y porque “ahí no solo se va a misa, sino que los domingos tú te reúnes y se hacen comidas populares” (Vecina del barrio, 49 años. Comunicación personal, 7 de junio, 2019).
Otro espacio varias veces señalado fue La Tabacalera, que se distinguió como centro social “de autogestión (…) un espacio alternativo, de apoyo común”, en el que “se hacen buenas exposiciones donde la gente participa, los jóvenes se involucran” (Miembro de la Plataforma Orgullo Crítico, 28 años. Comunicación personal, 20 de junio, 2019); “Un lugar de uso del espacio muy intenso, sobre todo del patio, de gente joven que se reúne a pasar el rato, a hablar, a juntarse” (Directora de Actividades Públicas del Museo Reina Sofía); “Un espacio gratuito, autogestionado, al alcance de todas las personas, que abre el campo de relación” (Vecina e integrante de La Tabacalera). Pese a que a la Tabacalera también se la describió con muchos problemas de organización y desacuerdos internos, primó su valoración como un espacio de lucha y resistencia, que se propone pervivir en el barrio como una agrupación popular y autogestiva, al margen de la institucionalidad estatal, y con base en el trabajo colectivo, el reconocimiento de derechos, la ayuda mutua y la solidaridad, continuando así con una tradición de organización laboral que comenzó de la mano de las “cigarreras”.
Por su parte, otros sitios clave, en estos sentidos, fueron: la calle Argumosa, la Asociación “Esta es una plaza” y el Centro Social La Ingobernable, los cuales se destacaron también como espacios que resisten frente a la “gentrificación” del barrio, “espacios de luchas abiertas por el territorio, de reacción popular contra los grandes especuladores económicos (…) de cooperativismo, autogestión y apoyo mutuo” (Integrante del MSF y vecino de Lavapiés, 37 años. Comunicación personal, 31 de mayo, 2019). Cabe destacar que La Ingobernable, al momento de la realización de las entrevistas, se ubicaba por fuera de la delimitación oficial del barrio (ver punto 09-Figura 2)8. Sin embargo, fue identificado como un sitio significativo perteneciente a Lavapiés, marcado en su borde, lo que connota la importancia de las percepciones, asociaciones y valoraciones sociales que se producen sobre los bienes y lugares, independientemente de los límites espaciales y geográficos estipulados.
En cuanto a la calle Argumosa, la misma fue señalada en un doble sentido. Por un lado, como símbolo de “turistización”, un uso privatizado de la calle, con terrazas dispuestas para que la gente se siente a consumir a precios caros, con mucho tránsito de personas con cámara en mano que busca registrar “lo exótico”. Por el otro, como espacio de movilización colectiva y de resistencia frente a los “desahucios” de vecinos y vecinas de la zona que no pueden pagar los altos precios de los alquileres dispuestos por los rentistas y especuladores inmobiliarios.
Por su parte, “Esta es una plaza” fue valorado como un espacio verde de esparcimiento y colaboración, “un lugar de niños y familias”, creado hace aproximadamente 10 años, donde se llevan a cabo diversos talleres cooperativos (jardinería y huerta, taller de reparación de bicicletas, carpintería, reciclaje orgánico). Se trata de un antiguo solar abandonado, propiedad del Ayuntamiento, que primero fue ocupado por un grupo de personas que quiso poner en práctica los saberes aprendidos en un taller de “Huertos urbanos” (que se había llevado a cabo en La Casa Encendida); y luego, cedido por el Ayuntamiento a raíz de un pedido formal realizado por el colectivo que se había formado. En esa situación de espacio concedido, durante ya dos períodos de gobierno se encuentra “Esta es una Plaza”, que se destacó como sitio de organización y gestión vecinal, de distracción y un lugar “no solo en el que hacer cosas (en alusión a las posibilidades que habilitan los talleres), sino un espacio para venir a no hacer nada” (Vecino de Lavapiés). Un miembro integrante de la asociación enfatizó, además, en que la plaza es “para la gente y no tiene fines de lucro”.
