EL PAPEL DE LAS EMOCIONES EN LOS PROCESOS DE RESISTENCIA CIVIL NO ARMADA Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ EN MEDELLÍN1

THE ROLE OF EMOTIONS IN THE PROCESSES OF UNLOVED CIVIL RESISTANCE AND PEACE BUILDING IN MEDELLÍN

Heidi Smith Pulido Varón, Nicolasa María Durán Palacio

Universidad Católica Luis Amigó

Recibido: 20 de noviembre de 2019-Aceptado: 24 de septiembre de 2020-Publicado: 16 de julio de 2021

Forma de citar este artículo en APA:

Pulido-Varón, H. S., & Durán-Palacio, N. M. (2021). El papel de las emociones en los procesos de resistencia civil no armada y construcción de paz en Medellín. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 12(2), 516-536. https://doi.org/10.21501/22161201.3461

Resumen

El presente artículo parte de un diálogo entre la filosofía, la ciencia política y la mirada psicosocial para analizar el papel que los líderes de la ciudad de Medellín atribuyen a las emociones en los procesos de resistencia civil no armada y construcción comunitaria de paz. La investigación asumió una mirada cualitativa bajo el método de la narración testimonial para acceder a la perspectiva de los participantes. Los resultados evidencian que las emociones adquieren una dimensión política asociada a vertientes subjetivas del cuidado, el amor, la alegría, como también del miedo, la ira, la vergüenza y la desconfianza, que, en conjunto, participan en procesos de resistencia civil no armada y construcción de paz en la ciudad de Medellín.

Palabras clave

Emociones; Construcción de paz; Resistencia civil; Comunidad.

Abstract

This article is based on a dialogue between philosophy, political science and the psychosocial perspective, to analyze the role that leaders in the city of Medellín attribute to emotions in the processes of unarmed civil resistance and community peace building. The research assumed a qualitative approach under the method of testimonial narration to access the participants’ perspective. The results show that emotions acquire a political dimension, associated with subjective aspects of care, love, joy, as well as fear, anger, shame and mistrust, which, together, participate in processes of unarmed civil resistance and peace building in the city of Medellin.

Keywords

Emotions; Peacebuilding; Civil resistance; Community.

INTRODUCCIÓN

Desde sus épocas tempranas, en Medellín se hallan condiciones socio-políticas y económicas que la caracterizan como una urbe históricamente enfrentada a problemas de inequidad y exclusión social. Desde la eliminación y esclavitud indígena, pasando por la recepción de inmigrantes y desplazados de la violencia nacional de mediados del siglo XX, los procesos de industrialización y el poblamiento irregular de las periferias, hasta el surgimiento del narcotráfico, el sicariato y el crimen organizado, se han acumulado problemas sociales que han permeado la memoria histórica y el imaginario sociopolítico de los habitantes (Giraldo-Ramírez et al., 2011; Museo Casa de la Memoria, Alcaldía de Medellín, 2015).

Estas situaciones no sólo derivaron una lábil relación con los gobiernos estatales, en razón de su ausencia e incapacidad para gobernar y mantener un orden social, jurídico y político en los territorios, sino también un acostumbrado carácter belicoso en la forma como se arbitran los conflictos urbanos (Jaramillo, 1996; Jaramillo et al., 1998; Vélez, 2001; Franco, 2000; Nieto & Robledo, 2006; Alonso, Giraldo & Sierra, 2006; Blair, Grisales y Muñoz, 2009).

A la par de las constantes violencias urbanas ejercidas por diferentes actores ilegales y el mismo Estado, en la trayectoria de la ciudad se pueden reconocer diversidad de acciones de resistencia no violenta que las comunidades, colectivos y personas desplegaron en diferentes momentos. El Centro de memoria Histórica (CNMH, 2017) sitúa tres periodos para caracterizarlas, a saber:

1) Entre 1982 a 1994, cuando se dan acciones colectivas orientadas a la defensa de los derechos humanos y el derecho a la vida. Las acciones de resistencia lideradas por doña Fabiola Lalinde y su operación Sirirí, el colectivo Los Amigos de José Mejía, ambos desaparecidos forzosamente, el asesinato de Héctor Abad, cabeza del Comité de Defensa de Derechos Humanos (CDDH), la Constitución Política del 91, el “pacto social” que convocó diferentes sectores de la ciudad, la implementación de la Mesa de Trabajo por la Vida y la Convivencia, la Red Juvenil, entre otros elementos, marcaron hitos importantes en ese momento.

Se destaca, igualmente, que frente al miedo, la inseguridad y la vulneración de derechos, en diferentes lugares de la ciudad se gestaran respuestas comunitarias mediadas por el arte y la apropiación de los espacios públicos. En el barrio Moravia (comuna 4), en improvisadas casetas comunitarias se desarrollaron festivales, “ollas comunitarias”, sainetes, jornadas de cantos, poemas y demás apuestas culturales que canalizaban profundos descontentos con un Estado opresor que no resolvía las condiciones de miseria de las poblaciones periféricas de Medellín. En la comuna 6 surge la Corporación Para el Desarrollo Picacho que aglutinó diversidad de organizaciones territoriales en pro del mejoramiento de la calidad de vida. En la comuna nororiental, Barrio Comparsa buscaba, a través de manifestaciones artísticas, recuperar el territorio y romper las fronteras invisibles en barrios como Villa Guadalupe, La Salle, San Pablo, San Blas y El Jardín. De manera similar operó en la comuna 2 la Corporación Cultural Nuestra Gente, y con significatividad especial irrumpe en el centro de Medellín el Festival Internacional de Poesía.

2) Entre 1995-2005 se tenía un buen terreno abonado por grupos sociales diversos que desde los ochenta abogaron por el reconocimiento del conflicto armado y la necesidad de que el Estado se ocupara de las víctimas que dejaba. Jóvenes, mujeres, madres y desplazados, apoyados por algunas ONG, lideraron tomas de vías y espacios públicos para reclamar al Estado y la sociedad civil el reconocimiento y adecuada atención al fenómeno del desplazamiento y el secuestro extorsivo, fenómenos que se articularon a dinámicas del conflicto nacional. En particular, las mujeres víctimas se hicieron especialmente visibles con los procesos de la Ruta Pacífica de Mujeres y Mujeres de Negro, que se pronunciaron frente a la compleja situación de desapariciones en la comuna 13 y los estragos de las operaciones Orión y Mariscal; a estas se sumaron las Madres de la Candelaria y sus procesos de denuncia pública y política bajo la idea de autorreconocimiento como mujeres, madres, víctimas de la violencia.