No se hacía nada con el espacio, se pensó ponerlo en funcionamiento y darle acceso a la gente del barrio. Lo que le ocurre a Lavapiés es que es un barrio en el centro de Madrid que no tenía parque, salvo el Parque del Casino, y que no era suficiente para cubrir las necesidades de parquismo de este barrio. Alguien decidió que era una buena idea abrir este espacio, siempre desde la perspectiva de la autogestión y de responsabilidad directa de los vecinos, para reclamar de alguna manera el que estuviera abandonado (…) siempre manteniéndolo sin ningún tipo de actividad económica, nadie de los que trabajan perciben un sueldo, no hay ningún tipo de transacción económica.
En correlato con dicha asociación, el Centro Social La Ingobernable también nace de la organización y lucha popular, siendo ocupado en el día de la primera manifestación de “Madrid no se vende”9, y como propuesta disidente de aquel proyecto vinculado con la creación de un museo10. Como centro que ofrece cursos y talleres de poesía, yoga, boxeo, teatro, idiomas, informática, entre otros, se considera un sitio donde “prima el interés popular, que es la vanguardia de la cultura, una herramienta cultural que le permite a la población sobrevivir, construir su identidad, sus propios imaginarios” (Integrante del MSF y vecino de Lavapiés). Un lugar importante como “Terreno en disputa, espacio de movimientos, de cultura alternativa y resistente a la imposición del capital” (Miembro del Colectivo Courage, 26 años. Comunicación personal, 15 de junio, 2019).
Cabe destacar que también se identificó en el mapa a la Eskalera Karakola como un grupo que “recibe al núcleo de autogestión al consumo más antiguo de todo el barrio y dinamiza la red agroecológica de Lavapiés”, “una casa de mujeres feministas, un hilo que lleva 25 años agrupando y poniendo en contacto gente (…) nucleando grupos de autogestión, dinamizando redes” (Militante barrial y trabajador en un puesto del MSF).
Por último, aunque en menos oportunidades también se mencionó a los “coles”, no sólo por jugar “un papel fundamental como elementos de socialización para los críos”, sino porque muchos padres y madres u otros miembros de la familia de estudiantes integran colectivos sociales dentro del barrio.
Espacios de conflicto
Otros espacios que fueron identificados y que habilitaron la reflexión sobre el patrimonio cultural de Lavapiés fueron los llamados “sitios del conflicto”. En este punto se incluye al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que se destaca como institución que ha configurado al barrio, a partir de la década del 90, en su carácter de lugar de ocio y destino turístico global, con consecuencias desfavorables para sus antiguos habitantes, tal como expresaron algunas personas entrevistadas.
Cabe destacar que el “Reina Sofía” forma parte de lo que se conoce como el “Triángulo del Arte” de Madrid, que incluye a otros dos célebres museos: el Prado y el Thyssen-Bornemisza. En ese sentido, se convierte en un recorrido obligado por la ciudad para todo aquel interesado en este tipo de oferta cultural que, además, representa una de las mayores concentraciones físicas de arte no sólo de la península ibérica, sino también de toda Europa.
En este marco, el museo ha sido señalado por distintos actores como “uno de los principales atractivos turísticos”, cuestión que ha sido aprovechada por “grupos financieros para subir los precios de los alquileres de la zona y el costo de vida en general, lo cual expulsa a los propios vecinos” (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”); “El museo es el motor del turismo, la gente viene a Madrid porque quieren venir al Prado o al Reina Sofía, esto está gentrificando el barrio” (Tallerista en “Esto es una plaza”).