3) Entre 2006-2014 se incrementan las iniciativas de memoria y resistencia al olvido, favorecidas por la reducción y la transformación de las lógicas violentas, así como por los acuerdos y negociaciones con los paramilitares. Las respuestas institucionales y la visibilización de las víctimas en el espacio político sirvió como oportunidad para contar el conflicto y reivindicar la memoria a través de acciones en la esfera pública y política como también en la vida cotidiana, impregnada de estéticas urbanas alternativas, diversas y denunciantes, como, por ejemplo, la música hip hop, los murales y el grafiti.

Este panorama de resistencias no armadas en Medellín revela un gran potencial de autonomía en la ciudad frente a lógicas economicistas, estatales o violentas que, por diversos medios, han intentado dominar, silenciar, homogeneizar y mercantilizar los territorios. El fortalecimiento del tejido social de Medellín, impulsado por las mismas comunidades, ha demostrado el poder de las interacciones microsociales que se articulan a coyunturas socio-políticas y movimientos globales con apuestas alternativas a la violencia.

En el despliegue y las narrativas de estas formas de resistencia es posible identificar lo que Nussbaum (2012) reconoce como emociones políticas, las cuales tejen una trama intersubjetiva que ha podido elevar propósitos y sentires personales o minoritarios a la esfera de lo público y lo político, en pro de relaciones más equitativas y dignas. En estos términos, las necesidades sentidas de solidaridad, defensa de los derechos, apuestas territoriales de diferentes poblaciones de Medellín expuestas de manera directa o indirecta a los actores ilegales y sus prácticas, condensan también emociones políticas de simpatía, benevolencia, compasión, así como también de vergüenza, miedo y repugnancia, que constituyen un foco de comprensión necesario para fortalecer los procesos de construcción de paz y reconocimiento de la otredad.

Esto último implica una profunda evaluación del andamiaje cultural e intersubjetivo que sostiene aspectos morales, referentes identitarios, representaciones y creencias que operan en vida social de la ciudad, lo cual se hace indispensable en tiempos del posacuerdo, escenario que demanda acudir y favorecer nuevos repertorios interpretativos (Molina, 2017), estéticas y recuperación de emociones políticas favorables a la convivencia. Las diferentes formas de resistencia civil no armada, expresadas con sutileza en lo cotidiano, condensan posiciones alternativas, contrahegemónicas, autónomas, críticas y creativas, y representan apuestas por la dignidad, la convivencia, el disfrute de lo público y el derecho a la diferencia.

Reflexionar en torno a la resistencia implica, en perspectiva de Foucault (1988), atender el poder como un elemento disperso en toda la red social, dotándola de movilidad, capacidad creativa y transformadora. Así, la resistencia implica choque, contradicción, presión y tensión, sin que por ello tenga connotaciones negativas o necesariamente violentas; no obstante, como acción de naturaleza social, ocurre en el marco de un contexto que le confiere atributos y significados que la legitiman o no. Además, los sujetos que asumen las acciones de resistencia no armada lo hacen en un tejido social que incide en la lectura de las condiciones y situaciones que enfrentan, así que no es posible pensarla “desde fuera de un tejido de significados socialmente construidos, sin la ayuda de un trasfondo de habilidades socialmente construidas, prescindiendo de un conjunto de objetos socialmente construidos” (Ibáñez, 2001, p. 198).

En este sentido, hacer resistencia implica un enfrentamiento relacional frente a los asuntos de poder, dominio y control. El poder no se transfiere de manera desinteresada (Freire, 2007), obtenerlo deriva para el sujeto en una constante lucha para defenderse y demostrar su capacidad de oposición y visibilización, de modo que lanza un desafío a quienes encarnan el dominio mismo que, a la manera enunciada por Kelsen (2014), representa un claro ejercicio de libertad que reclama la posibilidad de contradecir el orden de las cosas en procura de un abanico de opciones diferentes en términos prácticos y políticos.

Es importante anotar que no todas las acciones comunitarias o institucionales constituyen formas de resistencia no armada. Existe una diversidad de iniciativas colectivas que aportan significativamente a la generación de una cultura de paz y a la sensibilidad social para la noviolencia en diferentes ámbitos, pero no siempre expresan una posición política que denote inconformidad, presión o rechazo a formas dominantes del poder, y, sobre todo, que impliquen una ruptura desde la libertad de los sujetos, en perspectiva crítica y autónoma.

En las expresiones de resistencia civil no armada hay estrechos vínculos con la construcción de paz, porque denotan capacidades de las comunidades para producir tramas intersubjetivas que se imponen ante las mentalidades guerreristas, el miedo y la incertidumbre. Pueden resultar insuficientes y románticas ante una mirada maximalista de la paz, cuyo fundamento yace en creencias dogmáticas y en un sujeto ideal, que demanda radicales transformaciones en las estructuras y sistemas económicos para la justicia social; visión que, retomando a Spinoza (1986/1670), no apela por una política que pueda llevarse a la práctica, sino a otra que, o debería ser considerada como una quimera, o sólo podría ser instaurada en el país de la utopía.

Estas líneas apuestan por una visión de política que excede los marcos formales o jerárquicos de un territorio para situarla en una dimensión que compromete a todo sujeto frente a asuntos como la libertad, la dominación y el poder. Así pues, tiene un carácter relacional que se asocia a lo colectivo, lo común y la acción conjunta en procura de emanciparse de condiciones que aparecen con la fuerza de lo inexorable e inmodificable (Tatián, 2006).

Siguiendo a Spinoza (1986/1670), la política, aquello que acontece entre los hombres, no puede comprenderse por fuera de los afectos humanos como el amor, el odio, la ira, la envidia, la gloria, la compasión y las demás afecciones del alma, las cuales deben identificarse, no para detestarlas, ridiculizarlas o lamentarlas, sino para entender lo difícil que resulta construir un Estado pacífico y conforme al derecho. Así, en la política participan inevitablemente las pasiones, pero el poder de la razón permite moderarlas, aunque este sea un camino extremadamente arduo (Spinoza, 1986/1670).

Lo expuesto aquí permite entender los ejercicios de resistencia no armada como actos políticos que contribuyen, al menos desde una visión intermedia de la paz (Rettberg, 2013), a desmotar el andamiaje intersubjetivo en el que descansa el entramado cultural y simbólico de la violencia, logrando con ello movimientos que impactan en la agenda pública y política. Uno de los elementos que configura este andamiaje intersubjetivo y que participa en los ejercicios de resistencia no armada y construcción de paz son las emociones, expresadas no solo en términos motivacionales o en afectos derivados del movimiento, sino como núcleos de la vida social desde los cuales se fundamentan posiciones políticas hacia uno mismo, el entorno y el otro.

En particular, la apuesta filosófica de Nussbaum hace una relectura de los planteamientos estoicos y aristotélicos para atender a las emociones vinculadas al cultivo de la virtud. En la visión estoica, las emociones emergen como un tipo de juicio evaluativo (krisis) o creencia (doxa), que limitan y entorpecen el ejercicio de la razón, en tanto introducen estados de descontrol y respuestas inadecuadas. Así, el hombre virtuoso no cede al influjo de las pasiones y tendría la capacidad y la libertad para lidiar con estas perturbaciones (ataraxia) y sostenerse inmune frente al placer o el dolor (apathia) (Nussbaum, 2003). Específicamente en la propuesta de Spinoza, el componente emocional que representa un mayor desafío es el de las pasiones, especialmente las más negativas y agitadas, las cuales constituyen un mal porque son afectos provocados por un cuerpo externo con una dinámica, naturaleza y fines que no son propios. Bula (2008), retomando el concepto de conatus de Spinoza, explica la inseparabilidad de la experiencia mental, física y emocional, pues a las mismas las atraviesa una tendencia o esfuerzo subyacente del ser, de modo que la sustancia (potencia de obrar) es un proceso autoasertivo cuya esencia es el deseo.

De la perspectiva estoica, Nussbaum (2008) retoma la noción de juicio para subrayar el carácter cognitivo-evaluador y revelar un contenido político indispensable para pensar los asuntos éticos que se ponen en juego en diferentes escenarios de la vida pública, pero acude a la vertiente aristotélica, especialmente al juicio eudamonista, para asumir las emociones como potenciales aliadas de la construcción moral y el florecimiento humano. Para Aristóteles, las emociones están asociadas con ciertas creencias (doxai) y juicios (hypolepsis) que permiten el cultivo de la virtud y el carácter, porque remiten a la valoración de las situaciones y personas, en consonancia con lo que significa para mí vivir plenamente, vivir bien, trascendiendo la posición utilitarista de la vida (Nussbaum, 2008).

El proyecto filosófico de Nussbaum aboga por posibilidades de cultivar las emociones en la vida pública y comprender desde ahí el desarrollo moral y las potencialidades de construir un proyecto ético de sociedad que favorezca el encuentro con la otredad a través de la compasión, la alegría y el amor. El cultivo de estas emociones en dimensiones cotidianas y en territorios ávidos de paz puede significar un punto de partida significativo para las comunidades. A esto subyace una visión ética spinoziana que apela por la educación del deseo a través del conocimiento de uno mismo y del entorno, en el sentido de lograr cada vez mayor autonomía: “(…) el hombre alcanza el más alto grado de autonomía, cuando se guía al máximo por la razón” (Spinoza, 1986/1670, p. 118). Esta libertad no es solo poder elegir, sino poder tener las condiciones para hacerlo, deducidas de un Estado capaz de garantizar la paz, los derechos comunes y la seguridad de la vida.

De acuerdo a lo anterior, la paz no se reduce a la privación de la guerra, sino que se concibe como una virtud que brota de la voluntad consciente de realizar aquello que, como sociedad y por Constitución, se decretó como obligatorio, una apuesta que atañe a todos los ciudadanos y que implica una urdimbre donde se complementan y tensionan hilos de poder, libertad, dominio y resistencia. En coherencia con lo hasta aquí expuesto, este documento presenta un abordaje a líderes comunitarios de diversos sectores de la ciudad de Medellín en cuyas narraciones se pueden reconocer emociones políticas que actúan como móviles para la construcción de paz. Acudir a esta población se fundamenta en la potencia que representa la figura del líder comunitario en la dimensión práctica de construcción de paz y los ejercicios de resistencia civil no armada, así como en la vulnerabilidad que asumen en las dinámicas del conflicto y el posacuerdo.

MÉTODO

Los análisis y comprensiones presentados en este trabajo derivado de investigación, surgieron de una indagación con diseño cualitativo orientada fenomenológicamente y con desarrollo metódico en la narrativa testimonial, camino posible para conocer fenómenos tales como la construcción comunitaria de paz, cuya configuración solo puede hacerse desde el marco referencial de los sujetos, en este caso colectivo, que han vivido el trauma de las violencias cotidianas y extracotidianas en el contexto de guerras urbanas que se han reconfigurado a través del tiempo en los territorios de Medellín y su área metropolitana.

La matriz de comprensión necesaria para reconocer cómo es posible construir paz comunitaria es el mundo de la vida (Husserl, 2016/1907), el mundo vivido con sus significados propios y escenario fundante de un conocimiento emergente y auténticamente situado. Estos conceptos constituyeron los referentes básicos para la elección del enfoque fenomenológico, desde donde se contempló el objeto de estudio y se usó la narrativa testimonial (Martínez, 2004) como camino intencional para aprehender en el lenguaje de los 21 líderes comunitarios, participantes en la investigación, las vivencias de la guerra urbana en su territorio, lo que suscitó sus convicciones sobre la inutilidad de la violencia y la necesidad de vivir pacíficamente, a pesar de los inevitables conflictos que supone el vivir juntos.

La selección de los líderes se realizó siguiendo la técnica de elección a conveniencia, de modo que se conformó un grupo heterogéneo en su caracterización (20 mujeres y un hombre, entre los 25 y 60 años de edad), pero con experiencias comunes de liderazgo comunitario e iniciativas para la construcción comunitaria de paz con distintos grupos poblacionales en el territorio de la comuna 4. Durante 4 meses se realizaron encuentros semanales de aproximadamente 3 horas, para dialogar en torno a vivencias relacionadas con violencias urbanas, experiencias de resistencias no violentas, así como con los retos y oportunidades que percibían en la cotidianidad de sus contextos barriales frente a la construcción de paz comunitaria. Siguiendo la inspiración de la narrativa testimonial se recogieron, mediante grabaciones y posteriores transcripciones, las voces de actores sociales que anhelaban que sus testimonios sirvieran para mover a otros (lectores) a la acción colectiva de construir paz en comunidad.

Luego de ser recogidas y transcritas, las narrativas se analizaron siguiendo la lógica del análisis de la teoría fundamentada para hallar, como acción última, los sentidos y significados fundantes de la interpretación de un mundo vivido sesgado por la violencia, en tránsito hacia un mundo posible con convivencias pacíficas. El análisis e interpretación se realizó en 3 niveles de estudio: protocolar, identificación de unidades temáticas o categorización y estructuración (Strauss y Corbin, 2002).