Otros espacios mencionados en términos de conflicto fueron, por un lado, La Casa Encendida, un centro cultural de propiedad privada de la Fundación MonteMadrid y, por el otro, el Teatro Valle Inclán-Centro Dramático Nacional, perteneciente al Ministerio de Cultura y Deporte de Madrid. Estos fueron considerados por algunos entrevistados como:
elementos que buscan identificarse con lo moderno y con lo cool (…) y forman parte de proyectos financieros e institucionales más amplios, de cambio de los imaginarios de cómo se conoce la ciudad”, que pretende ser vista cada vez más como “escenario de atracción turística rentable. (Integrante del MSF y vecino de Lavapiés)
En relación con el edificio del teatro y sus intensas remodelaciones y modernizaciones, se enfatizó en que:
cuando lo hicieron fue un shock para el barrio, no tiene nada que ver ni en escala ni en conformación con el lugar (…) fue uno de los primeros agentes que abrazó al barrio en una especie de estrangulamiento por instituciones culturales, un avance del capital económico dentro del corazón de Lavapiés. (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”)
Al respecto, otros vecinos, reconocen que en el barrio
han introducido elementos que no pegan. Ese hotel Ibis, esas habitaciones a 140 y tantos euros, o esas tiendas de ropa cara, no nos pegan, cargan otra identidad al barrio, no me gusta el plan que se tiene para él, no es de gusto de la gente. (Auxiliar de taller en el Centro Cultural Lavapiés)
En términos generales, estos son percibidos como “sitios de la cultura hegemónica”, vinculados a procesos político-económicos globales, que se imponen en el territorio con muchos más recursos económicos, transformando los significados, sentidos e imaginarios socioculturales del barrio y, por lo tanto, re-configurando su identidad.
En esta línea de espacios de conflicto tampoco quedó fuera el Mercado de San Fernando que, aunque considerado un lugar importante de encuentro, también se lo señaló como aquel que paulatinamente fue “transformando sus actividades económicas, de pequeños grupos, incluso familiares, en puestos liderados por grandes inversionistas con capital, que se van haciendo del espacio” (Militante barrial y trabajador de un puesto del MSF).
No obstante, y específicamente en torno al museo Reina Sofía, la directora de actividades públicas reconoció que, pese a “ser una de las puntas de lanza de la gentrificación”, el museo quiere ser un espacio capaz de “cobijar esos debates en torno a la responsabilidad de hacernos escuchas y voceros y participes de otras formas de habitar el barrio que defienda la posibilidad de un barrio no exclusivo, no gentrificado, un barrio para todas”. Por eso destacó el trabajo que se realiza en colaboración con otros agentes públicos, como los colectivos o asociaciones vecinales, a través de lo que llama el “museo situado”, un programa que invita a “agujerear el museo, a cavar túneles, a abrir agujeros o ventanas o puertas en este museo que parece tan impenetrable” y promover su relación con el afuera. Entre las experiencias más significativas recuperó el formato de “voces situadas”, un foro polifónico y circular, donde se invita a discutir sobre temas de interés, a partir de intervenciones cortas que luego habilitan el debate y la discusión abierta. Dentro de este mencionó el encuentro “Traspasar Fronteras”, que surgió de una propuesta de la red Interlavapies, en la cual el colectivo migrante del barrio participó no sólo del debate, sino también a través de una muestra de fotos tomadas por sus propios integrantes.
De acuerdo con lo anterior, y de manera paradójica, el museo puede ser pensado como espacio de conflicto, pero también como:
un campo de batalla capaz de servir de caja de resonancia de debates, de luchas y de actividades accesibles para todos (…) un museo laboratorio que concibe sus colecciones como recursos del común, una forma de patrimonialización que tiene que ver con el compartir, con el generar recursos comunes. (Directora de Actividades Públicas del Museo Reina Sofía)
Significaciones y valoraciones sociales sobre Lavapiés
Además de la identificación de los espacios de interés, en las entrevistas realizadas fueron surgiendo discursos que apelaron a otros conocimientos, significados y valoraciones vinculadas con la historia y actualidad del barrio. En varios relatos resulta recurrente una referencia a Lavapiés como un espacio antiguo y obrero, atravesado por la complejidad y diversidad, esto último sobre todo en referencia a la población inmigrante.