En el nivel protocolar se organizaron las transcripciones siguiendo el hilo conductor de registro de testimonios por temas, es decir, agrupación de las declaraciones por tópicos o unidades temáticas abordados en cada encuentro. Posteriormente se identificaron las ideas centrales de cada testimonio en los tópicos. El resultado de este proceso se sometió a un proceso de reducción de la cantidad de datos emergentes que se convirtieron en conjuntos de afirmaciones utilizadas en un segundo nivel para construir categorías y subcategorías con propiedades descriptivas, mismas que luego se relacionaron siguiendo nexos de asociación por semejanza, diferencia y contigüidad, lo que permitió la emergencia de categorías más amplias y comprensivas, y, así, la estructuración de ideas explicativas fundamentadas en las narrativas testimoniales de los líderes, cuyos resultados se desarrollan en este texto.

RESULTADOS

Emociones negativas, el triunfo del conflicto

Entre los participantes de la investigación se sitúa una perspectiva relacional para explicar la generación de emociones negativas2 tales como odio, miedo y rencor. Expresiones como “lo que más provoca que no exista la paz es la desigualdad, porque provoca batallas, peleas y guerras, ya sean por poder o conseguir algo que no se tiene” (L1, comunicación personal, agosto de 2018)3 denotan que las condiciones de orden psicosocial, marcadas por las carencias materiales y la deprivación afectiva, operan como detonantes importantes para emociones negativas:

el victimario se hace en la pobreza, el desempleo, el no tener dinero, junto con la permisividad y abandono familiar, sed de poder, de tener un arma, de llevar el mando él, la bronca contra el Estado, no vivir donde quiere vivir, tener una buena pinta como dicen ellos. (L5, comunicación personal, octubre de 2018)

Así, las emociones se sujetan a relaciones y dejan de ser atributos individuales de carácter cognitivo o neurofisiológico y se enlazan a elementos de la interacción social que se dan desde niveles de socialización primaria. Lo que permite indicar que la existencia de emociones negativas tiene que ver con vivencias afectivas que se han cultivado desde momentos tempranos de la vida, con figuras cercanas y en condiciones de desigualdad y pobreza.

Si uno es solidario con el otro no va a disparar, uno dispara cuando el sentimiento es de odio o de repulsión hacia otro ser humano o grupos sociales, y eso no es de uno, la familia, el barrio y la escuela también enseñan eso cuando son muy malas. (L2, comunicación personal, agosto de 2018)

La desigualdad social y los matices que expresan en todas las dimensiones vitales es para los líderes la principal fuente de emociones negativas porque instala profundas brechas afectivas entre unos y otros, limitando las posibilidades de cuidado, empatía, amor y compasión, asuntos fundamentales en el cultivo de la paz. Estas emociones negativas, que aparecen asociadas a la violencia y el conflicto armado, se remiten fundamentalmente al odio y el rencor, y son expresadas tanto por las víctimas como por los victimarios, lo cual denota un círculo vicioso que impide la ruptura de las comunidades con mentalidades guerreristas que operan en todas las dimensiones de la cultura: “Yo creo que los que están en contra de la construcción de paz se refieren a la necesidad de vengarse del otro y ahí entran muchas veces víctimas y victimarios” (L3, comunicación personal, noviembre de 2018).

Desde estas emociones se obturan y limitan las posibilidades de empatía, de modo que el repertorio de respuesta social se estrecha hacia acciones vengativas que permiten cosificarse, a sí mismo y al otro, y con ello dañarlo, o al menos excluirlo de sus radios de acción cotidianos. Las emociones negativas, en términos políticos, no favorecen el encuentro y las oportunidades de paz, tal como señalan varios participantes: “si uno tiene odio, rencor o demás, simplemente uno cierra y no acepta las condiciones de los demás, y así es imposible vivir bien” (L2, comunicación personal, agosto de 2018). Otra líder expresa: “no puedo hacer sentir tristeza o rabia para que después lleguen a un acuerdo, porque no son sentimientos que permitan aportar al otro, convivir con el otro, comunicarle al otro” (L5, comunicación personal, septiembre de 2018).

Este componente emocional, según los participantes de la investigación, ha sido reconocido por sectores hegemónicos dando lugar a manipulaciones, propaganda de miedo y rencor, con lo cual se sostiene el poder en discursos que conciben la paz desde las acciones armamentistas y el sentido de justicia vengativo, caminos muy distantes de la reconciliación, la verdad y la reparación:

El papel de las emociones fue clave para la derrota del plebiscito y para la coyuntura y la posterior elección de las personas que no están de acuerdo con el acuerdo de paz; mire uno de los gerentes de la campaña del no, decía que toca llevar a votar a la gente con odio, miedo y con ira, eso es lo que dice que el conflicto ganó. (L5, comunicación personal, agosto de 2018)

En estos términos, para los líderes participantes las emociones del conflicto y la violencia han instalado expresiones emocionales que tornan a la población fácilmente manipulable por los diferentes actores del conflicto. La continua exposición de las comunidades a vulneraciones, amenazas y vejámenes, en distintos escenarios y a lo largo de su experiencia vital, redundan en que el miedo y el odio operen como directrices de su hacer político y en la forma de concebir la paz.

Entre la ambivalencia afectiva y el ‘perdón condicionado’

Se puede identificar, desde la visión de los líderes, una vivencia emocional ambivalente hacia asuntos relacionados con los actores del conflicto. Por un lado, en su percepción, la víctima sale de lugares pasivos que la inmovilizan, para situarse desde una acción política que le permite ir hacia la búsqueda de la verdad y la reparación, proceso en el que participan emociones relacionadas con el amor, la alegría y la compasión. Por otro, esta movilidad también se origina en vertientes del odio y la venganza, evidenciando heridas abiertas de la violencia que impiden procesos auténticos de perdón y reconciliación. De allí, que el perdón emerja como un proceso incipiente que aún está condicionado al agente externo que lesionó y vulneró, en la medida que se da si este demuestra y evidencia actitudes de cambio, como indica una de las participantes: “Muy duro, ya nos ha tocado, hay que ser realistas, hay que ser hipócrita, yo no puedo tener poder para esas personas, pero sí puedo ir haciendo diálogo con ellos, como sensibilizarlos (L1, comunicación personal, agosto de 2018).