Lavapiés es complejo, es un barrio muy antiguo, era un barrio extramuros, de raíz obrera, cuya población vivía en viviendas muy pequeñas. En el siglo XIX los propietarios burgueses construyen las corralas, edificios que macizan la parcela dejando un patio interior, viviendas sin baño dentro, muy baratas para alojar a toda la masa obrera que en el siglo XIX viene a Madrid (…) un barrio donde convivían propietarios que se instalaban en los exteriores y obreros que estaban en las partes interiores (…) fue originariamente un barrio muy mezclado (…) luego esta esta otra parte del aluvión que es el fenómeno de la inmigración, el barrio de recepción más potente dentro de Madrid, con migrantes procedentes de Bangladesh, africanos, principalmente nigerianos y senegaleses; y luego latinoamericanos, peruanos, colombianos y, sobre todo, ecuatorianos (Integrante del colectivo “Lavapiés dónde vas”. Comunicación personal, 10 de junio, 2019)
Barrio castizo, tradicional, súper antiguo y de clase obrera, pero en el centro de Madrid, lo único que queda de clase obrera en el centro de Madrid, que ya se está perdiendo (…) es muy interesante porque somos muchos mundos distintos en el mismo lugar. Un barrio con mucha inmigración, de Bangladesh, pero también la comunidad gitana, la comunidad blanca de toda la vida de Lavapiés, un barrio callejero y muy olvidado que ahora le están pintando la cara para que la gente vaya. (Miembro del colectivo Courage. Comunicación personal, 15 de junio, 2019)
Su ubicación en el centro de la ciudad aparece como un aspecto valorado, así como también las posibilidades de relación social que habilita, al conservar la intimidad de un pequeño espacio donde priman vínculos de cercanía.
A mi Lavapiés me parece un espacio increíble, que está adentro de la ciudad, y al mismo tiempo tiene formas de relación que se parecen más a las del pueblo, es decir, he vivido en muchos sitios por mi trabajo, por diferentes ciudades de España, y ha sido el sitio en el que más me he sentido vinculada a todos los niveles en todo el barrio y en poco tiempo, tanto a nivel colectivo, movimiento sociales, como con la gente de las tiendas, con los vecinos, sigue teniendo formas de relación que se parecen más al pueblo. (Vecina e integrante de La Tabacalera. Comunicación personal, 20 de mayo, 2019)
Estas relaciones sociales y conexiones se asocian, a su vez, con la emergencia de diversos colectivos que surgen y se concentran dentro del barrio, aunque tejen redes de colaboración más amplias. Se trata de grupos que planifican actividades, prácticas y llevan adelante movilizaciones de lucha ante diferentes problemáticas sociales, propias del barrio o la ciudad en general, tales como el derecho a la ciudad y la vivienda, la especulación inmobiliaria, la discriminación étnica y sexual, el feminismo, la situación de inmigrantes, entre otras, y que encuentran en Lavapiés un lugar para manifestarse.
Aquí se mueve mucho la gente, hay muchos colectivos, sobre el racismo, de asesoramiento a inmigrantes, se movilizan mucho (…), hay un montón de asociaciones por la convivencia, por el reconocimiento. (Profesora del Centro Cultural Lavapiés, 60 años. Comunicación personal, 5 de junio, 2019)
En Lavapiés priman los movimientos por la convivencia, por la tolerancia, luchas por no ser absorbidos por la lógica del mercado, un barrio donde podés comunicarte con la gente. (Vecina del barrio y militante del colectivos de derecho a la vivienda, 46 años. Comunicación personal, 14 de junio, 2019)
Una pata muy importante del barrio son los colectivos, los de okupación, los artistas, los, por así decirlo, off side del statu quo social autóctono español. En el proceso de gentrificación progresivo, Lavapiés le ha puesto freno con masas organizadas, colectivos que resisten, como “Lavapiés, ¿dónde vas?”, organizado en torno a la vivienda y los desahucios (…) se trata de hacer política desde otros lenguajes y de otra manera, atravesada por la creación artística, por la multimilitancia, poniendo la creatividad en el centro como forma de vida y sostenibilidad. (Vecina y militante del colectivo “Lavapiés, ¿dónde vas?”. Comunicación personal, 10 de junio, 2019)
En este sentido, en conjunto con los espacios y sus usos particulares, diferentes actores sociales valoran los aspectos más inmateriales y simbólicos que caracterizan a Lavapiés como territorio en el que varios grupos intentan persistir con un modo de vida y una trama barrial que se construyó con base en la comunicación, el diálogo intercultural y la integración social y, por lo tanto, se impone a las dinámicas globales y a las políticas de Estado que marchan en dirección opuesta a los intereses y beneficios de la población local (Figura 7).