Parafraseando a Arendt (2009), perdonar implica un nuevo comienzo. El sujeto capaz de perdonar no necesariamente acepta la cercanía del otro en su experiencia, pero tiene la posibilidad de desligarse del daño causado y no conectarse con la dimensión destructiva del otro, lo cual puede ser leído en términos de autocuidado. Para los participantes de la investigación, el compromiso de la no repetición, la promesa del nunca más, es la mayor evidencia de la actitud de cambio en las personas que han causado daño a la comunidad:

Muchos de los desmovilizados o victimarios han entrado en procesos muy interesantes con la comunidad, esa es una persona para respetar, acompañar y fortalecer. A otros no les ha importado nada, siguen su vida normal, igual se les trata, pero ya con recelo porque han faltado a su palabra, no cumplieron su promesa y eso duele. (L8, comunicación personal, agosto de 2018)

Así, la promesa y el compromiso de la no repetición del daño aparece en el discurso de la mayoría de los líderes como los dispositivos más importantes de justicia. La falta a la promesa y el abuso a la confianza concedida aparecen como una dimensión sentida emocionalmente, contradiciendo los ánimos de paz y dando lugar a emociones negativas: “Yo me sentiría indignado al saber que esa persona aún sigue participando de procesos comunitarios, pero me seguiría sintiendo con mucho dolor si esa persona no puede reconocer sus errores frente a la comunidad que dañó” (L3, comunicación personal, octubre de 2018); “Me siento impotente al poder saber que esa persona puede seguir generando daño, pero también me siento con tristeza al no poder ser capaz de confrontar esa persona y poder decirle cuantas cosas” (L4, comunicación personal, octubre de 2018).

En estos términos, un escenario urbano tan complejo y tensionado como Medellín amerita la permanente apuesta por la reconstrucción de la confianza, vertiente ampliamente ligada al perdón y la reconciliación, pero no abordada como una dimensión absoluta, ingenua y estática, sino como una apuesta donde lo falible se halla vigente, por la misma condición humana, considerando que los procesos de construcción de paz en el país históricamente se han dado en medio del conflicto y sus constantes reconfiguraciones, que son percibidas por las comunidades y especialmente por las víctimas:

Las víctimas tienen mucho miedo, aquí nos han quitado muchos seres queridos, se han ido unas, otras han vuelto porque se les genera confianza, pero hay miedo, se bloquean emocional, psicológicamente, y es normal, porque muchos que decían que iban a cambiar no cambiaron y están peores. (L1, comunicación personal, agosto de 2018).

Sentir para sobrevivir a la dureza de lo cotidiano

La resistencia es entendida por los líderes no solo como oposición socio-política, sino en términos emocionales ligados a la empatía, el amor y la alegría de la interacción cotidiana. Resistir sin violencia es una fortaleza emocional porque ocurre en contextos marcados por disputas territoriales violentas, ausentismo estatal y desencuentros en lo público y lo privado, con rostros de víctimas y victimarios. No obstante, para los líderes no es una condición indispensable compartir la vivencia dolorosa para luchar contra la violencia “Yo creo que el sentimiento que impulsa a casi toda lucha es el sentimiento de empatía… no lo hacemos porque hayamos vivido eso, sino porque nos solidarizamos con la situación de esas personas” (L2, comunicación personal, septiembre de 2018).

En efecto, para los líderes participantes, se es empático no solo porque existan situaciones compartidas de dolor y sufrimiento, sino porque se logra leer al otro y entender su necesidad de cuidado. Así, resistir a la violencia se traduce en opciones de amar, ser compasivo y disponerse con alegría al encuentro con el otro, pese a las reservas y temores. Para ello los líderes impulsan, con sus comunidades, una diversidad de estrategias con ánimo de convivir mejor y garantizar la dignidad en sus territorios:

La comunidad hace resistencia, como te digo, con las músicas urbanas, con los grafitis, la apropiación de los espacios como la cuadra y el parque, porque saliendo a jugar y a conversar en la acera otra vez, uno enfrenta el miedo. (L5, comunicación personal, agosto de 2018)

También son consideradas como iniciativas que aportan a la paz, las actividades de integración mediadas por la lectura y el arte con grupos poblacionales en alto riesgo de vulnerabilidad, como niños, mujeres y jóvenes. Para los líderes, estas acciones encierran un alto potencial para la paz, pues se originan en la voluntad para actuar y limitar el daño, un claro ejercicio de libertad enarbolado desde las posibilidades de transformación de sus entornos:

Lo que uno realiza en el barrio son actividades de integración entre las personas del mismo barrio, para, pues, generar confianza. El trabajo con los niños y la lectura, por ejemplo, permiten mejorar la convivencia, son formas [con las] que, con seguridad, se puede construir paz. (L6, comunicación personal, noviembre de 2018)

Estas son acciones políticas, autónomas, creativas, sin mediaciones racionales elaboradas, pero con la intencionalidad de producir movimientos que rompan las rutinas de las precariedades, las violencias y la desconfianza. Son iniciativas sutiles que procuran otras formas de interacción, más justas, alegres e incluyentes desde la libertad, la creatividad y el deseo de quienes las jalonan:

Creamos sinergia entre algunos habitantes de la comuna 4 y formamos unas mesas o colectivos para poder empezar a generar confianza con el otro. Yo los invito a tomar el algo, a comer empanadas chiquitas, al festival de la cometa… y hablamos de todo lo del barrio y de temas de paz, y eso ayuda a tener fe. (L4, comunicación personal, noviembre de 2018).

Esta preocupación que sale de la esfera personal y sintoniza con el otro, su sentir y necesidades, es posible cuando se ha incorporado a la visión de cuidado, de modo que la resistencia cotidiana se asocia a la vivencia afectiva y el impulso de cuidado.

Cuidado y conocimiento de sí

Esta categoría tiene una amplia relación con el desarrollo moral, por cuanto alude a las capacidades de hacer(se) el bien. Tanto el cuidado como el conocimiento de sí tienen una injerencia más allá de lo privado y se ligan a dimensiones económicas, públicas y políticas.

En efecto, cuidar de sí no se reduce a prácticas higiénicas ni a una dimensión biológica exclusiva de lo femenino, aunque los dispositivos sociales procuren un mayor desarrollo de habilidades de cuidado en las mujeres; por el contrario, expresa una capacidad autentica de permitir cercanía y preocupación por el otro, rebasando intereses individuales para aportar a la construcción de confianza y tejido social, de tal modo que al lesionarse la capacidad de cuidado del sujeto, se abren puertas para dañar y menguar las posibilidades de encuentro y respeto con los otros y el entorno:

Pienso que al victimario lo mueve la venganza, que genera odio, en anomia, en no importar la vida, ni la propia ni la del otro, porque también hacen daño ambiental, a la naturaleza. No saben cuidar ni a ellos mismos. (L5, comunicación personal, agosto de 2018)

Los líderes reconocen que, en la ciudad, como en el resto del territorio nacional, existen lógicas que alimentan las violencias y pobrezas de los ciudadanos, a las que subyacen emociones negativas que limitan las posibilidades de empatía y cuidado, contribuyendo a actitudes de desconfianza e indiferencia. Las profundas lesiones sobre las comunidades revelan una incapacidad del Estado para cuidar sus ciudadanos y garantizar la satisfacción de sus necesidades, calando lugares íntimos y privados:

Si el Estado que es el que debería garantizar seguridad y respeto por la vida ha hecho todo lo contrario, es lógico que uno termine preocupándose solo por uno, por lo que a uno le hacen, no le duele el otro, es que ni siquiera la misma familia, los mismos hijos, uno no ve que todo se conecta con todo. (L7, comunicación personal, noviembre de 2018)

El cuidado, lejos de hacer a sus receptores entes pasivos sujetos al paternalismo, obliga a una transferencia de poder que permita el desarrollo de habilidades para el autocuidado. En términos de Foucault (2010): “la preocupación por sí mismo lo lleva a preocuparse por los otros, pero a hacerlo de tal manera que, a su vez, les muestra que deben preocuparse por sí mismos” (p. 106).

El cuidado de sí, entonces, se asocia a la preocupación por el otro y al autoconocimiento. La mejor forma de cuidar de sí empieza cuando existe la capacidad de cuestionarse y buscar los caminos hacia la verdad de lo que somos y podemos ser. El autoconocimiento es un ejercicio inacabado que se extiende a lo largo de la existencia y en el cual participan las emociones como aspectos que favorecen la sensibilidad y apertura, o, por el contrario, limitan las opciones de re-pensar y reflexionar sobre lo vivido:

Si uno está alegre, escucha, uno está abierto a cosas nuevas y, digamos, que uno está pendiente del otro para bien. Pero si uno es resentido con la vida, qué va a querer cuidar a otro si ni uno mismo se aguanta, uno no se pregunta por qué soy así y hago mal. (L2, comunicación personal, octubre de 2018).

En estos términos, las emociones que coadyuvan a experiencias de cuidado son sensibles de cultivarse desde uno mismo para expandirse en los diferentes espacios de socialización. Estos elementos aparecen en la voz de los líderes señalando focos importantes para los procesos de construcción de paz:

No existe paz cuando existe el miedo, el rechazo y el desamparo en la vida… el principal paso para el camino de la paz es reconocernos como sujetos, personas miembros de grupos o comunidades, saber de nuestra herencia y saberes ancestrales y de defensa y reconocer con una mirada crítica nuestras amenazas. (L2, comunicación personal, agosto de 2018).

DISCUSIÓN

Este artículo de investigación presentó la forma como las emociones participan en los procesos de resistencia no violenta, jalonadas por líderes de la comuna 4 de la ciudad de Medellín, con diversos grupos poblacionales. Se identifica cómo estas emociones son desplegadas en lo cotidiano y se enlazan a dimensiones políticas, desde las cuales se percibe y enfrentan los retos de construcción de paz, perdón y reconciliación, hallazgo que se enlaza a perspectivas teóricas sobre las emociones que trascienden la visión psicologicista, para comprenderlas desde aristas que dialogan con estudios de educación, comunicación, antropología y filosofía (Reddy, 2001; Ahmed, 2004; Zembylas, 2008; Nussbaum, 2012). Asimismo, reafirman versiones del poder que se amplían a dimensiones cotidianas o microsociales (Foucault, 1988), y no exclusivamente a enfrentamientos dramáticos o macrosociales, aspecto que se ha relacionado en la literatura como resistencias no violentas en territorios urbanos de Medellín, específicamente las comunas 8, 9 y 13 (Nieto, 2013).

Los pronunciamientos de los líderes abordados en esta investigación, y su sentir frente a las posibilidades de resistir la violencia en contextos cotidianos, sitúan a las emociones como componentes indiscutibles de las dinámicas de poder, revelando una conexión directa entre los posicionamientos intersubjetivos y la acción política, las ideas de justicia y los valores sociales a las que un grupo social se inclina (Reddy, 2001). Esto se entendió en la investigación como resistencias no violentas, pues pese a no realizar una ruptura drástica con el sistema, sí visibilizan agencias comunitarias, enfocadas en la vida y las relaciones cotidianas, que se imponen a las lógicas y lenguajes de las violencias gestadas en contextos de necesidades básicas insatisfechas, ausencia estatal, mercantilización emocional, intereses privados y negación de la otredad y su dignidad.

Al connotar un andamiaje donde caben el poder, la negociación y la tensión, las emociones superan miradas románticas y utópicas, y suponen una perspectiva para comprender la realidad y responder frente a ella con los recursos y condiciones disponibles. Este lente emocional no está desprovisto de intereses o modelamientos propios de un espacio/tiempo, asunto que da lugar a políticas o reglas que operan sobre los intercambios emocionales, constituyendo regímenes emocionales (Plamper et al., 2010; Zembylas, 2016). En el caso aquí abordado se logra percibir que el contenido emocional desplegado por los líderes de Medellín para hacer frente a la violencia resulta ambivalente y visiblemente permeado por visiones ideales o institucionalizadas del perdón, la reconciliación y la paz, propias de discursos políticos/religiosos que intentan imponerse sobre los traumas que ha dejado el conflicto armado y la violencia. Esto, como señala Flam (2013), es inevitable, pero deriva reconocer los riesgos de imposiciones afectivas, especialmente para las víctimas.

Sobre los líderes abordados pesan los riesgos de cooptación por parte de actores institucionales, que pueden imponer una visión homogénea de paz y reconciliación, sosteniendo dinámicas de vacuidad emocional. Esto deriva en la necesidad de un trabajo permanente sobre la dimensión emocional, que brinde espacios plurales y diversos para las voces y protagonistas de los procesos de resistencia y construcción de paz, es decir, lugares para el sentir y la enunciación, no homogéneos y no necesariamente institucionalizados, asunto clave para comprender los traumas y experiencias del conflicto armado (Villa, 2016; Zembylas, 2008, 2015).

En las narrativas de los líderes, quienes reconocen la complejidad del conflicto, pero a su vez son portadores de saberes/experiencias de resistencias no violentas, hay permanentes cuestionamientos a los procesos de paz en Colombia y demandas de verdad y compromiso a la no repetición como condiciones necesarias para alcanzar una paz sostenible y duradera. Esto es coherente con lo planteado por Arendt (1974) frente a la necesidad de mediar la acción política en sus connotaciones de incertidumbre e irreversibilidad a través de la promesa y el perdón, figuras consideradas por Tatián (2006) como fundamentales en la política, porque se relacionan con la libertad y la acción; la primera, que intenta mitigar lo imprevisible de nuestros actos, y la segunda, que puede cancelar la acción irreversible con un acto de habla.