Figura 7. Cuadro sinóptico basado en la perspectiva de los agentes sociales
Fuente: Elaboración propia.
Conclusiones
El patrimonio cultural en este trabajo es una forma más de mostrar la desigualdad y los conflictos sociales que han sido descritos desde otras perspectivas, como se ha sido citado anteriormente, pero también de defender valores del pasado que refuerzan vínculos comunitarios y arrojan luz a otras formas de entender y hacer ciudad en que los habitantes toman un claro protagonismo.
En ese sentido, a través de este trabajo cualitativo, basado en la recopilación de significados, percepciones y relatos construidos por determinados agentes sociales vinculados con Lavapiés, se puede concluir que la identidad barrial –y los bienes culturales asociados– se construyen en la actualidad a partir de dos procesos contrapuestos que responden a intereses diversificados. De un lado, Lavapiés es el barrio de las relaciones, las conexiones entre los vecinos y vecinas, signada por sus espacios públicos, al aire libre donde tienen lugar la reunión, el diálogo, la distracción y la consolidación de lazos vecinales. Dentro de este perfil de barrio, los antiguos trabajadores y trabajadoras, obreros inmigrantes de distintos periodos, encontraron un lugar para subsistir en el centro de la ciudad a precios accesibles, convirtiéndose Lavapiés en un lugar de cobijo para personas de distintas nacionalidades que lograron instalarse a través de actividades, oficios y vínculos de solidaridad, condición que ha perdurado a través del tiempo. Consecuencia de estas relaciones es también la gran cantidad de grupos organizados que existen hoy en día y que luchan activamente por conservar esta idiosincrasia propia del barrio.
De otro lado, Lavapiés es uno de los principales barrios atractivos de Madrid para públicos visitantes, porque conserva esa tradición de barrio antiguo, con una infraestructura que -aún no remodelada como en otras zonas céntricas de la ciudad- lo vuelve exótico y peculiar en comparación con el resto del área. También porque dispone de espacios de ocio y recreación, como los grandes museos, que compiten con otros a escala internacional y que se caracterizan por construcciones monumentales que conviven con las antiguas viviendas más precarias de los y las trabajadoras. Este otro perfil lo ha vuelto foco de atención para inversionistas extranjeros que, ante el empuje del mercado turístico, ven la posibilidad de hacer sus negocios en la zona. Como consecuencia de ello, progresivamente va cambiando el paisaje del lugar, no sólo en cuanto a lo edilicio, sino también en torno a los movimientos, el tráfico de personas, las relaciones, el uso diferente de las calles. Más complejo aún resulta cuando dichas transformaciones impactan en las condiciones de subsistencia y bienestar de sus habitantes que, en las situaciones más extremas, son desalojados o se ven obligados a abandonar el barrio.
En este proceso no son ajenos los conflictos, otro de los aspectos destacados por los y las entrevistadas –y además con fuerte presencia en los medios de comunicación–, que se materializan entre el avance de una dinámica global transformadora del espacio y los estilos de vida del barrio, y la contraparte de masas organizadas que conllevan acciones concretas de resistencia, como las manifestaciones callejeras y la ocupación de sitios.