En estos términos, la perspectiva emocional que rodea los procesos de resistencia social y construcción de paz debe vaciarse del sentimentalismo y la afectividad ideal propia de discursos retóricos o institucionales, para situarse en su pluralidad como centro de las posibilidades de justicia, reparación y reconciliación. Esto implica reconocer las emociones que pueden favorecer el reconocimiento de la victimización y la rehumanización del otro, sus vertientes sensibles a cultivarse y los actores que asumirán tal responsabilidad (Halpern & Weinstein, 2004; Hutchison & Bleiker, 2008).

La experiencia de esta investigación evidencia que en los eslabones comunitarios existen estos actores interesados en el cultivo de emociones favorables a la paz, que lo han venido haciendo en medio de las dinámicas del conflicto armado, partiendo principalmente de necesidades sentidas de cuidado, capacidades empíricas y sentido empático. Esto es coherente con lo sugerido por Boff (2002), quien sitúa como fundamentales para el cuidado tres actitudes: preocupación, inquietud y sentido de responsabilidad. Estas tres actitudes no emergen en el vacío, sino que se desarrollan en complejas tramas relacionales que permiten sentimientos de gratitud, reparación y amor atravesando la totalidad de la experiencia humana.

Los alcances de la investigación no permitieron observar el vínculo de estas emociones con propuestas estéticas, económicas y políticas alternativas en el territorio, pero es posible que existan o que desde la base social existente puedan emerger. De acuerdo con López- Martínez et al., (2016), en las resistencias no violentas residen potenciales cambios sociales, económicos y culturales que se construyen y expresan de manera viva, apostando al “buen vivir”, y desde allí a la paz posible, imperfecta y duradera.

CONCLUSIONES

Las emociones que se identificaron en esa investigación sitúan una forma de hacer política que excede los marcos formales y racionales para configurarse como móviles imprescindibles de comprender y cultivar en todos los escenarios de la vida cotidiana. Se encontró que las emociones que participan de los procesos de resistencia civil no armada y construcción de paz se mueven tanto en vertientes positivas como negativas.

Por un lado, el amor, la alegría y la compasión impulsan el encuentro, el perdón, la reconciliación, el reconocimiento de la otredad, son emociones favorables a la paz, pues apuestan por la vida, el encuentro con lo diverso y la confianza. Obligan al sujeto a reconocer en la condición de humanidad aspectos falibles, frágiles y contingentes para, desde ahí, atender el daño al otro como una lesión a todo el colectivo social, de modo que abogan por la empatía y la responsabilidad, especialmente hacia al otro que sufre y que ha sido tocado directamente por la violencia.

Por otro lado, la tristeza, la ira, la vergüenza y el miedo operan como detonantes del rencor, el odio, autorizando la retaliación, la justicia vengativa y la exclusión. Emergen desde posiciones ideales frente a la condición humana que ocultan la vulnerabilidad, la culpa y el miedo que desencadena las diferentes violencias. El conflicto armado y las condiciones socio-económicas precarias, aunque no impactan de manera homogénea el colectivo social, comportan profundas consecuencias que se expresan en términos afectivos y estéticos de lo cotidiano, redundando en sensibilidades diversas, mecanismos defensivos patológicos y perpetuación de emociones negativas para enmascarar el dolor que producen.

Ambas vertientes operan en las comunidades, situando ambivalencia y contradicción en las posiciones políticas que se relacionan con construcción de paz. Esta dinámica resulta fluctuante, se permea constantemente por intereses hegemónicos que calan imaginarios y disposiciones subjetivas para asumir, especialmente, temas relacionados con la acción de la justicia sobre los victimarios.

No obstante, se observa que para los líderes resistir a la violencia se constituye en un objetivo prioritario; pero más que hacerlo desde la intención vengativa, hay un deseo y una clara apuesta hacia la esperanza y las posibilidades de cambio. El cuidar su territorio y a aquellos que lo habitan, se abre como una esperanza u oportunidad para la paz, cuyos bastiones no son discursos higiénicos o formales sino sentires, preocupaciones que parten de la voluntad y la libertad para poder cambiar su propio presente. Las relaciones de poder son reconfiguradas e imaginadas desde lugares más sensibles que se apartan del castigo/venganza, la humillación y la coacción para recuperar la condición de humanidad en sí mismos y en aquellos agentes que causaron daño.

Este propósito descansa en una capacidad poco valorada/visibilizada en sociedades que abanderan el individualismo y la competitividad, el cuidado de sí y del otro. Las voces de los líderes hacen eco en la necesidad de cuidar para construir paz, un asunto que se establece consigo mismo, siempre en un marco relacional, para que pueda extenderse hacia el otro y el entorno. Esta capacidad de cuidado no se engancha en protocolos o disposiciones higiénicas, sino que emerge como experiencia subjetiva que atraviesa la existencia humana. Dadas las múltiples precariedades materiales y afectivas de los contextos colombianos, son evidentes los retos para cultivar la capacidad de cuidado y con ello permitir el florecimiento de emociones favorables para la convivencia y la dignidad. Por ello, resulta fundamental continuar visibilizando los rostros que, de manera anónima, recursiva y creativa, se atreven a apostar por otras formas de estar en el mundo, más amorosas, fértiles y tolerantes.

CONFLICTO DE INTERESES

Las autoras declaran la inexistencia de conflicto de interés con institución o asociación comercial de cualquier índole.

REFERENCIAS

Alonso, M., Giraldo, J., & Sierra, D. (2006). Medellín: el complejo camino de la competencia armada. En C. de Gamboa (Ed.), Justicia transicional: teoría y praxis (pp. 435-465). Universidad del Rosario.

Ahmed, S. (2004). The Cultural Politics of Emotion. Edinburgh University Press.

Arendt, H. (1974). Los orígenes del totalitarismo. Taurus.

Arendt, H. (2009). La condición humana. Paidós.

Blair, E., Grisales, M., & Muñoz, A. (2009). Conflictividades urbanas vs. “guerra” urbana: otra “clave” para leer el conflicto en Medellín. Universitas Humanística, (67), 29-54. https://revistas.javeriana.edu.co/index.php/univhumanistica/article/view/2128/1370

Boff, L. (2002). El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra. Editorial Trotta.

Bula, G. (2008). Spinoza y Nussbaum: En defensa de las emociones. Saga: Revista de Estudiantes de Filosofía, 9(17), 27-37. https://revistas.unal.edu.co/index.php/saga/article/view/15089/15883

Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). (2017). Medellín: memorias de una guerra urbana. CNMH–Corporación Región–Ministerio del Interior–Alcaldía de Medellín–Universidad EAFIT–Universidad de Antioquia.