En tal sentido, Lavapiés, como espacio físico, geométrico, social, cultural y simbólico donde se reconfiguran y redefinen las relaciones socioculturales, se encuentra en pleno momento de tensión entre la lógica gentrificadora y los viejos modos de habitar el barrio que todavía están presentes, así como su propia historia de barrio popular con mucho arraigo en la actualidad. Estos últimos aparecen como usos “deseables” y “rescatables” que se encuentran en “peligro de extinción” y se perciben con nostalgia, causan preocupación y motivan la lucha por que sean preservados y salvaguardados.
En este punto, resulta crucial repensar/revisar los procesos de gestión cultural de Lavapiés elaborados desde planes de gobierno, que han estado en sintonía con políticas de posicionamiento de la capital española a nivel internacional11 y han desatendido las reales necesidades y deseos de los propios habitantes y colectivos barriales. Que tales proyectos contemplen instancias participativas en el proceso de identificación y toma de decisiones respecto del patrimonio cultural del área, sería una manera de tornarlos sostenibles, sobre todo en términos socioculturales y, sin duda, un modo de minimización de los conflictos actuales.
Por ello, siguiendo modelos multidimensionados de la gestión patrimonial (Castillo y Querol, 2014), resulta necesario restablecer un equilibrio entre las estrategias político administrativas, científico técnicas y la dimensión social (habitante y visitante) que claramente esté desequilibrada, siendo la perspectiva ciudadana la más ignorada.
Terminado este trabajo en plena pandemia por la Covid-19, se ha visto cómo la ciudad de Madrid se paraliza por varios meses y el turismo decae, generando como consecuencia que el proceso de gentrificación se detenga en gran parte de forma temporal. Sería importante que se pueda aprovechar este lapsus para repensar qué quiere esta ciudad para uno de sus barrios más castizos, cómo se podría hacer para reforzar la opinión de los colectivos y personas a las que se le ha dado voz en este artículo y que pudieran parecer minoritarios, pero que, sin embargo, configuran los espacios principales, cuya materialidad muestra su huella permanente, respirándose la multiculturalidad en cada calle. Es esta minoría la que se quiere desplazar con la nueva oleada regeneradora del barrio, con la subida de precios y las mejoras de habitabilidad, la que paradójicamente ha hecho al barrio atractivo para el “mercado” y le ha permitido calificaciones como ser “el barrio más cool” del mundo en 2018, según la famosa revista británica Time Out y mantenerse entre los 10 primeros aún hoy día12.
El patrimonio cultural puede ser cómplice de esta gentrificación o, como se ha intentado plantear en este trabajo, ser un elemento importante que ayude a buscar formas más sostenibles para el barrio, si se entiende de una manera multivocal y recoge las visiones alternativas de la historia más local, generando orgullo entre quienes lo habitan y respeto de quienes lo visitan. Con ello se apoyaría la lucha por otros modos de vida que son posibles en nuestras ciudades y que, en vez de resistir o sobrevivir, como todo parece apuntar en Lavapiés, se conviertan en espacios de oportunidad y proyectos piloto para que esta “nueva normalidad” permita el cambio de modelo socioeconómico que tanto se necesita.
Agradecimientos
A todas aquellas personas que generosamente ofrecieron su tiempo para ser entrevistadas y/o consultadas y al grupo de investigación de Gestión del Patrimonio Cultural, donde se inscribió este trabajo, perteneciente a la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Este estudio fue realizado en el marco de una Beca de la Fundación Carolina del Reino de España en convenio con el Ministerio de Educación de la República Argentina.
Conflicto de intereses
Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.