Flam, H. (2013). The Transnational Movement for Truth, Justice and Reconciliation as an Emotional (Rule) Regime? Journal of Political Power, 6(3), 363-383. https://doi.org/10.1080/2158379X.2013.849368

Foucault, M. (1988). No al sexo rey. Entrevista con Bernard Henry Levy. En M. Foucault, Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones (pp. 146- 164). Alianza Editorial.

Foucault, M. (2010). El coraje de la verdad. El gobierno de sí y de los otros II. Curso en el College de France (1983-1984). Fondo de Cultura Económica.

Franco, V. (2000). Sobre los estudios frente al conflicto urbano en Medellín; algunas consideraciones generales. En J. Balbín (Comp.), Movimiento Social por la Paz y Hermanamientos. Pueblos hermanos… Lazos visibles (pp. 83-118). IPC.

Freire, P. (2007). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editores.

Giraldo-Ramírez, J., Naranjo, A., Jaramillo, A. M., & Duncan, G. (2011). Economía criminal en Antioquia: Narcotráfico. Universidad Eafit, Proantioquia, Empresa de Seguridad Urbana. https://core.ac.uk/download/pdf/47252805.pdf

Halpern, J., & Weinstein, H. (2004). Rehumanizing the Other: Empathy and Reconciliation. Human Rights Quarterly, 26(3), 561-583. https://doi.org/10.1353/hrq.2004.0036

Husserl, E. (1907/2016). La idea de la fenomenología: Cinco lecciones. Fondo de Cultura Económica.

Hutchison, E., & Bleiker, R. (2008). Emotional Reconciliation Reconstituting Identity and Community after Trauma. European Journal of Social Theory, 11(3), 385-403. https://doi.org/10.1177/1368431008092569

Ibáñez, T. (2001). Municiones para disidentes. Gedisa.

Jaramillo, A. M. (1996). Criminalidad y violencias en Medellín. En J. O. Melo (Comp.), Historia de Medellín, Vol. II (pp. 551-561). Suramericana de Seguros.

Jaramillo, A. M., Villa, M. I., & Ceballos, R. (1998). En la encrucijada: conflicto y cultura política en el Medellín de los noventa. Corporación Región.

Kelsen, H. (2014). ¿Qué es la justicia? Editorial Universidad de Antioquia.

López-Martínez, M., Useche, O., & Martínez, C. E. (2016). Noviolencia, resistencias y transformaciones culturales. Polis Revista Latinoamericana, 15(43), 7-15.

Martínez, M. (2004). Ciencia y arte en la metodología cualitativa. Editorial Trillas.

Molina, N. (2017). Retos de la psicología en la construcción de paz en Colombia: ¿fatalismo o ingenuidad? Pensamiento Psicológico, 15(1), 115-126. https://doi.org/10.11144/Javerianacali.PPSI15-1.RPCP

Nieto, J. R. (2013). Resistencia civil no armada en Medellín. La voz y fuga de las comunas urbanas. Hombre Nuevo Editores.

Nieto, J. R., & Robledo, L. J. (2006). Conflicto, violencia y actores sociales en Medellín. Zona centroriental comunas 8 y 9. Universidad Autónoma Latinoamericana, EPM.

Nussbaum, M. C. (2003). La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística. Editorial Paidós.

Nussbaum, M. C. (2008). Paisajes del pensamiento: la inteligencia de las emociones. Ediciones Paidós Ibérica.

Nussbaum, M. C. (2012). Crear capacidades: Una propuesta para el desarrollo humano. Editorial Paidós.

Plamper, J., Reddy, W., Rosenwein, B., & Stearns, P. (2010). The History of Emotions: An Interview with William Reddy, Barbara Rosenwein, and Peter Stearns. History and Theory, 49(2), 237-265.

Reddy, W. M. (2001). The Navigation of Feeling: A Framework for the History of Emotions. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/CBO9780511512001

Rettberg, A. (2013). La construcción de paz bajo la lupa: una revisión de la actividad y de la literatura académica internacional. Estudios Políticos, (42), 13-36. https://corteidh.or.cr/tablas/r31409.pdf

Spinoza, B. (1986/1670). Tratado Político. Alianza Editorial.

Strauss, A., & Corbin, J. (2002). Bases de la investigación cualitativa. Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada. Editorial Universidad de Antioquia.

Tatián, D. (2006). ¿Qué significa actuar políticamente? Nombres, Revista de Filosofía, (20), 103-110. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/NOMBRES/article/view/2355

Vélez, R. (2001). Gobernabilidad local en Medellín: Configuración de territorialidades, conflictos y ciudad. Escuela Superior de Administración Pública (ESAP).

Villa, J. D. (2016). Perdón y reconciliación: una perspectiva psicosocial desde la noviolencia. Polis Revista Latinoamericana, 15(43), 131-157. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-65682016000100007

Zembylas, M. (2008). The Politics of Trauma in Education. En M, Zembylas, The Politics of Trauma in Education (pp. 35-52). Palgrave Macmillan. https://doi.org/10.1057/9780230614741_3

Zembylas, M. (2015). Emotion and Traumatic Conflict: Reclaimiming Healing in Education. Oxford University Press.

Zembylas, M. (2016). The Emotional Regimes of Reconciliation in History Textbook Revision: Reflections on the Politics of Resentment and the Politics of Empathy in Post-conflict Societies. Pedagogy, Culture & Society, 24(3), 329-342. https://doi.org/10.1080/14681366.2016.1175497

Notas de autores

Heidi Smith Pulido Varón

Magíster en Desarrollo. Investigadora Grupo Estudios de Fenómenos Psicosociales. Docente investigadora Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: heidi.pulidova@amigo.edu.co https://orcid.org/0000-0001-8198-0896

Nicolasa María Durán Palacio

Doctora en Filosofía. Líder de Grupo de Investigación Estudios de Fenómenos Psicosociales. Docente investigadora Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó, Medellín-Colombia. Contacto: nicolasa.duranpa@amigo.edu.co https://orcid.org/0000-0001-5492-6931


1 Artículo derivado de la investigación “Capacidades comunitarias para la paz”, avalado por la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad Católica Luis Amigó y cofinanciado por Comfenalco Antioquia, operador del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia.

2 Se asume, en el apartado de resultados, adjetivos negativos y positivos para las emociones con el fin de respetar la forma como aparecen en el sentir y la voz de los participantes, sin que ello signifique intencionalidades de clasificación o esquematización de las mismas por parte de las investigadoras.

3 Para efectos de nombrar a los participantes, se define la letra L (líder), seguido del número asignado y la fecha de la entrevista.