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Notas de autores
María Vanesa Giacomasso
Doctora con Mención en Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. Investigadora Asistente CONICET. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano, INCUAPA, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Programa Interdisciplinario de Estudios de Patrimonio (PATRIMONIA), Olavarría, Argentina. Contacto: vanegiaco05@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1754-877X. https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=0bXwqcAAAAAJ
Alicia Castillo Mena
Doctora en Historia, Universidad Complutense de Madrid, España. Profesora Titular del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense de Madrid. Contacto: alicia.castillo@ghis.ucm.es ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9168-1803 https://scholar.google.es/citations?user=i7FgkccAAAAJ&hl=es
1 Este estudio fue realizado en el marco de una Beca de Investigación Posdoctoral de la Fundación Carolina del Reino de España en convenio con el Ministerio de Educación de la República Argentina (abril-junio 2019). El proyecto aprobado se tituló “Sustentabilidad del patrimonio cultural en el barrio Embajadores/Lavapiés de la ciudad de Madrid. Bases e instrumentos para su gestión a escala local”. Los resultados de la investigación se inscribieron a su vez en el proyecto “Ciudad, patrimonio y museos en España y Latinoamérica: contribuyendo al reto de la cohesión social”. Universidad Complutense de Madrid, 01/01/2020-12/12/2021.
2 Se denominan corralas a las viviendas correspondientes a un modelo de vecindad propio de las clases trabajadoras, de reducidas dimensiones, que descansan sobre un patio central y tienen corredores en su perímetro interior que brindan acceso a las viviendas. El hacinamiento y la precariedad en las condiciones de higiene es una característica de quienes las habitan. Según el Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística (INE) del año 2011, el 56 % de las viviendas del barrio tiene entre 30 y 60 metros cuadrados, una superficie que está muy por debajo de la media de la ciudad.
3 Se considera infravivienda a aquella que carece de las condiciones mínimas de habitabilidad por presentar problemas estructurales, hacinamiento, iluminación y ventilación escasa, carencia de instalaciones básicas, y por encontrarse en un entorno deteriorado.
4 La mayor cantidad de población extranjera en Madrid se encuentra en los distritos Sol y Centro, según indica el Padrón Municipal de Habitantes de la Ciudad de Madrid (2018). El barrio de Lavapiés supera con creces la media de la ciudad y también la del distrito al que pertenece.
5 Se consideran agentes sociales de interés a aquellas personas o grupos de una comunidad que de alguna manera están involucradas o se ven afectadas por lo ocurrido en el barrio.
6 La Tabacalera fue una antigua fábrica de tabacos de la calle Embajadores. Se destaca por haber sido el lugar de trabajo de miles de mujeres conocidas popularmente como “las cigarreras”, que fueron las pioneras del movimiento obrero en España. En la actualidad, este espacio funciona como un centro social gestionado por vecinos/as y activistas de la zona que se encuentra cedido temporalmente por el Ministerio de Cultura. Se considera uno de los más importantes referentes del barrio por la confluencia de proyectos de interés cultural de diferente tipo.
7 Para reservar la privacidad de las personas entrevistas no se utilizan nombres propios. En los primeros testimonios se las identifica a partir de su actividad o relación con el barrio, su edad, y se indica la fecha en que se realizó entrevista. En los testimonios que siguen solo se detalla la primera referencia.
8 Hasta noviembre de 2019 esa fue la ubicación real del Centro Social la Ingobernable, aunque las personas entrevistadas lo señalaron en la línea límite donde termina el barrio, según la Dirección General de Estadística del Ayuntamiento de Madrid. En marzo de este año, el colectivo La Ingobernable tomó otro edificio frente a la Bolsa de Madrid, pero fue cerrado como consecuencia de la pandemia por COVID-19.
9 Representa la red de movimientos sociales de Madrid, construida con el fin de desarrollar estructuras de colaboración popular en la ciudad. “Madrid no se vende” pretenden mostrar/visibilizar a dichos movimientos en el espacio público.
10 En marzo de 2013, el gobierno de Ana Botella cedió el edificio situado en la calle Gobernador 39 a la fundación privada Ambasz para la construcción de un museo de arte y arquitectura, que incluyó una inversión millonaria. Cuatro años después, en el 2017, antes de que llegara La Ingobernable, no había habido ningún avance en este espacio cultural, se encontraba en desuso, pese a que la fundación tenía los derechos de explotación desde el 2013.
11 Ver Plan Estratégico de Posicionamiento Internacional de la Ciudad de Madrid (2012-2015).
12 Ver nota disponible en https://www.timeout.com/coolest-neighbourhoods-in-the-world.